ALEJANDRO.
Publicado en Feb 08, 2014
Oh! Sempiterno apego,
sedienta mi entraña tu amor conjura, vuelve del espacio de infinita lejanía. Hoy , mis párpados sienten el peso de las lágrimas; aún sin enjugarlas, las envío con el tiempo, para que conserven mi tibieza innata y humedezcan tu boca, tus labios, esos que le dieron color a mi vida. Eres feliz, lo entendemos; noche tras noche comprobamos que no es casualidad cuando en la oscuridad, podemos vislumbrar un halo de luz recorriendo nuestro hogar, confirmándonos que estás aquí ; tu risa, el sonido de tu andar es el sello con el cual marcamos el amor que en vida y muerte, nos supiste regalar. Describías las regiones celestes aun sin conocerlas; para no temerle a huestes espirituales de maldad, la armadura de Dios siempre leías, sin embargo alma mía te suplico . . . ¡Cuando el desierto que cubre el firmamento altere tu energía, invócame! ¡Si las tormentas de arena visitan los cielos, cúbrete! ¡De las serpientes furiosas que vuelan sin alas, defiéndete! ¡Y de los colmillos que emiten ponzoñas, cuídate! Alejandro, descansa tranquilo; el oasis que guarda tu espada, sigue custodiado por cuatro guardianes, sí; los que tú elegiste cuando en la tierra estuviste.
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