El hombre sabía que había algo más. Que la verdad nos está vedada. Que lo único que tenemos para aproximarnos a ella son los sentidos y que por algo era. Por eso decidió emborracharse de colores, aromas, texturas, melodías y sabores.
        Recorrió el mundo y accedió a sus maravillas y miserias. Vio los adelantos de la tecnología y los perjuicios de la contaminación. Escuchó la risa de los niños  y los lamentos de las víctimas de injusticias. Acarició la piel suave de una mujer y la tierra árida por la deforestación. Percibió el fresco aroma de un campo de lavanda y el fétido horror de las aguas estancadas. Degustó exquisitos platos y compartió la comida de los sin techo.
         El hombre ahora sabe que hay algo más,  pero que de nada sirve sin la bondad.