ODA A LA INSPIRACIN. (Esa esquiva y frgil veleidad)
Publicado en Nov 01, 2011
Sálvame, te lo ruego, de la palabra fácil, del liviano sentir y las lágrimas frívolas. Guárdame del ropaje pesado y oneroso del decir atildado, del repique sonoro de la rígida tónica que desluce al oído la fluidez del lenguaje. Sálvame de mí, de mi intento frustrado de buscar el augusto traductor del mensaje más hermoso y humano. Rescátame del numen de poetas logrados que me pierdo en oscuros pasajes de miopías golpeándome las manos sin saber que es esquiva la sublime expresión, acaso reservada a quienes les es dado el don de la palabra. Sálvame del estéril y temido desierto de vocablos ausentes en la hoja vacía. Transmíteme la simple sonoridad del canto, las formas más sencillas de figuras y signos. Aléjame del modo vulgar de andar buscando la gloria en cada verso, no quiero ser tan solo reflejo de un espejo, lo que existe, lo cierto. Quiero ver más allá , aquello que se gesta oculto en las estrellas cuando el cielo se abre y los ojos se cierran...Quiero sentir los ruidos del màs puro silencio, elevarme desnuda hasta el ojo del tiempo y volver desmembrada sobre mì... Sálvame de la nada, de aquello que hoy quiero ser y no soy... ni lo serè, mañana.
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daih
Marcelo Sosa Guridi
Está tan bueno que vamos a ser un poco malos y destriparlo, pero el resultado por eso no va a ser malo.
Primer verso, muy bueno. Podría ser extraordinario, pero el "te lo ruego" le quita fuerza. No ruegues, poeta. Tu misión (si decides aceptarla, como decía la famosa grabación de misión imposible) es decir, no rogar. Segundo verso, formidable. Los epítetos le dan una trascendencia a los sustantivos usados mayor a la que tienen con simples adjetivos, por eso "el liviano sentir" no solo calza en el ritmo del poema, sino que lo define, de una vez y para siempre. En el resto del poema, para el imaginario del lector, el sentir será siempre liviano y las lágrimas por supuesto frívolas.
En la segunda estrofa están muy bien usados los adjetivos, no sólo en su función gramatical sino además en el campo connotativo: las palabras pesan en un paradigma gramatical que funciona en el imaginario del lector, palabras como pesado y oneroso son lentas, cansadoras, duras. Lo paradójico es que de toda maneras le dan a tu discurso la fluidez que reclama. Hay maestría en esa elección de palabras, en el uso de esdrújulas concatenadas (temido por los fanáticos de la métrica), dos dáctilos en un verso es temerario pero su resultado es maravilloso.
El encabalgamiento, por su parte, favorece también a esa fluidez; a la vez que el uso seguido de un verso largo, sin pausas internas, constituye una tercera vertiente de ese río de palabras.
Sólo para señalar está el uso de un punto y coma que corta el segundo verso de la estrofa: ahí basta con una coma y el resultado para el lector cambia muchísimo.
La tercera estrofa... bueno, es la más jugosa, por polémica. Pienso que los poetas tenemos algo de Prometeo. Y lo confieso sin pudor, sin modestias a desmentir. A esta altura del partido, y por más que pienses que tus amigos tienen una opinión favorable de antemano a lo que escribís, creo que a) no existe esa barrera que diferencia "a quienes es dado el don de la palabra" y a quienes no; y b) si esa barrera existiera, cosa que discuto con todas mis fuerzas, vos estás del lado de adentro.
La cuarta estrofa es sabiduría aplicada a la composición. Cualquier abombao sabe, dijera Juceca, que los poemas geniales y de mayor supervivencia en la gente, no tienen una elaboración matemática. Esta estrofa, sin quererlo, revive la polémica que desde Quevedo y Góngora persiste a nuestros días entre la sencillez y el oropel.
Quinta estrofa, continuación semántica de la anterior, si se quiere con más claridad. "La gloria en cada verso" es una manera magnífica de describir el riesgo que corremos los que nos sentamos ante un papel o pantalla y esperamos ansiosos el halago, la palmadita en el hombro, el aviso de comentarios recibidos, estrellitas, etcétera. Vanidad de vanidades, todo es vanidad, decía Salomón, el hombre más sabio de su época.
Última estrofa, perfecta. Arranca con una confesión inesperada en el contexto del poema, demasiado humilde para escuchar la voluntad cósmica de la poeta, la pretensión de ver la poesía en su origen, desnuda a la manera en que describe la poesía León Felipe. Y luego, otra vez Salomón, la pretensión es nada, es vanidad. Pero nunca inmovilizadora.
Querida Marité, tu poema es maravilloso, sublime. Por eso me permití este desguace digno de un cirujano rabioso, por eso me permití señalarte lo que veo como pequeñísimas aristas sin pulir (cosa que sabés que no acostumbro hacer en un comentario público), porque tu poema vale y resiste el análisis y las (también, claro) vanidosas correcciones.
Te dejo un abrazo grande.
Marcelo.
daih