La niña de Ocampo
Publicado en May 30, 2013
Finalmente llega…ha dejado la carretera y se ha internado por un camino de tierra. El calor es extremo, se pueden ver a la distancia las ondas de calor. Todo es tierra, piedras y uno que otro árbol rodeado de pequeños cactus y arbustos. Al caminar levanta tanta tierra que pareciera que lo que va en movimiento es un auto y no él. El camino lo lleva a una vieja hacienda. Se asoma a ella por una gran ventana…todo esta caído, lo único que queda es la fachada. Hay escombro dentro, basura, hasta un árbol creciendo… y unos viejos utensilios que todavía conservan la grandeza de las haciendas de los tiempos de Don Porfirio…
Respira profundo y relaja un poco el ritmo, observa alrededor detenidamente…dos, tres a lo mucho cuatro casas de un sólo piso, con la pintura carcomida, humildes puertas de madera; una de las casas ya da señales de estar abandonada. No hay nada… ¿Cuándo murió la hacienda?, se pregunta, la última vez que vine aquí había tantas personas matándose unas a otras…en este mismo lugar. De entre sus túnicas saca un reloj de arena…aún tiene arena cayendo de lado a lado y sigue corriendo. Saca un largo pergamino, lleva como título: “Control, Ocampo, Guanajuato” Guarda el pergamino junto con el reloj y camina directo a una pequeña casa color verde…o bueno lo que queda de la pintura verde. Traspasa la puerta con naturalidad. Dentro de esta hay un colchón matrimonial sobre el suelo, una pequeña tele sobre una silla, una mesa y dos sillas más, todo esto de madera. Hay otro cuarto, está separado por una cobija, la cobija hace de puerta. Pasa a través de ésta. Una niña pequeña, de unos tres o cuatro años está dormida en un colchón individual, sobre el suelo, a su lado, lo que supone sus padres. El cuarto lo único que tiene es el colchón y unos cuantos juguetes regados por el suelo. Se acerca lentamente a ella y acaricia su rostro tiernamente. La niña abre los ojos y queda en silencio por un tiempo, observándolo detenidamente. -¿Vienes por mí? Le pregunta la niña. -Si pequeña, ya es hora. -No quiero…mis papás se van a quedar solos. Él voltea a ver a los padres, están dormidos, abrazados…y a pesar de lo dormidos que están, se ve en ellos la cara de preocupación. -Lo siento pequeña, pero tú te tienes que venir conmigo. La niña se incorpora, permanece sentada un tiempo y luego asiente con la cabeza. -Está bien, pero antes me voy a llevar un juguete. La niña de repente pierde la tristeza que la embargaba, sale corriendo del colchón y recoge un pequeño muñeco de peluche. -Ya nos podemos ir, le dice la niña, regalando una enorme sonrisa. -Vamos pequeña. Se acomoda la oz en un brazo y le da la mano con el otro. Salen de la casa y empiezan a caminar. Se les ve como caminan, con las ondas de calor envolviéndolos, pero la niña es feliz. Va saltando agarrada de la mano de él, sacudiendo el muñeco de peluche de un lado a otro. -Por lo menos ya no me duele nada, dice la niña. Dicen que cuando vas sobre la carretera que te lleva a Ocampo, Guanajuato, a veces ves una niña saltando felizmente a pie de carretera, jugando con un muñeco de peluche…cuando te percatas de lo preocupante de la situación e intentas buscarla de nuevo no está… por lo menos ya no le duele nada a la niña.
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