La carta
Publicado en Jul 09, 2013
Ah, querida mía: estáis en todos lados, en mis más recónditos sueños húmedos y en mis pensamientos más profundos.
Eres como un cáncer que no mata pero que carcome el interior vacio de mi ser. Cuando pienso que te he dejado al fin de lado, apareces de las más insospechadas formas metafísicas para aclararme que no soy completamente libre de tu hechizo. Hace tantos años de aquella ocasión que ahora hasta me parece un sueño de lsd…. Pero eres real… ¿eres real? Me recuerdo eso al rememorar el momento en que quemaba tus fotos en una enorme hoguera en que también quemaba otras cosas más para después darle la espalda a aquella profana historia que nunca fue de amor. Estoy muy viejo para creer en el amor que profesan los jóvenes los unos por los otros, lo mío es conformismo por una vida cómoda y callada. Las aventuras de los amoríos juveniles nunca me vinieron a cuento ni siquiera cuando era joven y alocado como los demás. He invertido mi vida y mis sueños en proyectos que nunca termino, y los que termino los meto en un baúl oscuro y procuro olvidarlos para siempre como he hecho contigo. Pero apareces en miles de formas insospechadas: cada vez que creo haber borrado el dulzor de tu existencia alocada de mi alma, algo sucede que me trae de nuevo tu recuerdo a mí. Ahora mismo te estoy escribiendo sabiendo que nunca leerás esto, como nunca leíste nada de lo que he escrito en estos 20 años de carrera como escritor mediocre. Soy un fracaso en el amor. No tengo paciencia para los compromisos a largo plazo y a las mujeres parece no interesarles los hombres con problemas de insomnio crónico y con arranques de locura que suelta a través de una guitarra. Sabes que esa siempre han sido mis fallas. Más allá de las de los demás machos, que dados al futbol, las putas y las cervezas, lo mío siempre ha sido más peligroso e intangible que eso. Recuerdo que una vez me enseñaste como saber que a una mujer le gustaba. Te reíste ante mi completa falta de conocimiento de esas ciencias. Creías que a mi edad y a mi porte de caballero debía sumar también una cantidad de conquistas amorosas que no quería reconocer. Pero te diste cuenta muy bien que yo estoy más allá de esas cosas pueriles, que lo mío nunca fue tan terrenal como los deseos carnales ni el ansia de afecto de otros, y quisiste quedarte conmigo. Cuantas veces te dije que no te convenía... Ahora miro las horas pasar mientras sigo con mis experimentos extraños, mientras invoco demonios y planto en mi huerto mi propia comida y mi marihuana. Sabes que el contacto humano no es lo mío. No es miedo, ni asco por ellos, es simplemente que los demás me parecen tan frágiles e inocentes pese a que hay maldad en ellos, que imagino que entrar en su contacto es simplemente cruel para sus existencias alegres y cotidianas. Sabes que mi visión del mundo es amplia, que mi versión de la historia es otra y que mis placeres no son del todo carnales, sino mas bien metafísicos, y por eso mismo me siento más a gusto a solas que con otros. Una vez te mostraste curiosa por el tipo de empleo que tenía. Pudiendo tener uno mucho mejor, o simplemente no tenerlo, pues no necesitaba un sueldo para vivir, pero al oír mi explicación, más que aclararte las cosas te confundiste más aun. Y la grieta entre los dos iba creciendo como una herida dulce que nunca invitaba a mirarla de frente…. Siempre fuiste curiosa. Siempre quisiste saber más. Pero el conocimiento escrito no lo es todo comparado con el empírico. Debías tenerlo escrito de un libro de texto para analizarlo, pero las personas no son libros, y no puedes leerlas como a uno. Somos seres complejos que imaginan ser de un modo en que no son: el pobre cree en la pobreza, y el rico en la abundancia, y con esos paradigmas fundan sus vidas desde un comienzo. Yo creo en algo superior a esos términos, yo creo que el hombre es más que simplemente algo material…. Y heme acá. Solo en un día frio, sin música que logre animarme ni menos ponerme triste. Sombra de mis pasos, sonrisa una vez amada… ¿Cuántas veces reímos juntos? ¿Cuántas veces te dije: Mi amada? El tiempo no es cruel, las personas lo son porque quieren. Creíste ser cruel conmigo, yo imagino que ese fue tu consuelo vano: creer que podrías hacerme algún mal. No, no sufro, querida mía. El sufrimiento es el arte de religión, y no tengo una que me atonte los sentidos. Siempre he sido un hombre del zen y de las pipas… Pero no sufro... simplemente observo el frio horizonte sonriendo e imaginando que ahora, al fin, dices ser feliz.
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