Muda de piel
Publicado en Jun 28, 2013
Siempre he tenido una imaginación muy despierta, capaz de hacerme sentir en el lugar con el que sueño, pero se ha vuelto en una pesadilla que no me deja vivir en paz. Cuando miro hacia atrás, y mi mente se envuelve en las telas del pasado, un nudo en la garganta se forma con rapidez.
Si tuviese una mala memoria, si no recordase con precisión milimétrica los lugares que he visitado, ¿sufriría tanto? Claro que no. Recuerdo incluso la canción que escuchaba mientras paseaba por mis calles (me enorgullecía de llamarles mías, tanto que una sonrisa se me dibujaba en el rostro...), la vieja señora que con prisa pasó a mi lado evitando cualquier tipo de contacto conmigo, las arrugas de su rostro, incluso el aroma dulzón que traía consigo y que depositó ligeramente en mí, durante sólo un instante. Puedo recordar cosas tan pequeñas, con tanto detalle, que el verdadero asunto por el cual guardo mis memorias se visualiza tan nítido que me asusta. Me duele. Ahora estoy en la plaza que se encuentra detras de mis ex calles. Ya no son mías, ¿por qué? Simplemente porque alguien decidió arrebatármelas de un día para otro, sin explicación razonable. El progreso, dicen sin remordimiento alguno. La estupidez, pienso iracundo. Y la ciudadanía no planea reclamar por los trozos que poco a poco, nos van quitando para reemplazarlos con servicios artificiales. Creándonos necesidades que jamás existieron, y que ciertamente jamás hubiesen existido, de no ser por sus ansias de cobrar un módico precio por suplirlas. Cuando recuerdo ese día, los audífonos alejándome de los ruidos molestos y mi mirada enfocada hacia los edificios que no me atreví jamás a ingresar, me molesto conmigo. De haber sabido con antelación que ésa era la última vez que podría verlos, no lo sé, quizá no hubiera sido tan apresurada al caminar. Hubiera vigilado cada paso, ralentizándolos hasta detenerme por completo. Me hubiese fundido con la noche misma. ¿Habría vencido mis miedos? Seguramente sí. Tantos hubiese, tantas posibilidades que pude haber hecho, pero que simplemente no hice. No sé si estuvo mal o no, lo único que sé es que impactó a mi vida de sobremanera. Mis manos siempre vagaban por la textura de las edificaciones. Tocando cada ladrillo, las capas de pintura que se deshacían al más mínimo roce, las fachadas gigantes que me hacían sentir pequeña e indefensa, las ventanas altas que no podía alcanzar pero que observaba con ojos soñadores. ¿Qué habría detrás de esas puertas robustas, de esas edificaciones que apenas podían sostenerse en pie? Por el resto de mis días será un misterio. Aunque si, recuerdo haber divisado una buhardilla que sobresalía por uno de los costados de uno de los edificios. Un escalofrío me recorre de punta a punta al visualizar sus tablas de madera desgastada, y otro más le sigue cuando me imagino la sensación que debió haber sido el estar allí. Tan al borde, con el vértigo asomándose desde las profundidades de mi ser, observando desde lo alto a los tristes citadinos ir y venir. Suspiro y sacudo la cabeza, quitándome al instante la conexión con mi imaginación. No puedo permitir que alcance a trastocar mi presencia en la realidad y caiga al suelo, tanto físico como emocional. No puedo dejarle ganar otra vez. Abro los ojos, pero esta vez de verdad. Han pasado ya varias horas desde que estoy sentada en el mismo lugar, una información que logra darme el pequeño reloj de muñeca que traigo siempre conmigo, justamente para que al despertar de mis ensoñaciones me concentre en el tiempo y espacio en el cual me encuentro. Y veo un par de ojos cafés, mirándome desde cierta distancia. Pestañeo. Es un hombre que se encuentra sentado en la banca de enfrente, con la mirada puesta en mí desde quién sabe cuando. Pestañeo otra vez, y me sonríe con suavidad. Le sonrío de vuelta, espontáneamente, después de mucho tiempo de no haberlo hecho enfrente de otro ser humano. Se levanta y viene hacia mí, tendiéndome una mano. Al levantar la mirada, al encontrar mis ojos con los suyos, su sonrisa gentil, su lenguaje corporal me lo dice todo. Él ya lo sabe. Ya sabe exactamente por qué me encuentro así, con los ojos nublados por las lágrimas, intentando luchar por seguir adelante sin mis calles. Lo entiende, y quiere ayudarme. ¿Habrá pasado por lo mismo? Le vuelvo a sonreír mientras tomo su mano con confianza. Ya estoy lista para cambiar, para mudar de piel. Y sin decir nada, sé que él también lo está.
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es un gusto volver a leerte
Jean Ossandón Araya
silvana press
Si de mi esperas aprender estas en un grave error, yo sólo escribo porque escribo, me gusta y me desconecta de la rutina, eso es todo, y bien o mal, lo seguiré haciendo.
En cuanto a lo tuyo me has dejado sorprendida, tienes una buena prosa, construyes muy bien las oraciones y tienes el poder de pintar con descripciones el lugar de la escena. De fácil lectura, atrapa y lleva al final con curiosidad.
Con tus pocos añitos has logrado muchísimo, soy docente y no estoy acostumbrada a leer de mis alumnos tan buenos textos. Felicitaciones! Sigue intentando, día a día, te irás puliendo. Sólo se aprende escribiendo y leyendo mucho.
Cariños y suerte!
Shoegazer
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Verano Brisas
Romani
Es tu segundo texto? Pues llevas buen inicio, espero seguir leyéndote de igual forma te invito a leerme.
Saludos y sigue así!
Shoegazer