MAS TURBADO EL RECUERDO.-
Publicado en Dec 13, 2010
Llegué a casa después de más de seis meses de andar vagando por el país sin destino, con muy pocos puntos de partida, pero sí muchos entronques para tener la meta quebrada -ignorando que quizás sea solo un callejón sin salida. Lo primero que encontré al regresar fue, aquel vestido que dejaste hecho bola en el sanitario, el día en que te dejaste de mí, para solo dejarme a mí, sin mí y sin ti. Era ese de marca excéntrica e impronunciable, hecho para la gente excéntrica aristócrata con sus apellidos de abolengo de pronunciación imposible que, de seguro valdrá mucho más que mi cuerpo, mucho más que mi alma, y que está alejado de mi lengua a millones de años luz, que por eso intuyo que le es imposible para mi sencilla mortalidad aprender a pronunciarlo con propiedad. Las palabras olímpicas, supongo que siempre serán afásicas, para alguien que está fuera del monopolio del Cielo inc. y de la canasta básica femenina -o como yo, más bien. ¿Por qué habrá sido que lo arrojaste como quien tiene un hijo con el equivocado y lo abandona al pórtico de la iglesia? Digo, lo arrojaste en el baño y por eso cito aquello eclesiástico, porque para mí el toilette, es como un confesionario pero con mucha más fe y de garantizada seguridad ya que ahí, el pecado sí es expulsado -a la fuerza pero de que sale, sale- evitando exorcismos, y esos monólogos de tres horas con sus cuotas provisionales para llenar la charola y mantener el estatus del; heaven on wall street, con su ya más que conocido lavado de cerebro, ese de que según el diezmo del 101% es para que ya dado el tiempo de nuestra ascensión, todo lo invertido nos sirva allá arriba como aleluyolares, como si eso fuese cierto, como si pudiéramos con eso comprar ambrosía para ser beatificados de forma exprés, y no ser detenidos por la auditoria de aquel purgatorio que nos dará el reclamo por no haber pagado impuestos, y que nos obligará a rendir cuenta y declaración por estos y todos los pecados no absueltos, sin indicar que nosotros los mortales, nunca tenemos nada en regla. ¿La regla? Pero, ¿cómo tener todo en regla cuando se desciende de alguien que la perdió por la posesión de una rara, y espectral pasión? Claro, eso de no tener la regla ya se trae en los genes, por aquel día en que María la perdió tras de haber sido preñada por un incubo, ¡ejehm! quiero decir, por el espíritu Zafio, digo ¡perdón! ¿Cómo se llamaba, espí-rito sátiro? ¡Ay! no, ya lo recordé; por el espíritu santo aquel, y es que quizás es por esto que ahora sí, todos tenemos qué tener y respetar la regla por cualquier cosa, aquí pienso que nos hubiese ahorrado muchísimo papeleo a la hora de morir si ella hubiese abortado, las cosas hubiesen sido distintas y el derecho a elegir hubiese llevado a lo alto mucho más pronto a la mujer, y no hubiesen pasado milenios -y tengamos en cuenta que allá no hay un Habeas Corpus, lo único que es edicto es el Aberras Corpus de un Corpus Cristi... amén. Pero bueno, tonterías, si al final todos estamos condenados a ser esclavos en los campos de brócoli allá arriba, los únicos que se salvarán serán los seguidores fanáticos y representantes religiosos que ya de por sí, ahora en vida, tienen gracias a la canastita de la limosna una licencia para matar y seguir cometiendo crímenes de pedofilia sin penar por lo que pasará allá con su patrón, en fin, por esa corrupción es que ya no pido un deseo al ver una estrella fugaz, porque ya le perdí la confianza al cielo, para mí sus aires ya no simbolizan libertad, hasta un ave que surca las nubes y se alimenta de aquel néctar de aquella rosa de los vientos, me parece verla triste y enjaulada entre sus horizontes y sus laberintos céfiros. Pero volvamos a lo nuestro. El vestido, el vestido lo arrojaste como un Dios que avienta a un hombre caliente a un jardín en compañía de una mujer desnuda, con nada más que hojas cubriéndole sus puertas, peor aún, un hombre como yo; kinky. Y una mujer como tú; blowjob expert. De aquí a que surja en mí la necesidad de pensar que Dios es hembra, porque si Dios, en primera existiera, y fuese no sé... una entidad de luz con pene, no haría ciertas cosas por comparsa y entendimiento entre varones, pero no cabe ya la duda en