Cita en el infierno
Publicado en May 20, 2013
Estaba decidida. Hipnotizada y dirigida por un anhelo. Ardiente en busca de un contrafuego. Brasa encendida y amenazante, dueña y emperatriz de un infierno.
Caminó hacia el lugar de la cita. Controló la hora y miró en ambas direcciones antes de cruzar la última avenida. El viento jugó con un mechón de su cabello y le cubrió la sonrisa instalada desde hacía un momento. La había llamado de nuevo y mirando hacia el balcón del departamento pudo adivinar la silueta que la atraía detrás de la cortina transparente. Seguramente la esperaba con los pinceles en la mano, con la pintura fresca sobre su paleta y con la alfombra tendida en el rincón preferido. Cuando marcó el piso y el ascensor le provocó una subida brusca a sus deseos, imaginó estar viajando a la misma hoguera donde arderían sus pecados. Acomodó su falda revisando su apariencia en el gran espejo y delineó sus labios con un rojo encendido. Batió su cabello dorado con un ágil movimientos de dedos y desprendió el botón de su camisa para que se vieran las curvas deliciosas de sus senos. No pudo contener una sonrisa cuando la puerta se abrió invitándola a recorrer el camino tentador que aceleraba y mojaba su cuerpo. Lo volvería a transitar una y otra vez, pensó; ya había comido la fruta prohibida, le gustaba, la deseaba; ya nada cambiaría su destino. Llamó a la puerta como tantas otras veces lo había hecho y al no recibir la invitación de esa voz ronca, entró confiada; presentía como la esperaba. El silencio la sorprendió. El orden en el recibidor del atelier no era el acostumbrado y la escasa luz que tenía la gran sala donde debía desvestirse la hizo buscar a tientas el interruptor. Primero tocó algo húmedo, después comprendió que era pegajoso y tibio. Cuando la luz iluminó el recinto la realidad le robó un grito; había sangre en las paredes y en su mano y en el rincón que la veía siempre desnuda un enorme cuadro con su retrato. Caminó hacia él dejando sus pisadas sobre la alfombra, marcas pequeñas, rojas. Podía sentir el pulso castigando su sien, el temblor de sus piernas delgadas y el castañeo de sus dientes; moría de frío, el miedo era hielo contagioso en sus venas. El ruido la hizo girar bruscamente, tuvo que sujetarse del cuadro que terminó desplomándose sobre sus pies. La figura que apareció era inesperada, llevaba una daga ensangrentada y unos ojos vacíos que la culpaban. Retrocedió pisoteando su propio rostro y hundió sus tacos en su cuerpo desnudo, con pasos cortos e inseguros fue pegando su espalda al lienzo tendido sobre la pared, él se acercaba y ella ya había llegado a la frontera. Sollozó con las manos extendidas, explicó sin poder esgrimir una palabra clara, dio excusas falsas y pidió perdón mientras la daga se alzaba.
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Enrique Gonzlez Matas
UN ABRAZO CORDIAL.
silvana press
Gracias por tu paso por aqui.Cariños
Richard Albacete
silvana press
Muchas gracias realmente, cariños
GLORIA MONSALVE
me es grato leerte.. siempre logras atraparme en tus letras... estas un tanto d emisterio y espectativa... pero de un deleite grato...
me gusto
un abrazo de amistad
silvana press
Saludos afectuosos
MARIA VALLEJO D.
relatar; siento cada una de las cosas que vas describiendo
y eso amiga, es hermoso porque contagiar a los lectores,
no es fácil y ud. lo logra.
Abrazos.
silvana press