El secreto del muro
Publicado en Jul 29, 2013
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EL SECRETO DEL
MURO
 
 
 
DANIEL GUIDO FERRARIS
 
 
 
 
 
ACLARACIÓN DEL AUTOR Las instituciones, empresas,  personajes, acciones y situaciones descriptos,  y que aparecen en esta obra, son producto de la ficción,  y cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.  
 
 
 
 
 
AÑO DEL COPYRIGHT 2013
ISBN 978-1-304-21131-6
DEDICATORIA
Para mis hijos.
A los que el amor que les
profeso,
me hizo encontrar fuerzas,
que no pensé que tenía.
Y cuyo  cariño, cuidado y
dedicación,
me permitieron llegar,
para cumplir algunos
designios,
establecidos por el Cielo.
Para mi compañera.
Porque su corazón es un nido,
donde siempre encuentran refugio,
mis pájaros de amor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Prólogo
 
Daniel Guido Ferraris es un escritor de Córdoba, Argentina, de profesión Abogado, al que las letras atraparon desde siempre, incursionando la poesía y los cuentos, en cuyos géneros ha obtenido algunas distinciones literarias. También la novela ha sido motivo de su interés, ya lo conocimos en su primera obra, El Oro de la yunga, donde con su estilo refinado y manejando con maestría el suspenso transporta al lector. Lo mismo ocurre con la presente novela El Secreto del Muro, cuya  narrativa, de lectura ágil, donde predominan la aventura, los sucesos policiales y los hechos históricos, dan lugar a espacios donde conviven  el análisis y la reflexión. El lector pasará, con seguridad, momentos amenos con la lectura de estas obras, a las que recomiendo especialmente.
 
Luis Eduardo Foá Torres
Escritor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
UNO
CIUDAD DE CÓRDOBA, ARGENTINA. DÉCADA DEL 2000
 Le costaba despertarse, abrir los ojos, enfocar la mente. Desde que recordaba, el comienzo y el resplandor del día lo perturbaban. Debía poner en juego toda su voluntad, para enfrentar ese momento. Además, el ajetreo propio de la mañana; la costumbre de la gente de moverse rápidamente por la casa, hablando fuerte y demandando todo tipo de cosas, como el desayuno, algún beso, ropa planchada o un pedazo del diario. Al levantarse, nunca sentía apetito. A decir verdad pocas veces comía con placer, su digestión era lenta e irregular, y corría pareja con el humor de su carácter, inclinado a la melancolía, con algún matiz de pesimismo. De allí, que habitualmente, solo bebía un café mientras fumaba el primer cigarrillo del día, después del cual se calzaba el saco y salía caminando rumbo a la Universidad Nacional, donde trabajaba desde que era joven.
Lo hizo ingresar un pariente que fue Secretario del Ministro de Educación, en ese remoto pasado, cuando él vivía en una antigua ciudad norteña, de su provincia natal, donde sus ancestros fueron familias fundadoras y aún gozaban de cierto valimiento; el suficiente como para conseguir puestos en la Administración Pública, nicho que defendían tenazmente por considerar que el país les debía esa renta, dado el esfuerzo de los antepasados por fundar primero y constituir después la Nación que a todos nos cobija.
La visión histórica de su estirpe, y la nostalgia de su terruño, constituían el  cimiento principal en la estructura de su personalidad. El sentía que allí, en la tierra de los abuelos de sus abuelos, quedó vagando una parte de su auténtica identidad. Allá sabían quién era, que representaba su familia, que servicios prestaron a La República. Muy diferente de lo que ocurría en esta Córdoba, enorme en todo sentido, imbuida de tradición, costumbres y cultura propia. Distinta de todas, personal como ninguna, donde un hombre como él era un eslabón más en la cadena universitaria, pese a sus méritos. Gracias a que pertenecía a una sangre vieja, le dieron ese puesto en la Biblioteca Mayor, pero nunca logró encumbrarse lo bastante o vincularse socialmente como él anhelara, en relación a su prosapia, puesto que el entretejido social de la provincia era complejo, casi inexpugnable, y por lo mismo, fuera del alcance de sus aspiraciones. Sin embargo tenía la total conciencia, que pese a las limitaciones que analizaba, hubo gracias a su traslado oportunidades que no hubiera tenido de no haber venido; como la posibilidad estudiar la carrera que le permitía sustentar a los suyos, trabajar en un lugar histórico, donde logró reconocimiento por su labor y un cargo de cierta jerarquía, en una institución afamada, de nivel internacional.
Envuelto en estos pensamientos salió de su vivienda; la había comprado hacía años, cuando repartieron La Estancia Vieja, propiedad de sus antepasados, que no pudieron conservar, porque eran muchos los herederos con participación sobre esas tierras. Con lo que le adjudicaron por la venta, adquirió en una zona marginal del Centro, un antiguo departamento, de esos que construían antes, grandes, con balcón a la calle y aposentó su familia. Su mujer también trabajaba de empleada provincial; y con casa propia, dos sueldos y unas costumbres medidas, pudieron hacer estudiar a los hijos y vivir con dignidad, cosa que a él lo llenaba de un sano orgullo.
Entró a La Casa de Trejo por la puerta principal, la del antiguo Rectorado. Siempre sentía una sensación de orden, jerarquía y disciplina al cruzar por esos viejos claustros, donde parecía que la historia se había detenido, con el  fin de perpetuar la solemnidad del lugar y el enorme tesoro cultural, científico y arquitectónico que representaba la edificación y la impronta de los Jesuitas. Tenía la impresión que aún perduraba entre los coloniales muros, la mítica de La Orden, adoptada como divisa por sus miembros y atribuida al propio San Ignacio: Ad Maiorem Dei Gloriam, “Para Mayor Gloria De Dios”…
-Buenos días Don Enrique, saludó uno de los Porteros.
-Hola mi hijo, contestó el aludido, continuando su camino sin más. Se dirigía hacia la Biblioteca Mayor, heredera directa de la Librería Grande del Colegio Máximo, fundado por los Jesuitas en 1613 durante la Colonia, lugar donde hizo una carrera respetable, ya que entró como aprendiz y hoy se desempeñaba como bibliotecario, nada menos que en “Los Incunables”, la sección más significativa y aristocrática de la misma, con importancia a nivel mundial, siendo una de las más notables sin duda, dentro de La América Hispana.
            Cuando ingresó en su Departamento, saludó mecánicamente  a varios empleados y se dirigió sin más a su oficina. Allí, su Secretaria le tenía preparado lo más urgente a resolver en los primeros momentos del día. Sabía que su jefe era organizado y con el tiempo habían logrado un sincronismo bastante cómodo; a ella le agradaba también el orden y se acostumbró al sistema vertical que tenía el señor Enrique: primero las prioridades y luego todo lo demás. De esa manera sus días eran regulares, con pocos sobresaltos y casi ningún imprevisto. A alguien podría parecerle aburrido, pero no a ella, que de esta forma siempre tenía algunos ratos libres que sabía aprovechar muy bien, dada su afición  a completar crucigramas, por lo que habitualmente en su cartera tenía ejemplares para resolver. Su jefe sabía de su entretenimiento, pero como no  impedían su labor, nunca le  puso obstáculos a su hoby. Mientras firmaba algunas notas y hacía las primeras llamadas del día, le sirvieron su consabido café, corto, fuerte y con una cucharita de azúcar. Gracias dijo automáticamente al ordenanza, y sacó un cigarrillo. La secretaria le arrimó un cenicero al tiempo que le recordaba que en horas de la mañana se presentaría una becaria, destinada a esa sección,  con el fin de especializarse en todo lo referido a los Incunables. La enviaban desde una Universidad Sudamericana, en relación a los convenios existentes entre estas Instituciones, con el fin de capacitar técnicos, que por sus méritos, habían ganado la posibilidad de hacer la especialidad, en un lugar con tradición en la materia, como era el caso de Córdoba.
- Bien, cuando llegue, preséntela en el Departamento y muéstrele su lugar de trabajo. Luego me la trae para conocerla. Comenzaremos a indicarle las tareas que desarrollará.
-Bueno, señor, contestó mientras se iba marchando. Al salir entornó la puerta del despacho para dejar a su jefe en mayor intimidad, sabía que él se sentía más a gusto de esa manera y ella cuidaba esos pequeños detalles, que los consideraba inherentes a su función.
Enrique Olmos abrió el cajón superior de un fichero de madera móvil que tenía al lado de su escritorio, y sacando de su interior una serie de fotografías, se puso a ordenarlas para escribir un esquema, con el que disertaría en una Biblioteca Pública, enclavada en un barrio viejo de la ciudad, el sábado siguiente, en horas de la tarde. Eran tareas que las hacía con gusto, porque le daban oportunidad de participar a la gente, acerca de curiosidades que habitualmente se desconocen, por ser muy puntuales o impregnadas de misterios y que no constituyen el saber ordinario de las personas. Por ello cada vez que era invitado a exponer en alguna institución, lo hacía con cierto tema novedoso basado en un libro raro o curioso.
Otras veces, elegía una incunábula o incunable, como más popularmente se los conoce. Se trata de los libros impresos desde el año 1450 dc hasta el Domingo de Pascua del año 1501 dc.  Su nombre tiene relación con la “infancia de la técnica” de hacer libros por un nuevo método llamado imprenta, vigente desde mediados del siglo XV, en la Alemania de Gutenberg y rápidamente diseminado por la Europa Occidental, desde donde se desparramó por todo el orbe, hermanado con la fabricación del papel, invento proveniente de China e introducido en occidente por los árabes, con el que pudo funcionar, en perfecta dupla, el genial invento del alemán, cambiando así, para siempre y para mejor, la difusión de las ideas, la ciencia y la cultura del mundo, ya que anteriormente los libros se escribían sobre pergamino.
Se trataba de cueros de becerro o de asno o cordero, curtidos y preparados para tal fin, a los que se sumaba el laborioso oficio de los copistas, los que lograban verdaderas obras de arte, de cada libro que transcribían. Pese a constituir una herramienta cultural, llegaban a pocas personas, quedando limitado su uso y reservado el saber, a una clase social determinada, por el poder que ejercía, o la posición que ostentaba, ya que cada ejemplar tenía un costo de fabricación que lo hacía inalcanzable para las clases sociales medias y bajas.
Otro tema de su agrado, sobre el que solía explayarse, eran los llamados “Incunables Americanos”, término o designación que hacía referencia a los libros impresos en América desde el siglo XVI, en que llegaron las primeras imprentas a estas tierras, lo que técnicamente deja a dichos libros, fuera de los estrictamente incunables, siendo una clase diferente de libro o una sub clase, muy importante incluso desde el punto de vista de su antigüedad, pero fuera de las premisas de lo que la bibliotecología, entiende y acepta como incunable.
La primer foto que puso ante su mirada, era la de Satanás. Un dibujo de aspecto amenazante incluido en el Códex Gigas, manuscrito medieval del siglo XIII, hecho por un Monje del Convento de Podlazice, sito en el territorio de la actual República Checa, también conocido como Libro Grande, ya que este pergamino, tiene unas dimensiones jamás alcanzadas por ningún otro, siendo sus medidas: de 92cm. X 50cm. X 22cm, con un peso de 75 Kilogramos.
Está escrito en Latín y la leyenda afirma que esta monumental obra fue realizada por este Monje del citado monasterio, quien fue condenado a morir, por haber cometido un horrendo crimen, con un suplicio temible: cual era  emparedar vivo al delincuente, levantando el muro ladrillo a ladrillo, con el reo atado en la pared, observando cómo avanzaba despacio pero inexorable la tarea del albañil, que finalmente lo dejaría aislado del mundo y sometido a una muerte lenta y sola, en un reducido y oscuro espacio que le serviría también cómo última morada.
Con el fin de eludir el tremebundo castigo, pidió que le conmuten la pena, a cambio de realizar, en tan solo una noche, una tarea prácticamente imposible, como manera de expiar sus pecados. Intentaría la transcripción de la Biblia y toda la sabiduría humana conocida hasta el momento. Para ello, le adicionaría diversos  escritos, referidos a curas medicinales, encantamientos mágicos, trabajos de historiadores y otros textos. De lograrlo, le quedaría al monasterio, un rédito adicional: consistente en la porción de gloria que le cabría, por haberse elaborado en su seno, una obra tan magna como la propuesta.
Esto la hace un objeto de una rareza y originalidad, que la ubica como única en su género, a tal punto que no se conoce ninguna otra Biblia que contenga en su interior, además de lo dicho, una imagen del Diablo y conjuros demoníacos.  Sus superiores deciden aplazar la sentencia dado el extravagante pedido del monje y le advierten que al amanecer del otro día, de no cumplir con lo prometido su fin sería ineludible.  Al adentrarse  la noche, el monje comienza a comprender la certeza de su derrota, llegando a la conclusión de que le falta demasiada tarea para poder cumplir lo acordado, y en su desesperación pide ayuda al Demonio. Este se la concede, con la condición de que estampe su imagen en la obra, por lo que la leyenda le atribuye a dicho manuscrito, un poder sobrenatural, dada la presencia del Ángel Caído en el libro Sagrado.  Se supone que el nombrado, guió la mano del fraile, para culminar la obra, por lo que se la consideraba una biblia tocada por el mal, a diferencia de las otras, en las que solo es Dios quien interviene,  inspirando  profetas y santos, para el enunciado de los evangelios.
El condenado cumple con su palabra y dibuja a Satanás en una de sus páginas, por lo que también se la conoce como “La Biblia del Diablo”. Su retrato nos muestra un ser entre mítico y monstruoso. Su cabeza armada de los infaltables cuernos. La lengua bífida, ocupa la negra caverna de su enorme boca, desbordando hacia afuera,  y sus puños están levantados en actitud beligerante. Su vestidura de armiño simboliza su poder, dejando ver parte de su cuerpo, ya que no está totalmente cubierto. Las poderosas pezuñas partidas y terminadas con enormes y afiladas uñas, lo muestran en toda su peligrosidad.
La tradición del Medioevo, está plasmada en el dibujo, al mostrarlo como un ser siniestro pero atrayente. Un burlista que usando el engaño, condena a los pecadores al eterno sufrimiento, aprovechándose de su debilidad espiritual y falta de conciencia que los llevó a pactar con él. Durante mucho tiempo el manuscrito fue considerado como la octava maravilla del mundo, tal es la calidad de sus dibujos y la belleza de sus Letras Capitales, todo realizado con tintas de colores de una luminosidad increíble por tratarse de productos tan antiguos.
Estaba Enrique escribiendo en un papel esta ayuda memoria para su disertación, cuando su secretaria golpea discretamente la puerta y pasa al interior de la oficina diciendo: señor, le presento Milagros Cardozo, la becaria que nos mandaron de la Universidad Nacional de Uruguay. Se levantó mecánicamente del asiento, con el fin de saludar la becaria, encontrándose con el rostro de una inteligente joven que le sonreía mientras le tendía la mano.
-Buen día  Licenciado, mucho gusto.
-Igualmente, contestó también con una sonrisa. Tome asiento, por favor le dijo, mientras le indicaba una silla.
-Bueno Milagros, cuando termines con el señor Enrique ubícame, así vemos la tarea con la que darás comienzo a tu primer día entre nosotros.
-Enseguida estoy con vos, Cristina, contestó la Uruguaya. Y a continuación dirigiéndose a su Jefe le preguntó: que es esa foto tan extraña, señor?
-Olmos se la alcanzó con un movimiento de su mano, con el fin de que ella pueda contemplar los detalles de la misma, al tiempo que contestaba la pregunta de la becaria: es una fotografía tomada de la Biblia del Diablo, donde se encuentra este retrato satánico.
- Y como es que está en una Biblia?
-El saber eso será tu primer tarea en este Instituto. Pídele a Cristina toda la bibliografía sobre el tema para que lo estudies, y luego te diré como ordenar una serie de imágenes digitales para ser reproducidas en una pantalla, con el fin de ilustrar una conferencia que daré. Trataremos en este año que estarás con nosotros de enseñarte no solo sobre los estrictamente incunables, sino que tengas una visión abarcativa acerca de los libros raros y curiosos que hacen a  la preparación  y la cultura general de un bibliotecario.
-Será fascinante introducirme en este mundo señor, pondré toda mi atención y esfuerzo, en estudiar para especializarme, así que si le parece voy a pedirle a Cristina lo que me indicó.
-Enrique asintió con un movimiento de cabeza y volvió su atención a la tarea que estaba desarrollando. 
Extrajo otra fotografía que mostraba el magnífico dibujo que también hizo el monje, del Reino del Cielo. La pintura estaba posicionada en la página opuesta a la figura satánica, seguramente para que con este juego de grafías, quedara claramente manifestada la dualidad, que existe en todos los planos de la creación. Aquí, apuntó en su esquema ayuda memoria, se manifiesta una vez más, la recurrente batalla entre el bien y el mal; el mundo de lo siniestro, propuesto por el malo, contra el esplendor y la gloria del reino celestial. La lucha por el dominio y la posesión del poder, en manos del Señor, pero disputado sin tregua por Lucifer, el Arcángel que cayó, embargado su espíritu,  por el pecado de soberbia.
            Dejó para el final de la charla su conclusión, acerca de quien se trataba y que hizo de su vida el Fraile escribiente. A su entender y de acuerdo con un sector de analistas históricos y exégetas calígrafos, el monje en cuestión no habría sido un delincuente, sino un místico; que por propia voluntad se aisló en una celda, para alejarse del mundo y su vanagloria, con el fin de intentar la iluminación a partir de la renuncia, el trabajo y la purificación. En este sentido, se propuso realizar una tarea ciclópea que le insumió toda la vida, de allí que la letra sea la misma de comienzo a fin, sin la participación o ayuda de nadie, y la tinta de la misma calidad a través de toda la obra. Para Enrique, el recluso, fue un religioso inspirado por el amor y el servicio y no como vulgarmente podría interpretarse, que el sacrificio consumado, fue para conseguir el perdón de sus pecados.
El Fraile habría intentado aportar algo suyo,  en favor de la redención del género humano. Para ello redactó una obra original, que el tiempo no pudiera destruir y con el claro intento de que la misma, alcance la inmortalidad. También pretendió señalar a través de su sacrificio, el sendero que debe fatigar el peregrino, cuyas pretensiones, sean las de entrar en la casa del Padre. Para ello este sacerdote, que siendo copista se convirtió en recluso, dedicó su vida a una obra, que pone de manifiesto toda la majestad del Creador, siempre triunfante ante las fuerzas de la oscuridad.
 Con ella le regaló a la posteridad, en un formato único y diseño absolutamente original, realizado con eximia mano, el antiguo mensaje de profetas y evangelistas; que en el iluminado libro, han dejado su experiencia espiritual y su enseñanza.
 
