Más que silencios fingidos.
Publicado en Jun 04, 2013
Él cerraba los ojos de manera lenta. Y a la vez aparecía ella, como extraída del cielo mismo. Se miraban, tanto, que se les nublaba la vista. Entonces caminaban de la mano por senderos ondulados. No hablaban, las palabras no eran necesarias en ese estado. Fingían, a veces, estar contemplando alguna flor, pero en realidad sólo acercaban sus caras para oler el perfume de cada piel. Ella cerraba los ojos de manera lenta. Y a la vez aparecía él, como extraído de algún poema. Entonces recorrían los mundos del pasado, juntos. Se acariciaban los oídos con los mismos silencios; ausentados por momentos, inducidos por las propias urgencias del corazón, que era uno, uno mismo en dos cuerpos. Él cerraba los ojos de manera lenta. Ella los abría, haciendo trampa, para contemplarlo. Y caminaron, tanto, que sus pies se hicieron arena en el fondo del océano de los sueños. Pero al partir, como lo hacían cada tarde, antes de abrir sus ojos, caminaron. Y siempre, ante cada paso dado, juntos emitieron una sonrisa cómplice, tan cómplice, que ni siquiera los ángeles que a ella custodiaban advirtieron que entre ellos dos había más que silencios fingidos.
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