Me despertó aquella madrugada, fue realmente encantador, escuchar su voz entre la penumbra de mi habitación, escuchar  su voz entonar una improvisada canción para mi, podría decir que aquella madrugada me enamoró su dulzura, su fantástica forma de enredarme entre palabras, que aún que sabía que no eran ciertas, amaba escuchar y que en algunos acasos amaba leer.
 
Encontré en su nombre el sinónimo a mi felicidad, mentiría totalmente si digo que era ajena a su interminable habilidad de mentir, pero me hacía feliz, y quien juzga a un corazón ilusionado. Ojos vendados.
Pude enamorarle también entre letras y palabras bonitas, pero era su juego no el mío, era su forma de conquistarme y preferí que fueran sus estrategias las que marcaran el destino de nuestro camino.
 
Pero termino tan pronto que no supe la dirección que tomó. Que fácil le resulto negociar con mi necesidad, pago la deuda que tenía mi corazón, que utopía resulta ver que me borro un mal y me creó otro.
Extraño sus labios, ciertamente es lo que más extraño, extraño sus anormales historias y sus alocadas excusas. Pero lo que nunca olvidaré es que me hizo sentirme acompañada aún cuando estaba sola.