Te estimo en tu resonante fragancia de hiedra con rocío del alma,
cuando la volvías líquida mientras yo zigzagueaba
como un reptil lascivo para hacerme cabida entre tus tierras,
pastos sinuosos donde hacías crecer la elocuencia en los árboles
dando frutas rojas que yo mamaba sin decoro
para el poema matinal volcando los enlaces del alba.
Pero ahora te extraño partida en dos,
cuando con una parte embalsamabas
las sílabas robándome un trozo de carne
y drenándolo por su eclipse, cegándolo hasta morirse mudo,
porque no dejabas vital elemento
para que siquiera él se llorara así mismo,
le dejabas vacío, sin una lágrima solitaria.
Mientras la otra parte tuya se arrastraba
reptando decapitados coros
que ennegrecían el espacio minoro
donde moríamos entrelazados
"tú no eres un poeta, tú no eres un poeta"
enardecías en aquel cuarto, exigiendo la tinta para plasmar el llanto,
para transmutarlo en poesía...
¿ahora, qué te arde, porque tu mirar se derrama en elegía?
Lástima, pensé que al haberte asesinado la fiesta seguiría
pero me doy cuenta que además de tú carne
tú también, tus movimientos se atrasan y te has vuelto más fría
qué mala pinta la de matarte
mejor me hubiera hecho a la idea
de que nunca serías mía.
Disculpa mi no musa... ahora mismo volveré a enterrarte.