La decisin
Publicado en Jul 05, 2013
Se colocaron como custodias, uno a cada lado. Decididos estaban a robarse el protagonismo del otro, a probar qué libreto resultaba más exitoso. No supe qué decir en ese momento; sólo esperé contemplando por el gran ventanal del bar. La avenida poblada de luces en todas las direcciones tampoco ofrecía una salida.
Cuando comenzó a suspirar profundo sospeché el cansancio que le provocaba hablar siempre de lo mismo, en especial a él. Me miró como nunca lo había hecho y creí morir de culpas cuando detalló una a una mis equivocaciones. Levantaba sus dedos uno a uno mientras la claridad de sus ojos me encandilaban; era lluvia que castigaba sobre lo que había sufrido un aguacero. Apreté la copa conteniendo las palabras que se multiplicaban en mi garganta y bajé la mirada avergonzada. Tenía razón, nada de lo que estaba sucediendo podía continuar, mi esencia no lo aprobaba ¿por qué dudaba? No estaba en mi naturaleza, afirmó; no estaba en mis convicciones, continuó reprochándome enojado. Titubeando, busqué la otra mirada; la intensa, la brillante y pícara. Con un gesto desestimó lo que estaba escuchando y negó con una sonrisa que mostró la complicidad que desde hacía días me ofrecía. Acarició mi cabello y rozó sus dedos sobre mi mejilla llorosa. El calor fue instantáneo, un arrullo en el regazo de mi madre después de una caída dolorosa, fue el beso de un amante mientras rendida en sus brazos permanecía extasiada y satisfecha; fue el orgasmo que te grita que estás viva. Él no habló mucho, sólo me recordó algunas escenas, pesados motivos para que siguiera probando de ese veneno gratificante. Me tiró encima las fotografías tomadas mientras erraba de camino y comparó mi rostro radiante con el que me mostraba el espejo que tenía enfrente. Aturdida por la confusión, tironeada por dos posiciones tan distintas, presioné sobre mis oídos para evitar lastimarme con palabras, los consejos de dos seres tan dispares eran dagas que me atravesaban; ninguno me ayudaba. Las alitas inquietas no dejaban de empujar los sermones, mientras el tridente del otro hincaba con prolijidad sobre ellos para arrancarlos dejándome heridas que difícilmente cicatrizarían. Traté de sacármelos de encima, de distraerme con el ritmo de los peatones; de imaginar que entre tantos aparecería; que la hora estaba confundida, que las agujas por algún efecto mágico se apresuraban, que la tierra giraba más rápido y sólo afectaba a ese lugar; el de nuestra cita. Uno me dijo; “ vendrá… espera a tu amante” El otro me dijo; “vete… estás a tiempo; él no te conviene” Una tosecita seca me regresó al rincón que me mantenía sujeta; la noche entrada había levantado las sillas sobre las mesas. Pagué la consumición, incómoda por otra mirada acusante; el mozo parecía molesto con mi presencia solitaria y el desgano que tuve al levantarme. Salí con los dos monstruitos taladrando mi cerebro, seguían con sus sugerencias, con sus consejos. Lágrimas heladas recorrieron mis mejillas, sin sal, sin vida; tal vez desangraba; comprendí que mi incertidumbre había sido innecesaria; que ni siquiera había podido decidir; otro lo había hecho. Me cubrí el frío enroscando mis brazos sobre el pecho vacío mientras escuchaba a alguien gritar que gané y a otro que perdí… ¡qué más da! Nunca lo sabré. Sólo sé que, sin culpas pero con un hueco profundo, camino por la avenida que tampoco me muestra salidas.
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Stella Maris Sanhueza
silvana press
Gracias por estar siempre Stella. Cariños
GLORIA MONSALVE
muchas otros deciden por nosotros, triste pero asi es, mientras nosotros nos debatimos entre un si o un no, el otro ya se ha adelantado a tomar su decicion y nos deja con un inmenso vacio de que fue lo que ha pasado, eso nos muestra tambien que muchas veces nos angustiamos demasiado ante la toma d euna decision cuando realmente no es necesario y la decision ya esta tomada...
grato leerte
abrazos silvana
silvana press
Gracias Gloria, cariños
MARCA
Un saludo!!!
silvana press
Un abrazo!
LAPIZ ESCRIBE
silvana press