                                                          
                                   DOS
AÑO 1599. ARRIBO DE LOS JESUITAS A LA CÓRDOBA COLONIAL.
Era una clara mañana de otoño. El sol seguramente estaba contento, a juzgar por los festivos rayos, que el astro irradiaba; los que bajando desde el azul, acariciaban la aldea, en donde algunos árboles comenzaban a mostrar un cambio de tonalidad en sus hojas, como preanunciando que la pujanza del verano iría declinando, solo que lo haría de una forma suave y armoniosa, como lo dispone el clima de la región mediterránea, de agradables  temperaturas, en consonancia con la ondulante belleza del paisaje.
Dos Sacerdotes de negra sotana y sereno rostro, cruzan la Plaza Mayor. Veinte años atrás la había ordenado emplazar Don Lorenzo Suarez de Figueroa, junto con el trazado en damero de las setenta manzanas que la rodeaban, constituyendo el primer diseño urbano de la futura ciudad. A su vera, se construyó la Iglesia Catedral y el edificio del Cabildo, que era precisamente adonde se dirigían los mencionados religiosos, aquel 20 de marzo de 1599, connvocados a una reunión con las máximas Autoridades, con motivo de la donación que recibirían de un predio, a pocas cuadras de allí, consistente en una manzana completa, en donde años antes los Padres Franciscanos, con ayuda de los vecinos, habían construido una ermita y que ahora los Cabildantes querían entregar a los Jesuitas para que se instalen, con el fin de dar comienzo a su tarea. En ese solemne acto, el Padre Juan Romero, Rector, acepta la donación en representación de la Orden, y a partir de allí los esforzados soldados de Cristo, comienzan, la construcción no solo edilicia de la manzana, fundando la primer Casa de La Compañía, sino de un modelo misional, educativo, científico, técnico y artístico, que convirtió a Córdoba en un punto de referencia de mucha importancia, dentro de la organización social y la cultura de los Virreynatos Coloniales.
Se cumplió de esta manera un viejo anhelo de Ramírez de Velazco, Gobernador del Tucumán, quien por los años del 1590 ya había ordenado que los miembros de la Orden fundaran en Córdoba un asiento de su institución. En el mismo sentido quien fuera Obispo del Tucumán, Fray Fernando de Trejo y Sanabria, pese a que su asiento Diocesano estaba en Santiago del Estero, también pretendía, que Los Jesuitas, que ideológicamente comulgaban con su concepción filosófica y moral, de respeto y ayuda a los indios, y con su actitud organizativa y visionaria con respecto no solo de la región del Tucumán, sino de todo el Río de la Plata y el Paraguay, se instalaran en Córdoba, para lo cual depositó su confianza en esos Misioneros y en el futuro de la propia ciudad, como centro socio cultural y económico de la enorme región que de a poco se iba ensamblando, en lo que después resultaría el Virreynato.
El primer constructor y hacedor de esta magna obra fue el Provincial Diego de Torres, quien siguiendo el lema de Loyola, fundador de La Orden, quien dijo:”vayan y enciendan el mundo”, prendió en este lugar un fuego inextinguible,  que iluminó  la mente y el alma de los hombres, no solo de estos vastos territorios, sino el de territorios coloniales hermanos. Para hacerlo contó con el apoyo inestimable del Obispo Trejo, no solo en lo moral y espiritual, sino también en lo económico. Don Fernando de Trejo y Sanabria donó a la ciudad por intermedio de los Jesuitas la considerable suma de cuarenta mil pesos, equivalente a 5000 mulas o 200 esclavos, para construir una Casa de Estudios Superiores, por lo que se conoce a dicho establecimiento como “La Casa de Trejo”.
Lamentablemente el esclarecido religioso falleció en 1614, cuando los Jesuitas solo habían recibido el 25 % del total donado. No obstante La Compañía fiel a su compromiso, aportó los fondos necesarios para terminar la obra, sin dejar de reconocer a Trejo como su impulsor y fundador, aunque el destino solo le permitió conocer el comienzo del genial emprendimiento.
Sin esa unión entre el Obispo y los Educadores – que forjaron la universidad – no hubiera sido posible realizar un proyecto de tal envergadura, que entre otras cosas motivó el crecimiento y la importancia de la antigua aldea, dentro del país y aún del extranjero, a punto tal que su sobrenombre “La Docta” la identifica entre todas sus hermanas del territorio. El éxito educacional estuvo basado en un Modelo Educativo  y Pedagógico sumamente original, plasmado en el documento que regulaba esa actividad en La Compañía de Jesús, llamado La Ratio Studiorum, que entre otros adelantos, daba a los Rectores Jesuitas una amplia libertad para adaptar la técnica educativa y los planes de estudio según la idiosincrasia y necesidades de cada lugar, siguiendo el principio de San Ignacio  que indicaba “acomodarse a los lugares, tiempos y personas”, con lo que consiguieron un método altamente eficiente, demostrado en los logros obtenidos tanto en las casas de estudios, como en las reducciones indígenas a su cargo.
En la manzana donada por la ciudad, los Jesuitas tuvieron el honor de haber fundado, La Iglesia de la Compañía, El Noviciado, el Colegio del Monserrat y el Colegio Máximo, en el cual desde 1610 se iniciaron estudios superiores. En l622 se le confiere autorización para otorgar Títulos de Grado, por lo que el Padre Provincial Pedro de Oñate declaró públicamente inaugurada la Universidad. Con este aparentemente simple acto, se da nacimiento a la educación superior en el Virreynato, que por más de dos siglos, ostentó el privilegio de ser la única universidad en este lejano punto del mundo.
Este conjunto institucional, en donde se dio forma al sistema educativo y cultural de los jesuitas misioneros, ejerció una decisiva influencia en todos los asentamientos Coloniales del Virreynato y también en Sudamérica, ayudando a ilustrar e iluminar algunos de los grandes hombres que direccionaron el futuro de este sub continente, como también a elevar el conocimiento del habitante común, a través de las artes y oficios que supieron enseñarle, en las reducciones y las estancias a su cargo.
En este sentido, ya que fue a principio de 1608, se crea La Provincia Jesuítica del Paraguay, que abarcaba parte de los actuales territorios  de Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, quedando la misma a cargo del Provincial Diego de Torres, quien ejercía sus funciones desde Córdoba, Capital de la Provincia Jesuita y asentamiento de sus Autoridades y cuyo fin principal fue el trabajo a favor de los Indios, a partir de su Evangelización, pero sin descuidar la lucha a favor de la Justicia y la Educación para estos pueblos originarios.
El Padre Torres recibió del mismo General de la Orden, la recomendación de no usar a los Indios en Encomienda u otro Servilismo o Servicio Personal. Esta defensa inclaudicable del indígena, expuso a Los Jesuitas a la enemistad de los Encomenderos Españoles, quienes dejaron de apoyarlos económicamente, con la intención de hacer fracasar el proyecto.
Por ello y con el objeto no solo de subsistir, sino de hacer grande La Orden, el Padre Torres fundó y organizó Las Estancias de Córdoba, con cuyas rentas lograron el cometido que se habían propuesto: educar y civilizar al nativo y crear centros superiores de enseñanza en donde formar al habitante de estas comarcas. Si analizamos estos acontecimientos con una mirada civilizante, quizás pocas veces contempló el mundo una organización social tan original, eficiente y duradera. Su vida perduró por más de 150 años (1610 a 1768), sin ejercer coacción alguna sobre los nativos, pese a albergar más de 100,000 almas en las distintas Reducciones y al ataque constante de la invasiones Paulistas, en busca de riquezas y esclavos, para lo cual invadían a sangre y fuego las reducciones y cualquier asentamiento aborigen, favorecidos por los Encomenderos Españoles, a quienes no convenía el método Jesuita que les enseñaba a los indios a auto gobernarse, a trabajar, a ejercer artes y oficios y a defender los territorios que ocupaban, dándoles una vida de dignidad y desarrollo admirable, contrario a sus egoístas y espúreos intereses.
Para decirlo con las palabras de Voltaire: “La Civilización del Paraguay debida a los Jesuitas, parece ser en cierto modo el triunfo de la humanidad”. Allí Los Padres intentaron expiar la crueldad de los primeros conquistadores, amparando los pueblos de la rapiña Encomendera y la piratería Paulista.
En las más o menos 40 Reducciones que manejaban los Padres, se constituyó una organización conocida como “El Reino Jesuítico”, donde se realizaba una “Conquista Espiritual” diametralmente opuesta al sentido económico de las encomiendas, cuyo fin era someter al habitante originario a un trabajo esclavizante a favor de los Encomenderos Españoles, que se enriquecieron inmoralmente con el sometimiento del indio. Por el contrario, en las Reducciones, se elevó la humanidad de los aborígenes a través del trabajo, la música, las artes y muchas de las ciencias y oficios señeros de la época, por ejemplo la metalurgia o la fabricación de maquinarias, como relojes o la imprenta. Cabe señalar que la imprenta Guaranítica, creada en La Misión de Loreto, fue la primera en el Río de la Plata, después de la de Lima, que era la Capital del Virreynato del Perú. Su prensa la construyeron de madera autóctona, usando para imprimir, planchas de cobre grabadas a buril por los indios y tipos fabricados por ellos, adelantándose a la de Córdoba y la de Buenos Aires en muchísimos años.
Esta inmensa tarea la llevaron a cabo solo 77 frailes de La Orden, quienes en vez de la fuerza usaron para atraer la voluntad de los nativos, la educación y la tecnología que trasplantaron de una Europa más avanzada; y la enseñanza que les inculcaron, de un modelo asociativo, en donde se trabajaba medio día para la comunidad y medio día para sí mismo y además se prestaba ayuda solidaria al necesitado. Con respecto a la educación, se impartía en Guaraní y Español, imprimiendo los libros en esos idiomas. También acercaron el Latín al conocimiento aborigen y los postulantes a ser Sacerdotes de la Compañía tenían la obligación de conocer las lenguas nativas, para no destruir el acervo cultural indio, al hablarles en un idioma que no era el original. Debiendo explicar el catecismo y el mundo de lo sagrado en su lengua, para que no se pierda el idioma y a los fines de una correcta comprensión de lo enseñado. En ese sentido el Padre Barzana fue un experto conocedor de las lenguas indígenas, cuya obra ha trascendido geografías y tiempos volviéndose un pilar en la comunicación con el habitante original de la América Hispana.
Se esmeraron en imbuir en la conciencia del indio, el valor del trabajo y el estudio, en contraposición a la cultura de la “Indolencia Española” en donde “no hacer nada” era signo de nobleza e hidalgía. Las Colonias les quedaron deudoras para siempre, de los cimientos en que se apoyó la masa crítica del conocimiento, en que abrevaron los hombres, que forjaron su futura independencia, ya que muchos de ellos se formaron en las casas Jesuitas.
No olvidemos, que muchos de los Padres fueron cartógrafos, astrónomos, industriales, arquitectos, agrónomos y músicos, como Domingo Zípoli, quien desde Córdoba, le regaló al mundo composiciones musicales de excelencia.
Nos legaron una obra válida, para ese y cualquier tiempo, y el ejemplo de una cultura singular y distinta para la época, basada en sus originales métodos educativos y el aporte técnico, científico y artístico, que trajeron desde el mundo desarrollado de entonces, a estas lejanas tierras, donde sembraron en las mentes simples pero fértiles de sus habitantes, un cúmulo de conocimientos increíbles para su tiempo, desde la agricultura, que utilizaban en sus estancias y reducciones, en donde dieron trabajo y fueron escuela de oficios rurales. La industria, con la que formaron los primeros técnicos, enseñándoles la fabricación de mecanismos de precisión y otras maquinarias o herramientas, y el manejo y utilización del metal, en la fundición existente en la Estancia de Alta Gracia. Sin olvidar la creación de instrumentos musicales o el saber arquitectónico, muestra del cual hay a lo largo y ancho del territorio colonial.
Muy importantes fueron las escuelas de alfarería, de música y canto, herrería o talleres de tejidos, que formaron artistas y artesanos, que dieron respuesta a las necesidades del conjunto social de la época.
Una de las ciencias que más dominaron y en la que hicieron aportes significativos y de gran importancia, para la vida diaria de la población, fue la relacionada a la medicina y la herbolaria, consiguiendo logros notables para la época. El Padre José de Acosta, profesor del Colegio Máximo San Pablo, de Lima, Perú, dejó una obra de incalculable valor, al igual que el Padre Pedro Montenegro, cirujano y herbolario de fama internacional, quien desde el Paraguay escribió su famoso Tratado sobre las Plantas y los Árboles, con lo que ganó para la posteridad justa fama de sabio y conocedor de las plantas emparentadas con la curación. Más allá de los mencionados, en La Compañía militaron muchos hombres relacionados con el arte de curar, la cirujía, la herbolaria e incluso la alquimia. Hombres infatigables que nos dejaron una obra inmensa como el Padre Tomás Falkner, que Córdoba tuvo el honor de contar entre sus médicos y profesores.
En otro orden, quedarán para siempre en la memoria social y jurídica de estas tierras las célebres “Ordenanzas de Alfaro” (1611). Don Francisco de Alfaro,   designado por la Audiencia de Charcas como Visitador del Tucumán, atendiendo una denuncia que formulara el Obispo de Trejo y Sanabria, con el fin de revisar los excesos a que estaba sometido el indio, por parte de los Corregidores y los Encomenderos, invita al Padre Diego de Torres, a reunirse con él para tratar las medidas humanitarias que la Compañía usaba con los nativos, dentro de la Jurisdicción de los territorios de las Reducciones.
Dicho encuentro tuvo lugar en una Estancia cercana a Santa Fe en donde el Visitador y el Padre Torres, dieron forma a las célebres “Ordenanzas”, que constituyeron la primera defensa de los derechos humanos, que registra la historia. Entre otras cosas, en ella se reconoció al indio su condición de ser humano, por lo que su derecho a la vida y la dignidad debía ser respetada y protegida, lo que demuestra cabalmente que el ideario Jesuita, era luchar sin descanso contra la injusticia, comprometidos en lograr la promoción humana en todos sus ámbitos, por lo que intentaron dentro del denominado Reino Jesuítico, la construcción de una sociedad ideal, contrapuesto al bárbaro sistema esclavista de la encomienda, la mita y el servicio personal.
                        
