EL ROSTRO ANODIDO.
Publicado en Jun 23, 2013
En Pakistán, una bomba puesta por los talibanes ha estallado en un autobús escolar lleno de chicas que iban a educarse, matando a varias de ellas. Otro artefacto colocado en el hospital donde estaban siendo evacuadas las heridas ha completado el "trabajo", asesinando a otras tantas. Como padre de una niña daría mi brazo derecho por inventar algún mecanismo eficiente y eficaz para librar a la humanidad de semejantes alimañas.
Y es que a pesar de lo que nos cuentan las películas de Hollywood el Mal suele tener un rostro bastante gris. No existe nada glamuroso ni atractivo en la maldad. Lo maligno tiene el rostro de un barbudo talibán y el aliento de un borracho que, de madrugada, le pega una paliza a su mujer delante de unos hijos aterrados. La vileza puede tener cara de maruja regordeta (y que me perdonen todas las honradas marujas regordetas) que conoce a un tipo en internet, mata a su hijo que le estorba ahogándole en una bañera, y le entierra en una maleta. Esa es la verdadera faz del mal. Y hasta la perversidad de "altos vuelos" al final (cuando emerge lo humano del malvado) acaba alcanzado tintes bastante cutres ¿Quién no recuerda las cercanas imágenes de un anciano Gadafi, teñido y atiborrado de Botox, implorando misericordia ante sus también malvados ejecutores? Ni un rastro de grandeza o valor en el instante final de un tipo que se pasó cuarenta años masacrando con saña a su pueblo. Porque la crueldad es también bastante cobarde y casi siempre se ensaña con el débil. Mujeres (en las épocas o sociedades donde estas han estado inermes) niños y ancianos, son la "presa" favorita del primer canalla con ganas de hacer daño ¿Cuantos asesinos en serie de camioneros conocen? Así dañar, matar, aniquilar a lo indefensos resulta algo relativamente sencillo. Son acciones que no necesitan ayudarse de ninguna capacidad o talento especial. Solo el deseo de hacerlo y la voluntad de llevarlo a acabo. Nada más. Por eso supongo que el careto del celador de Olot (que asesinó a once ancianos por el expeditivo método de darles lejía y al que le han caído 127 años de cárcel) no es precisamente el rostro de un doctor Moriarty. El tío gasta más bien aspecto de ser un triste pajillero zampabollos. Ese, y no otro, suele ser el anodino rostro de la maldad.
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