Es algo mágico
Publicado en Jun 18, 2013
Teníamos amigos en común pero jamás me lo habían presentado. Coincidimos en algún acontecimiento social pero sólo de lejos pude observarlo; siempre acompañado por bellas mujeres o rodeado de políticos, funcionarios o empresarios; su vida se publicaba en revistas y periódicos y se debatía en algún programa televisivo de chimentos. Donde fuera, robaba la mirada, su presencia imponía respeto y hasta miedo. Era mi amor imposible, el príncipe de todos los sueños, el verdugo que guillotina con la realidad, el arrogante distante, el millonario frío y calculador; era a pesar de todo, el hombre perfecto. Alto, de piel y cabellos oscuros, sus brazos eran enormes y su espalda lo asemejaba a un ropero. Tenía una mirada azul profundo y dientes blancos que relucían en sus sonrisas pícaras de seguridad ganada con el paso del tiempo.
Sabía que era un soberbio machista, que con sus empleados era un autoritario sin remedio, que vivía enojado, de mal humor, con frunces en el entrecejo. También me contaron que las mujeres no se le resistían, que eran ellas mismas las que acudían como abejas a las rosas en su lecho, comparado con un infierno. No tenía amores verdaderos, ningún familiar que lo atara, ni siquiera amigos fieles; sólo enemigos envidiosos que en contra de todo lo supuesto le generaba orgullo y de eso se ufanaba. Conocía el poder del dinero y a todo le ponía un precio; entendía que las compañías eran esporádicas y que de él sólo lograrían coincidir con un fugitivo. Era resuelto, disciplinado y práctico en los quehaceres de sus tantas empresas. Después de la sorpresa que me generó la llamada de su secretaria, estuve nerviosa como una adolescente en su primera cita. Él me esperaba para una entrevista y acudí con la seguridad que mi experiencia no le era desconocida, no importaban mis estudios, ni mi currículo espeso; él todo lo sabía. No creí nada de lo que me dijeron mis amigos, si había requerido de mi presencia seguramente nada tenían que ver sus influencias, él no rendía cuentas a nadie; o sea, que si me quería entrevistar era sólo por interés personal. Me impresionó su presencia, el caminar de pasos largos, la sonrisa ladeada y la forma de retirarse el cabello hacia atrás, mientras me observaba hasta incomodarme, como si me analizara por dentro. Me saludó estirando la mano, sentí pequeña la mía entre la suya, demasiado blanca, demasiado suave. Su voz ronca hizo resonancia en mi pecho y creí que el corazón se salía después de haber estado un tiempo preso. No recuerdo sus preguntas ni mis respuestas, sólo sé que anonadada quedé contemplando a un hombre que no imaginé ni en mis mejores sueños. Era apuesto; lo sabía, pero tenerlo enfrente fue tener un dios de fibra, carne y músculo delineado o un exagerado monumento y encima, humano. En medio de la entrevista sonó el teléfono y pude verlo desenvolverse en su ambiente, de donde indudablemente era el dueño absoluto. Ironizaba entre risas y elevaba el tono de su voz sin cambiar la expresión de su rostro y sin dejar de atarme con su mirada que seguía sumergiéndose en mi cuerpo. Temblé cuando el calor se me instaló en las mejillas y me imaginé una pecosa boba; sus ojos custodiados con unas espesas pestañas negras eran bocas que me desnudaban a mordiscos, que me lamían sin contacto, que me encendían sin fuego. Tuve compasión de las mujeres que lo conocían, yo; que siempre me creí segura de mí misma, estaba trastornada desde el mismo momento que olí su fragancia y su piel caliente me contagió el alma. Creo que permanecí demasiado en su oficina, o por lo menos, más que el resto, porque la secretaria de la recepción se extrañó cuando me vio aún sentada frente a él. Lo miró sorprendida y le entregó mi currículo que él dejó en el escritorio sin contemplar. Ella, con una mirada de disculpa, le explicó que no cumplía con ciertas condiciones, que tenía inexperiencia en la actividad del puesto que estaba vacante. Pareció no escucharla, seguía con sus ojos penetrantes recorriéndome completa y por un momento deseé que esa mujer desapareciera, que no importunara, que me dejara, que el puesto de trabajo ya no me importaba. Sonrió apenas cuando coincidimos en la mirada y supe que mi rubor me delataba. La secretaria abandonó la oficina cuando comprendió que nadie la atendía y el golpe de la puerta detrás me asustó elevándome apenas en la silla que desde hacía unos minutos evitaba que la tierra me tragara. Cuando se levantó y apoyó sus manos sobre el escritorio, un temblor desubicó todo por dentro, sentí su aliento a menta rozarme las mejillas, refrescarme las quemaduras, hacerme cosquillas y una revolución, que sorprendentemente me aquietó, me dejó vencida a su cercanía. -¿También lo sientes? - me preguntó, mientras