Desde la Nada
Publicado en Aug 20, 2009
Desafortunadamente aquella granada no lo mató. A pesar de que se resguardaba en una trinchera, las esquirlas metálicas lo alcanzaron haciendo un daño diabólico en todo su cuerpo, penetrándole la cabeza, ignorando el casco, el cráneo y marcando para siempre su cerebro con lesiones que le robaron el habla, el oído y la vista. La descomunal fuerza que se generó a partir de la explosión, lo lanzó por los aires estampándolo contra un árbol a 15 metros de distancia, con la infame fortuna de partirle la médula espinal en tres partes inhabilitándolo para mover sus 4 extremidades.
Una masa de tejido, inmóvil, oscura y silenciosa era lo que quedaba de aquel soldado sin nombre, que peleaba, como todos, una guerra ajena con intereses lejanos que ni siquiera alcanzaba a comprender. Lo daban por muerto cuándo algunos artilleros de su destacamento hacían el reconocimiento del área recién bombardeada e involuntariamente, la masa giró lo que antes era su cabeza. Sólo así lo descubrieron y el verdadero infierno comenzó. Postrado en una cama, incapaz de emitir o recibir algún sonido y perdido en la obscuridad de su mente, despertó de su pesadilla para encontrarse con otra peor. Seguía vivo y los médicos de su pelotón hacían hasta lo imposible por mantenerlo así. No había manera de reconocer el sueño de la vigilia, no existían puntos de referencia externos, sonidos, luces, sombras, colores y le tomó días acostumbrarse a esa negra y muda cueva. Gritaba sin sonido, corría sin movimiento, deseaba escuchar, pero la realidad solamente le regresaba a la nada como respuesta. En algún punto de esa existencia, reconoció en sí mismo movimiento y descubrió que el impulso eléctrico que su cerebro mandaba para mover el cuello cargando la cabeza seguía intacto. Era capaz de hacer algo y comenzó a azotar la cabeza contra la almohada incesantemente. En la entrada de su cuarto, 3 médicos de rango militar medio discutían las probables estrategias que debían seguir para mantener a ese soldado con vida. Las horas pasaban y la conclusión era que tenían que enviarlo a un puesto más seguro, con otro tipo de apoyos clínicos para poder salvarle. Varias horas pasaron, antes de que uno de los oficiales reparara en la rítmica y cadenciosa secuencia de azotes que el soldado se propinaba contra la cama de ese hospital. -¡Está hablando! Gritó mientras lo contemplaba. -¡Eso es Clave Morse! Agregó. A partir de golpes cortos y largos con la cabeza en la almohada, el soldado sin nombre, plasmó un encargo en aquel cuarto, suplicando que avisaran a su madre que se iba de viaje a buscar la otra mitad de su alma, robada impunemente por una granada errática que había dejado inconclusa su misión en el campo de batalla.
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Guillermo Capece
a un año despues de haberte hecho un comentario sobre este cuento, releo ahora el cuento y el cometario que deje, y te digo que no estoy de acuerdo con lo que dije. Es que lei apresuradamente el cuento?? No recuerdo que haya pasado eso; no hago esas cosas... entonces significa que en esta segunda lectura estoy cabalmente despierto, y con estas letras quiero disculparme por mi torpeza. Verdaderamente no le encuentro razon a mi comentario de hace un año.
Es un cuento para un diez.
Abrazo
Guillermo (todavia sorprendido.)
Serena-SilviaMonica Alfano
Caranndor
caranndor, un abrazo desde el sur del mundo
Guillermo Capece
Sin embargo, en este caso, según mi parecer, según lo que sentí, es que lo acortás de pronto al cuento, y pienso que llega apresuradamente al final. Creo que le falta desarrollo, con lo cual podrías sacar un cuento de diez.
Arturo Palavicini
Gracias amigo, no había tenido la oportunidad de agradecerte tu comentario y el tiempo que le dedicaste a la lectura de mi cuento.
Te mando un abrazo.
Arturo Palavicini
Arturo Palavicini
Amiga qué gusto me da que te hayas dado una vuelta por este texto. Me encanta el enfoque que le das a mis textos; es cierto, el personaje de la madre, es fundamental en esta historia. Es breve su aparición, pero es la que aporta ese sentido "humano" a todo el relato.
Gracias otra vez por tus siempre atinados comentarios.
Un beso.
Arturo Palavicini
MAVAL
muchas impresiones veo que hay aquí y me alegra que se aprecie tu estilo ...
agregar que este relato me refleja la enorme conexión del hijo hacia la madre
después de todo son ellas las que se llenan de desconsuelos en esta situación del hombre
de llevar a sus hijos a una muerte temprana y sin razón...
Mis respetos!
Maval
Sergio Pellegrini
Felicitaciones y mis cinco estrellas.
Sergio
Arturo Palavicini
Muchas gracias por tu comentario, me llena de satisfacción saber que te gustan mis cuentos; yo no pararé de escribir, espero que tampoco paren las lecturas de mis amigos.
Un abrazo
Arturo Palavicini
solimar