Splica
Publicado en Mar 03, 2020
Me detengo en la acera del tétrico edificio donde viví los últimos años. Mis pies en su pesadez nostálgica se resisten a alejarse de ahí. Veo la fachada de la construcción y me es totalmente desconocida. ¡Cuántas veces la imaginé! Cientos de noches me soñé corriendo desesperado y en silenció alejándome de ese odioso lugar. En mi sueño trataba inútilmente de alcanzar aquel vehículo negro que lentamente y luego a toda velocidad se alejaba de mí, dejándome expuesto a ser regresado a este maldito sitio que ahora abandono.
Estoy en la acera de enfrente, nadie me acompaña ni me esperan en ningún sitio. Soledad en derredor, ni siquiera transeúntes, incluso el sol del atardecer se ha ocultado tras de unos nubarrones, no hay ni calor ni frío y el viento que aparece en la bocacalle trae el sonido nostálgico de un organillo que alguien produce a lo lejos haciendo girar el mecanismo del artefacto. Al fin, como autómata empiezo a caminar para poner distancia entre la miserias de mis recuerdos, aquel infame lugar y la vida que me espera. Como una letanía infinita, cual si llevara las cuentas de un rosario entre mis huesudas manos voy repitiendo: — Mi Dios, ¡No permitas que vuelva a caer en prisión!
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