Había una vez una bella joven, que acudía todos los días a un parque. Se sentaba en uno de aquellos bancos alojados allí, y pasaba varias horas contemplando todo lo que sucedía alrededor y escribiendo a la vez.
Un día un joven apuesto, se le acercó y le preguntó: ¿por qué estás tan sola? Te he observado y he visto que nunca nadie te acompaña. Ella no respondió, bajó su cabeza, cogió su libreta en la cual redactaba y se marchó.
Al día siguiente, una anciana muy dulce, se le pegó sigilosamente y le preguntó lo mismo, la joven la miró y encontró en su mirada confianza, como si la conociese de años, y empezó a contarle su historia...
Hace cinco años yo no sabía lo que era sentirse importante para alguien, tenía un concepto equivocado de la vida, todo lo tomaba a la ligera, si alguien me pretendía, vivía el momento y listo. No tomaba conciencia si podía hacer algún daño, a nadie le abría mi corazón porque consideraba que al hacerlo, la que podría salir perjudicada sería yo. Pero un día, llegó a mi vida alguien especial, alguien transparente, que me demostró esa esencia que yo ocultaba; me llenó de detalles, de atenciones, pero yo no le abría mi corazón, a veces era más dulce que otras, y otras muy parca, fría. Éll nunca se cansaba y estaba allí, como un lucero iluminando mis días con su ternura.
Pasó el tiempo, y él lentamente se fue alejando. De repente, eventualmente cruzabamos algún saludo, pero hasta allí. Más tarde descubrí que me hacía falta esos detalles, esa preocupación, así es que corrí a buscarlo. Fui a su trabajo, a su casa, donde sus mejores amigos y no lo hallé por ningún lugar. La desesperación empezó a dominarme, hasta que pensé que a lo mejor estaría en aquel lugar que nos gustaba ir cuando platicabamos. ¡Era este parque! Lleno de flores y con ese olor tan agradable que emanan los árboles. Nunca lo encontré. En ese instante me dí cuenta que me había enamorado profundamente de él, y no lo quería perder, sin calcular que ya lo había perdido. Ya han pasado alrededor de cinco años y sigo viniendo a este lugar, me quedo horas sentada y escribiendo todo lo que he querido decirle.
La anciana la abrazó fuertemente y le respondió: Ya es algo tarde para ello, perdiste la oportunidad de ser feliz con alguien que verdaderamente te amaba y tú por estar tan cerrada a la felicidad, a lo verdadero que posee un ser humano, su luz interna, lo dejaste escapar. Ahora te aferras en su regreso; puedes perder una segunda oportunidad con un nuevo ser que te quiera conocer. No sufras más, los años pasan tan rápido,que no vale la pena estar sentados bajo la sombra de un árbol, buscando algo que ya no volverá.
La joven lloró incansablemente y se marchó.
Pasaron como siete meses y volvió a acudir a este sitio encantado y aquel joven que al principio del relato se le acercó, la volvió a ver, ésta vez, ella le sonrío y caminaron juntos hasta perderse bajo la luz del sendero.
MORALEJA: da lo que tengas que dar, nunca reprimas nada en tu corazón. La vida suele ponernos pruebas duras en vuestro andar, pero siempre para todo hay segundas oportunidades. Si alguien te lastimó, no significa que todos lo harán. Cada ser tiene luz propia, tiene algo que lo hace diferente, especial y aquellos que no usen o vean esta luz, es porque sencillamente tienen el alma vacía. Tampoco te aferres mucho a alguien, nadie le pertenece a nadie, ni siquiera nosotros mismos, porque somos de Dios. Valora los pequeños detalles, en ellos suelen estar los regalos más grandes. No desperdicies tu valioso y poco tiempo en alguien que no te da importancia porque probablemente estarás perdiendo a otro ser que te considera su mundo.
Silvana Ledesma Triviño.