DECISIN DIFCIL
Publicado en Apr 29, 2013
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La familia Cervantes no era como las demás familias, quienes la formaban cargaban el estigma del señalamiento social debido a uno de sus integrantes. El núcleo familiar estaba compuesto por los padres, cinco hijos, cuatro hijas y varios nietos. Era una familia como las de antes, numerosa, emergente de una sociedad que se debatía entre las costumbres y arraigos de otros tiempos y lo novedoso y demandante de la modernidad.

Algunos de los hijos con gran esfuerzo y en base a sus estudios profesionales empezaban a descollar, tenían buenos puestos en el aparato burocrático gubernamental. Pero por desgracia uno de los hijos varones había caído en el vicio de la drogadicción. Los padres, Don Abundio y Teresita, no terminaban de entender que había sucedido, a cada acto delictivo del hijo vicioso, los esposos se reprochaban mutuamente, se culpaban entre sí, empezaban peleándose de palabra para luego terminar juntos rezándole a su dios por el hijo descarriado.

A pesar de la lastimosa situación de congojas y vergüenzas que les provocaba ese terrible mal de salud pública que es la drogadicción, en el entorno de los Cervantes seguía prevaleciendo el respeto y el gran amor hacia los viejos, exceptuando al hijo vicioso, los demás miembros de la familia se esmeraban en demostrar a sus padres el cariño y agradecimiento que se anidaba en sus corazones. Por ello aquel Día de la Madre, las hijas de doña Teresita habían organizado un festejo para ella. –Si estaré con el ánimo de festejar- había pensado la señora, pero no les quitó a los suyos la intención de corresponder en algo a todo el cariño, cuidado y sacrificio que la anciana había manifestado por todos ellos.

Decidieron que el convite se realizara en la casa de una de las hijas mayores, el esposo de ésta, que era director administrativo de la aduana marítima. aceptó gustoso que en su domicilio se festejara a la anciana, a la que admiraba por la extraordinaria capacidad para enfrentar cualquier adversidad cuando de algún miembro de la familia se tratase. El yerno veía con admiración a aquella mujer cargada de años, con un rostro surcado por las arrugas que le habían dibujado la vida, el trabajo y el sufrimiento. Como un buen lector que era, comparaba a Teresita con la Ursula de García Márquez o con la Pelagia de Gorki.

En el día señalado, el festejo transcurrió felizmente, de a poco fueron llegando los hijos con sus proles, le llevaron a Teresita rosas y obsequios, los nietos le ofrecieron tiernos detallitos que la anciana públicamente se esmeró en resaltar el gesto, lo que provocó la hilaridad de los adultos cuando confundió en un dibujo de su nieto Pablito a una estrella de mar con un pulpo. Mientras todos reían, el niño en su inocencia rompió en llanto al pensar que se burlaban de su “obra de arte”.
Durante la comida, la festejada no perdió detalle de la plática, se le vio reír de las gracejadas del yerno cuenta chistes, omitió todo gesto de desaprobación por las travesuras de los niños, se le notaba contenta pero no feliz. De vez en vez, su mirada se perdía en el patio, como si esperara ver a alguien que llegaba. Todos sabían que a Teresita, madre al fin, le faltaba algo. El hijo ausente, que aunque vicioso, era parte de ella misma, ése que a pesar de su aparente desamor siempre estaba presente en cada una de las oraciones de la anciana, al que le seguía los pasos en sus sueños, al que acudía presurosa para socorrerlo cuando en medio de sus terribles pesadillas lo veía en peligro, al que nombraba incansablemente en sus madrugadas de insomnio.

-No vendrá mamá- le dijo una de sus hijas.

-Ni se ha de acordar que es el día de las madres- agregó el hijo mayor.

-Que esté bien, es lo único que le pido a Dios- Contestó la madre, conteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar en cualquier momento.

Un rato después la alegría de los presentes era más que manifiesta, algunas parejas bailaban, otros charlaban animadamente, los niños daban rienda suelta a su energía inagotable corriendo de un lado a otro entre gritos, trompicones y caídas, propios de su edad. De pronto, el sol del atardecer iluminó una figura que entraba al patio de la casa a toda prisa, corriendo, huyendo de algo o de alguien.