que no sé... sea una entidad de luz con vagina. ¿O de qué otra forma explicar que Dios castigó al hombre; poniéndolo en manos de una mujer? A menos que siendo la luz con pene esté resentido para con su madre, o con su novia pero no, ¿qué Dios varón le haría semejante atrocidad a un camarada? ¡Claro que tiene que ser hembra para ponerse del lado de su sexo! Yo sé que pensarás que solo busco pelea, pero no, tú y Dios, siempre serán enemigos míos porque sé que alguna vez rezaste o te encomendaste, y porque sé demás que envidiaste y mentiste -¿viste como tú bien pudiste haber sido Dios, con toda esa indiferencia? claro que era más que seguro que ni mis besos ni mis rezos, ni mis rosarios ni mis desvelos escuchaste-, ¡sí! cuatro tetas en contra de un cerebro, no se me hace justo, y más sabiendo que el mío está muerto por pensar tanto en sostenes. Pero, ignorando de profundidades, y aunando de ambiguedades retomemos la justa- ¡otra vez!-; ese vestido ¿por qué habrá sido que lo dejaste ahí? no lo recuerdo del todo, pero, ¿sabes qué? ¿te lo digo? ¡jajá! Pues sí, ¡adivinaste! Me lo puse, y me sentí cálido, además de que me queda a la perfección, sé que dirás que estoy enfermo, que soy un idiota, pero, ¿quién no se pone las bragas de sus amantes? aquellas que por la prisa las dejan a la deriva, porque saben que llevarlas de nuevo consigo, es tener impregnado el olor de alguien a quien jamás debieron conocer, ni saberle la desnudez por culpa y presentación del señor alcohol. Si me he puesto las bragas, ¿qué no me ponga un vestido? Y luego uno de aquellas a las que les parecías en la reunión y entre la juerga como el ¡clip clap King! en el ¡rim ram room! y no más te vieron sin el stiletto encima una vez estando en la alcoba, les pareciste solo el ¡bíbidi-bábidi niaj! Ropajes que se deslizan y se van apilando en el taburete del dizque "fornicador de élite" porque parecías ser el ávido alquimista mágico, capaz de abrir cualquier sésamo, pero en el caer de capas solo eras como un; ¡abra cadáver! O un; ¡buuuu! o un terrible espanto porque salían horrorizadas, corriendo y creyendo que eres tan atractivo, como un sarcófago abierto. En su huída, lo de menos era volver a vestirse, su legado de imposibles era lo importante, era eso, bueno también el que estas mujeres siempre tuvieron alguien que les comprara ropa, seguro su esposo, seguro su prometido o cualquiera con quien se presenten inmaculadas -seguro e ingenuos. Aunque en realidad sí se quedan por su dotación de "la barita mágica" pero excusando que todo fue fingido y que nunca más pasará, y para que no le de cáncer o se le pudra la fruta, dejan ahí sus ropajes livianos, para borrar cualquier rastro del posible rostro de oportunidades invisibles e improbables que podría tener un vagabundo hombrezuelo de los suburbios al lado de un espécimen límpido, níveo y nítido, una semi-Diosa, la del linaje de oro, la última descendiente rubia oxigenada vegetariana, del primero que fundó la mesa redonda y mató a un dragón para comerlo y bañarse con su sangre. Yo en realidad no sé porqué habrán dejado sus cosas sin que les doliera un recuerdo, o el bolcillo, bueno también sabes que yo no juzgo lo acarreado que debe ser el día de mañana en el que se tenga que llevar a los niños al catecismo, ir de compras al mercado, tenerle la ropa limpia al marido, yo, las bragas, me las pongo para tener el póstumo orgasmo, limpiarme, y cuando las vea en la calle decirles; -Toma, te debo esto muchas gracias -soy un caballero, ante todo, soy un caballero. La mayoría de jeans que tengo, son de las chicas que vienen a jugar a las cebollitas conmigo, vamos, nunca te quejaste cuando con gusto viniste a recoger el de tu prima, claro, dejando algo a cambio. Quiero que sepas que, este vestido me queda de lo mejor, ¡me queda de lo mejor!, ¡me siento como tú! es más; ¡creo ser tú! Quiero que sepas que hasta me silbaron en la calle cuando fui por cervezas para celebrar mi regreso a esta soledad, a este encierro, a vivir quizás mi final; ahora, ahora que vuelvo a regresar a este lúgubre estado, en donde sigo siendo el mismo de antes, agazapado entre los rostros del pasado funesto que se lamentan en las paredes, donde el recuerdo de mis nombres encarcelados; gritan tus