Tensin sexual
Publicado en Jul 01, 2013
Desde que entré me sentí observada. En un principio revisé mi maquillaje en el gran espejo que presidía la sala. Mi cabello seguía recogido, en su lugar. El escote de mi vestido ceñido no dejaba mostrar más de lo pensado y las medias finas no estaban corridas. Más tranquila con la evaluación de mi aspecto decidí olvidarme de esos ojos analíticos que me incomodaban.
Intenté distraerme entre conversaciones triviales, reí cuando se esperaba y callé fingiendo interés en los temas que planteaban mis compañeras, aquellos que parecían serios. Sin embargo, comprendí que mientras la noche entraba por los ventanales gigantes, mi cuerpo no se relajaba. Una tensión curiosa y que no quería reconocer, me obligaba a controlar si ahí estaba, atento a mí, si seguía estudiando mi postura, mi conducta, mi cuerpo. Me desconocí, noté que suavizaba mis modales, que no reía a carcajadas y que reprimía mis comentarios en voz alta. Me intimidaba y contra lo que suponía, me gustaba. En la primera oportunidad que tuve me coloqué desde un ángulo que podía controlar el salón completo, escondida detrás de unas columnas, lo observé. Me detuve en su espalda, delineé con la mirada sus hombros rectos, sus brazos gruesos y acaricié sus manos bronceadas. Vestido de impecable negro sus dientes blancos y sus ojos grises resaltaban desde lejos. Parecía guardar dos perlas preciosas entre cortinas oscuras y espesas y al sonreír se convertían en pequeñas chispas. Mostraba seguridad en su postura, conversaba poco y revisaba detenidamente a su alrededor mientras asentía a su interlocutor que desapercibía su inquietud. Me expuse apoyándome en una de las columnas y esperé que sus ojos me alcanzaran. Fue mágica la sensación cuando se detuvieron en mí. Siguió de oyente mientras me bañaba con su plata todo el cuerpo, me absorbía, me secaba la garganta y en un acto involuntario pasé mi lengua por mis labios. Desde lejos lo percibí, una fuerza irresistible me envolvió y luché contra el impulso que me empujaba; me vi corriendo hacia él y sin embargo la rugosidad de la pared en mi espalda me ubicaba en la realidad. Extraña, blanda, con el piso temblando con mi inseguridad me dejé llevar. Mudo, bajo un halo de misterio indefinido me llamaba con su mirada y desde mi interior alguien sin cordura salió a su encuentro. Corrí entre los invitados, empujé con mis codos, abrí un pasillo que me llevó hacia él. La distancia que nos separó fue insignificante cuando me detuve, sin embargo para mí parecía infinita. Mis manos sujetaron mi vestido a la altura de mis caderas y arrugué mis ganas entre ellas. Sólo sentí la caricia de su aliento al acercarse y rozarme con su voz grave mi oído; su fragancia embriagó mis sentidos, los anuló y a otros los intensificó. Sorda y muda; con una sensibilidad en mi piel desconocida y las piernas inseguras, sentí que todo sucumbía. Algo me dijo, su nombre creo. Besó mi mano sudada y acomodó un mechón de cabello que cubría mi mejilla. Su caricia fue eléctrica y la chispa circuló fácilmente por mi cuerpo ya mojado. Creo que perdí la visión por un segundo, la boca se me secó de nuevo y necesité que me sacudieran para regresar a la realidad. Desperté de mi viaje, la espalda estaba contagiada del frío de la pared que me sostuvo en la aventura soñada. Mareada y con la visión nublada me enderecé buscando el equilibrio que creí por siempre perdido. Busqué al protagonista de mis sueños y lo vi acercándose con el ceño fruncido, preocupado. La gente se abrió a su paso decidido y aunque se detuvo a pocos centímetros quise obligarlo a acorralarme. Me tomó de la cintura cuando las piernas ya no soportaron mi peso, resbalé entre sus brazos y al sujetarme con más fuerza nuestros rostros se enfrentaron y creí sucumbir ante tanta belleza. ¡No!, ¡no!, grité por dentro, no podía desmayarme justo ahí, con esa visión, con una sed inmensa y una manantial tan cerca… Antes de cerrar los párpados, lo escuché, lo olí; y confirmé que me había anticipado en esa extraña osadía, era tan perfecto como lo imaginé. Ahora, inconsciente para el resto, permaneceré así sólo un momento. Dejaré que su mano siga recorriendo mi cuerpo, mi rostro; que mi cerebro reconozca esa voz grave como mi dueño y que el corazón no me delate, que se calme, que no festeje. Quiero recobrar la energía que él me absorbe y abrir los ojos cuando tenga una mirada curiosa bañándome de una plata caliente.
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