                               
                       TRES
CIUDAD DE CORDOBA, ARGENTINA. DÉCADA DEL 2000
            -Permiso señor, dijo Enrique después de golpear y a continuación abrir la puerta de la oficina del Director del área donde trabajaba.
-Pase Olmos, pase, como anda?
-Bien señor, me mandó a llamar?
- Sí Licenciado. Quería ponerme de acuerdo con usted con respecto a la colocación de esos nuevos equipos de aire acondicionado.
-Ya se autorizó el pedido?
-Así es, y mañana a la tarde he citado la empresa que ganó la licitación, para que comiencen el trabajo.
-Entonces haré espacio en los lugares donde irán los aparatos.
-Perfecto Olmos, ponga gente a correr los muebles así despejamos el sitio para la obra, y de paso  no se ensucian los libros. Pero además le quería pedir, si no se puede quedar, mientras trabaja la empresa, no me gusta depender solo de Vigilancia para el cuidado del lugar, tenemos cosas únicas en la sección que merecen la máxima atención.
-No hay problema, señor, me quedo y de paso comprobaré que el aire refrigerado llegue correctamente a donde teníamos previsto. Hay algunos libros muy antiguos que necesitan de menor temperatura que la que tienen actualmente.
-De acuerdo entonces, usted tiene mi celular, me llama por cualquier consulta, lo dejaré prendido por si me necesita.
-Si no hay otra cuestión, me voy a buscar gente de maestranza, para que me ayuden con los muebles.
-Hasta luego Olmos.
            En lo que restó de la jornada, ocuparon el tiempo en correr el mobiliario que contenían colecciones completas de libros antiguos y raros, de paso se aprovechó también la mañana siguiente para limpiar los volúmenes y como siempre efectuar un repaso general de las obras y verificar su estado. Enrique quedó satisfecho de la inspección de ese sector, no obstante, le dictó a su secretaria algunas tareas a realizar, para después que estuviera terminada la instalación. Siempre hay cosas que atender, le comentó, y la empleada asintiendo tomó nota del pedido.
            La empresa había sido citada para después del horario de atención al público, no solo para no cortar el servicio, sino porque a esa hora, sin empleados en horario de trabajo y sin público solicitando libros o haciendo consultas, era más práctico para trabajar. La tarea no era sencilla ya que para agregar los aparatos de aire frío, no solo había que correr y trasladar pesados muebles y los libros, sino demoler partes de un antiguo muro colonial hecho a cal y canto, con gruesas piedras y ladrillones, aunque en años posteriores fue revocado para igualarlo con otras paredes, en uno de esos intentos standarizantes  a los que no escapa ningún departamento administrativo del Estado.
            El ruido de los golpes de las masas sobre los cortafierros, era ensordecedor, sin embargo el muro no cedía fácilmente. Fue construido con materiales nobles de la época y con una anchura impensable en el presente, lo que exigía que los obreros se esforzaran al máximo. La labor avanzaba lenta y el cansancio se iba notando en los rostros de los albañiles; en determinado momento, se escuchó un sonido como si un hierro golpeara contra otro.
Ante esto Enrique que se hallaba en el lugar, prestó atención, y los obreros fueron descubriendo entre el polvillo de la demolición y la estructura de la pared, un objeto de hierro parecido a una caja de mediano tamaño, que se hallaba empotrada donde estaban derribando. Cuando lograron arrancarla de su posición para ponerla en el suelo, Enrique les indicó que la depositen al lado de un mueble de gran tamaño que estaba en las inmediaciones. Al llevarla constataron que no era muy pesada, pero Enrique no le dio importancia al hallazgo y los apuró a continuar dado que el tiempo apremiaba, por lo que los empleados dejaron de interesarse en el objeto, que quedó fuera de su vista, pero no de la del bibliotecario, que la miraba disimuladamente para no incentivar la curiosidad y la memoria de la gente.
            Pese a trabajar toda la noche, aún no habían terminado la colocación de los artefactos, pero Enrique Olmos combinó con el capataz  para que continuaran al otro día a la misma hora, por ser la más conveniente. Olmos tenía apuro en que la empresa se retirara del lugar, antes de que llegaran los empleados de la biblioteca. El motivo era que pensaba ocultar a sus superiores el descubrimiento del contenedor de hierro, que había hecho desplazar del paso y ubicar cerca del mueble, en donde pensaba esconderlo, para luego en soledad abrirla y constatar lo que existía en su interior.
Algo le decía que este hallazgo era quizá la cosa más importante que le había acontecido en toda su vida, y pensaba investigar a fondo que contenía sin dar noticia de él a nadie. Mientras forcejeaba con el objeto para guardarlo dentro del mueble, no dejó de sentir un cargo de conciencia por lo que estaba haciendo. Siempre fue un funcionario correcto, pero en esta ocasión la ambición por lo que pudiera estar encerrado allí, sumado a un cierto resentimiento social que a veces lo acosaba, le hicieron dejar de lado rápidamente lo que su interior le reclamaba, y se concentró en esconder, de manera que quedara disimulada entre los libros, la caja misteriosa, que no quiso abrir, de miedo a no contar con tiempo suficiente, para lograr su cometido sin que alguien lo advierta.
Apenas terminó de ocultar su tesoro, se marchó a su casa para asearse y regresar inmediatamente al lugar de trabajo.  Quería estar antes que nadie, para direccionar la actividad de los empleados lejos del mueble. Una vez organizada la tarea del día saldría un rato, tomaría un taxi y se dirigiría a una ferretería lejos de la biblioteca con el fin de comprar algunas herramientas con las que abrir la caja.
 De hecho ignoraba cuanta resistencia opondría la tapa para ceder, por lo que hizo mentalmente una lista de varios elementos con los que ayudarse. Luego escondería la compra, a la que haría envolver como un regalo, para no despertar sospechas, en su mueble personal de la oficina, para cuando esa noche terminaran de trabajar los empleados, ponerse de lleno en la tarea de abrir el objeto y comprobar su contenido.
            Calculaba que la empresa demoraría menos horas que el día anterior, dado que gran parte del trabajo estaba hecho, con lo que dispondría de tiempo suficiente para realizar la tarea, aunque la hiciera solo. La curiosidad y la impaciencia lo tenían desvelado, pese a que no pudo dormir la noche antes, pero se dijo que una vez que estuviera tranquilo en su oficina, le diría a su secretaria que no lo moleste de no ser por algo urgente, y trataría de dormitar un rato de sentado, para no estar tan cansado por la noche, ya que sabía que debía permanecer despierto para desentrañar el misterio del muro, antes del horario de trabajo y el consiguiente arribo de los empleados a la biblioteca.
            Por la noche, uno de los obreros de la empresa que estaba trabajando, le preguntó por el objeto de hierro que habían sacado del muro. Olmos con su mejor cara de indiferencia, le contestó que era una caja vacía, y que la hizo remover con gente de maestranza. El albañil apuntó que estaba bien conservada y Enrique le dijo que así era, ya que fue construida de hierro, pero que al revisarla y ver que no contenía nada en su interior y que además estaba medio oxidada, pensó que no tenía utilidad guardarla, por lo que la hizo sacar. A continuación extrajo el paquete de cigarrillos y convidándole uno a su interlocutor, mientras le daba fuego, le preguntó por el campeonato nacional de futbol que se estaba disputando, acotando que a su entender Boca tenía la mejor chance, con lo que desvió el rumbo de la conversación hacia una dirección más conveniente para él.
            Aparte de esta situación de la que salió airoso, no fue importunado por nadie más, indudablemente el haber actuado con rapidez y frialdad, hizo que ninguno prestara demasiada atención a un hecho, incluso inusual en la vida diaria de un obrero, generalmente alejados de los acontecimientos históricos o culturales y sin mucha aproximación al mundo intelectual. Siendo las tres de la mañana, dieron por terminada la colocación, la que fue probada e inspeccionada a fondo por Olmos, no solo porque estaba para eso, sino porque su principal interés era que esa gente no volviera al lugar. Se despidió afablemente de todos y los hizo acompañar hasta la salida por la vigilancia, a los cuales les indicó que no era necesario que vuelvan, y que podían retirarse a descansar.
Al quedar solo, prendió un cigarrillo, no solo para serenarse y tomar fuerzas, sino incluso para esperar un tiempo prudencial, no fuera a ser que alguien regresara por cualquier motivo. Cuando le pareció que era oportuno, se encaminó al mueble en donde había guardado la caja, la sacó de su escondite, y munido con las herramientas que compró, comenzó la tarea de abrir la puerta de la misma, para lo cual comenzó a hacerle fuerza con un punzón de acero, al que metía entre la puerta y el marco del objeto, hasta que de pronto el viejo cierre cedió con un chasquido y esta se abrió, mostrando su secreto, consistente en un contenedor más pequeño.
Al sacarlo observó que era de plomo, de forma rectangular y con una tapa de igual material, que cerraba el mismo a presión por su parte superior. El corazón le galopaba de manera frenética dentro del pecho, a tal punto que paró un momento lo que estaba haciendo, aunque dejó su mano sobre la tapa con la intención de sacarla, para ver lo que encerraba el curioso y raro objeto que tenía entre manos. Tras una larga inspiración, con un movimiento enérgico de su mano la tapa cedió, mostrando el interior. Al mirar, Enrique vio lo que parecía ser un manuscrito, al que extrajo con todo cuidado y de la misma forma desenrolló, constatando que efectivamente se trataba de un escrito.
Observó que el mismo era vetusto, escrito con caracteres en español antiguo, con pluma y tinta de la época, y perfectamente conservado, dado el método utilizado, consistente en guardarlo dentro de un contenedor aislante, como es el plomo, de la humedad y los insectos.
            Su mente trabajaba a toda velocidad. Decidió que no podía darse el lujo de estudiar el documento en ese momento, como era su deseo; había otras cosas urgentes que hacer, por lo que puso el mismo en un sobre de papel,  al que guardó en un cajón de su escritorio con llave. Hecho esto, buscó dos bolsas de consorcio en el depósito donde los ordenanzas guardan sus elementos, y poniéndolas juntas para que soporten peso sin romperse, colocó en ellas la caja de hierro y la de plomo, envueltas en papel para que no hagan ruido, y con un rápido movimiento cargó el peso sobre su hombro derecho, echando a caminar hacia la puerta.
Al llegar a la misma, el vigilancia le preguntó si lo ayudaba, a lo que Olmos respondió negativamente y mientras le habrían, comentó que estaba sacando unos sobrantes de material liviano, que inadvertidamente la gente de la empresa olvidó, y que ahora que él se iba a su casa lo pondría en el sitio donde los retira la empresa de limpieza, así al otro día su oficina estaría en orden. Al cerrarse la puerta a sus espaldas, se dirigió a la esquina en busca de un taxi, cuando pasó el primero, lo tomó, y le dio una dirección cercana a su domicilio, donde descendió y cuando el transporte se alejó fue hasta el lugar donde los vecinos depositan las bolsas basura y acomodó la suya entre  ellas, hecho lo cual comenzó a caminar hacia su vivienda, con la idea de descansar dos horas antes de regresar.
                                                       
