Te convertí en imposible.
Publicado en Sep 06, 2013
Necesito que te materialices y no vivir de sensaciones. Estás en todas las veredas, en las ventanillas de los taxis, en la mesita del bar revolviendo mi café que se enfría. Te siento cuando el viento me despeina acomodando mi cabello detrás de los hombros, al cruzar la calle es tu mano imaginaria puesta en el abdomen la que me retiene, las bocinas me traen tu reproche; me despiertan de mi acostumbrada distracción que no advierte la mole que transita y que todo lo atropella sin razón, sin respeto y ciega de señales de colores.
Te busco y la mirada empecinada no se cansa de poner sólo ilusiones. Temo desdibujar con el tiempo tu imagen, busco clones; alguien que me diga ¡aquí estoy! ¿No me reconoces? Deambulo, revisando en las vidrieras las oferta, alguna forma de pago que haga más fácil la vida, cuotas livianas que no permitan profundizar viejas grietas. ¿Es tan difícil pagar los errores? Te imagino tras los cristales, sosteniendo carteles con frases de imposibles. Ríes de mi ingenua esperanza, te esfumas y bajas el pulgar mientras retrocedes, alejándote con indiferencia. Lastima el desapego fácil que adoptaste como norma de vida, castiga la ausencia definitiva a la que me condenas, asfixia el nudo que tu puño invisible aprieta. La ciudad me traga con su muchedumbre hambrienta, me pierdo en sus rincones y las sombras de cemento caen, minúscula criatura desapercibida. La soledad pesa en Buenos Aires, peleando codo a codo por un asiento en el subte, demorada en las colas interminables o apretada en ascensores que sudan estrés y apuro latente. Llegar a un desierto, a un campo abierto con balcones acariciando monumentos grises y la sombra de tu ausencia murmurando que por mi culpa te fuiste. Pesan las retinas ansiosas sin tu paisaje, la memoria que aprieta las sábanas que bauticé con tu nombre, este cuerpo enfriado que sin tus manos no responde. Duele saber que no aprecié lo que me regalabas, que una palabra escupida desde la mentira pudo borrarte así de mi vida. Duele saber que ya no hay regreso, que aunque te busque ya no hay encuentro y que si te encuentro, ya no podré tenerte; inaccesible para mi es ahora tu precio
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