La palabra amor
Publicado en Sep 11, 2013
El amor tiene doble personalidad; algunas veces pega, azota, desangra tus heridas, succiona de ellas y goza tus lamentos en silencio, pero con sonrisas de ironías. Otras, te arropa entre sus brazos y te muestra desde arriba lo que pierdes llorando, atiende tus caprichos y te enseña de ellos mientras seca tus lágrimas con temblorosos dedos, llenos de compasión. Como intruso atrevido se introduce en tus adentros y recorre los mil recovecos, impulsa la sangre en el viaje y te hace florecer aun creyendo en los eternos inviernos.
Genera inquietos remolinos o sacude con temblores a todo tu cuerpo, trae calma con sonrisas dibujadas y paz en el alma que creíamos enredada o acabada. Egoísta en su tiempo acapara los pensamientos y cuando quiere ser libre, rápidamente se escapa… dejando en la memoria trozos de su cola que quedará eternamente atrapada. Enseña a volar en su compañía, presta sus alas mientras eleva y presenta los cielos. Lleva bien alto y allí aloja, a la mayoría de los mortales por un tiempo. Parece que le place ver el encuentro con la realidad abrupta cuando sin su presencia no hay sustento y la caída es inevitable. Se habla de él con mucho conocimiento, los poetas, enamorados, vos, yo…todos somos expertos; más llegado el momento no podemos explicarle a la razón porqué lo queremos si provoca tanto sufrimiento, porqué le dimos la llave de nuestro corazón si cargado de recuerdos y nostalgias apenas lo deja latiendo. El amor. El de carne, el de sangre, el que se pinta con nombre propio o es un ideal, una creencia, un arte. Estrellas fugaces, cometas ligeros sobre universos oscuros; la luz eterna, el calor del sol. Tantas causas y consecuencias en su honor. Tantas injusticias se justifican usando la palabra como si fuera escudo o salvación. Tantas historias sangrientas y tristes en su nombre o con su perdón. El amor. A veces hace liberar batallas; es el amo, y sumisos llevamos las espadas en su defensa. No hay nada mejor. En otras sentimos los coletazos que aún pegan en nuestros cerebros viejas historias y lo insultamos, lo queremos lejos, lo tachamos con una gran cruz en nuestro interior. Castiga, acaricia, cura y lastima. Nos alejamos, lo buscamos, lo queremos, nos liberamos y de nuevo, con esperanzas lo esperamos. Es necesario, un vicio del que no te liberas tan fácil cuando lo pruebas. Un verdugo que bajará la guillotina mientras pronuncia hermosas promesas y aun así nos robará una sonrisa, una ilusión… Un cómplice delincuente que logrará de vos lo que nunca creías, un transgresor de principios que arrastra y que convence con verdades que paralizan o que movilizan con la misma intensidad; una simple palabra por la que seguimos día a día, la que nos da sencillos o extraños objetivos, la que impulsa cada mañana aún con pereza a levantarse, poner el pecho y lucharla. El que lo conoce, padece de inviernos y de otoños pero también se maravilla por conocer los brotes verdes en cualquier paisaje de hielo. Sabe de alturas y de abismos, de caricias y bofetadas; sabe que nada se valora si no se tiene. El amor a tanto y por tanto… ¡pobre mortal aquel que nunca lo sintió!
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