libertarios nuevos nombres -porque de seguro ya se te acabó el luto, y me cambiaste al pasar el primer minuto en que me dejaste- y están enterrados entre las sábanas viejas -porque han pasado meses que para mí fueron décadas, y aún te estoy velando en vez de buscar algo que me entretenga-, donde las identidades y suspiros yacen en el polvo del espejo que se niega a decirme cómo soy, que se niega a mostrarme en qué cicatriz se ha tornado mi cara después de tu partida, entre ese espejo pulcro de mis fotografías inexistentes donde poso con alegría, permanezco en lóbregos destierros entierrados de tu precipitado escape que, precipitadamente me precipitó a escapar de mí a mí también. El espejo que igualmente se niega a dejarme traspasar la bruma para reflejarme ahí, es porque quizá tiene temor a romperse por mi necedad de verlo como un portal que me lleve a esos ayeres, y con su suicidio me indica que no hay indicio de nada y que en el no existe en absoluto algo mágico, ya que el cristal vertido en el piso roto, es igual de transparente e incoloro que éstas lágrimas adheridas a mi pecho quebrado incrédulo ya, a tantas fantasías ingenuas, porque cada vez es solo el descubrir una nueva verdad, que no se trata de nada más que, la misma vieja mentira. Y me "no" miro; en el espejo con tu "sí" vestido, pensando en que solo regresé a la tierra de los poemarios muertos, de las letras que aún sin tiempo; me piden una lectura más, pero no para que se suscite una última oportunidad, porque solo quieren leerse para hacerme ver que los fantasmas existen y se arrastran página tras página al limbo de mis manos, situadas en medio del cielo y el purgatorio, jamás en el infierno, porque desconocen de genialidad. Y se me viene a la mente ese grito monótono, ese grito como rito que enerva la sangre, con tus reclamos y celos, y yo que regreso a este cuarto impregnado de tus malas intenciones que quizás y todas, se materializaron en una prenda tejida por Dios -que insisto aún más, con más bases... es mujer- y que es este vestido rojo, todo ese escarnio dispuesto a financiarse en mercados de lujo, tan solo para que siga habiendo guerra, y no cese el fuego entre los sexos. ¿Qué serán de las razones de tus celos? ¿Qué serán de todos los demás poemas? Porque, a saber; que ésta es también la tierra de mis paseos con sus pasados, y de tus enemigas o tus no sé qué, con las que viviste labio a labio el gesto de inconformidad beso tras beso, porque para ti siempre mi boca y sus desplantes de romance, estuvieron manchados con la fétida pronunciación de los arcaicos conjugues, en donde nada se creía, en donde ese ósculo rítmico y esa palabra desmedida nunca cumplieron el mandato por el cual las invoqué y saqué filo, puesto a que esas flechas que desee directas, nunca llegaron a ti, por el simple hecho de que ya antes, de seguro, existieron otros nombres en mí antes que el tuyo, y eso era motivo suficiente, para yo permanecer siempre en tela de juicio y sin el beneficio de la duda. Es por eso que a partir de esto; aquellos besos que ignoraste que inauguraste se quedaron perdidos, y de aquellas frases que nacían con insistencia que la indiferencia de tus percepciones me ignoró y me los dejó prendidos, perturbados, pervertidos para pretender protestar por presidios publicados como proscenios. Fueron esquemas a poemas ignorados por bastardos, tan solo porque tú, no crees que crea, ni sabes qué sé. Aquellas, las que también me incitaron a las arengas, parecieron no haberse difuminado por completo en aquellos momentos en los que no sé, seguro se volvían espectros y te hacían perder la coherencia aventándote a la bipolaridad -adjetivo calificativo del verbo transitivo; ¡mierda! aquí viene de nuevo a joder. Este cuarto, parece el mausoleo de fantasmas que odiaban tu cruz, y se manifestaban desde la invocación más satánica para ti, como lo era el no levantar la tapa de wáter, hasta el hecho de haberme obligado a tirar todas y cada una de las sábanas de la cama, por asco al ectoplasma que pudiera aún verse impregnado en la tela -no me hagas caso, quizás deliro pero dime; es que ¿eran celos? ¿o pretendías salvaguardar el hallazgo de que una mujer en verdad pura pudo haber dormido aquí, afirmándolo con el miedo de quizás