UN TEXTO QUE NO TODOS ENTENDERÁN
Publicado en Sep 25, 2013
Siempre he sostenido que los extremos me atraen, será que lo opuesto se complementa o de ellos salen los mejores colores. Que lo que en uno aprendo me sirve para comprender al otro; o que entiendo que no hay nada absolutamente bueno, ni absolutamente malo que merezca algún reproche.
Amo el día, la suave brisa de la mañana, la calma del amanecer y el aroma del verde. Amo la intensidad celeste, el contraste en el horizonte donde se rompe y los sonidos del alba cuando despierta. Pero también me sumerjo con placer en la oscuridad tranquila de la noche. En los silencios que repiten en mi mente las palabras dulces que dije, las que pude escuchar desde el corazón y mi almohada me repite. Amo así; la grandeza que me cubre, los brillos pícaros que encima se encienden, la calma que trae a mi cuerpo y a mi mente la quietud de la ciudad, de mi casa, de mi gente. Hago una ceremonia todos los días cuando ofrezco mis servicios, comparto lo que sé, lo que estudié, mi vocación se enorgullece. Pero también busco la soledad como una merecida calma para mi espíritu, un análisis minucioso de lo que quiero y que estrategias seguir corresponde. Es allí que mi inspiración se desata y recorre nuevos horizontes; los elegidos con los años, fuera de números y ecuaciones. Es allí que despierta esa otra que habita en mí, sin saber cuándo nació así… de repente. Será por esta acostumbrada rutina, que puedo reconocer la belleza de los dos polos; la exactitud, la perfección y su armonía, el pensamiento analítico y la fundamentación matemática por un lado y la imaginación abierta, con alas enormes, la que pone énfasis en lo que quiero sin reglas ni propiedades recurrentes. La libertad de ser y de hacer lo que quiero, sin rótulos, ni estructuras. Es así que hoy al final de un camino, se me ofrece seguir un atajo u otro, como de extremos jamás retornables. Y me revelo a esos opuestos, porque no me dan la alternativa de transitar en uno y disfrutar también del otro. Comprendo que cada uno tiene su encanto y me revelo ante la posibilidad de elegir. Desde donde estoy los contemplo; ambos son hermosos, llenos de energía positiva, tienen encanto de esos paisajes inconfundibles. Montaña y arroyo; playa y mar; a ambos los quiero. No recorreré a uno si eso implica privarme de lo otro. Más vale me quedo aquí, anclada en el capricho, mirando desde lejos la belleza que cada uno pinta en mi horizonte. Esta vez amigos, espero el milagro de la naturaleza; tal vez se pinte un paisaje donde lo tenga todo; tal vez cada contexto comprenda que juntos serían una pintura inigualable. Así seguiré disfrutando de los extremos que tanto me atraen y que sin saberlo se complementan como mis dos vocaciones Silvanilla, pilla; la profe!!
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