La máquina escritora

          Un balazo en cada pierna, era la marca dejada por el sicario, antes de rematar a la victima. Al menos así lo era, antes que Jorge Falvo comprara su nueva computadora: una notebook de las que se fabrican en la provincia argentina de Tierra del Fuego.
         A partir de ese día Ismael Valdez, el antihéroe de la novela que escribía, siguió cobrando su salario de muerte, pero comenzó a registrar comportamientos extraños. El primero de ellos, permitirle a sus victimas rezar antes de morir. El segundo, eliminar el rito de los balazos en las extremidades (por considerarlo ahora un sufrimiento innecesario).
        El autor escribe una palabra, pero la máquina la borra y escribe otra. Al principio creyó que era solamente el corrector ortográfico, pero pronto se dio cuenta que algo raro estaba pasando. Eso lo fastidió, pero luego le resultó divertido y hasta cómodo.
        Falvo había pensado para Valdez, un final sangriento,  en un enfrentamiento con la policía. Pero la misteriosa  máquina, lo indujo a un epílogo redentor, donde el sicario conserva la vida y se  transforma en un hombre de bien.
         Cuando termina la novela, a fines de diciembre, el escritor decide hacer, como siempre, un balance de ese último año y planificar el siguiente.
         Frente a la máquina y contra su voluntad escribe un análisis que arroja un resultado final negativo, y realiza una nueva planificación con grandes cambios: separarse de su mujer, vender su propiedad y comprar una casa rodante, para recorrer todo el país y escribir historias inspiradas en esas nuevas geografías.
        Increíblemente, ejecuta ese plan junto con su notebook. Uno  de los destinos del itinerario sería, por supuesto, la provincia de Tierra del Fuego.