encontrar una mancha de sangre o semen, en forma de la virgen? es solo una simple teoría descuida, no me hagas caso. Pero, de igual forma, ¿qué será de aquellos poemas? ¿Qué será de las Sirenas; que arrean lejos? ¿Qué será de la tierra de las Ninfas; que se vuelven árboles en macetas ajenas y lejanas? ¿Qué será de la tierra de las Señoras Lu Muertes; que jamás podrán concretarse como mías? Peor aún; ¿qué estaré haciendo tan alejado del cielo? enclaustrado en esta, la tierra donde los Ángeles se niegan a volar sobre mi ventana, donde los Ángeles evaden las masetas de mi balcón para alegrarle los días turbios a mi pluma con sus colores, a la tierra donde los Ángeles se concentran en mis párpados con feroces ensueños que ofrecen al rugir de la cama tendida sobre el suelo, miles de disturbios que promulgan mis gritos despavoridos al despertar a cada madrugada vociferando la ausencia, empapado en sudor, con la cólera en mil fugas y la almohada retorciéndose en recuerdos, que ahogada de piedad me perdona los miedos y al final me deja dormir y conciliar tus resplandores, o me desmaya, para recapacitar sobre mis errores. En ésta tierra donde los Ángeles no dejan desprender ni un racimo de plumas como flores alegóricas que mengüen el perfume de los sacrilegios, sin acordes, con arpegios, sin dioses, pero con demonios, que hagan colgar los hábitos al poeta transeúnte al celibato de cordura. Qué horrible pensarte, soñarte en esos caminos dolosos sin tener esperanza de encontrarte, qué desgracia el saber que no me esperas en ningún lado. En esta tierra dónde el tenerte, al final; es fusilar en la horca a las letras que te llaman agonizantes... en el tendedero repleto de poemas con tu rostro. Y no creas que recito esto de mala gana por pensar en aquella que vuela y no en ti, pero doloso por tu ausencia, no lo pienses así nada más porque lo estoy haciendo con un tonito melancólico como reclamo, no sé ni por qué lo hago así, yo no soy así, te digo que es este vestido que se transmuta en millones de gestos que enmarcaste entre sus caras hebras, y ese tono chillón de melancolía, no, nada tiene que ver, quizás solo el que lo diga con tu vestido puesto, pero nada tienen que ver estas lágrimas, y el que me reconforte sentirme linda y frágil, nada, ¡nada carajo! ¿eh? ¿linda y frágil? ¿qué mierda estoy diciendo? Pero ahora, con este vestido como testigo, me abandonaré de lo que fui, y sin un rencor de más me abrazaré a tus ausencias para tramar el análisis esencial de algún mal recuerdo que embiste tus embustes ¡maldito borracho!... no espera, ¿me estoy auto flagelando? no, no yo, no va por mí, va por ti; ¡maldita embustera! Quiero que sepas que, me sentí virgen, hermosa, e incluso delicada porque estuve escogiendo con qué me combinaba mejor, no supe elegir bien y me quedé con los tenis converse negros, para si quiera tener un cacho de hombría y no estar vulnerable, me robé las pantaletas de la vecina y me puse este maldito, este maldito vestido, con su rojo profundo, es como si yo fuese solo una vena y su escarlata jugo saliera a borbotones y me vistiera de pasión genocida que arrasa con cuanto sentir se me viene encima o se me va al fondo. Es rojo y por supuesto, es el mejor contraste con mis tenis de trotamundos que apestan a las rutas frías, al sleeping robado, a los camiones con olor a culo y tristeza, y ahora sí, mirándome al espejo empecé a sentirme sola, y solo pero bueno... tal vez ambos, pero es el motivo por el cual es bueno usar este vestido, me miro al espejo, y me imagino que soy tú, alegre por mi regreso, soltándome el cabello para complacerme el capricho de aprisionar mis manos con tus caireles rojizos con los que tanto pensaba, dejando de lado el maquillaje superficial para tenerme y tenerte con la clara piel desnuda, con tus ojos verdes que encarnan en mis ojos claros. Te veo, me veo, te imagino, me imagino, y me pienso ser tú con la enjundia que jamás tuviste, sin el candado eterno de tus murallas impenetrables, sin la negación ambigua de tus imperturbables imperios, donde cualquiera de tus oquedades son atrincheradas zanjas vestidas de la moral más armada, con esos puntiagudos picos del prejuicio, y aquellos penosos cinturones de castidades por los que temes cuando