Quiebra los huesos,
no te detengas ahora,  
La sinfonía empieza.
 
Ríe, llora, armoniza la sinfonía.
Como director de orquesta
dirige los latidos en mi pecho,
¿Acaso intentas sincronizarlos con los tuyos?
 
Desgarra los músculos, ellos van primero,
Hazlos bailar entre tus manos,
despedázalos en allegretto,
despedaza con decoro.
 
Tu sangre en mis manos,
lágrimas en mis mejillas,
¿por qué tarde tanto en darme cuenta,
de que el director siempre fui yo?