La ira de los buenos. Capitulo IX. El bonaerense.
Publicado en Jan 15, 2010
El bonaerense
El comisario llego a su departamento enorme y solitario en el barrio de Floresta, sobre la avenida Rivadavia. Era un piso alto y espacioso con grandes ventanales hacia la avenida. Cuidado en los detalles, colores tenues en las paredes y austero en muebles. El policía había llegado allí luego de la separación con su última pareja. No servia para la vida matrimonial, aunque corriera el riesgo de poner en evidencia su doble vida. Le gustaba el lugar y le gustaba la soledad que respiraba en ese ambiente. Se sentaba en un sillón frente al balcón, ponía música de fondo y bebía tranquilo una botella de vino. Demasiados detalles para un hombre de la bonaerense. Siempre había sido un bicho raro en esa banda. Aunque muchas veces resultaba algo bizarro ya que después de todo era un hombre de la bonaerense, enriquecido hasta el hartazgo por izquierda como todos los suyos. Respetado por sus hombres que se sentían protegidos e impunes con su jefe, quien siempre había tenido en claro que había que tener los pies y los oídos puestos en el lugar de los hechos, que había que evitar el odio y la adulación, que había que saber dominar por el temor y repartir lo suficiente para mantener a los suyos satisfechos, necesitados y obedientes. El comisario había aprendido aquello más por la práctica que por alguna lectura apresurada de El Príncipe de Maquiavelo. Leer es la jactancia de los intelectuales, solia decir emulando el tono y las formas de Aldo Rico. Esa noche se acariciaba el bigote y pensaba en la situación que se le presentaba, en el precio a pagar por la muerte del hombre en el aeródromo. Evaluaba los costos. Pensaba en el sentido de la lealtad y en la traición. En la afinidad y en los negocios. Aquella muerte le había removido los recuerdos y sentía que la decisión tomada no sólo le resultaba riesgosa sino también algo penosa. Conocía al hombre. Solían beber juntos en un bar que el hombre regenteaba por Ramos Mejía o jugar poker. El muerto era algo mayor que él y era un conocedor de la psicología de los hombres con poder, lo que le permitía brindarles un servicio adecuado para satisfacer sus deseos. El comisario lo protegía. El hombre de la bonaerense se sintió melancólico. Le sorprendió ese sentimiento. Sintió cierta percepción de cercanía al recordar la complicidad que le brindaba aquel hombre cuando le presentaba a sus taxis, muchachitos cabrios y de buena verga, amantes de una noche, que el hombre muerto reclutaba en las calles para que brindaran placer a sus amigos y a algunos selectos y adinerados clientes. En cierto sentido la muerte del hombre era la única salida para mantener todo en sintonía con el diputado. El finado conocía al dedillo todos sus vicios. Sabia que su joven amante era quien se cogia a la hembra del diputado y esa información podía llevarlo a una situación poco favorable. Tenia que optar. Le gustaba su macho y no pensaba entregarlo para satisfacer los celos del político
Página 1 / 1
|
facundo aguirre