La cocaína estalla en mi cerebro cuando escucho cantar al viejo Keith Richards aquella canción que el buen Johnny Cash escribió en la cárcel de Folsom, Cocaine Blues. Estalla de manera tal que me siento libre de toda atadura. Puedo vencer el frió que esta noche cala en los huesos, caminar sin rumbo para encontrar en algún rincón olvidado lo que la felicidad no brinda. Droga sutil diria una querida amiga mientras jalamos a escondidas en el baño de algun bar. Canta el viejo Richards al buen Cash "me pegue un chute de cocaína y pegue un tiro a mi chica". Yo solía contemplarla desnuda mientras dormía, en largas e interminables noches, y extrañaba su piel cuando ya no estaba entre pase y pase de cocaína.  Sueño despierto con ojos vacíos y vidriosos, bebo interminables tragos que me ablandan mientras la lucidez me regala un instante de poder. Espió por la cerradura los pasos que me persiguen. No tengo miedo, solo necesito otro pase de cocaína para cortar la borrachera. Puedo desterrar la tristeza y hacer el amor con mi mente que extasiada dibuja mil maneras del goce. No quiero que me toquen aunque desee tu abrazo para abrigarme. Dame otro pase y un trago, whisky seria mejor, y salir a algún lado donde nos aturda el ruido y se nos ofrezca el sexo con la mirada. El viento golpeando en mi cara mientras voy alerta y paranoico hacia algún refugio donde tomar otro pase de cocaína. Es cierto, la muerte te aturde seguido y la tentación del suicidio es un abismo interesante, cuando no podemos conciliar el sueño. Solo quisiera dormir y despertar viviendo otra vida, pero que triste seria no poder coquetear con la locura. Otro pase y el cerebro vuelve a estallar, la voz quebrada del viejo Keith, la sabiduría del buen Johnny preso en Folsom, solo en su celda, como yo en este cuarto donde intento en vano conciliar el sueño, mientras se filtran los rayos del sol. Que bueno seria otro pase de cocaína.