quitaba un mechón de mi cabello que obstinado cubría mi timidez. Asentí segura de que hacía referencia a lo mismo que mi cuerpo me decía. Sus labios no fueron extraños, su tibieza arrolladora me movilizó y sin pensarlo nos enlazamos entre gemidos gritados. Sentí su mano fuerte en la nuca, su boca absorbiendo con ansias, su respiración entrecortada y mi cuerpo pequeño entre sus brazos enormes que me escondieron, me apretaron y chiquita me desinflé en ese refugio caliente y extrañamente conocido. Quise huir apenas nos separamos pero una mano gigante me tomó del brazo y me obligó a pegarme a su torso, a olerlo y a desearlo. -¿Crees que hago esto con todas? - me preguntó riendo- ¿Acaso crees que ando así por la vida? ¿Qué es natural esta presión que duele desde que te vi por primera vez?- me tomó la mano y me la apoyó sobre su bulto enorme y caliente. Aborrecí mi entrega, esa aceptación de que hiciera conmigo lo que quería, de que me estuviera comportando como el amo deseaba y que callada acariciara su pasión que quería que fuera sólo mía. Me enojé con mi cuerpo que cedió a sus caricias, a mi cuello que se estiró ofreciéndose a sus labios, a mis pezones que se irguieron para ir a buscarlo, a mis jugos tibios que me mojaron. Mis oídos escucharon las confesiones guardadas de un hombre frío, despiadado, que extrañamente jadeaba a mi lado y al que su interior le sonaba inflándole el pecho que yo besaba. Decía que me amaba, que sabía todo de mi, que me cuidaba desde lejos, que hacía tiempo me deseaba. Había planeado todo aquello y sin reprocharle sus mentiras me dejé atrapar por ellas. Odié ceder, me avergoncé entre sus manos calientes cuando me tomó de las mejillas para mirarme de frente. Odié mi boca jadeante, mis lágrimas en sus dedos y mi corazón delatando todos mis sentimientos. Amé su saliva mezclándose en la mía, su fuerza sujetándome de la cintura y elevándome como si fuera una pluma. Amé sus embestidas, su atropello y su gemido ronco mezclándose con el mío, coincidiendo en el orgasmo que nos desparramó en su escritorio. Amé su ternura al abrazarme con el pecho agitado y el perfume en mi piel que me llevé cuando dejé su oficina. Han pasado unos cuantos meses de todo aquello y tumbada en la cama, contemplo las fotografías del hombre que amo. Está feliz, sonriendo; ha cambiado, todos lo dijeron. De la mano morena, en donde reluce una alianza gruesa, lleva al motivo de su dicha; así lo dice el titular de la revista. Sonrío mientras busco su fragancia entre mis sábanas que nunca dejan de oler a él. -¿También lo sientes?- preguntó asomándose desde el baño. Inclinó la cabeza después de un instante en que no logró mi respuesta. Las chispas azules volvieron para penetrarme, la corriente y la química hicieron circuitos en mi vientre y sonreí con los ojos pequeños afiebrados por el deseo. -Sientes lo mismo- afirmó- es intenso, es inexplicable, hace cosquillas por dentro ¿verdad?… Ahora, ¡vamos! Se hace tarde… Asentí al déspota que en unas horas sería mi marido, al hombre que hierve mi sangre con sólo un chasquido en sus dedos.
Página 1 / 1
|
Sara
Saludos, maravillosa historia, no importa si es o no de novela, nosotras no dejamos de soñar con ellas.
Un beso enorme!
Romani
Juegas con la mente del lector que espera que el acto sea solo un sueño pero que en definitiva es tan real como respirar. Me encantaron las descripciones y "esos jugos deliciosos" nacidos entre los amantes.
Es muy grato leerte Silvana, siempre sorprendes con tus variados temas y te profundizas con cada uno de ellos que prácticamente se te considera una diestra en el arte, mis felicitaciones.
saludos y sigue así!!
silvana press
Él es tan seguro, tan soberbio y tan poderoso que lo que quiere lo tiene y sin querer lo que se genera entre ellos ( por eso le pregunta ¿lo sientes?) lo rinde a sus pies cuando comprende lo enamorado que está y eso lo cambia.
Jajajajajajaa...no es tan irreal Román, ¿te has enamorado? por lo general las historias de los verdaderos y mágicos amores son así, de cuentos...
Cariños y gracias por leerme y por elogiarme...
Carolina Aguilar Vlez
Qué placer leerte definitivamente!
Un abrazote Sil!!!!
silvana press
Saludos amiga, un abrazo fuerte para vos.
virgen suicida
silvana press
Saludos y gracias por detenerte en mi cuento, me salió largo.
GLORIA MONSALVE
atrapa de principio a fin, con gran fuerza.. hace qu e lector este ahi a la espectativa dde que sucedera..
me gusto... y quien dijo que nno podia ser posible tener el principe de los sueños apaentemente inalcanzable... y qu el hombre despota no se ablandaria un poco ante el amor...
abrazos
silvana press
gracias por la paciencia de leerme, sabía que este relato tendría la contra de ser largo; no preferidos por cierto en este foro.
Saludos a vos amiga.