El único responsable
Publicado en Sep 15, 2013
Nadie escapa de las consecuencias de sus actos. Como seres humanos tenemos conciencia y más allá de que se crea o no en Dios, debemos revisar nuestro accionar y penalizarnos cuando del límite de la responsabilidad estamos escapando.
El arrepentimiento no debe quedar como cierre del eslabón nuevo que ubicamos en la cadena de nuestra vida, si solo es una bella palabra que nos dignifica frente a los demás y en el espejo la caricatura de nuestra esencia nos sigue señalando con el dedo. El análisis racional y objetivo debe partir desde adentro, un replanteo, un atajo que no nos haga caer en lo mismo pero limpie el camino anterior de negras malezas. Nadie esta exento de culpas pero tampoco se puede arrastrar toda la vida sin hacerles frente, reconocerlas y tratar de evitar caer de nuevo en ellas debería ser el primer paso antes de cargar una nueva en la mochila. Es muy fácil atribuirle la ropa sucia a una mano divina y que las lave sin mojarnos, sin poner nada de nuestra parte y sólo asegurar que nos tienen olvidados porque esperamos; maniatados con la comodidad en nuestros brazos y un repetido bostezo de nuestra mente; la aparición o concreción de un milagro. En la vida de cada uno, el sujeto que sea, del género y de la edad que sea tiene, sobre todo, la inteligencia desde la cuna; nos proveen de ella y nos lanzan al mundo, a recorrerlo libremente y a ser responsables del uso que le demos. No se puede solamente pedir perdón si conlleva a reincidir, no se avanza poniendo de visera un dedo si la luz de la condena nos alerta encegueciendo; hay que tomar nuestra vida como consecuencia de lo que en ella y de ella hicimos; somos los únicos responsables de nosotros mismos. Si ignoras tu culpa, si solo la juntas en la espalda; el avance se tornará lento, penoso, cada vez más torturas encontrarás en el camino. Si esperas la ayuda rezando, doblado por la mala suerte que dices que te agobia; recuerda que se te dio mucho, retribuye juntando fuerzas y demostrando que no se equivocaron confiando en ti desde que eras una semilla. Si consideras que las consecuencias de tus actos no tienen atajos, que no hay manera de suprimirlas; entonces arrepiéntete, pero desde el corazón…para que nunca más ni tú, ni tu hermano salgan lastimados. Coloca el próximo eslabón con la seguridad que da tu inteligencia, con la promesa de hacer buen uso de ella, con la responsabilidad del artesano que los ajusta uno a uno para que sea larga y bella esa cadena, nada más ni nada menos, que la de tu vida entera.
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