EL ULTIMO PASO
Publicado en Jun 19, 2013
Miro el terreno desértico a mí alrededor. Lo observo desde el interior de la nave llamada Vomis. Me esfuerzo por recordar cuando este lugar era hermosamente verde. No consigo dar con el pues nunca existió dentro de mi tal imagen. Solo doy con difusas fotos extraídas de antiguos y ajados libros, que son casi fabulas para niños. Pues solo la imagen del exterior de la nave persiste en mis recuerdos. Incluso dentro de la aséptica y aislada cabina llego a sentir, en mi garganta la aspereza y sequedad del polvillo levantado por el viento. Pero tengo como consuelo, que pronto abandonare este orgulloso monumento a las grandes conquistas de mí especie. Es real mente fascinante las cantidades de emociones que uno pude sentir en una situación así. Apesar de toda la educación recibida, para obviar nuestros sentimientos y ser individuos efectivos en nuestros procedimientos. En momentos como este todo eso es olvidado. Produciéndose una increíble paradoja pues unas lagrimas de tristeza escapan de mis ojos, para terminar diluyéndose en una sonrisa. Desde la cabina de mando, puedo ver en el horizonte una intermitente luz color escarlata, esta indica el lugar donde se produjo el primer destello y es testigo del ultimo estallido. increíble que una especie se sienta nostálgica ante la certeza de su fin e intenta preservar los desechos de sus patéticos logros. Las lagrimas vuelven a vencerme a pesar que tal vez debería decir unas palabras antes del despegue, no hay quien las escuche. Por ende me parecen complemente inútiles y sin sentido. Los poderosos motores del vomis se encienden, haciéndolo temblar y también la estructura donde se encuentra amarrado. Ante esta primera explosión debajo del andamiaje donde esta apoyada la nave se extienden dos brazos hidráulicos, llevándola así a la posición de despegue. Colocada en un ángulo de noventa grados, las acciones del andamiaje se detienen. Quedo extasiado con el reflejo del sol sobre la trompa del navío estelar. La computadora de abordo hace una revisión de rutina de todas sus funciones antes del despegue. En realidad mi intervención en las acciones del vehiculo no es necesaria. Pues todo se encuentra automatizado, como medida de seguridad, mas que por necesidad de efectividad. Pensando en el hipotético caso de que yo sintiese la necesidad de abandonar la misión y quisiera quedarme aquí. Razonamiento no muy compresible para mí. Quien querría quedarse en este lugar desolado. Observo como el sol se opaca al quedar la nave cubierta por el humo producido por los motores de despegue. En ese momento de penumbra fantaseo con la idea de alguna falla que me evite la dura tarea por venir. Pero la nave comienza a moverse, al cabo de unos segundos supera la endeble barrera y yo me abandono a mi destino. La presión dentro del vomis aumenta, aplastándome contra la butaca de la cabina de mando. En ese momento me viene a la cabeza, lo realmente estupidos que pueden ser los cinturones de seguridad tan complicados de abrocharse, pues en el despegue estoy mas interesado en evitar traspasar la butaca, que de salir despedido por el parabrisas. La sensación es como si un grueso cordón umbilical tirase de mi hacia atrás. El planeta párese haberse con vertido en una posesiva madre que no quiere soltar a su ultimo hijo. Pero como en todas las disputas de este tipo sucede lo inevitable es el hijo quien triunfa, desprendiéndose de la comodidad y seguridad de su progenitor. Casi de inmediato y con el infinito delante de mi, quiero volver y pedirle disculpas por todo el dolor causado. No lo ago, pues no hay vuelta al hogar, ni camino al perdón. No hay vuelta atrás para mi, tampoco la hay para la especie que represento, cuyo gran logro es el estéril pedazo de roca que intento abandonar. Muchos dirán que este final es merecido entre ellos, yo suscribo tal afirmación. Por esa razón decidir postularme para la misión. Como era de esperar nadie quiso convencerme de lo contrario, sino que cada uno fue, a modo de despedida, dándome la mano y encogiéndose de hombros. Luego fueron abandonando el planeta sin decir palabra alguna, incluso mantuvieron un riguroso silencio de radio. La tercera explosión de los motores indica nuestra puesta en orbita al rededor del planeta. Por unos instantes la calma se apodera del coloso metálico. Sonrío y acaricio el panel de comandos, como si felicitara a mi fiel corcel. Extraño tanto los animales tal vez si me mintiera lo suficiente diría que lo hago para vengar su memoria y no para borrar nuestro mayor error de la faz del universo. Con la cuarta explosión, abandonamos la orbita. Desprendiéndonos definitivamente de esta vieja, maltratada y moribunda madre. Ya no puedo esperar mas, es imposible seguir viendo su rostro antes azul, verde, rebosante de vida; hoy marrón-grisáceo, apagado y demacrado. Dentro de la cabina suena una alarma, indicando la distancia máxima para realizar la transmisión al planeta. Apago toda las funciones no vitales, redirijo toda las energía a la capsula de escape. Antes de completar la separación del vomis, tengo que tomar una ultima decisión. En el tablero de controles se enciende un botón amarillo. Bueno, debo rendirme a mi destino y olvidar cualquier duda, no retroceder. Cuando por fin presiono el botón, regreso mentalmente al planeta. Recuerdo el agónico titilar de la luz escarlata, que señala el primer lugar donde el primer ser humano descubrió su capacidad para la técnica, demostrando su inteligencia. Por eso alguien propuso llamarlo, acertadamente, como el primer destello. Al pensar en el primer ser de nuestra especie, surge la una pregunta ineludible. ¿ que hubiese echo el primer hombre inteligente al conocer este final para su especie?. Tal vez en un acto piadoso se hubiese arrojado por un precipicio y así evitar tantas catástrofes. Pero no, seguro que como fiel exponente de nuestra especie seria tozudo e intentaría cambiar el futuro. intentaría por todos los medios que aprendamos a oírnos unos a otros. Con un idealismo de niño con el infinito por delante. Sin darse cuenta nunca que el único animal sordo es el ser humano. Una enorme roca me rebasa. Seguro es una esquirla producida por la explosión del planeta. Concluyo la separación y enciendo los propulsores de la cabina de escape. Dejo atrás todo lo que me definía. Mi mundo a recibido el toque de gracia del ultimo de su especie, ya no hay hogar, solo un montón de escombros flotando en la nada. Pero queda una esperanza dirijo la nave hacia el sol donde me espera el resto de mi especie., para reunirnos en su incandescente abrazo. Donde purgaremos nuestros errores, borrándonos de la existencia y otorgándonos la eternidad. Muevo algunas palancas, corrigiendo el rumbo del modulo. Miro el resplandeciente astro hasta dormirme. Es la primera vez que puedo descansar tranquilamente. Ojala la muerte llegue pronto autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tornfi
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Elvia Gonzalez
NICOLAS VILARO