Los Patinadores
Publicado en Jun 05, 2013
Estaba listo para entrar, tenía muchos nervios, no es que quisiera impresionar a alguien porque nadie me
fue a ver. Volar así, como se vuela allí creo que es como escapar de todo peligro, de todo dolor, cuando se encienden las luces en la pista me siento muy dentro de mi, en mi mundo interior. Suelo pensar en campos de diversos colores, lleno de aromas y pequeños insectos que revolotean alrededor, y cuando existen los aplausos entonces siento como si fuera el rompe olas de aquella bahía que siempre solíamos visitar cuando el tiempo era mas lento y todo parecía mas grande. Pero entonces cuando ya había comenzado la rutina y di un giro para poder terminar con un aire de pulcritud fue cuando lo vi, parecía que me conocía o tal vez desconocía al resto, pero la reacción fue instantánea, solo al girar y detener el tiempo, todo se volvió blanco en mis ojos, había caído muy fuerte sobre el hielo. Al final parecía que todo era una gran ilusión, él no estaba y yo había perdido la competencia, como si nunca hubiese patinado. Llegué a mi casa, allí estaban los fantasmas sobre la mesa, cenando quizá algo que también es fantasma en la despensa. Me fui a mi habitación como en una especie de caminata rutinaria, tal vez a dormir o meditar, tampoco sé si tal vez a soñar o recordar a ese sujeto que me miraba patinar sobre el hielo. Cuando caí en aquella laguna viscosa llena de algas que enredan los pies con la profundidad llegaron ellos, como de costumbre a visitar mis sueños. Querían al parecer enseñarme algo importante o darme una lección para alimentar el alma. En mi surrealismo me llevaron al jardín donde los animales aullaban hacia el cielo, todo parecía un carnaval de luces muy alegre y entonces subí. Había un gran ventanal, donde se veía la magnificencia de la creación y unas ampolletas que pasaban raudas alrededor, sentí miedo, a pesar de que estaba consciente, mi cuerpo no respondía a las ordenes voluntarias de mi mente. No sé si Sigmund Freud realmente haya podido describir con exactitud el mundo de los sueños, porque muchas veces no representan nuestros traumas ni anhelos, a veces son medios de conexión. Conecté entonces con otra realidad, con un mensaje mucho más hermoso, aquellos campos de los que solía pensar cuando sentía que volaba sobre el hielo se materializaron en el sueño. Los colores inundaban cada centímetro de espacio, un gran árbol parecía florecer con mi llegada, a pesar de la belleza que contemplaba el temor crecía a cada instante, sentir que estaba tan lejos de casa me producía una angustia incalculable. Ellos se acercaron antes de despedirse y me dijeron: “Nada es imposible a través de lo invisible”. Entonces desperté, parecía que estaba encerrado en mi carcasa de carne, ningún miembro me obedecía, solo podía observar la luz que se colaba por la ventana iluminando la habitación. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Nunca lo supe, pero cuando al fin luego de cinco minutos de petrificación y todo volvió a la normalidad, me pude sentir más seguro. Las dudas persistieron todo el tiempo incluso hasta hoy. Por la tarde de aquel día entonces sonó el teléfono, me necesitaban para ir a la pista de hielo. Me vestí con ropa muy cómoda, guardé mis patines y me fui rápidamente. Al llegar entonces una de mis dudas quedó contestada, allí estaba el sujeto de aquella vez, y seguía mirándome como si fuera la primera vez. ¿Por qué sentía yo que ya lo había visto mucho antes? Me saludó y me sonrió, el profesor me pidió que les enseñara a los nuevos todas las técnicas del patinaje, partimos con lo básico. Cuando el día entonces se volvió noche y las luciérnagas se posaban sobre los altos postes de la ciudad, se acercó hasta mí. ¿No me recuerdas? Me preguntó. Y es que su rostro me era familiar pero nada podía construir una maquina del tiempo en mi cabeza para poder analizar segundo a segundo esa mirada tan tierna. Nos conocimos cuando las letras eran algo importante para los dos. Me dijo, y entonces como si hubiese sufrido algún disparo mental, recordé todo. Cada tarde de cada día de la semana partíamos juntos a nuestros destinos, recordando tantas cosas del pasado que nos ponían contento. Pero en cada partida entonces mi mente me atacaba como si fuera un juicio, me cuestionaba a cada instante si lo que comenzaba a sentir era correcto y si ya era hora de darme una oportunidad de mostrar aquellos campos tan hermosos a alguien que quisiera visitarlos. Y cuando la noche entonces se hacía presente, el mundo de las redes nos unía cada vez más, ¿Cómo poder evadir un anhelo? Entonces recordé que nada es imposible a través de lo invisible, y comenzamos aquel sentimiento mal visto cuando las manos no son compatibles para el resto, era tres veces el miedo, tres veces el misterio, tres veces la mentira y tres veces la vergüenza. Y en todo momento entonces cuando veía el sol ponerse tras sus oscuras pupilas siempre venía a mi mente aquella canción con la que nació del vientre el ser estrafalario del cual me enamoré. ¿Qué importaba la guerra y su humanidad, cuando solo existía el amor? Y aquellas vergüenzas, temores, mentiras y misterios se volvían humo, se desvanecían. Todo lo prohibido se volvía realidad, en un mundo sin sociedad. En aquel lugar donde éramos invisibles nada era imposible. ¿Qué importaba si estábamos vivos o estábamos muertos? Solo importaba que estuviéramos y yo era entonces sustancia dulce en un mundo amargo. En cada lección de patinaje volábamos sobre el hielo, y aprendíamos a la vez que cuando dos vectores van en la misma dirección no hay nada que los pueda anular, ni tampoco existía coeficiente de roce cinético posible que pudiera hacernos caer de nuestro movimiento dinámico ni tampoco retardar nuestra trayectoria. Qué bueno que te sentaste a ver cómo caía en el hielo, porque de no ser así jamás habría vuelto a contestar el teléfono. Me enseñaste una gran lección.
Página 1 / 1
|
Guille Capece
mis felicitaciones
Guillermo (Argentina)
Romani
saludos amigo!!!
me gustó leerte.
C.S Marfull