El hombre visible
       Sentía que su presencia pasaba desapercibida. Hubiera preferido, hasta que lo odiaran. Su vida pasaba y nadie lo notaba.
       Ignacio Pereda, desesperado, consulta a una "mentalista", de las que antes llamábamos brujas. Esta mujer le dice, que había sido víctima de un "trabajo" o brujería por encargo, de algún amor pasado.  Para contrarrestarlo ella iba a realizar un "preparado muy potente". Los elementos eran: una pluma de cuervo, tres pelos de lobo, un transistor, dos hojas de ruda macho, y un quinto elemento, que por seguridad de los lectores, no voy a mencionar.
       Al día siguiente, al salir de su casa rumbo al trabajo, nota que nada era como antes. Todos lo saludaban. Cuando llegaba a un lugar, parecía que lo estaban esperando. Lo que estaba ocurriendo era increíble. La gente podía divisarlo a kilómetro y medio de distancia, a través del concreto o de cualquier otro objeto. Entre los mil quinientos y los quinientos metros, se lo podía ver como un haz de luz rodeando una figura humana. A distancias más cortas se lo observaba con nitidez.
        Ignacio de un día para el otro, se transformó en "el hombre visible". Los problemas fueron terribles.
        Para escapar de los ojos de la multitud, se va a vivir a un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires, a una distancia mayor al kilómetro y medio del primer caserío. Allí, luego de un tiempo, los vecinos se acostumbraron a tan exótico vecino y pudo llevar una vida relativamente normal, hasta su muerte.
        Aún hoy, en el cementerio local, se puede observar un extraño brillo en su tumba.