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                               
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CUATRO
AÑO 1799.  REINO DE ESPAÑA
El frío cayó impiadoso sobre la ciudad, hacía días y más días que la baja temperatura mordía como un lobo las carnes del pueblo, sin embargo un hombre caminaba esa noche con paso decidido, rumbo a la residencia que dejaba pasar por entre las cortinas, la luz encendida en su interior.
-Señor, el Padre Maldonado ha llegado.
-Que pase.
El monje hizo su entrada a la sala agradablemente caldeada, por un fuego de gruesos troncos que se quemaban en la estufa, en cuya cercanía se encontraba sentado en un sillón,  Don Juan José de Vertiz y Salcedo.
-Buenas noches, mi Señor.
-Buenas también las tenga usted, Reverendo Padre.
-Acudí a su llamado tan pronto como pude, me dijeron que quería hablar conmigo, dijo mientras se sacaba el grueso abrigo que cubría su cuerpo y lo depositaba sobre el respaldo de una silla.
-Siéntese cerca mío y de este fuego Padre, que hace mucho frío hoy, o al menos así me lo parece. Serán los años y los achaques que me han vuelto cobarde al mal tiempo, así que no me animé a ir hasta el Convento, por eso le pedí que viniera.
-Hizo usted bien Don Juan José. Sabe que puede contar conmigo para lo que necesite. Debe cuidarse de los golpes de frío, así que cuénteme lo que quiera decirme, que lo escucho.
-No se trata de una confesión Padre, solo que últimamente he reflexionado bastante sobre acontecimientos importantes de mi vida, y quiero analizarlos con un hombre de vuestra valía, para ordenar mis pensamientos.
-Estoy a vuestra disposición Señor, contestó, al tiempo que se arrellanaba buscando comodidad para el cuerpo. Supo que la conversación sería larga. Iba a dialogar con un hombre que ostentó dignidades tan altas como ser Comendador de la Orden de Calatrava, Teniente General del Ejército Español, Gobernador de Buenos Aires y Virrey del Río de la Plata, por lo que necesariamente su vida estaría jalonada de hechos y situaciones extraordinarios, muchos de los cuales él conocía, pero ahora el Virrey quería cavilar sobre ellos y lo había convocado como su interlocutor, lo que además del honor que esto implicaba, sintió que justificaba los muchos cansancios que le produjeron las especulaciones y lecturas  acerca del espíritu humano, que le dieron fama de sabio y consejero entre sus pares.
-Hay algunos fantasmas que me visitan Padre, he tratado de echarlos, como lo hacía de más joven, pero se ve que mis fuerzas han disminuido, porque no se van.
-Los hombres sufrimos esas apariciones. Son visiones quiméricas que nos asaltan, generalmente elaboradas por nuestra propia mente. A veces provienen del dolor y la culpa, y otras de las decepciones, y más si nuestra vida fue cargada de responsabilidades o tareas excepcionales. Hay otras que provienen del amor, sobre todo si este se mostró esquivo o se derrumbó por falta de sustento.
-Ojalá que mis desvelos fueran por Venus, Padre..! No, el ejercicio del poder nos pone ante hechos o circunstancias, en las que a veces las decisiones que tomamos nos acompañan toda la vida.
-Seguro que a un hombre de vuestra posición no le habrán faltado sinsabores. Porqué no me los cuenta, Don Juan José. Quizá entre los dos hallemos el argumento cabal, que expulse esas sombras del pasado.
-Uno tiene que ver con mi carrera militar. Pese a la alta jerarquía con la que me honró su Majestad, no fui lo suficientemente efectivo al combatir los Portugueses que invadían la Colonia del Sacramento. Finalmente fue Don Pedro de Cevallos quien al mando de su ejército los expulsó definitivamente de la Banda Oriental, acontecimiento que me llenó el corazón de amargura, no contra Cevallos, sino de mi propio ser, que no estuvo a la altura del rango que ostentaba.
El anciano Virrey calló, con la mirada perdida en quien sabe que recuerdo, por lo que el Padre Maldonado tomó la palabra diciendo:
-Me hablasteis de fantasmas, Señor. Contadme acerca de los otros, así puedo tener una idea más redonda de vuestro pesar.
-Cuando la sublevación de Tupac Amaru, remití tropas y pertrechos militares al Alto Perú, con el fin de sofocar la insurrección. De ella debo deciros, fue la más grande y con mucho la más importante que soportó la Corona, en toda la América Española.
Mis subordinados cometieron enormes excesos en el cumplimiento de su misión, sembrando la muerte y el terror a lo largo de la región aliada al indio, no solo por el temor que sentían de que se derrumbara el dominio colonial hispano, sino también a modo de escarmiento, para que no se repitieran los alzamientos. Pese a esto, no castigué a los infractores, según lo establecían las propias Leyes de Indias y una sana interpretación de la ética de la guerra, y hoy me pesan esas decisiones.
Se hizo un silencio luego del último relato, solo interrumpido por el crepitar del fuego. El Sacerdote tomó la palabra cortando la pesadez que reinaba en el ambiente:
-Los hechos históricos deben ser juzgados por las generaciones futuras, dado que las contemporáneas, no poseen la enjundia ni el discernimiento necesario para hacerlo. Por supuesto siempre es Dios quien tiene el superior criterio para ello, por lo que os aconsejo os remitáis a su benevolencia y no tratéis de juzgaros a vos mismo, sino de pedir perdón.
Además tratad de perdonaros a vos mismo, si en algo faltasteis en el cumplimiento del deber o en lo moral, según lo dicte vuestra consciencia, como cristiano viejo que sois.
-No pensáis que sería impropio que yo mismo me perdone, Padre?
-No, si igualmente perdonáis de todo corazón, a los que puedan averos perjudicado.
De cualquier manera también debemos poner en la balanza otros acontecimientos. Por lo que conozco de vuestra función en Las Indias, sé que tuvisteis un desempeño tan admirable y fueron tan notorias vuestra honestidad e integridad, que la Corona de España os eximió del Juicio de Residencia, obligatorio para todo funcionario al cese de su mandato.
-Es verdad Reverendo, os agradezco que me lo hayáis recordado, me hace bien escuchar una voz amiga en estos momentos…!
-No se trata de amistad Don Juan José, sino de ponderación.  Por lo que sé, vuestro extenso Gobierno se caracterizó por una administración eficiente y honesta. Luchasteis por la cultura y la moral de los pueblos a vuestro cargo. Extendisteis las fronteras fundando ciudades y fuertes y llevando civilización en esas desoladas comarcas, y os ocupasteis como nadie de la salud de los habitantes.
-Me gustaría que estuviera escuchando vuestro elogio, mi médico y amigo Miguel O Gorman, con quien fundé el Protomedicato, para combatir el ejercicio ilegal de la Medicina y asegurar el futuro de la Salud Pública, institucionalizándola. Dentro de sus tareas, estaba el examen de personas como Boticarios y Sangradores, para tener la seguridad de que contaban con capacidad suficiente, para desempeñarse como auxiliares necesarios de la labor médica.
-Sabía de la creación de ese instituto, basado en el que rige en nuestra tierra. Porque no me contáis en profundidad los beneficios que aportó al Virreynato, ya que la salud del pueblo, es una preocupación principal del buen gobernante.
-Gorman llegó a esas tierras con las tropas con que Don Pedro de Cevallos, primer Virrey, expulsó a los Portugueses, y se convirtió en su médico personal. Al firmarse la paz, se estableció en Buenos Aires para ejercer su profesión y también se convirtió en el mío.
Cuando Su Majestad me designó como reemplazante de Don Pedro, en el cargo de Virrey, lo designé Protomédico del Tribunal del Protomedicato, que creé, instituyéndolo como la suprema autoridad médica y sanitaria del territorio, cargo que aún desempeña y en donde desarrolló una valiosa actividad.
-Y porqué causa creasteis el Tribunal? Estaba desatendido el sistema sanitario?
-Al ser expulsados Los Jesuitas de los territorios dependientes de La Corona Española, se produjo un enorme vacío en el quehacer colonial, que tratamos de llenar con estas y otras medidas.
-Contadme más, os lo ruego Señor..! Sé que grandes dificultades trajo a esas tierras la expulsión de La Compañía.
-El impacto fue tremendo en todos los órdenes. Los Padres allegaron a esa parte del mundo, todos los adelantos científicos, filosóficos y culturales de la vieja Europa y los adaptaron y en muchos casos los mejoraron.  Pero volvamos a la parte salud, que tratamos de organizar con la creación del Tribunal..!
-En efecto decíais que Gorman fue un elemento de mucho valor en ese campo.
-Así es. El Virreynato tras la expulsión, había quedado huérfano de gente capacitada para cuidar de la salud de la población. La Orden hizo un aporte fundamental en este rubro desde que se establecieron en su territorio, alrededor de 1585, ya que a los conocimientos que trajeron de su tierra, los amalgamaron sabiamente con la herbolaria indígena y las prácticas que observaron de los nativos que resultaban eficaces, sobresaliendo de entre ellos las figuras de los Padres Pedro Montenegro, quien fue autor de la Materia Médica Misionera, considerada el primer tratado médico del Virreynato, en donde enseña entre otras cosas, las propiedades curativas de las plantas y los principios de la cirujía. Llegó a incursionar incluso en las patologías mentales, a las cuales aportó originales tratamientos.
Segismundo Aperger, quien con riesgo de su propia vida combatió una cruel epidemia de peste que asoló la Ciudad de Córdoba y la Estancia de Alta Gracia, con remedios traídos de Europa y yerbas medicinales autóctonas, cuyas esencias y cualidades manejaba con pericia, salvando con su ciencia y dedicación la vida de tanta gente, que el Cabildo y La Iglesia, le agradecieron su entrega y el valor que demostró ante tan grave emergencia.
Por último os contaré del Padre Tomás Falkner, matemático, explorador y paleontólogo destacadísimo, naturalista y botánico; entre otras cosas instaló la primer botica que existió en la ciudad.  Era considerado el más grande médico de las Gobernaciones Coloniales, a tal punto que las personas recorrían enormes distancias, con el objeto de ser tratadas por este eminente científico, que vivía en Córdoba, donde profundizó la botánica con fines farmacéuticos y escribió un extenso tratado acerca de las drogas que se obtienen de las plantas.
-Era matemático además de médico…?
-Estudió con Newton, de quien fue discípulo distinguido, y creó en Córdoba la cátedra de Matemáticas, disciplina que explicó con gran solvencia.
-Supongo que no habrán sido los únicos…?
-Si tuviera que contaros lo que sé de cada uno de ellos, me haría falta una semana. Baste deciros que los Padres eran expertos en todas las ciencias, artes y oficios; en el saber y el desempeño médico fueron extraordinarios, a punto tal que no solo crearon la Escuela de Enfermería, sino que instituyeron “El Curuzuyá”; cuya traducción sería “el que lleva la cruz”, un nativo al que enseñaban aspectos prácticos para el tratamiento de las enfermedades y la confección de medicamentos, que recorrían los pueblos constatando el estado de los enfermos y proveyéndolos de medicina, informando luego al Sacerdote con el que trabajaban.
 De esta forma un solo médico, podía atender con la ayuda de sus auxiliares, muchas personas y recorrer a través de ellos enormes extensiones, que de otra manera carecían de cuidados sanitarios.
- Serían botánicos y naturalistas si se valían tanto de plantas..?
-Médicos, botánicos, herbolarios y muchos de ellos alquimistas, que dejaron a lo largo de toda la América Española, no solo en el Río de la Plata, una obra científica de incalculable valor. En lo referido a la salud, cuando se marcharon, tuvimos que recomenzar la tarea dejada por ellos y de allí la creación del Protomedicato, para fomentar la sanidad pública y capacitar a futuros médicos y auxiliares.
-Una gran obra Mi Señor, con razón os llamaban el Virrey de Las Luminarias.
-Ese mote responde, en parte, a todas las obras que realicé, para transformar la primitiva aldea colonial que era Buenos Aires, en una ciudad con aspiraciones de Capital Virreynal.  Sin embargo debo confesaros que lo logré, en gran medida por los fondos y la riqueza que dejaron los Jesuitas al marcharse.
-Cual fue la causa por la que Su Majestad los expulsó? Si es que la conocéis, Señor.
- No la conozco y creo que ninguno lo sabe. Carlos III adujo:” que las razones las guardaba en su Real pecho” y ese misterio jamás se develó, a menos que yo sepa.
Pero volviendo a los bienes que dejó La Compañía; yo hice una administración correcta de ellos y supe rodearme de gente competente, con la que iluminamos la ciudad, le dimos suministro de agua, abrimos colegios, socorrimos huérfanos, nos ocupamos de los pobres.  Creamos instituciones como la imprenta, y la aduana, una plaza para corrida de toros y el teatro. Nos propusimos atender la salud y lo hicimos. También luchamos contra la corrupción, la prostitución y el contrabando.
-En el balance, todo ello entrará en el haber de Dios, Don Juan José. Espantad esas alucinaciones que vuelven de forma recurrente a vuestro espíritu, que sin duda fuisteis un hombre de bien. Pedid perdón y luz para entender los errores y faltas cometidas, que son pocos los hombres que no las padecen, ya que no tenemos la perfección de nuestro Señor Jesucristo.
Llegado a este punto de su discurso guardó silencio, porque se dio cuenta que el viejo gobernante se estaba quedando dormido mirando el fuego, sin duda fatigado de recordar tantas cosas. Recogió su abrigo de la silla y se marchó sin ruido, pensando que el desempeño en el poder, no es solo la gloria que apareja su lucimiento, sino que suele venir acompañado de responsabilidad civil y sobre todo moral, por los actos que acometemos.
 A veces se transforma en una carga difícil de acomodar en los lomos de la conciencia, más aun si estamos caminando por la vereda del último invierno, hacia la cita impostergable que todo hombre, cualquiera sea su condición, tiene fijada en el más allá, donde los adornos y las honras que conseguimos o que la sociedad o el poder nos confieren, carecen de valor.
 
