GOZAR Y SUFRIR
Publicado en Feb 23, 2022
GOZAR Y SUFRIR. Aquel día de mi cumpleaños recibí de mis seres queridos bellos arreglos florales, tarjetas de felicitación y un transparente globo salpicado de puntos dorados. Dentro del globo cuatro globitos más dorados, letras que decían: “TE DESEAMOS LO MEJOR DE LA VIDA”. Han pasado meses y meses, el globo sigue igual, las veces que paso por su lado, recuerdo y agradezco el detalle de mis seres queridos. Una vez en mi sueño nocturno, ese globo transparente se convirtió en mi cielo, al que llegué premiada por ser noble y justa. ¿Cómo vi ese cielo? Azul, extenso, libre, los puntos dorados del globo eran brillantes estrellas con visos de colores, los cuatro pequeños globos eran: Venus, Marte, Júpiter y Saturno. El piso era de figuras geométricas de distintos colores. Me veía sentada en una silla en forma de media luna, nubecillas blancas, rotando lentamente sobre mi cabeza, a un lado dos ángeles y al otro lado, la virgen con el niño Dios en sus brazos. Una dulce voz me preguntaba ¿qué más deseas ver en el cielo? Junté mis manos y supliqué: Dios mío déjame ver aquí a mis tres seres queridos ya fallecidos, mis padres y un hermano, sé que aquí están por ser buenos. Y si, emocionada los vi, quería abrazarlos, pero desperté, ¡Bueno, los pude ver! -Yo quería contar mi sueño a todo el mundo siendo imposible, quedé pensando en el letrero del globo “LO MEJOR DE LA VIDA”. Cada vez que vuelvo a pasar por el globo, recuerdo mi sueño tal cual. Luego, se despertó mi deseo de recorrer algunos caminos de mi vida, desde mi niñez. De niña consentida, mimada de mis padres y familias, pasé a un mundo nuevo, el del colegio, donde todo era nuevo, inmensos patios, salones, plenos de mesitas de colores, tableros, afiches, materiales didácticos, profesores, niñas de mi edad, luciendo uniformes iguales, aprendiendo rondas infantiles, llenando hojas de puntos, líneas, pintando mamarrachos, recibiendo aplausos y estímulos de profesores por nuestras actitudes de niñas tranquilas, mientras consolaban el llanto de otras niñas molestas por no estar en sus casas con sus padres. Mis padres llevaban todo lo necesario al colegio, mi madre llenaba mi lonchera de jugos, frutas, galletas y otros comestibles. Yo, ni cuenta me daba de sus sacrificios ni de sus madrugadas a alistarme para esperar la ruta que me llevaba al colegio. Además, no probaba lo de mi lonchera, repartía para otras niñas y ellas también ofrecían lo que no les gustaba. Antes de ir al colegio ya mis padres y mi hermano me habían enseñado a distinguir los colores, a contar los dedos de mis manos y mis pies. Me decían “vas a conocer muchas niñas, algunas de ellas serán tus amigas, aprenderás a distinguir lo bueno de lo malo, descubrirás bellezas, será tu primer paso para llenarte de conocimientos en la medida que avances de cursos y te intereses”. Fue así como aprobando cada curso de primaria aprendí bases de matemáticas, de geografía, de historia patria, de ciencias naturales, de historia sagrada, de geometría y de dibujo. En esta etapa recordaba comentarios de mis padres como estos: 1. Gozar y sufrir es el vibrar de la vida, 2. De todo hay en la viña del señor, gente buena, regular y mala, 3. La honestidad deja paz. Fue así como viví la primaria, gocé, bailé, canté, jugué, fui a piñatas, conseguí amigas, fui a paseos con mis padres y mi hermano, asistí a los circos, a los parques, a restaurantes… Igualmente, lloré, peleé, entendí injusticias, preferencias, envidias, odios, desilusiones y más. La suma de todo esto me dejó comprender los comentarios de mis padres: “La mezcla de todo lo bueno y lo malo es producto de lo que hace que seamos felices, porque vibramos la vida”. Mi segunda etapa fue distinta, empecé estudios de bachillerato, perdí el primer año. Mi