Fin de un día como otros.
Publicado en May 26, 2013
Cuando el último se va y el candado está puesto, queda únicamente la soledad del cuarto.
Ya no hay bullicio de gente, ni risas, ni saludos, ni apuestas a la ilusión de un número, ni personas contándote situaciones familiares que a ti ni te interesan, pero las escuchas porque es una manera de estar acompañado. Ahora queda el sonido de los autos que pasan por la calle, el ...ulular de la sirena de una ambulancia, el chillido grotesco de los frenos de un colectivo, el roncar estrepitoso de una moto sin escape. Es toda la gente que vuelve a su casa, a encontrarse con su familia, después de un día de trabajo. Pero a ti no te toca eso. Tú terminaste tu día de trabajo y te encuentras con la soledad de tu cuarto. Y a medida que pasan las horas, los ruidos de la calle van mermando. No tienes un hola... como te fue?. Ni un... mucho trabajo hoy?. Solo está tu televisor, en un canal que ni miras, y tu computadora. No hay un... que cenamos hoy?, hay un... que ceno hoy? Que a veces lo dices en voz alta para seguir escuchando alguna voz, aunque sea la tuya. Y pasan las horas y no lo decides. Por último te arreglas con unas rodajas de salame con un bizcocho viejo y un vaso de vino. Y las horas siguen pasando. Miras la cama y no sientes deseos de acostarte, no tienes sueño, y fumas, uno tras otro fumas. Hasta que miras la hora y te das cuenta que es muy tarde. Ya no hay ruidos en la calle. Te asomas y solo ves los fríos adoquines que brillan en la oscuridad de la noche. Decides acostarte, no porque el cuerpo te lo pide, si no para no seguir fumando. Y te encuentras con esas sabanas frías, con esa cama que parece más grande de lo que es, dejas el televisor encendido para no pensar en nada, pero tampoco puedes concentrarte en ningún programa. Por fin el vino cumple su función y te duermes, con el televisor encendido. Pero tranquilo, sin pensar en nada. Mañana... será otro día?.
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kalutavon
Roberto Funes