Amor inmerecido.
Enteramente ante ti me descubro
y dejo de molestarte con mi lenguaje
y de decirte vana y manirrota.
Siempre te creí una pequeña diablilla
que pasaba frente a mi taller cimbrándose
en busca de un halago o de una ofensa.
Hiciste encender mi cólera diez veces
cuando, de niña, escalabas mi techo
en busca de una cometa malograda.
Pero ya has crecido y marcado tus pautas.
Aplacada y plácida, te volviste mujer.
Plétora aprisionada en tus lindos vestidos
meciéndote delante de mis encanecidos ojos.
Ahora te ruborizas con cualquier incidencia,
las mariposas revolotean sobre tus hombros
y eres recatada y virtuosa ante los hombres.
No sé cómo empezó lo nuestro
ni cuándo y cómo acabará.
He trabajado toda mi vida en el arado
o reparado autos fulgurantes que no pude costear.
Tengo los ahorros para mi vejez
y sé que te gusta gastar casi a manos llenas.
Por eso encrespo a veces mis labios
y te digo botaratas y despilfarradora...
Pero en verdad tengo suficiente para ambos.
Sé que viviste una pobreza ominosa
y que los cuervos de las minas te espantaban.
Sé que soñabas con tener varias muñecas
y te acostabas a veces sin cenar.
Perdona amor mi rudeza y mi sino.
Somos mieses diferentes: Tú eres fúlgida.
Te llenaré de gemas ante los comensales
y trataré de enmendar tus tristezas pasadas.