Sincrona
Publicado en Aug 16, 2009
La primera vez que vi a María, nos encontrábamos en el patio de entrada de la secundaria. Desde esa primera mirada sabía que era especial, única, diferente. Su piel era clara, pero intuía que esa blancura se debía más a la falta de actividades al aire libre que a cuestiones genéticas. A diferencia de las demás niñas del colegio, ella siempre usaba pantalones, quizá eso evitaba que los aparatos ortopédicos que tenía atornillados a sus piernas la rozaran y le abrieran la piel. Jamás supe si esos dispositivos que le asistían para caminar, eran consecuencia de la poliomielitis , o si se debían a una mal formación desde su nacimiento. Lo cierto era que esas piernas débiles, aquellas manos torcidas y su deficiencia para hablar nunca le aprisionaron el alma, su espíritu estaba intacto. Su mente volaba y su cerebro funcionaba, pero sufría para hacer que su cuerpo los alcanzara. Vivía a destiempo.
Todos esos rasgos físicos en María connotaban fortaleza. Eran signos de grandeza y no de discapacidad. No todos en la escuela compartían esa visión. La broma sarcástica, la mofa, la imitación grotesca mientras ella no veía, se hicieron práctica rutinaria. Sabía que ella entendía esas burlas. Sentía cómo deseaba contestar, defenderse, pero su cuerpo no podía ponerse a tiempo con su cerebro y siempre se quedaba atorada a la mitad. Con la bofetada a medio camino entre la mente y el brazo. Una mañana, uno de los profesores se reportó enfermo y rápidamente aquella ausencia se convirtió en una fabulosa oportunidad para que el salón entero se diera vuelo con el desorden y la risa. Las burlas contra María se agudizaron y una reacción en cadena hizo que sus defensores y opositores se dejaron llevar al unísono. Ya no había bandos, el grupo completo parecía decidido a hincar el diente contra la niña de las piernas metálicas. En cierto punto de la fiesta improvisada, uno de sus más acérrimos detractores estaba parado frente a ella imitándola burdamente mientras todos reían a carcajadas y a María se le llenaban los ojos de impotencia y de humillación. Cuándo menos lo esperábamos, la niña torpemente se levantó de su asiento y con lágrimas rodándole por las mejillas volteó a ver a todo el salón. El tiempo parecía haberse detenido, aquellos segundos se volvieron una eternidad. Ahí estaba María con la boca torcida y las manos constreñidas y pegadas a su frágil pecho cuándo el milagro ocurrió. Por primera vez en su vida, mente, espíritu y cuerpo entraron en una mágica sincronía; en un solo y contundente movimiento la niña cerró el puño, estiró el brazo y asestó, el más imponente derechazo que alcanzaba a recordar, justo en la mandíbula de aquel improvisado imitador. El niño se desplomó ipso facto ante la mirada atónita de treinta mocosos que no podíamos ni siquiera pestañear. - Esta fue la última vez que se burlan de mí. Dijo María en un solo tiempo, sin titubear, sin tartamudear. Las risas en ese lugar se encogieron hasta desaparecer mientras mi admiración y respeto hacia ella crecían a pasos agigantados.
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doris melo
Arturo Palavicini
Amiga, como siempre, tu palabra precisa y certera.
Gracias por seguir leyéndome, aprecio muchísimo tus comentarios.
Un abrazo
Arturo Palavicini
MAVAL
que existe en uno mismo ... con eso no se quiere más
que por fin saber respirar en un espacio que para todos debe ser el mismo...
saludos
Maval
inocencio rex
viejo, sos excelente.
gracias por ponerme en mi lugar
Arturo Palavicini
Antes que nada, muchas gracias por pasar por mis textos; después te agradezco mucho tu comentario y tercero, qué bueno que este cuento pueda servir de pretexto o de motivación para que lo analices y le saques más beneficios.
Un gran abrazo.
Arturo Palavicini
Andreita
Con tu permiso para decir, gracias a este relato tuyo vino a mi memoria una vivencia similar a la de María, cuando estaba en la secundaria.
Me interesan los temas para adolescentes, y este cuento me parece idóneo para análisis.
Saludo y felicitación.
Arturo Palavicini
Mil gracias por acercarse a leer y comentar este cuento. Sabes que se los agradezco muchísimo.
En México decimos mucho: "El valiente dura mientras el cobarde quiere"
De eso se trata todo esto.
Un abrazo a todos.
Arturo Palavicini
Claudia Riquelme
Mis estrellitas y cariños de siempre,
LaNegra
miguel cabeza
un abrazo.
miguel cabeza
Un fuerte abrazo