piensas en qué pasará, si se sabe el chisme y se riegue, siendo ese bureo un cinturón, una cadena interminable derribada que hizo que se le cayera la falda a tu universo casto, y qué decir del risco o torre centinela con su eterno faro brillante del que eres sometida, ese eterno pilar argos o un cíclope secular al que solo le importa la apariencia de lucir bien frente a los demás, porque para él eso sí es iluminar, antes que satisfacer de luz tu propio placer que anhela salir de las sombras. Mientras tú, presa de toda leyenda, y ajena a mis herejías y paganismos, tus ojos y tus sentires siempre tan lejanos, tanto que ignoraban que entre nosotros, la prudencia no podía existir por tanto distanciamiento de ideas que, cada que nos teníamos, esa prudencia se deformaba en una pasión desenfrenada, me siento tú, pero con unas ganas inmensas de que me hagas tuya, o me haga yo mismo mío, hasta finjo con un trino de voz muy finito y excitado, que yo mismo me empiezo a susurrar el clamor; -Ahora sí, no te patearé cuando me lo hagas por detrás. Empiezo a maquillar mis labios de labial rojo, para emular ese truquito que solo tú sabes hacer con la lengua, y me hablo, hasta me clamo un poema fingiendo la alegre compañía de tu recuerdo; "¡Oh! clamores estas finitas losas que se labran sin logro arriba como las gotitas de lágrimas aunque no sepas que lloro te fuiste; indagando en quien sabe cuántos vientres bardo; que se masturba entre claveles bestia incompleta que asfixia las esperanzas de encontrarte donde sea de añorarte en esas andanzas donde salgo de noche mal vestida, esperando que por gusto: alguien me proponga me intente, me compre la boca, las piernas, las nalgas, el alma... lo que sea ¿qué no alardeas con orgullo que te gustan las putas? goliardo; tus mentiras hieren porque sé también y lamentablemente te clamo sincera que me matas porque son mentiras... mentiras verdaderas." Qué lástima, y me desplomo masturbando al recuerdo, ese que nunca volverá, me fijo en la parte frontal del vestido de noche y le encuentro una mancha reseca y sin sazón ¿qué será? ¡Jajá! y de la nada y aunque tenga el vestido, regresa mi hombría y me echo a reír con carcajadas por esa mancha de semen, esa que rebasó las expectativas llegando hasta dentro del poro, esa que aludió al edénico día cuando conocí la habilidad de tus labios, fue en la noche de galería, en tu faceta de pintora, donde tus cuadros expresionistas, daban de qué hablar, bueno, daban de qué hablar porque les había puesto yo un poema en el pie del nombre de la obra, dieron de qué hablar porque no eran más que groserías... sí, ya me acordé; "A que me lo pintas y a que te lo describo" era el proyecto donde se unían tu virtuosismo con el pincel, y mi bestialismo con las letras. Recuerdo que dijiste; -Avísame cuando vayas a terminar, no quiero que me manches. Ese día; conocí ciertamente el cielo, que hasta se me olvidó que estábamos de prisas y a punto de salir, se me olvidó que habías ahorrado durante meses por ese pedazo de tela, y sabes, siento el calor del vestido, y disfruto sus pliegues y me digo a mí mismo; ¿cómo pude hacer semejante estupidez? ¿en qué estaba pensando? Se me olvidó que la artista eras tú, que la que estaba marcando la vanguardia eras tú y nada más tú, todo se me olvidó, como que solo yo te sentía y tú a mí no, pero ahora con este vestido puesto, trayéndolo conmigo siento esa ausencia de sentirte completa engalanando tu entrega con este atuendo que complementaría tu gloria, ahora no sé quien sentía más, sí siento siendo tú, pero es solo el vacío de tu boca con mis sabores sulfúricos, y puedo entender la repulsión de mi propia urgencia. Quizás hablo por los dos cuando pienso que nuestras voces a coro y en silencio se susurraban mutuamente; ¡¡solo yo te siento y tú a mí no!! Tal vez fue por eso que no pudiste imaginar que casi explotaba, yo con este vestido, ahora entiendo que no pudiste adivinar el instante porque no estábamos conectados mutuamente, además de que yo, no puedo hablar en esos momentos tan súbitos ¿cómo hablar cuando uno vuela? Sí, sí, ahora lo recuerdo todo ese cada vez más turbado recuerdo, sí, fue por eyacular en tu hermosísimo vestido de noche, fue por eso que lo abandonaste de tan cruel forma, ¡fue