LA INCREBLE Y BELLA HISTORIA DE LA DULCE NDICA Y SU SOMBRERO LEGENDARIO.
Publicado en Oct 25, 2011
-A buey viejo, no le falta garrapata, se le oyò decir al mesero, mientras
Don Verdoso, el vago del pueblo se rascaba la barba con sus dedos flacos y sucios, -Agua y jabón es lo que necesita, pensò por lo bajo La dulce Àndica, mientras se acomodaba el sombrero pà disimular una sonrisa. -A burro viejo, no le cambies el camino, le susurrò al oìdo el tan mentado sombrero legendario, que a este si lo bañan, se nos muere ahicito, nomàs -A cada pez le llega su vez, le contestò la dulce cabeza, y sintiéndose conmovida por el presagio de una muerte, se sentò sin más a la mesa de la ventana que daba a la carretera. El viento del sur arremolinaba los cardales, y cada tanto el polvo formaba nubes que se desplazaban como aves migrando hacia los cielos. -A Dios se dejan las cosas cuando no tienen remedio, murmurò lo màs suave que pudo el sombrero, sabiendo què pasaba por la cabeza de la dulce y ahora conmovida ândica. -A la fuerza, ni los zapatos entran, y el mesero sirvió las dos copas de ron... -A la mujer y a la gata, no le lleves la contraria...y el sombrero mirò fijo a los ojos del mesero, -ella no està aquì, ahora, mi estimado amigo. Mìrala, ella se fuè con el viento del sur, busca los trigales que un dìa se perdieron en la tormenta que arrasò los campos. -A la primera agua de octubre, que siembre y cubre, deslizò como al descuido el mozo, -A la verdad se llega no solo por la razón, sino por el corazón, pensò el legendario sombrero, observando los matices increíbles del atardecer donde el sol iba perdiendo su redondez y el cielo mutaba el azul por el rojo y el naranja, -A los festines de los amigos vè despacio, pero a sus desgracias, de prisa, se dijo para sì, y con el ala izquierda secò una gota de cristal solitaria que se habìa quedado estancada en la pupila de la dulce cabeza. -A mi amigo quiero por lo que de èl espero, sonriò Àndica, -venga otra vuelta, cantinero, dijo con voz firme, mientras la noche asomaba curiosa por la ventana. -A quièn Dios no le diò hijos, el diablo le diò un sombrero... suspirò el mesero. Y moviendo la cabeza con resignación llenò las dos copas de ron. -A quièn le dan el piè, se toma la mano, dijo el sombrero. Si señor.
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