 
                                                 
                                                        
 
                                                       
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
QUINTO
AÑO 1699, LA QUINTA SANTA ANA.
Esa semana el Padre Olegario Oroz no lograba que el día le alcanzara, necesitaba que tuviera cuarenta horas y solo contaba con veinticuatro. Era fecha de exámenes en el Colegio Máximo, y en esos días la institución transitaba un ritmo que no era el habitual. Los estudiantes requerían atención y explicaciones acerca de los temas sobre los que serían evaluados.
Los profesores no daban abasto entre las pruebas y la enseñanza adicional, por lo que él como Rector, trataba de multiplicarse junto con los Padres Coadjutores, para llenar todos los vacíos posibles. A todo ello se sumaba que los herederos de Doña Ana Caballero de Luna y Cárdenas esperaban una respuesta, por el ofrecimiento que hicieron al Colegio, de venderle una quinta de su propiedad, cercana al mismo, y que él aspiraba adquirir, por considerarla un complemento que le faltaba a la casa de estudios.
Antes de tomar una decisión final, debía consultar con el Padre Provincial ya que su consentimiento era necesario. Así que pese a la mucha tarea que tenía, se dirigía hacia esa sala atestada de libros, documentos, memoriales, planos y solicitudes y demás cosas casi imposibles de clasificar, que esperaban, guardando un cierto orden, de las resoluciones y dictámenes que caerían sobre ellas, en las mesas de algarrobo, estantes  y muebles de arrime, que se encontraban contra las paredes del vasto despacho, que ocupaba la máxima autoridad de La Provincia Jesuítica del Paraguay, cuya sede gubernativa estaba en la Ciudad de Córdoba, en un edificio vecino al del Colegio, dentro de la manzana que la gente comenzó a denominar: de los Jesuitas.
El Padre Oroz fue introducido de inmediato en presencia de su Superior, que levantó la vista de un plano que estudiaba y sonriendo le dijo:
-Me comentaron que los Cárdenas tienen apuro, es verdad Padre?
-Efectivamente, Reverendo.
-Cuál es el monto final de la venta? Han llegado a algún entendimiento?
-Acordamos la suma de Ciento Cincuenta Pesos, si Vuestra Reverencia lo autoriza.
-Me parece un monto justo, y de cuanto disponéis Padre?
-He reunido todo el dinero, por lo que no precisaré ayuda en ese sentido.
-Mejor no puede ser la noticia. Justamente estaba estudiando unos planos de la Estancia de La Candelaria. Es necesario dinero para agrandar los corrales de encierro y el tajamar. La producción de mulas ha ido en constante crecimiento y las primeras instalaciones ya no son suficientes. Afortunadamente esos pastizales están enclavados en una serranía rica en piedra para la construcción. También la acequias requieren ser agrandadas en algunos sectores y limpiadas, hace un año que no lo hacemos y el agua comienza a fluir más despacio.
-El tráfico de mercaderías al Alto Perú demanda cada vez más animales de carga por lo que veo.
-Cada año se incrementa más, lo que nos conviene. Nos hemos convertido en uno de los proveedores más importantes de mulares en el territorio. Lo único en contra son los malones. Los indios del lugar son guerreros bravos, y no nos quieren en la comarca, por lo que la construcción de La Candelaria es más parecida a un fortín que a un Santuario.
-Ya vendrán años menos duros..! Entonces, cuento con vuestro consentimiento para la compra, Reverendo…?
-Si Padre, adquirid la quinta, los estudiantes también necesitan distracción y esparcimiento, al igual que los Profesores.
-Santa Ana prestará además de ese beneficio, otros igualmente útiles, dado que posee riego y un molino de moler trigo. Nos servirá para proveer de frutas y verduras a los internados y harina para cocer pan. También posee un Oratorio sencillo con una imagen de la Santa, que una vez acomodado, lo destinaremos para celebrar la Santa Misa y Evangelizar a los indios vecinos del lugar.
-En quien habéis pensado para dejar a cargo de este nuevo emprendimiento?
-Si Vuestra Reverencia está de acuerdo, he pensado en el Padre Roberto Bianco.
-Es hombre de profunda inclinación religiosa, y viene precedido de fama de excelente médico y naturalista, arte del que estamos muy precisados en estas tierras.
-Amén de esta razón, oportuna por cierto, había pensado en ese destino para el Padre Roberto, dado que en la quinta podrá sembrar todo tipo de especies de plantas y yerbas para uso medicinal. No solo la botánica ocupa el saber del Padre. La herbolaria e incluso la alquimia son disciplinas sobre las que ejerce  dominio, amén de la medicina, de cuyo colegio es un distinguido miembro.
-A propósito de esto, una historia acompaña la figura del Padre Roberto. Dicen que su abuelo o el padre de este, ya no lo recuerdo, trabajaba en la Corte de Francia con Renato el Florentino. Y como se estilaba entonces, los conocimientos solían pasarlos de padres a hijos. Entiendo que el padre de Roberto Bianco fue un químico de renombre en su ciudad, donde fundó una botica, en la que dispensaba remedios y elaboraba fórmulas magistrales solicitadas por los galenos.
-Renato, no era el perfumista de Catalina de Médicis..?
-Efectivamente Padre, y como sabéis fue un  químico, en cuya casa se fabricaban ungüentos, perfumes y cosméticos. Aunque corrían rumores de que al ser usados por alguno de sus destinatarios, si eran enemigos de la Médicis, al poco tiempo presentaban síntomas de repentinas enfermedades que los llevaban a la muerte.
-He oído sobre ello, pero el antepasado del Padre habrá muerto hace muchos años, y espero que sus sucesores no hayan continuado el estudio de los venenos.
-Desde ya..! Lo que acabo de contaros es solo una anécdota, y lo que quiero deciros, es que seguramente el Padre Roberto desciende de una familia de científicos interesados en esa disciplina, y por lo que sabemos, también se inclina hacia la herbolaria y la medicina.  Por lo que veo de gran provecho que lo destinéis a prestar servicio en la Quinta Santa Ana, donde además de ocuparse de las obras de Dios, podrá sembrar sus plantas y practicar su ciencia.
            Tal como acordaron el Superior Provincial con el Rector del Colegio Máximo, el Padre Roberto fue destinado como Sacerdote encargado de la Quinta Santa Ana. Desembarcó en ese destino, una mañana bien temprano, provisto de herramientas de mano y dos indios, un carro grande para todo menester y dos mulas mansas para carga y tiro y comenzaron las tareas de reconstrucción y limpieza, dado que el estado de la propiedad así lo requería, por su abandono durante largo tiempo.
Tras una ardua tarea, en la que demandaron ayuda de otros indios vecinos, pusieron en condiciones la casita existente en el lugar y a una construcción semi destruida, que supo ser un Oratorio puesto bajo la advocación de Santa Ana.  Al ponerle un nuevo techo de cañizo y paja, lo destinaron a ser usado como futuro refectorio para los alumnos, para lo cual armaron siete mesas de tablas con sus bancos. Al fondo del mismo ubicaron un retablo para usar el sitio de capilla en los días libres y fiestas de guardar.
 Afuera de la casa construyeron la cocina con un lugar común y un galpón con techo de paja y paredes de adobe, para guardar herramientas y aparejos y acumular productos de granja cuando los hubiera. Destinaron un predio para dos hornos de cocer ladrillo y teja, que comenzó a funcionar al mando de un capataz y una cuadrilla de negros, para los que construyeron habitaciones separadas del resto de la quinta. Enramadas para orear los ladrillos y dar sombra a los corrales de palo con destino al ganado y diversas construcciones afines a la producción de frutas y verduras y al molino de trigo, al que nuevamente pusieron a funcionar, para la obtención de harina.
            Cuando el Padre Bianco vio que toda la tarea que le encomendaron sus Superiores estaba concluida, celebró misa en acción de gracias.  Asistieron a la misma, los indios y negros que trabajaron con él y a los que evangelizaba día a día.
 Durante el Sacrificio pidió a Dios que lo guíe en sus ocupaciones, una de las cuales, era ser el Sacerdote de ese lugar; pastor de un rebaño de personas sencillas y nobles.
Además, como acordaron con el Rector, haría un huerto separado del de las hortalizas y verduras, destinado al cultivo de plantas y hierbas medicinales y al fondo del mismo una construcción adecuada para separar y secar  hojas, hierbas, raíces y cortezas, aptas para la fabricación de remedios naturales.
La utilización del reino vegetal para uso terapéutico, usando técnicas extractivas, la aprendió desde niño con su padre, boticario de profesión, al cual acompañaba en sus salidas al campo, en busca de especies, cuyos componentes químicos tuvieran efectos sanadores sobre las dolencias de los hombres. Esa sana y altruista ocupación y las largas caminatas por la campiña, embebiéndose de paisaje y armonía, en compañía de un hombre sabio como fue su progenitor, hicieron de Roberto un hombre profundo, afable y dado al buen entendimiento con sus semejantes.
De estatura mediana, los cabellos claros y la mirada limpia, enmarcaban un rostro apacible.  Sus dignas y buenas maneras, realzadas por una voz persuasiva, sin altisonancias, le granjeaban el aprecio de todos. Como es sabido, el buen talante y un oportuno y sano humor, atraen voluntades, aún de las personas frías,  o poco dadas.
A medida que fue creciendo, su inclinación al estudio y el interés por la gente, lo llevó a transitar diversas disciplinas, todas relacionadas con la medicina, materia que estudió en la Italia de sus ancestros, al tiempo que su amor y entrega a Dios, lo hicieron militar como miembro en La Compañía de Jesús, Orden a la que ingresó como Novicio culminando como Sacerdote, llamado por los principios de Loyola y con ansias de ser útil al Creador, prestando un servicio a sus hermanos. En lo espiritual a través de la religión. En lo social por medio del arte de curar.
A su saber como médico, lo completó con estudios de herbolaria y alquimia. Y puesto que desde la más remota antigüedad, el hombre usó de diversos métodos, con el fin de utilizar sustancias del mundo vegetal, profundizó el estudio de la naturaleza. En el afán de coordinarlo en su relación con la química, comenzó a transitar los caminos de la experimentación alquímica, por lo que al lado de la construcción que pensaba destinar a despensa, para guardar los productos secos de su herbario, levantó otro edificio dividido en tres compartimentos, cuyo destino era servir de taller alquímico.
Cimentó sus conocimientos médicos, en las obras de los científicos que aportaron adelantos valiosos al saber de su tiempo, como Andrés Vesalio, doctorado de Padua, en cuyo manual de anatomía se ilustraron los médicos por generaciones, o Plinio, llamado “el viejo”. Tenía gran respeto por Galeno quien preconizó la polimedicación, como herramienta indispensable en el tratamiento de dolencias, que obedecían a diferentes causas. Concordaba con Paracelso, en que la salud o la enfermedad dependían en mucho de la armonía del hombre y de la naturaleza. 
Pese a ser hombre religioso, no comulgaba con el pensamiento de los antiguos cristianos, quienes dieron preeminencia a Jesucristo como único sanador, argumentando que los males provenían del espíritu, quitando de esta forma importancia a los médicos, al relegarlos a un lugar secundario en el campo de la salud.
Afortunadamente los monjes copistas, aun siendo sacerdotes, hicieron caso omiso a esta teoría, y preservaron por siglos los trabajos de los antiguos sanadores, al resguardar sus obras en las bibliotecas y sembrar plantas medicinales en los jardines y patios interiores de los conventos. Secaban sus productos para procesarlos y guardarlos en las despensas, a las que llamaron Oficinas, con el fin de elaborar remedios y paliativos contra la enfermedad.
También desde el seno de la Iglesia, se levantó junto con otras, la enorme figura de Teodorico, un monje Dominico que fue Obispo de Cervia.  Médico y cirujano notable, utilizaba una esponja impregnada con una mezcla de mandrágora y opio, para que el paciente la inhale antes de la operación. De esta manera lograba la relajación ante el dolor que la misma producía, creando así un principio innovador y revolucionario en la atención de los enfermos precisados de soporíferos, al evitar el sufrimiento innecesario y permitir un mejor trabajo del cirujano.
            El fetichismo de la época, validaba una leyenda, que  recomendaba a los recolectores de mandrágora, acciones determinadas o especiales. Afirmaban que cuando era arrancada, lanzaba un grito que producía la locura o la muerte de la persona que lo escuchaba. Por ello aconsejaban aflojar la raíz con una pala, y amarrar la planta a un perro, que al salir corriendo la extraía de la tierra, sufriendo el animal las consecuencias dañinas de la acción.
El no aceptaba ni creía en las supersticiones. Afirmaba que no era posible que una planta tuviera un efecto maléfico sobre un humano. Su espíritu creyente, le informaba que una creación de Dios cual era una planta, no podía encarnar el mal.
Consideró como una gran oportunidad, la comunicación que le hicieron sus superiores, de que sería trasladado a prestar servicio en la América Española, donde podría profundizar sus conocimientos. Hacía tiempo que seguía con interés la labor de algunos médicos Jesuitas, en esa parte del mundo, tan rica en especies curativas, como en la sabiduría, de la que eran poseedores los médicos naturales de las diversas tribus, con los que los Sacerdotes conjuncionaron conocimientos, mejorando la ciencia que importaron desde Europa al nuevo mundo.
Roberto había estudiado todo lo que consiguió explicativo de la herbolaria mexicana, de mediados de mil quinientos, que aportó al mundo de la farmacia conceptos nuevos en los usos terapéuticos de las plantas.
También leyó con el mayor interés la obra del Padre  José de Acosta, misionero Jesuita nacido en España quien llega a Perú por mil quinientos setenta y dos ocupando distintos cargos, desde Profesor del Colegio Máximo de Lima, Rector del mismo y Provincial de la Orden en el Virreynato del Perú, quien dejó una obra inmensa sobre la fauna y la flora de América, en su obra Historia Natural y Moral de Indias, compuesta por siete libros. Allí afirmó la tesis del origen asiático del poblador originario de América, lo que constituyó en su época una teoría de singular avanzada.
Sin duda, una de las lecturas preferidas de Roberto, recaía sobre la cura de la Condesa. Una historia de los comienzos del mil seiscientos. Ana de Chinchón, esposa del Virrey del Perú, se contagia de paludismo, una enfermedad letal en esos años, siendo desahusiada por su médico personal. El Padre Jesuita Juan López le recomienda un polvo de la corteza de un pequeño árbol llamado quina, argumentando que él mismo se había curado de esa enfermedad, tomando dicha sustancia que le fue dada por un Cacique llamado Pedro Leiva. Luego de no poca resistencia, finalmente la Condesa lo toma, curándose de la fiebre que la consumía.
 A partir de ese hecho los Jesuitas comienzan a remitir a Europa dicho remedio, elaborado por la Farmacia del Colegio Máximo de San Pablo, por lo que el medicamento se termina conociendo como “Polvo de los Jesuitas”, que resultó el primer tratamiento eficiente que tuvo el mundo, en su lucha contra la malaria.
Tenía esperanza de que lo destinaran al Perú. Por lo que sabía era una de las joyas coloniales de La Corona. La suntuosa ciudad con las bellísimas construcciones indianas, renacentistas y barrocas, le daban esa pátina aristocrática que el mundo comentaba; en donde el poder del imperio se respiraba en cada esquina y todo brillaba como el oro, incluso la cultura.
La Biblioteca de La Librería del Colegio Máximo, fundado por los Jesuitas, contaba con decenas de miles de volúmenes, cifra que al Padre le parecía casi mitológica, teniendo en cuenta que la Biblioteca de la Universidad de Harvard, creación de los inmigrantes Ingleses, en la próspera Colonia de Nueva Inglaterra, solo sumaba cuatro mil libros. La diferencia le parecía abismal, por lo que anhelaba conocer la ese Virreynato, o por lo menos la de la Universidad de San Gregorio Magno de Quito, que aunque menor que la de Lima, era una de las más importantes de su época.           
Sin embargo el destino le tenía reservado otro lugar en la dilatada superficie donde ejercían su dominio los Reyes de España. La cita era en el triángulo más austral del mundo. En la región central de una de las Gobernaciones Coloniales. Una comarca que su fundador denominó: Córdoba de la Nueva Andalucía.
            Pequeña aldea que se iba haciendo ciudad en los márgenes del río Suquía y cuya estrella era ser la cuna del conocimiento en el subcontinente sur de la América Española. Aunque de esto nada sabía el sacerdote misionero, que en ese entonces tenía sus primeros veintisiete años y aun le faltaban vivir sobre esta tierra, otros sesenta y ocho, hasta el tiempo que una decisión del Rey Carlos III, cortó de raíz la venerable obra de la Compañía de Jesús, en los dominios españoles, dispersando sus miembros por el mundo.
Con ello se provocó el atentado más grave contra la civilización y la cultura, de la que se tenga memoria en la América Colonial, siendo este el inicio de un largo camino, que llevó a la región a un estancamiento general, en todo nivel, del que aun se sufren consecuencias.
           
                                                  
 
 
 
 
 
                                                   
 
                                    
 
