MILAGRERA
Publicado en Jun 22, 2013
Entre los usos, costumbres y devociones de la gente que habita la región costera del Occidente de mi país, existe entre las mujeres casaderas, la de ser devotas de San Antonio de Padua. Según la creencia popular este santo varón puede interferir en las cortes celestiales consiguiéndoles pareja a aquellas quienes sufren de desamor a causa de la carencia de novio, concubino, esposo, amante o de cualquier interesado que les aplaque las hormonas sexuales. Por supuesto que las interesadas deben conocer y practicar un ritual para que el milagro se concrete: Primero tienen que recibir como obsequio de una mujer que sea feliz con su pareja, una imagen o figura del santito alcahuete; luego, reunirán trece monedas del mismo valor, que también deben ser regalo de trece personas distintas, pueden ser hombre o mujer. El siguiente paso es llevar la imagen y las monedas a bendecir por un cura –porque tratándose de milagros celestiales ellos, los curas, tienen derecho a una comisión, estipendio o limosna, como quieran llamarle. Existe la creencia que la bendición sirve para limpiar de toda impureza humana la réplica del santo y las monedas; éstas serán el pago simbólico por la gestión que realizará el santito, porque un novio o marido gratis, gratis, ¿dónde?, ni con San Antonio de Padua. Luego, la desesperada interesada o interesado, que los hay, deberán colocar cabeza abajo al santo y todos los martes y viernes rezarle un rosario dejando muy en claro la necesidad y el pedimento. Después esperar con paciencia a que los buenos oficios del santito cumplan su cometido. Sin olvidar por supuesto que los días trece de junio que en el santoral católico se festeja al señor de Padua, deberán acudir a alguna verbena popular organizada en su honor, porque existen grandes posibilidades de que ahí encontrarán la pareja tan anhelada. La tradición oral de la región registra un sin número de testimonios en que el milagro celestial se realiza. Por ejemplo, existe el caso de Goyita Varela, una mujer cuarentona, bien pasada de peso, a la que le daban ataques epilépticos y quien en un día de San Antonio estando en la fiesta popular en honor al santo, le dio un colapso epiléptico víctima de la emoción y la desesperación por encontrar pareja. Cuentan que al estar revolcándose en el suelo y babeando con la lengua entre los dientes, fue socorrida por un mocetón quien le introdujo un pedazo de madera entre la dentadura para que no se cortara la lengua. Después le dio respiración boca a boca y pasado el trance, llevó a Goyita a la casa de ésta, de donde el hombre no salió hasta aquel domingo en que se presentó con la solterona ante el altar. Durante la fiesta de bodas de Goyita y su benefactor, el Santo fue pródigo con sus fieles creyentes de aquel pueblo; Rafaela Aguilar, la viuda dueña de la panadería, ya con unos tequilas entre pecho y espalda terminó revolcándose entre los costales de harina de su negocio con Ranferi Carrillo el panadero que trabajaba con ella. Hasta entonces comprendió la patrona por qué le salía tan sabroso el pan a Ranferi: — ¡Qué bien amasaba con sus manotas el cabrón! — En medio del jolgorio Tomasita Carpinteiro recibió noticias de su esposo, del que no sabía nada desde que se fue hacía tres años en busca del “Sueño Americano”. Por desgracia las noticias eran fatales, un hombre de mediana edad, fuerte y vigoroso como son los que trabajan el campo, llegó para comunicarle que el marido había muerto en un poblado gringo víctima de una riña callejera. Semanas después, pasado el duelo, el informante terminó poniendo la “cosa” donde la ponía el muerto, para felicidad de Tomasita, que junto con todas las beneficiadas por San Antonio aquel año, organizaron una colecta para construirle un santuario a su benefactor. Iniciativa que llenó de alegría al párroco del pueblo porque los ingresos por conceptos de limosnas, aportaciones altruistas y hasta sobornos encubiertos en actos de beneficencia se incrementaban para beneficio de su propio peculio. Bueno, en el colmo de la exacerbación de la fe por el santo milagroso, una noche hasta la parroquia llegó Espiridión Álzate, el fiero capataz de la hacienda La