De Madrid al cielo en un minuto, aunque aquí la Esperanza se vista del color verde Botella. Ciudad voluble que resististe con heroísmo a los fusiles de Franco y a las corazas gabachas y que te humillas prontamente al maletín de una troika. De Madrid al cielo en un minuto, a pesar de que Caridad ha devenido en vacuo nombre de niña bien con veraneo en Marbella. Los dólares de Sheldon cuidan la tumba de Marx que comparte nicho con soberanía. Mientras, en la Plaza Mayor los menesterosos de los ERES juegan al corro de la patata con los menesterosos del Lope o Quevedo. La puta realidad siempre se impone al anhelo ancestral de dignidad y cuando la famélica legión se pone en marcha, ellos de sobra saben que el orden natural de las cosas pondrá, más antes que después, las cosas en su sitio. De Madrid al cielo en un minuto. Lugar donde marcos luteranos transforman talento y entusiasmo juvenil en esforzado sudor de camarero y vómito de sangría de tetrabrik. La Justicia vende el cupón de la ONCE a la salida del Congreso de los diputados (compre su Señoría que siempre toca) y empeño la balanza que ahora se usa en un Mercadona de Carabanchel. Lavapiés es crisol de colores y los castizos se llaman Tarik o Ibrahim, usan turbante y en vez de barquillos venden cous cous. El fantasma de Jardiel revolotea buscando una subvención de cultura entre las mesas del Gijón, y Max Estrella no puede dar un salto desde el viaducto hacia el infinito porque Manzano puso paredes de metacrilato. El Neoliberalismo cruel prohíbe quitarse de en medio con un mínimo de estética. Y ya hasta las niñas bonitas pagan una tasa porque el barquero del Retiro las lleve. De Madrid el cielo...en un minuto.