               
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
SEXTO
ROBERTO BIANCO SJ     
El herbario que diseñó el Padre Roberto, estaba protegido por un cerco seguro, hecho de palo a pique con troncos de quebracho colorado. Esta madera prácticamente incorruptible, la utilizó con el fin de preservar un plantío tan singular y demandante de cuidados, como lo era el que necesita alguien que dedica sus afanes, a la producción de especies vegetales destinadas a la curación.        
 Dichas plantas eran, algunas muy delicadas, otras raras y difíciles de conseguir, y por último las había de una naturaleza tal, que aun habiendo sido ambientadas  con el mayor de los cuidados, crecían con mucha dificultad. De allí que un herbolario no solo debía tener un conocimiento profundo de la botánica y de los sistemas de siembra y regadío, sino dedicar mucho de su tiempo al cuidado de esa porción de tierra, cuyo fin era de proveer un material de primera calidad, con el cual preparar compuestos útiles que le sirvan, en la eterna lucha que el médico sostiene contra la enfermedad.
            Contra el cerco puso las especies trepadoras y algunos helechos, no solo por ahorrar terreno, sino porque sus flores y semillas necesitan esa posición aérea para evitar contacto permanente con la humedad del suelo, y por la luz que absorben de esta forma. Las distintas técnicas eran conocidas por Roberto, ya que su antigüedad se remonta a los orígenes del hombre, el que, desde los albores de la civilización,  comenzó a estudiar las propiedades y las aplicaciones medicinales de las plantas. Egipcios y Sumerios, los sabios de la India y en toda época histórica, los sanadores, buscaron elementos conque combatir la decrepitud, la enfermedad y el dolor y trataron en la medida de lo posible, de prolongar la vida humana y de darle una mejor calidad, dentro de las alternativas que ofrecía el estado del conocimiento en ese momento.
Los manuales de consulta preferidos por Roberto, referidos a la ciencia de la herbolaria, era la Materia Médica de Dioscórides, quien describió el uso de más de quinientas especies, que conoció, estudió y utilizó al recorrer gran parte del mundo conocido de entonces, en su calidad de cirujano de las legiones del ejército romano.  
A esto sumaba lo existente de la América Española referido al tema y las enseñanzas recogidas de los chamanes  locales, que poseían un conocimiento muy adelantado en el arte de curar.  Por lo tanto a su huerto lo pobló con especies selectas, como la amapola para el alivio del dolor y para inducir el sueño, ajenjo contra cólicos e indigestión, albahaca en el alivio del reuma, diente de león en los desordenes hepáticos o renales y muy necesario contra la mordedura de serpiente, ambay en flemas y bronquios, boldo, cardo mariano y carqueja en las digestiones lentas y el mal de hígado, la cola de caballo para favorecer el flujo de orina y el helecho llamado culantrillo, muy efectivo contra la inflamación de garganta.
Hacía tiempo que venía experimentando la aplicación de ciertas sustancias extraídas de especies como la cúrcuma, el clavo de olor, la cebolla, el orégano y las sábilas para combatir tumores de distinto origen y el cáncer; enfermedades ya descubiertas y tratadas por los egipcios, en las “casas de la vida”, monumental institución dedicada a la enseñanza de la medicina y la atención de la salud, donde incluso internaban en salas separadas, a quienes requerían de cuidados especiales o excepcionales, constituyendo esto un hito científico, cultural y humanitario, en la civilización imperante en los pueblos de entonces.
            La garra del diablo y la hierbabuena, resultaban útiles para aliviar dolores, inflamaciones y la artrosis. En un rincón destacado sembró, especies necesarias para combatir la depresión, la ansiedad y el insomnio o reconstituir el sistema nervioso alterado, para lo cual eligió la yerba de San Juan, romero y lúpulo, y muchísimas más para tratar todo tipo de dolencias, cuya enumeración sería larga. Armado de esta manera, se dispuso a hacer frente a los males que aquejan el cuerpo y el espíritu del hombre. Sin olvidar los productos de la abeja, como la miel, el propóleo y el polen, que los obtenía de tres colmenas que atendía con ese fin, y una serie de minerales y hongos de los que siempre tenía una reserva.
De las plantas, recolectaba solo las partes útiles de las mismas, generalmente las llamadas blandas, como las hojas o flores y también las más duras, como semillas, raíces y cortezas, pero la parte leñosa que habitualmente no tenía aplicaciones farmaceúticas, era destinada para otros menesteres, incluso para usar como combustible en los fogones que utilizaba para hervir los productos, donde obtenía los extractos.
Los usados para cocimiento en los calderos, eran de la materia  obtenida de las plantas secadas en el galpón, construido para ese propósito, dado que los herbolarios habían comprendido desde antiguo, que al secarse las mismas, contienen más principios activos que la fresca.
Para obtener aceites esenciales, había fabricado un instrumento muy práctico. Consistía en un tanque en cuyo interior había una criba, que se llenaba con materia vegetal. Por el interior del tanque y a través de la criba pasaba vapor caliente obtenido de hervir agua en una retorta que se encontraba debajo de él. Dicho vapor, pasaba luego por una serpentina que existía en la tapa superior del tanque, descargándolo saturado de las sustancias vegetales, en un recipiente adecuado, que al enfriarse se convertía en líquido, que consistía en el aceite buscado, con el cual preparaba tinturas o gotas de remedios de alta concentración de principio activo.
También armó una prensa, con ayuda de un herrero, donde procesaba semillas de diversas especies, extrayéndoles su aceite en crudo, el que juntaba  en envases de vidrio, lo mismo que el de todas las extracciones, con el fin de evitar la oxidación de las sustancias vegetales, tratando que no se arruinen o envilezcan, por estar depositadas en un recipiente inadecuado.
            En un lugar a propósito para ello, en el interior del taller de alquimia, su devoción lo hizo construir un pequeño altar con una mesa campesina. La que adornó con un mantel blanco como la nieve, poniendo sobre su tabla como objetos de adoración, una figura del Nazareno, cuyo rostro  desprendía su característica dulzura, acompañado por otra representando su Santa Madre y a su diestra San Miguel Arcángel. Este portaba como siempre su Flamígera Espada Azul, con la que corta y libera todo lo negativo, en actitud de guerrera protección, y dos ojos infinitos, que dejaban entrever su dignidad cósmica. No en vano es El Primer Ángel del Cielo y Príncipe de las Milicias Celestiales, ante cuya presencia las tropas del oscuro retroceden, temerosas de su Luz y su Poder.
En este místico rincón, Roberto elevaba sus preces, cuando trabajaba en el taller, pidiéndole a Dios luz y sabiduría en el desempeño de su arte y alegría en su corazón, por tener el privilegio de servir a los que necesitaran de él o de su ciencia.
            Una tarde, luego de la hora del descanso, al que eran tan afectos los habitantes coloniales, llegó a Santa Ana sin otra compañía que el habitual conductor de su carruaje, el mismísimo Padre Provincial. Después de la breve pero respetuosa genuflexión que hizo Roberto a su Superior, se dispuso a recorrer con él la quinta, señalando todas las mejoras hechas y las distintas producciones en marcha, dando respuestas al Provincial de todas sus preguntas, en un amable y distendido diálogo:
-Las edificaciones son fuertes y  tienen un diseño útil y práctico, os felicito Padre, ya el Rector me había informado que estáis cumpliendo una gran labor en la quinta.
-Gracias Su Reverencia, hago lo mejor que puedo.
-Por la gracia de Dios, podéis bastante Padre. Lo que es bueno para el progreso de La Orden, siempre necesitada de gente con talento. Ahora mostradme vuestro herbario y el taller alquímico que habéis instalado; son complementos fundamentales para un médico de ciencia, sobre todo en una región aislada y con un desarrollo incipiente como lo son estos territorios.
Mientras esto decían llegaron a la entrada del herbario y Roberto abriendo el portillo que daba acceso, invitó al Padre Provincial a entrar en él y le fue explicando el porqué y el para qué había plantado las distintas especies.
-Que conocimiento tan útil e interesante. A esto debemos agregar, la belleza que de por sí ofrecen estas plantas. Por ejemplo aquel árbol todavía joven, a lo que se ve, pero propietario de esas  flores azul púrpuras, que ofrenda en racimos, de exquisita elegancia.
-El que llama vuestra atención, es un ejemplar al que llaman El Rapé del Diablo, del que se destila un veneno, que usaban los Tiranos para desaparecer a sus oponentes, en la antigua Grecia.
-No querréis utilizarlo con esos fines verdad…? preguntó con picardía el Provincial.
-No por Dios, Reverendo Padre…! En realidad se trata de un Acónito, de cuyas raíces se extrae un producto excelente para el tratamiento de los dolores reumáticos y del nervio ciático. Incluso estoy probando su tintura  como un efectivo antitumoral.
-Y porqué ese nombre en clara referencia al demonio…?
-La mitología griega afirmaba que el acónito provenía del infierno, y que desde allí fue traído por Cerbero, el perro de tres cabezas, que guarda su puerta y protege el contorno del averno.
-Para todo tenéis una entretenida respuesta. Vale la pena pasar una tarde en vuestra compañía. Ahora mostradme el taller de alquimia, estoy ansioso de conocerlo ya que nunca estuve en uno. Solo tengo de esa ciencia conocimientos superficiales, aunque comprendo su importancia para el bienestar del hombre.
Cumpliendo el deseo de su superior, Roberto acompañó al Provincial al edificio donde había instalado el taller. Se trataba de una construcción no muy alta, de paredes de adobe y techo de cañizo y paja. La misma fue dividida en un estar central y tres dependencias que daban sobre él. Las mismas, estaban semi-cerradas por paredes divisorias a media altura y en vez de puerta de ingreso, un arco que permitía el paso y la vista del interior de ellas.
En la que se hallaba enfrentada a la puerta de entrada, estaba instalado el Atanor. El horno alquímico se veía en toda su grandiosidad, a través del arco que le hacía un efecto de marco visual, dejando entrever colgados de la pared, donde apoyaba la trasera del horno, a cada lado del mismo, unos cuadros con figuras, que la distancia no permitía distinguir con claridad.
En la dependencia ubicada a la derecha de la sala central, estaban dos fogones, en los que permanentemente había fuego o brasas en sus hornallas, sobre la que descansaban ollas de escoria y retortas. En la que se encontraba a la izquierda de la entrada, había instalado el alambique. Por todos lados y en armonioso desorden, sea puestos sobre el suelo o sobre alguna mesa de tabla o colgados de las paredes, se distinguían diversos utensillos necesarios en la  labor del alquimista, como crisoles para realizar fusiones, balanzas de precisión, redomas, morteros, cazos, coladores y sublimadores, mas muchos aparatos comunes al oficio, como soportes, tenazas o batidores.
El Padre Provincial, luego de barrer la totalidad del taller con su mirada, se dirigió donde estaban los fogones. En uno de ellos, una olla que contenía un compuesto de color oscuro, hervía suavemente. En el fogón vecino, una retorta semi llena con una sustancia, que despedía vapor y un olor característico, también estaba sometida a la acción del fuego, con el objeto de trasmutar su contenido.
-Esto es lo que ustedes llaman retorta, verdad Padre…?
-Así es, Reverendo.
-A lo que veo, su forma es perfectamente redonda, obedece ello a algún principio o es mera circunstancia…?
-Se trata de un elemento emblemático de esta disciplina. Emula la forma en que se supone que está construido el cosmos; a su vez permite que la incidencia y la influencia de los astros sea pareja, en la operación alquímica. En otro sentido más arcano, su redondez intenta representar el útero de donde nacerá el hijo, o la llamada piedra filosofal o para decirlo en términos médicos, el elixir o la panacea, con la que pretendemos curar al hombre, de las enfermedades que humillan y acortan su vida.
            De los fogones, El Superior dirigió sus pasos hacia el horno, que asimismo se encontraba en actividad, con abundante fuego en su interior, donde se estaba calcinando, dentro de un crisol, un preparado sólido.
-Qué significado tiene el fuego en vuestra ciencia, amén de servir para cocinar los preparados..?
-Representa la energía universal, que puede trasmutar los distintos estados de la materia. Los sólidos, representados por las sales, el líquido por el mercurio y el gaseoso, por el azufre.
-Y las artísticas figuras que adornan los cuadros que estamos viendo, que simbolizan, Padre..?
-Las figuras que rodean el horno, muestran el bestiario alquímico. Cada animal representa una cualidad, por ejemplo el fiero león es el azufre, que en última instancia supone la luz del espíritu. El águila simboliza al mercurio, el disolvente universal y el dragón es el caos primordial o la materia prima. El gallo es comparable al fuego, a causa de su fuerza, y así cada uno de los animales presentes en la pintura, tienen su sentido y su potencia.
-Qué me decís de esta serpiente con tres orejas..?
