Los ricos tambin lloran.
Publicado en Sep 16, 2019
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                                                  Los ricos también lloran.
 
Tengo el corazón compungido.
Estoy sentada, sola, hundida en una suave penumbra y frente al fabuloso espectáculo que me ofrece la inmensidad de un estrellado cielo nocturno.
El lugar es mi habitación, sitio particular que significa mi refugio, mi cuartel central, el dominio de mis intimidades y el virginal imperio donde solo yo gobierno.
Ahora estoy en su balcón, con mi cuerpo abandonado en una poltrona, sin deseos de nada y unos pensamientos tristes agobiándome la mente, por haber sufrido algunas incomprensiones.
Soy lo que soy y de nada reniego. Tras mío hay bastantes recursos, amplios respaldos materiales en los que tengo, sin objeción, una importante injerencia y, siendo mayor de edad, me corresponde una disponibilidad tangible de dineros.
Tengo un buen automóvil; he viajado bastante y he tenido la dicha de conocer lugares importantes del mundo; cultivo a mi antojo mi educación y desde cierta perspectiva mi futuro estaría casi garantizado.
Sin embargo, soy de carne y hueso; por mis venas corre sangre caliente como todas las gentes y aparte de haber albergado dichas en mi corazón, otras veces me han alcanzado las penas.
Estuve, por ejemplo, muy cerca de la inclemente agonía de mi abuela Constanza, todo el doloroso tránsito que experimentó desde la aparición de los síntomas de su cáncer, su fulminante derrumbamiento y la angustiante reacción de mi abuelo Juan Carlos, quien se enfrentó en duros y groseros términos con Dios Mismo. Fue un patético episodio que me causó un profundo daño.
En otra oportunidad, también dolida me sentí cuando Agustín, nuestro viejo encargado de la caballeriza debió descerrajarle un tiro a Damián, un noble pura sangre que cayó en una zanja y se rompió horriblemente sus patas delanteras: Después de hacerlo, lloró como un niño mientras se abrazaba a mi abuela Constanza, buscando en ella refugio y  le repetía desconsoladamente que Dios jamás se lo perdonaría… Yo, ya adolescente, también aferrada a las espaldas de ella, lloraba silenciosamente al ver esa impactante escena.
Y las inconveniencias nunca cesan.
Últimamente me ha tocado presenciar el ingrato calvario de mi padre provocado por la ruptura definitiva con la mujer que me dio el ser… Mi madre…
…Extraño la tibieza de caricias, hoy ausentes, de una madre tierna. Desgraciadamente tengo consciencia  que ella no miró atrás y prefirió arbitrariamente su ideal de lucha antes que a su propia familia… Es triste y por ello siento un poco de soledad…
Ahora, en mi balcón, me invade la desazón.
La pena de hoy tiene relación con haber nacido en un ambiente privilegiado.
En varias ocasiones he sido enjuiciada peyorativamente por mi situación económica, ligándome intenciones y participaciones políticas que me son ajenas, a mí y a mi familia; y al igual como algunos desubicados ven a menos a una persona pobremente vestida, a mi me han discriminado por vestir de manera elegante, por oler a fina fragancia, por conducir un moderno automóvil, o por reunirme y opinar políticamente en coincidencia con cierta élite.
Duele, porque intento siempre ser sencilla, permanentemente accesible y porque las lágrimas también ruedan desde mis ojos, como todos quienes sufren.
 
Constanza Reyes.  
 
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Foto del autor Constanza Reyes
Textos Publicados: 14
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Categoría: Ensayos

Subcategoría: Pensamientos



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