por eyacular en tu hermosísimo vestido de noche! Y la hombría de mis tenis sucios te pide; ¡perdón! Y sí fue por eyacular en mi hermosísimo vestido de noche; la femineidad rota de tu atuendo caro me grita; ¡idiota! Pero yo, ambos; bebíamos, fumábamos, amábamos y hacíamos otras cosas peores. Recuerdo que te dije; -Lo limpiaré- pero no escuché nada de tu parte. La mancha se quedó en el pecho, donde se unen unos lazos en forma de flor que lo hacen tan peculiar, renegaste como si te hubieran vertido insecticida en el vientre, como si de verdad entendieses a Gregorio y a Kafka, como quién escupe la sangre de Cristo, como si supieras de libertad, como si en verdad me entendieras... Y ahora que lo traigo puesto, ese vestido me sensibiliza, y me abre los ojos, y veo que sí, no me entendías porque estabas doblegada con semejante dolo, y esta prenda hace que me arda el abdomen, hace que me sienta más sola que Gregorio, hace que me sienta que yo soy peor que su familia que lo abandona por una metamorfosis que no entiende, hace que me cohíba como el viejo Kafka y hace que me sienta que soy yo, no menos que el yugo de su padre. ¿Cristo? si existió fue hombre y no sabe de partos arcaicos sin morfina. ¿Libertad? ¿Qué es la libertado si solo tengo un ala? y la otra está en la tierra pidiendo boca en lugar de viento, y quizás estas cuestiones que ahora me atormentan son las que pasaban por tu mente, ¡oh querida! ¡qué ardor! ¡qué punzada! ¡qué elegía! Pero... ¡Oye! que te quede claro, nada tiene que ver contigo, ni conmigo, ni con que traiga este vestido, ni con que me vea linda o sea un patán, nada tiene que ver esto, que me ponga tu vestido, que me pinte los labios y que salga a la calle, esperando a encontrarme a mí mismo pidiendo locura en cualquier esquina, encontrarme a mí mismo cayéndome de borracho en las aceras buscando a otra parecida a ti con el mismo atuendo. Encontrándome a mí mismo, con el asqueroso poema que rompiste en la gala de la presentación, con la mirada rota que me plantaste en la sien cuando me disparaste a quemarropa él: - ¡Tú no eres un poeta! Créeme, esto no es por ti, quizás ni por mí, tal vez es por ambos, es quizás por la coherencia y por la fuga de realidades y malformaciones del porqué todo en mi mundo huyendo se pudrió y mi mundo sin ti se pudrirá y tu mundo conmigo se quedó podrido. Es por eso que me estoy buscando entre los callejones vestido como tú, con la esperanza de en verdad verme trazado en el umbral de un tiempo detenido donde me encuentre a tope, lleno, y volando como te dije, porque quiero quedarme con un buen recuerdo tuyo, y con un buen tino mío, quiero actuar siendo tú, con todo y pantaletas, con todo y apellidos para esta vez, sí abrir bien la boca y atinarle, y cagarme a palos si termino en el pecho de tu vestido. Y es que no quiero cometer el mismo error, ahora sí quiero dejar grabado mi esencia en tu corazón de otra forma, y así regresar el tiempo, porque ahora, aquí, en la calle portando tu vestido como féretro de gala, siento como tú sentías que yo, solo quería unas noches de líquido, y no me siento ni tu hombre, ni mi hembra... me siento solamente otro fantasma más, que solo vive en el recuerdo. Lo más terrible no es que me acompañe tu ausencia, el horror es saber que me desacompaña la sapiencia del ignorar quien soy, si él o ella, ella o yo, yo o él... ¿Cómo es un hombre que no entiende que el travestismo está más allá del fetichismo? ¿Cómo es una mujer que no sabe que el ponerme sus ropas, es tan solo para entender su posición? ¿Cómo es un poeta de terco? que no sabe que no importan las letras, lo único que se tenía qué hacer era vestirse como ella, para saber cómo ser él y poder complacerla, o como ser ella y poder controlarlo. ¡Oh querida! ¡Qué ardor! ¡Qué punzada! ¡Qué elegía! Salir a buscarte y estar en esta calle de los sueños... masturbando nuevamente, a la misma pesadilla de no tenerte y de no haber entendido qué querías en aquel recuerdo.
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Marian
Johel Mortue Delacroix
Johel Mortue Delacroix
Salud, salud por los rapidenes que son los más ricos
Hoz Leudnadez
con el horrible vestido que traías Isabella, en verdad esa flor parecía una mancha atroz
del néctar del amor...