Humanidad y sociedad
Publicado en Jun 03, 2013
Era un bello crepúsculo bajo las estrellas, la luna estaba menguante y corría un viento ameno se deslizaba por mí rostro. No recuerdo la hora, pero si los pasos en el tiempo que daba cada individuo al caminar por mi lado. Estaba parado entre la calle y la vereda, encendí un cigarrillo y me dediqué a observar al mundo que volaba frente a mis ojos. Cada paso era la llave, cada mirada era la puerta de otro camino, cada segundo era el instante en que comprendía la frágil inocencia.
-Buenas noches. Clamé con llaneza a cada una de las miradas que con la mía se cruzaban. Un afectuoso –Hola, salía de mis labios en señal de respeto hacia aquellos que ni siquiera sabían que existía, pero que aun así bastaba una sonrisa para captar el sencillo mensaje de amabilidad hacia el igual. -¿Por qué saludas a todas las personas, si no las conoces? Me exclamó una voz femenina familiar de tierna tonada. -¿Por qué no habría de saludarlas?, respondí. Si el tan solo hecho de vivir en sociedad, no nos debería despojar del sentimiento de ser iguales como seres humanos. O tal vez estoy en un error y el mundo ha querido cambiar de cara la moneda, transformando a lo que conocíamos como humanidad, en una sociedad egoísta y sin sentido de vida como tal. Apagué mi cigarrillo y caminé hacia otras sombras, las sombras de luz que me hacían ver lo que el mundo nos mostró en el momento en que comenzamos a vivir. La humanidad ha dejado de ser humanidad, desde el preciso instante en que nos convertimos en sociedad. Veo a diario el mundo que se asoma por mi ventana, veo a diario al salir de casa el ímpetu con que los hombres avanzan, y el estoicismo con el cual solo unos pocos saben vivir. Nuestras miradas dejaron de cruzarse, nuestros corazones dejaron de amarse, nuestras manos dejaron de acariciarse y nuestros labios dejaron de platicar con los otros labios; con las otras miradas; con las otras manos y con los otros corazones; eso provocó la sociedad. Si tan solo un día te levantaras de la cama y vociferaras al mundo el poco amor que nos queda dentro, conformaríamos tanto amor en el mundo, que tan solo una mirada bastaría para llenar de alegría nuestros corazones, y volveríamos a ser la humanidad que alguna vez existió, volveríamos a ser amenos, tal vez incluso hasta más afables. Es por eso entonces que saludo al cruzar la mirada, es por eso compañera que me cuestiono y clamo al mundo mi amor; si me dicen que estoy loco pues yo les manifiesto que sí, probablemente esté loco, es por eso que vivo, es por eso que amo, es por eso que sueño.
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LAPIZ ESCRIBE
Adrin Arriagada
Elvia Gonzalez
Adrin Arriagada