Herradura, quien de rodillas en el peana del altar mayor y con los brazos en cruz pidió al padrecito que interfiriera ante el santito para que Nicolás Rodríguez el domador de potros se diera cuenta que lo amaba, dio fuerza al pedimento entregando al cura un grueso fajo de billetes. Otro día, Saturnina Alonso, la hija tullida del herrero del pueblo entregó al padrecito una importante suma y sus alhajitas que heredara de su madre para ayuda de la construcción de la parroquia, con la solicitud expresa de que elevara sus plegarias para que el santo le hiciera el milagro de que un hombre llegara a la intimidad de su vida. Casi medio pueblo hizo su petición con la fe respaldada por los milagros que eran del dominio público. Mientras la riqueza personal del sacerdote se multiplicaba, también aumentaban las falacias del ministro del Señor. A cada uno de los que esperaban un milagro de amor, les fue diciendo que San Antonio de Padua sólo se manifestaba en un mismo lugar pasado un año, por lo que tendrían que esperar hasta las siguientes festividades del santo para ser favorecidos con el milagro. ¡Eso sí!, era necesario recordarle al santito cada mes su pedimento y por supuesto aportar “algo” para la parroquia. Mientras tanto, el curita concupiscente solicitaba a las autoridades eclesiásticas su traslado a un punto geográfico muy distante de donde estaba perpetrando sus fechorías. Como en el mundo material de los humanos el tiempo es inexorable, el calendario concluyó su ciclo anual y el 13 de junio, el día de San Antonio llegó nuevamente a ese pueblo, con sus festividades pagano-religiosas en donde el sincretismo perverso confirmaba el dicho popular: “A Dios rogando y con el mazo dando”. El curita tramposo había volado como inmaculada paloma en graciosa huida acompañado de los ayes de dolor y las oraciones de su feligresía, pues había sido llamado al lecho de muerte de su progenitora, según decía el párroco, mostrando siempre de lejos una carta, seguramente apócrifa, que había recibido y en donde se le comunicaba la desgraciada noticia. Ahora bien podía decirse que el padrecito aquel “No tenía madre”. Durante gran parte del día se celebraron misas de acción de gracias en honor al santo festejado, hasta el obispo estuvo oficiando una de ellas. Después dicen que lo sacaron “de aguilita” por la puerta de atrás de la iglesia, víctima de la ingesta exagerada de mezcal, algunos lo oyeron cuando iba cantando: “…y si Adelita se fuera con otro, y si Adelita fuera mi mujerrrr…” Por la noche… ¡La verbena popular!, las mujeres casaderas vistiendo sus mejores galas iban dando vueltas alrededor del kiosco del lugar y los hombres de la misma condición hacían lo mismo, pero en sentido opuesto. La clave era que al caminar en diferentes sentidos las posibles parejas se encontraran en el camino y ahí interviniera la mano milagrosa de San Antonio de Padua. Durante el periplo se vio muchas veces pasar entre las casaderas y solteros a Espiridión, a Tencha la putita del pueblo, —también ella tenía sus ilusiones, además había dado al curita su cooperación en efectivo y con cuerpo— Dio vueltas en repetidas ocasiones también Saturnina Alonso, siempre empujada su silla de ruedas por una sirvienta que a la enésima vuelta iba sudorosa y con los ojos desorbitados por el esfuerzo, la pobre mujer elevaba sus plegarias a todos los santos para que alguien se fijara en la hija inválida de su patrón. A punto de desfallecer, en una de tantas vueltas se encontraron con Adriancito Quijano, el sacristán de la iglesia y la exhausta mujer le pidió al muchacho que la ayudara empujando la silla de ruedas mientras ella iba a orinar. Mientras que Nicolás el domador de potros, nada más “por tentar al diablo” y bajo los efectos del tequila, se había incorporado a la procesión; en la vuelta y vuelta le había parecido muy extraño el comportamiento de su capataz; de pronto lo veía parado, luego caminando y cuando él se aproximaba Espiridión caminaba de reversa hasta encontrarse con él y entonces le sonreía abiertamente, –Este anda más borracho que yo— Se dijo. Cuando la alegría estaba en su clímax y la rueda de la fortuna había dejado de girar porque el operador no aparecía por