De estrellas y deseos
Publicado en Jan 02, 2018
La noche era diáfana en el Estado de Florida, los astros luminosos parecían inmóviles, lejanos y relucientes. Jonathan Edwards, en el jardín de su casa, no podía dejar de mirar tal espectáculo, en parte por lo bello y en parte por la angustia que le provocaba la entrevista laboral que debía afrontar el próximo día.
Sabía que eran casi doscientos los aspirantes a cubrir un único puesto. Cargo que él necesitaba para poder seguir pagando el alquiler y no terminar en la calle. Tan remota era la posibilidad que hasta consideraba la posibilidad de no presentarse. En el momento que sus cavilaciones eran más intensas, una estrella fugaz trazo una línea blanca sobre el oscuro firmamento. En ese momento sintió que era una señal divina y le pidió un deseo (usted, querido lector, supondrá cuál). A la mañana siguiente, Jonathan se presentó a la entrevista con tal seguridad y soltura que impresionó enormemente a los entrevistadores. Dos días después, tomaba un café y leía en el diario, que lo que muchos habían confundido con una estrella fugaz, no era otra cosa que un nuevo cohete lanzado en la nocturnidad desde la base aeroespacial de Cabo Cañaveral. En ese momento de lectura en el que parecía desmoronarse toda su confianza, sonó el timbre de su teléfono celular: le comunicaron que él era el único seleccionado para cubrir el soñado cargo vacante.
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