-¡Es Toño mamá, al fin llegó!- Gritó alguien.

Detrás del que llegaba se perfilaron otras figuras que corrían pretendiendo darle alcance. ¡Eran varios policías! y otros hombres que le gritaban improperios para que se detuviera.
El perseguido entró como una exhalación y no detuvo su loca carrera hasta que logró esconderse en un closet de una habitación del tercer piso de la casa. Los policías y quienes los acompañaban también entraron a la vivienda, entre insultos, jaloneos, mentadas de madre, llanto de los niños, la histeria de una nuera embarazada, amenazas, platos, vasos y botellas que rodaron por el piso.
 
Todo fue un caos, la policía exigía que se le entregara al delincuente, quien en un evidente estado de intoxicación por enervantes había asaltado a una pareja a unas cuantas calles de ahí. La familia en pleno negaba que ese sujeto se encontrara en ese domicilio y desde luego afirmaban casi a una voz, que no tenían idea de quien pudiera ser ese criminal. Entre gritos de uno y otro grupo, el que dirigía a los policías dio la orden a sus subalternos que tomaran presos a los dueños de esa casa bajo los cargos de complicidad en un asalto a mano armada y obstrucción a la justicia.

La hija mayor de Teresita, su esposo y el yerno cuenta chistes, por bravucón, fueron esposados y sacados a empujones de aquella casa, ya para trasponer el dintel de la puerta, el comandante volvió a preguntar dónde se escondía el delincuente, la hija que iba en calidad de presunta cómplice miró fijamente a su madre con una súplica en los ojos, mientras que su hijito de escaso tres años aferrado a la falda de la abuela lloriqueaba lleno de miedo al ver a su madre en medio de los fieros policías. Teresita sostuvo por unos segundos la mirada de su hija y luego bajó el rostro sin decir una sola palabra.

Todavía se escuchaba el ulular de las sirenas de las patrullas policíacas que se retiraban rumbo a la delegación, cuando Teresita, en medio de un silencio que podía herir como un puñal, debido a la carga de recriminaciones que callaban los demás familiares, se encaminó a la parte superior de aquella casa. En una de las habitaciones que permanecía con la puerta y ventanas abiertas, encontró a una de sus nietas que miraba con asombro un hermoso dije de oro en forma de crucifijo. Cuando vio a la anciana le dijo: -Mira abuelita, te dejó esto mi tío Toño, dice que es tu regalo del Día de las Madres.

Al tomar entre sus manos aquel objeto, Teresita rompió en llanto, dio rienda suelta a aquel gran dolor que se había enquistado ese día en su corazón de madre. La vida, en medio de su crueldad, la había colocado en la terrible situación de elegir entre la libertad de algunos de sus familiares queridos y la de su hijo victima de las drogas. En esos momentos Toño el vicioso huía presuroso entre las sombras de la noche que empezaban a cubrir los arrabales de la gran ciudad, llevaba en su mente extraviada por los enervantes la idea de que había hecho feliz a su mamá, en su corazón aún se debatían el gran amor por su madre y la pasión por las drogas.

Muchos años después, alguien de la familia se atrevió a preguntar a Teresita por que había actuado así aquel nefasto día, ella que siempre había dado ejemplo de justicia y honestidad, en aquella ocasión, pensaban que les había fallado. Teresita sólo esbozó una tímida sonrisa y quedó callada. Pero para sus adentros pensaba que ella estaba en paz con Dios, éste siempre comprende el corazón de las madres.

El que todo lo sabe y lo comprende debió perdonarla, porque ella al tomar aquella difícil decisión, entendía que sus familiares aprehendidos saldrían bien pronto de prisión por sus antecedentes sin mancha y su posición económica y social. Mientras que si el preso hubiera sido Toño, difícilmente saldría en muchos años. Al menos tuvo en sus manos el darle al más desvalido de sus hijos una oportunidad más para rehacer su vida.

El tiempo le dio la razón a medias, sin embargo, estaba bien segura que si la vida la volviera a poner en ese trance, ¡volvería a tomar la misma difícil decisión!
kalutavon 
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Palabras Clave: decisin difcil madre

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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