-Se trata de la serpiente Uróboros. Está enrollada sobre sí misma y con la boca se come su propia cola. Al devorarse a sí misma,  indica lo que no tiene principio ni fin, nos inspira la noción de eternidad, en una clara alegoría del ciclo perpetuo de la creación y destrucción presente en todas las cosas, tanto materiales como espirituales, que nunca desaparecen, sino que cambian de aspecto, se transforman o se trasmutan. Asimismo representa el compuesto alquímico devorado y transformado a través de la fermentación; por sus orejas salen los vapores sublimados, producto de la ardiente actividad de su digestión.
            El Reverendo Provincial caminó unos pasos hasta ubicarse delante del próximo cuadro, que colgaba al otro costado del atanor. En él estaba pintado un jardín de exuberante vegetación, en su centro se erguía un poderoso árbol.
-Que cosas significan el jardín y la planta, Padre..?
-El árbol de la filosofía, expresa la fuerza universal. De sus ramas penden los conocimientos sobrenaturales que pueden conducirnos a la inmortalidad. El alquimista solo puede recolectar sus frutos, después de haber ascendido por la escalera de los sabios. De la misma forma, con sabiduría y luz interior, puede encontrar la fuente de la eterna juventud, ubicada en el lugar más misterioso del jardín, que representa la creación.
            No concluiré mi recorrido, sin visitar la dependencia que aloja este aparato tan singular. Veo que igualmente, de la pared del fondo, cuelgan otras figuras que espero sean tan interesantes como las que me acabáis de mostrar..?
-Venid Reverendo Padre, esto es un alambique. Es una herramienta que se utiliza para efectuar destilaciones, principalmente de hierbas, a partir del calor y la evaporación, con las que obtenemos productos muy útiles, a la hora de enfrentar los distintos padecimientos, que nos acompañan el devenir de la vida.
-Un día vendré solo para que os explayéis acerca de los compuestos químicos y el saber médico. Es tanto lo que encierra el mundo vegetal y la alquimia, en su conexión con la salud, que una sola visita es del todo insuficiente, para alcanzar aunque sea un conocimiento somero sobre estos temas.
Ahora explicadme la alegoría de estas pinturas, comenzando por estos cuatro símbolos que están a la derecha.
-Los dos triángulos entrelazados, que forman la estrella de seis puntas, son la figura que encarna la piedra filosofal. A su lado, otra figura de serpiente, manifestando el concepto del eterno retorno. Luego tenemos el caduceo, también llamado el Cetro de Hermes. Como vemos dos serpientes se entrelazan en una vara de oro, indicando los principios contrarios que se unifican, armonizados por la piedra filosofal. La leyenda cuenta que Hermes, considerado el padre de la alquimia, lo recibió de Apolo, a cambio de una lira de su invención, de la que extraía delicadísimas notas. Por último tenemos el huevo filosófico, en cuyo seno descansa el germen de todas las cosas. Para los alquimistas la retorta es la representación del huevo, y los compuestos que se transforman en su interior son los principios vitales, que pueden producir la quintaesencia buscada en la obra.
-Y estos signos químicos, que pretenden indicar..?
-Se trata de las Bases de esta ciencia. Y señalando el más cercano dijo: Este representa el Azufre, que se considera el principio vital. Aquel es el Mercurio, estimado como el alma o la consciencia. Luego tenemos la Sal, que significa la materia. Aquellos serían los Cuatro Elementos que interactúan en nuestra vida, el fuego, aporta fuerza y protección, el agua, indica purificación, el aire, la sabiduría, y la tierra, curación. Finalmente estas figuras representan Los Planetas y los Metales que se corresponden con ellos, por ejemplo, al Sol corresponde el oro y es considerado el regente de la curación, a la Luna, la plata constituyendo el símbolo de la paz y la fertilidad, el cobre a Venus quien rige la belleza y el amor, el hierro a Marte que otorga valor y fuerza, con Júpiter va el estaño canal de prosperidad, Mercurio con mercurio para las facultades mentales y Saturno con el plomo en lo referente a la longevidad.
Cuanta alegoría para pensar y repensar y que abundante inteligencia encierra este rústico edificio, levantado con adobones y techado con caña y pajonal. Seguramente que en las magníficas construcciones de la Europa, en donde los sabios trabajan al amparo de mejores comodidades y con las más modernas técnicas de la ciencia, no habrá más conocimiento del que existe en esta esquina del mundo.
No quiero retirarme sin decir una plegaria, en este pequeño oratorio que observo habéis instalado en aquel rincón, para agradecer al Creador todos los dones con que adorna estos territorios y la fortaleza que le ha dado a nuestra Orden, para ser útiles en ellos y celosos del bienestar de sus habitantes.   
 Terminada la oración que elevaron ambos Sacerdotes, hincados de rodillas ante la Sagrada imagen de Nuestro Señor, entronizado sobre la sencilla mesa que oficiaba de altar, el padre Provincial bendijo a Roberto con el signo de la cruz sobre su cabeza, mientras este se inclinaba reverente ante el Superior.
La sumisión del sacerdote, puso de manifiesto,  la humildad  inherente a los puros de corazón, siempre respetuosos y sobre todo atentos, en lograr la prosperidad espiritual del conjunto y a constituirse en guardianes del bienestar social de sus hermanos.
Para lograrlo no escatiman de su tiempo, estudios, compromiso, dedicación y trabajos, como era el caso de Roberto Bianco, al que el destino proveyó de un alma blanca, para que tuviera correspondencia con su apellido.
                                                 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                                  
SEPTIMO
EL PADRE BIANCO Y EL CHAMÁN DEL QUISQUIZACATE
            Caminaba con paso seguro por esa tierra quebrada, entre roca y malezal. Regresaba a menudo a ese lugar, que presentía como el centro de su mundo, en procura de paz, conocimiento y luz para su espíritu. Allí, entre los breñales, con el sol cabalgando piedras esculpidas por vientos milenarios, la calidez de esa serranía baja y los claro obscuros que se formaban entre el ramaje del monte áspero y achaparrado, sentía que su espíritu, era totalmente receptivo al contacto, que pretendía establecer ese día, con su Espíritu Compañero.
Aseguraba su andar apoyado en un bastón de madera, atributo de autoridad ante su pueblo, cuyo puño tenía labrada la cabeza de un perro, que simbolizaba el servicio y la protección que él extendía sobre su tribu, en su calidad de médico, consejero y taumaturgo.
De su hombro, y cruzándole el pecho con una correa de cuero crudo, colgaba un sonoro tambor. En su cuero tirante y redondo, tenía grabadas la figura de dos búhos enfrentados, uno más grande, con sus patas cubiertas de plumas y un gesto altivo parecido al de un águila. El otro pequeño, de ojos atentos y mirada penetrante.
La alegoría de las figuras, constituía una clara indicación, que su dueño poseía consciencia e intuición y una visión de la realidad profunda y premonitoria. Con el referido instrumento se acompañaba en sus largas letanías, cuando invocaba al Gran Espíritu o solicitaba ayuda para un enfermo, o fertilidad para la cosecha o lluvia para que la tierra sedienta y calcinada por alguna sequía, recibiera el agua salvadora, mientras movía su cuerpo al compás de la música, siguiendo un sagrado ritmo ceremonial.
            Al Espíritu Compañero, lo sabía su guardián y consejero. Le fue dado por el Creador, cuando su esencia todavía vagaba en los espacios inasibles, antes de ingresar al mundo de la materia, naciendo de mujer.
Estos acontecimientos los fue recordando, a medida que su espíritu aprendió a salir de su cuerpo y se contactaba con un Ser pleno de luz y majestad que le dijo ser su Guía, y cuya función era apoyarlo y prepararlo, para la alta función que le había tocado desempeñar, en este ciclo de vida.
Le informó, que su Espíritu Compañero era una serpiente y comenzó a percibirla y visualizarla; asimilando de esta forma la protección que le daba, en su calidad de animal guardián y todo el simbolismo que existe alrededor de la potencia mental y sabia que la rodea. Cuando su energía le llegaba desde el plano espiritual, el sentía que se operaba en su consciencia una mayor comprensión de los problemas o de los hechos de la vida, aumentando su juicio, prudencia y sensatez.
También le enseñó a abandonar el cuerpo, para entrar al mundo milagroso. En él, se conectaba con la esencia de la Naturaleza, cuando curaba usando hierbas, raíces y sustancias vegetales, a las que solicitaba su permiso para aprovechar sus propiedades.
Algo similar hacía, cuando convocaba el ánima de ciertos animales, como auxiliares de su tarea, para usar la energía que poseían, o su poder, para servir de nexos de los planos superiores.
Su formación comenzó desde su niñez, cuando los médicos naturales consejeros de su pueblo, descubrieron en él capacidades especiales, que lo hacían aspirante a ser un gran Chamán, por lo que fue designado para formarse con ellos en esta disciplina.
Pero su verdadera iniciación, vista desde lo sobrenatural, la obtuvo, una tarde de tormenta que se encontraba en el bosque, recolectando yuyos, y fue alcanzado por una centella. Cayó desde lo alto a una velocidad increíble, produciendo a su paso un silbido aterrador y descargando sobre su cuerpo toda la fuerza que posee este fenómeno natural. Luego que el tremendo destello lo impactó de lleno, quedó tirado entre las plantas, con sus miembros en desorden cual si estuvieran desarticulados, y con la apariencia de que la vida había escapado, dejando sus restos abandonados en el monte. Al otro día, habiendo pasado muchas horas y cuando promediaba ya la mañana, fue recuperando de a poco el movimiento y al recobrar del todo su consciencia, tuvo la certeza de que su interior se había transformado, quedándole como remanente un Poder que anteriormente no tenía.
El mismo, según fue recordando con esfuerzo, derivaba de un cristal que el Ser que se le presentó como su Guía, manipulaba, y con un rápido movimiento de su mano implantó en su cabeza, al momento en que el rayo lo abatió. A partir de este hecho, sus estados de consciencia se ampliaron y su capacidad de curar se aumentó de manera significativa, a tal punto que a veces con solo poner una mano sobre la dolencia, murmurando letanías en un idioma inescrutable y también para él desconocido, mientras soplaba aire con su boca sobre la zona afectada, el paciente mejoraba o curaba definitivamente. En cambio, si la hora había llegado al enfermo, de acuerdo a lo dispuesto por el Señor del Tiempo, su poder y magnetismo lograban disminuir el dolor, para que se marchara en paz.
En una comunicación astral con su Guía, este le anticipó un hecho que lo mantenía preocupado y expectante. Le predijo que su hija mayor sería presa de una enfermedad de mal pronóstico, a tal punto que toda su fuerza y ciencia podrían no ser suficientes para erradicar el mal. Sin embargo le indicó, que de ocurrir esta circunstancia no dudara en acercarse a ese médico blanco, bondadoso y sabio, que oficiaba de Sacerdote en la Quinta Santa Ana, ya que si unían sus potencias y conocimientos existía la posibilidad de curar la mujer. También le vaticinó que de esa relación nacería no solo amistad, sino un intercambio fecundo de las ciencias que ambos poseían, que un día, aunque lejano, serían útiles a la humanidad.
Para averiguar sobre ello, pese a que su hija aun no presentaba síntoma de  dolencia, es que se dirigió a esa sierra, para meditar, rezar y entonar sus cánticos sagrados. Abrigaba la esperanza que La Serpiente, le anuncie algo favorable. Además le pediría protección, y toda la sabiduría que pudiera infundirle, ya que estaba en juego la salud de alguien tan preciado para él, como era este caso. También necesitaba su asistencia, para cuando tuviera que ponerse en contacto con el Sacerdote médico.
Él había tratado de mantenerse alejado de la cultura blanca, ya que observaba con preocupación que su raza declinaba y que de a poco la otra la iba asimilando, y llegaría el momento en que su pueblo, solo sería una sombra de lo que fue y significó. Mientras bailaba al son de su tamboril, su Espíritu se elevó a la región misteriosa y etérea del cielo Comechingón, y pudo visualizar ese futuro temido e inevitable. Su gente se había mezclado con el extranjero y su sangre mestizada sirvió de aporte, junto con otras, en la creación de un nuevo pueblo, que resultaría de la mezcla de muchas naciones.
Esta visión lo derrumbó. Su cuerpo cayó vencido por ella al pié de un algarrobo, donde permaneció en estado letárgico durante horas. En ese lapso, su espíritu hizo duelo por el ocaso racial y cultural de los suyos y se despidió del pasado de gloria  con que fueron  honrados por el Espíritu Creador, al que le pidió toda la Paz que pudiera enviar sobre sus hijos y que el valor y la nobleza de los mismos no se pierda, sino que perdure eternamente en la nueva sangre, de la nueva raza.
Luego se concentró en lo por venir y animado por su Animal de  Poder, decidió que si era el caso, hablaría con el médico blanco, mientras emprendía el camino de regreso, conturbada su alma y decaído el enérgico ímpetu que siempre lo caracterizó. Muy exigente era la prueba a que lo sometía su circunstancia, pero  estaba decidido a hacerlo, si esta era la sugerencia maestra.  A lo largo de la vida y a medida que ganaba en sabiduría, había comprendido la importancia de la disciplina y la obediencia. No empezaría ahora a desoír la voz de los mensajeros de su raza.
 
