Una tarde para dos
Publicado en Jan 22, 2020
Una tarde para dos.
Hoy, porque el divertimento del fin de semana nos pidió prestado al hijo, nos convertimos en habitantes solitarios del hogar. Las fronteras de la casa se han ceñido en torno a nuestra intimidad y entre las tantas libertades a las que podríamos acudir para aprovechar la oportunidad, curiosamente la que más estamos empleando es la de quedarnos en silencio. El prado fresco, la húmeda invitación de la pequeña alberca y los enérgicos rayos de sol de este tórrido verano, nos tienen cautivos en las reposaderas bajo la enorme sombrilla de tela. Visto intencionadamente el más pequeño de mis bikinis y la blanca salida de baño sostenida desde mis hombros está totalmente abierta sin cubrirme nada. Las gafas obscuras me esconden la mirada. Tu, por tu parte, cubres tu cabeza con tu añejo sombrero de paja y has traído hasta el patio trasero, para acompañar a tu trago con hielo, la vieja pipa de hueso que rara vez fumas. Lees concentradamente las páginas del diario. Probablemente crees que estoy dormitando, pero mi pacificado semblante te está mirando a escondidas por detrás de los oscuros cristales de mis anteojos. Mas no solo te miro, también te pienso. Recorro admirada tu figura robusta, tus gruesos muslos, tus brazos torneados color bronce y finalmente me quedo detenida en tu rostro, en tus facciones varoniles y bizarras, y me siento orgullosamente seducida. Una brisa un poco intensa se arremolina por el verde follaje de los árboles circundantes, dejando un somnoliento murmullo en la quietud de la tarde y me arrebata. Desde muy dentro en mí, un especial suspiro revolotea con claro acento de placer.
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