LA ENREDADERA
Publicado en Nov 08, 2017
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                                                                 LA ENREDADERA
 
                    No supe de su presencia hasta bien entrada la semana de estar en esta nueva  casa, y no fue por distracción que no la observé, sino por indiferencia, la que uno sostiene con el correr del tiempo,  cuando ya son pocas las cosas que verdaderamente importan. Pero ahí estaba, como colgada del balcón, simulando un suicidio que nunca llegara, bordeando el límite de  mis sentidos.
              La descubrí de casualidad cuando terminé  de acomodar los últimos pertrechos, y despejé  la  ventana   que daba al balcón. Venía  trepando desde el piso de abajo, silente y tersa; era curioso,  porque yo estaba seguro que no  la había registrado cuando me decidí por este departamento; lo juraría,  pero no  lo podía  afirmar.
            Pero, ¿qué importancia podía tener una simple enredadera, la que, quiérase  o no, adornaba el triste balcón, dándole un marco más natural  y verde a  la desolada vista del contra frente? Ninguna, sin embargo  llamaba mi atención a cada instante, sobre todo cuando era visitada a  la tarde por insectos y pájaros,  cuando el sol se escondía en silencio detrás de los edificios.
                  Vivir en un mono ambiente tenía  sus ventajas, era como la extensión de mi propio cuerpo; todas las  cosas sucedían en un mismo lugar y simultáneamente y eso me simplificaba las cosas.  El living, el dormitorio y la cocina eran un mismo ente.  Si ordenaba y limpiaba el living,  significaba que el dormitorio lo estaría también. Pero no habitaba solo  y eso lo fui asimilando con los días;  y era por ella, por la enredadera, la que crecía rápidamente, la que me sacaba la luz del sol, la que seducía a insectos y pájaros  para devorarlos y  luego devolverlos al aire fresco.
                       Crecía rápidamente y lo hacía en todos los sentidos, inclusive sobre  el piso del balcón, dificultando mi circulación. No quería lastimarla ni pisarla, así que simplemente agarré  uno de sus brazos  y lo enlacé a uno de los barrotes del balcón. Esto la disgustó sobremanera,  lo intuí por sus extraños movimientos que se desencadenaron sobre sus hojas. Al otro día misteriosamente  volvió a su lugar, pero no me asustó  ya que  se sabe  que las enredaderas siguen el  patrón de la luz solar.
                   A los pocos días, y  después de una larga velada, llegué a mi casa a la noche y no pude creer lo que vieron mis ojos cuando entré. La enredadera se había apoderado de casi todo el mono ambiente avanzando por paredes y techo, convirtiendo al departamento en una selva tropical. Faltaban solo los monos y  las serpientes, sus tentáculos se multiplicaban por doquier a contramano de la luz  Me dispuse  enseguida a recortar todo lo que pude  sin lastimarla demasiado, tratando de liberar las zonas que  necesitaba para vivir, pero dejándole algunos espacios vitales para ella. Le admití  desarrollarse en las zonas que  más le gustaban, como el balcón y el techo y creo me lo agradeció.
                  Una mañana calurosa de esas insoportables,  sentí  como un cosquilleo en los pies; me asusté  creyendo que era un ratón, pero  cuando observé  hacia mis pies la vi a ella,  abalanzándose sobre mis dedos con dudosas intenciones. Me enojé  y ella retrocedió acurrucándose como un perrito sobre una de las esquinas. Intuí que estaba por pedirme alguna cosa  y fue ahí que lo recordé: le faltaba agua. El calor la había agobiado  y si no fuera por mí, ya estaría muerta. Al vecino de abajo  poco y nada le importaba la enredadera; la tenía descuidada y  era por eso que  ella se había instalado conmigo.
                   La convivencia se hizo durante un tiempo muy amena, ella respetaba mis espacios y yo los de ella.  Si esto no era así, yo se lo hacía saber, cortándole alguna hoja o simplemente arrancándole un brazo indiscreto; sin embargo, esto me  trajo algunos problemas porque, sin saber cuál era el verdadero mecanismo biológico, luego de la extirpación  le nacía un retoño más fuerte que el anterior,  con hojas más grandes y  tallos más duros y lo que era peor,  crecía más rápidamente.
              El colmo fue una tarde que yo volví de mi trabajo.  Quise abrir la puerta  pero había algo que me lo impidió. Era la enredadera que se había apoderado de mi casa, había aprovechado mi ausencia para invadir todo el espacio. Entré  cortando algunas ramas con mi navaja  y empujando con la puerta los brazos asidos al piso. Percibí que estaba enojada por alguna cosa que no entendía cual  era; según mi buen parecer  estaba bien alimentada y tenía la libertad de hacer lo que quisiera. Hasta le permití, para evitar conflictos innecesarios, ingresar al baño, a la heladera  e  inclusive a los placares.    
             Pero quería más  y más, no se conformaba con ocupar todos los espacios del mono ambiente,  venia por todo y ese todo, luego lo comprendí, era yo, y lo estaba logrando con éxito. Comenzó  ocupando mis espacios a lo largo y ancho del departamento, a tal punto de que  ya no pude casi moverme; me atrapó  y me sujetó  al piso con sus fuertes brazos; difícilmente podía  alimentarme y hacer mis necesidades. Me dejó  una mano  y una pierna libres,  con la cual podía realizar algunos movimientos básicos  que me permitieron sobrevivir algunos días, pero no muchos, porque llegó  un momento en que ya no pude hacer nada.
                      Con gran inteligencia  me mantuvo sujetado lejos de la heladera y de la puerta; con gran inteligencia se encargo de ir devorando primero mis cuerdas vocales, luego los miembros,  para por fin devorar mis órganos vitales. De pronto, un hilo de esperanza surgió detrás de la puerta, eran ruidos como de pasos y de gente hablando, ¿serian los vecinos que venían por mi rescate? pensé; al  rato alguien preguntó si estaba todo bien pero yo no podía hablar,  estaba agonizando  y no tenia cuerdas vocales.
               Siento entonces  que trataron de abrir la puerta, primero con una llave, luego con golpes de puño,  pero nada aconteció. Hasta que al fin vi,  después de un largo silencio, que debajo de la puerta surgieron como de la nada,  brazos y tentáculos teñidos  de rojo que   lentamente se dirigían hacia mí.
                   
                 
                                      
                
              
                
 
                 
                    
                   
                    
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Descripción

Palabras Clave: ENREDEADERA APARTAMENTO ASFIXIA

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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