ninguna parte y algunos puestos de fritangas agotaron su vendimia… desde lo alto del cielo se desprendió un relámpago y tras de él sobrevino el aguacero que dio al traste con la festividad. El día siguiente fue de grandes noticias en el pueblo. Primero se supo que Adriancito Quijano amaneció con las dos piernas rotas por la paliza que le propinó el padre de Saturnina Alonso, la muchachita tullida, la golpiza no paró hasta que el sacristán en medio de alaridos de dolor pidió la mano de la muchacha al padre enfurecido. Luego la gente se santiguó, cuando se enteraron que Espiridión, el fiero capataz de la hacienda La Herradura fue encontrado muerto con el rostro desfigurado, como si hubiera sido pateado por un potro salvaje. La gente no se reponía de la sorpresa cuando alguien llegó avisando que el señor obispo había fallecido camino a la capital víctima de una congestión alcohólica. Mientras los pobladores comentaban en grupos dispersos los acontecimientos, pasó el camión de sonido de los juegos mecánicos solicitando por el altavoz un operador para la rueda de la fortuna, pues el que tenían nada más no apareció. ¡Cómo iba a aparecer!, si en esos momentos estaba camino a su pueblo, llevaba a Jacinta, la criada del herrero, para presentarla a sus padres como su futura esposa. Resulta que la noche anterior durante la festividad, le dieron ganas de orinar y se apartó a un lugar solitario para darle satisfacción al cuerpo; cuando regresaba a sus labores en el juego mecánico, se encontró a Jacinta orinando con las enaguas arriba y los calzones abajo… y bueno, dicen “Que de la vista nace el amor”… Mientras tanto, en un cuarto de hotel barato Tencha lloraba como la Magdalena, inconsolable, pues Nicolás Rodríguez nunca llegó a la cita que habían pactado. La pobre mujer rabiaba contra su suerte, de puta nunca iba a pasar, ni sobornando a San Antonio de Padua. Con el transcurrir de los días los rumores se fueron acallando y la fe empezó a fortalecerse; después de todo ahí quedaban los testimonios de vida: Adriancito y Saturnina escenificaron en el pueblo la primer boda en donde ambos cónyuges se desposaron en silla de ruedas. Y desde un pueblo vecino llegó la noticia de que Jacinta y su marido –el operador de los juegos — vivían felices, él había recuperado su trabajo y ella atendía un baño público móvil que instalaban en cada lugar donde los juegos mecánicos se presentaban. Ahora los pobladores esperaban ansiosos nuevamente el 13 de junio próximo, ¡la festividad de San Antonio de Padua!, lo hacían con toda la fe que pudieran albergar en sus corazones para que el santito ahora sí les hiciera el milagro. Mientras las casaderas y los solteros tendrán que iniciar nuevamente el ritual: Ya saben, recibir regalada la figura del santito alcahuete… También se dice que a un pueblo muy alejado del lugar de los acontecimientos narrados, ha llegado un nuevo cura a la iglesita de aquel poblado; cuentan que lo vieron llegar a bordo de un auto de lujo acompañado de su cocinera de nombre Hortensia, a la que pidió que la nombraran nada más como Tencha. Detrás de él llegó un camión de mudanzas de donde fueron bajando varios muebles y objetos, de entre los que llamó mucho la atención a los lugareños fue una cama matrimonial nueva, de esas de dos colchones que los habitantes del lugar no conocían ni en sueños y la figura de un santo del tamaño de una persona que por estar de cabeza no reconocieron de inmediato hasta que Maruja la solterona del lugar gritó: ¡Es San Antonio de Padua! y cayó de rodillas. Hicieron lo mismo varios de los presentes para reverenciar al santo milagroso; mientras el curita mañoso alzaba sus brazos al cielo y sonreía con perversa malicia.
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Federico Santa Maria Carrera
Amigo mio, reciba usted el reconocimiento de este humilde servidor.
kalutavon
silvana press
Grato leerte de nuevo y contar con tu presencia en textale.
Cariños
kalutavon
GLORIA MONSALVE
una historia muy bien llevada de principio a fin atrapa al lector en la curiosidad del que pasara .. impregnada de un tanto de humor ...
realidad o no hay quienes crean y se les haga el milagrito...
me gusto
abrazos
kalutavon