Genoma y feromonas: Off side de Mastroianni.
Publicado en Apr 27, 2010
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Y es aquí en donde debo sincerarme y confesar que tenía demasiadas ganas de enamorarme de Ella, y que, con esa ceguera propia de ojos henchidos de fe y puras lágrimas futuras y de hombre, la invité a soñar en mi cama. Cepillo de dientes, si; toda la ropa, también. Y muy pronto, con adornos absurdos y cortinas a tono, con el popurrí en la mesita de la lámpara, la equidad de un revistero a medias Cosmopolitan y a medias Inrockuptible, con sus flamantes cubrecamas y el hermoso y sideral "Moon Safari" sonando a toda hora, aquel departamento cobró la impronta de Isabel.
Sí.
Pero de tantas ganas de llorar en seco con éstos ojos huecos y de narrar lo que vivíamos, presumidos, en aquel pequeño paraíso burgués en el que yo mostraba mis poemas (que Ella adoraba), yo tocaba mi última canción (y Ella escuchaba con párpados entornados), yo rompía su tanguita (y Ella, teatral, se negaba con sonrojos) y entre dientes le hablaba mientras, con su cuerpito cálido y enroscado en las sábanas, Isabel simulaba ya retozar a mi lado, en aquellos viejos días en los que peroraba, Ella me escuchaba y... ay, quizás me amaba... días en los que solía comprar cigarrillos en el mismo kiosko al que entonces iba refulgente de sonrisas, en todos aquellos santos días, mucho antes de que cambiara mi forma de vestir, confundiendo elegancia con ese uniforme de gabardinas, escotes en v y falsos brillos charolados con que suelen ataviarse los yernos abogados y los trepadores. Sí, es que de tantas ganas de hablar de aquella felicidad y de aferrarme a los recuerdos como nunca se debe hacerlo, estoy obviando la historia de cómo conocí a Matías.
Y para contar esa historia debo aguzar los ojos cuencos e ir hasta ese fin de semana en que abandonamos el mencionado placentero claustro de días germinales, en esa noche de viernes en la que conocí a Rebeca, su mejor amiga (mi peor enemiga), en uno de esos típicos bares universitarios del Posadas de aquellos años: un pub que, luego de una inauguración con demasiadas ínfulas, y unas pocas subsiguientes noches a full, debía asumir el hecho de estar condenado a contratar, por chauchas, a alguna ignota banda para conservar así, aunque sea, cierto nicho del mercado estudiantil: el público de rock; la banda en ese viernes eran los Rockanlovers, y era en esa banda de Apóstoles en la que un primo de Isabel tocaba la batería.
Apenas llegamos, los chicos y chicas de la treintena de universitarios (y en gran mayoría oriundos de Apóstoles) que conformaba el público, giraron las cabezas del modo en que lo hacen las lechuzas, movidos por la irresistible fuerza del chisme y, evidentemente, para hacer registro de mi presencia, novedosa, al lado de aquel rubio y autóctono caramelito, para ellos, y al lado de Isabel Galatea Rejnak, para ellas.
Con el gesto galante de un juvenil Marcello Mastroianni, arqueé una ceja para rubricar el hecho de que no me interesaba ese jueguito pueblerino e, inmediatamente, me llevé la mano libre, quizás algo ostentosamente, a los genitales; ahora las lechuzas giraron sus cabezas en 180° para desentenderse de mi vulgaridad.
Podrá parecer que mi entrada a aquel antro habría sido triunfal, pero, en realidad, en esa previa en la que la banda aún no se dignaba a aparecer en escena (mientras al ignaro dj no se le podía ocurrir peor cosa que pasar éxitos de Los Enanitos Verdes: "un amigo es una luz brillando en la oscuridad"... por dios), la cosa resultó bastante turbulenta para mí que, remontado como una cometa, tomando la mano de Isabel, no pude sostener al irónico Mastroianni: en pleno off side, respondí la risita hipócrita con la que la susodicha Rebeca se presentaba, y lo hice con una inconveniente rudeza; sellado mi destino, Rebeca decidió quedarse con/entre nosotros, pensando en derrochar maldad y suspicacias que dejaran en claro que me había ganado su antipatía, sin necesitar dirigirme la palabra.
Decidí que necesitaba un trago. Pedí permiso. Al cruzar el salón para dirigirme a la barra, volví a sentirme acribillado por las lechuzas. Todo lo que pedí me fue negado por el barman; y allí me encontré: solo, observado y titubeando al elegir entre las peores opciones ofrecidas: cerveza caliente o "¡esperma de pitufo!" (más allá de lo horrible del nombre, aquel trago era una nada recomendable mezcla de blue curazao, vodka y piña colada), o fernet. Los Enanitos callaron y sonó un arpegio. Me decidí por ese fernet que fue servido con Pepsi y muy poco hielo para mi gusto. Alguien encendió un porro y el barman, preocupado, salió despedido a perseguir la fuente del aroma; el guitarrista enhebró unos simples y efectivos acordes que fueron mutando en  rasgueos rítmicos, como los típicos del reggae pero con una cadencia más "blanca", más británica que jamaiquina, como la del "new romantic" de los ochentas. Gratamente sorprendido, ya que me había esperado un sonido mucho más burdo, más "garage", más propio de las bandas que pululaban por aquellos bares, tocando mal siempre los mismos covers: el "Rock del gato" de Ratones Paranoicos o "Shine" de Las Pelotas. Encantado por la novedad de lo que estaba oyendo busqué la complicidad de Isabel con la mirada, y entonces la encontré abrazada, quizás con demasiado cariño, a un enormísimo polaco mientras una Rebeca, animadísima, parecía arengarlos y el largo sorbo que di al trago, amarguísimo, se me atoraba en la garganta siendo nada en la metálica acritud de mi paladar; en tanto aquel reggae, con extrema dulzura, derivaba en una desgarrada versión de "Love Song" de The Cure; esa canción de amor acompañó al implosivo crac con el que sentí que se deshacían mi pecho y el universo entero, al ver que Isabel no sólo podía dedicar su perlada sonrisa a otro hombre sino que, efectivamente, lo estaba haciendo. Con la laringe vuelta piedra, las orejas me hormiguearon por el hervor de una sangre que me enrojeció la visión en aquel sucedáneo de pesadilla. Pronto, mis cejas cayeron como a dos aguas. ¿Habría puesto Mastroianni, alguna vez, una cara así?
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Foto del autor inocencio rex
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Descripción

Palabras Clave: off side de Mastroianni

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: inocencio rex

Derechos de Autor: inocencio rex


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