vergüenza fue peor que el castigo de mis padres. Me cambiaron de colegio, fue un cambio negativo, al comparar con la primaria. Profesores, serios, exigentes, algunos injustos por sus preferencias. Nuestras edades entre 11 y 12 años, eran algo complicadas, con nuevos pensamientos, nuevas ilusiones, vanidades, rebeldías, enamoramientos, competencias entre unos y otros, envidas, amores, interés por el sexo. Pero en la medida que avanzaba los cursos, el estudio era más interesante, era notorio distinguir entre buenos alumnos, regulares y malos. Se formaban algunas parejas de novios, ciertas niñas se enamoraban de los profesores, pero finalmente se lograba el grado con éxito. No pude entregar mi diploma de grado a mis padres, ellos y mi hermano fallecieron en un accidente sufrido en el auto contra un bus. ME ENTRIZTECÍA VER QUE MIS COMPAÑERAS SI TENÍAN VIVOS A SUS PADRES. Mi tercera etapa, en la universidad Nacional, estudiando Administración de Empresas era muy diferente a los estudios de primaria y bachillerato, más responsabilidad, más concentración, más investigación, más interesante. Todo era maravilloso hasta el día en que me enamoré de uno de los profesores y, él de mí, nos hicimos novios, sentí gran felicidad, yo lo amaba, íbamos a cine, a paseos, a fiestas. De tanta emoción nacían poesías de mi alma enamorada. Mi novio quería que nos casáramos después de mi grado, acepté feliz, “Mi profe” como yo le decía, me regalaba flores, muchos obsequios. La víspera del matrimonio me dio una linda serenata. Al día siguiente me vestí de novia, mi tío Ángel entró conmigo a la iglesia, mi novio no me estaba esperando, los invitados aterrados, mi tía Carmen, esposa de mi tío Ángel lo llamó al teléfono y la respuesta fue que había salido del país, por tal noticia me desmayé, me hospitalizaron, cuando desperté, estaba rodeada de mi familia, no sabían qué hacer. Quise que me llevaran a mi casa, encerrarme en mi alcoba a llorar, estar sola, no quería preguntas, ni lástimas, ni saber nada del profe, lo odiaba. Pasaba el tiempo y no superaba mi dolor, intenté el suicidio, pero la familia me vigilaba, me convencieron de tomar un tratamiento profesional. Una excelente psicóloga trataba mi dolor y así fui superando el sufrimiento. Recordaba a mi madre, lo que en vida decía: “El tiempo y la reflexión normalizan la situación” y así a los seis meses superé el dolor, me dediqué a otras actividades, aprendí a tocar piano, a cantar, al deporte del tenis. Ya no me importó saber que el profe era homosexual. Ejercí mi profesión de administradora de empresas con gran éxito, he viajado por muchos países. Conocí a mi príncipe azul, dejé en el archivo del olvido mi primera historia de amor. La ilusión muerta renació, con mi verdadero amor, quien me ha hecho muy feliz. Recorrimos un camino de variedades, que nos hizo descubrir cuanto nos amábamos. Organizamos un feliz hogar, fuimos premiados con el nacimiento de nuestros dos hijos, un niño y una niña, son nuestra razón de vivir. La felicidad es el amor, las ilusiones, los reconocimientos, los estímulos a nuestros éxitos, mi príncipe azul y mis hijos, los mejores del mundo. Hoy día pienso: Qué tal si me hubiese suicidado, miren de cuánta felicidad me hubiese perdido. Aquellos tristes episodios, otros felices vividos en el camino de mi vida con mi familia, con mis estudios, con mis éxitos, con mis amistades, con mis viajes, con mis actividades, con mi príncipe azul y mis hijos, “con ese valioso sueño” que me dejó ver a mis seres queridos. He quedado convencida de las reflexiones de mis padres. “La mezcla de todo lo bueno y lo malo es producto de lo que hace que seamos felices, porque vibramos la vida”.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (12)
1 2 1 2
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|