Un amanecer, de la temprana primavera que se estaba viviendo en la colonia, el Padre estaba celebrando su habitual misa, en la Capilla de la quinta. Así comenzaba todas sus jornadas, el primer espacio del día destinado a Dios. Para después dejaba lo cotidiano, en el que a veces encontramos alegría. Otras tantas, nos enfrentamos con lo acerbo de la existencia, que cuando se presenta, no podemos eludir, solo mitigar.
Cuando estaba terminando el Sacrificio de la Misa, ingresó a la Capilla un niño casi adolescente con signos de haber venido corriendo, dada la agitación que traía y se sentó en el último banco. Cuando los asistentes se retiraban a sus labores, el chico de marcados rasgos indios se dirigió al Padre Roberto y le dijo:
-Señor Cura, mi madre está muy enferma y mi abuelo, el Chamán de los nuestros, me dijo que le pida su ayuda, ya que confiamos en su saber.
-Adonde está tu madre, niño..?
-Mi Pueblo se asienta en el Quisquizacate, el recodo donde se encuentran El Suquía con el Arroyo de La Cañada.
-Que dolencia la aqueja..?
-Hace días que tiene fiebre y delira, y una pelota se le ha formado debajo del brazo. Respira muy entrecortada, mi abuelo dice que es grave.
-Hago enganchar el carro y vamos, mientras tanto busco algunos compuestos para llevar.
            En poco rato ya estaba el carruaje rodando por las calles de la ciudad. A esa hora temprana, los primeros en ganar la calle eran las gentes de oficio, que marchaban a sus trabajos o ofrecían sus productos, como pastelitos o tortas de grasa o los vendedores de pollos o achuras, y el infaltable lechero. El poblado se despertaba y con él toda la actividad que realiza el habitante. La bruma matinal que se despeja, los ruidos distintivos, las escobas de pichana moviéndose con rítmico vaivén y alguna Doña conversando en la puerta, mientras la casa aún permanecía en silencio, de acuerdo a las tempranas horas y en consonancia a las costumbres coloniales.
Cuando el trazado de la calle se terminó, el carro continuó por una huella marcada en el terreno, que se dirigía en derechura hacia ese pueblo indio, de origen Comechingón, que habitaba en la periferia de la Córdoba colonial, en ranchos de adobe y paja. Al parar ante la puerta de una de esas viviendas, por indicación del niño, se asomó por la abertura un hombre con prestancia de autoridad.  Su cuerpo fuerte, delgado y seco como un palo, estaba cubierto por un poncho, que a la altura de su corazón, lucía tejidas, tres plumas de color, indicativas de que la persona que lo usaba, ostentaba alguna dignidad.
En este caso, la insignia se correspondía con la cara y el porte del indio, quien era propietario de un rostro con reminiscencias de cóndor. La nariz aguileña, los ojos penetrantes, los cabellos largos y nevados por partes y una apostura altiva, aunque carente de soberbia, mostraban un bello ejemplar de la raza, que con una amplia sonrisa y un gesto de su mano, saludó al Padre Bianco, quien le devolvió el gesto con simpatía, mientras le preguntaba por la enferma.
-Pase, por favor, lo invitó el Chamán, al tiempo que señalaba la puerta. Está acostada, se encuentra muy enferma.
-Una pregunta dijo Roberto, es usted quien la estuvo tratando..?
-Sí Padre, soy el Chamán de mi tribu.
-He oído de usted. Los suyos y muchos blancos a los que ayudó, hablan de su saber y consagración.
-Gracias por su reconocimiento..! En este caso me encuentro sin resultados y con doble pesar, ya que la enferma es mi propia hija.
-Cuál es su dolencia..?
-Comenzó con un mal funcionamiento en su respiración, la que se hizo más rápida y entrecortada. Perdió peso, comenzó con dolores y fiebre y ahora le ha salido un bulto debajo del brazo. Para el mal que padece, nuestro saber no alcanza.
-Vayamos a verla, luego hablaremos.
            Roberto fue conducido a una pieza pequeña, donde sobre un catre de tiento reposaba una mujer india, joven aún, la que se veía muy desmejorada. Al revisarla observó que lo adelantado por el Chamán era verdadero. Al tocar con su mano la frente de la paciente, la retiró húmeda de transpiración.
-Tiene fiebre, le dieron sauco..?
-Permanentemente, sin embargo no termina de retirarse el calor de su cabeza.
-Dejémosla descansar. Hablaremos afuera dijo Roberto, mientras arropaba el cuerpo de la mujer y se despedía de ella.
            Se sentaron a conversar debajo de un enorme tala, que sombreaba el patio del indio.
-Su hija está delicada, usted lo sabe tanto como yo. Su mal está en los pulmones y ahora salió a la superficie, por eso está ese bulto debajo del brazo. Es lo que denominamos un tumor. Mi ciencia no ha logrado combatirlos adecuadamente todavía, aunque estoy probando distintos métodos, dijo Roberto.
-Yo también la he sometido a varias curas, sin lograr resultados. Solo he conseguido mantenerla con vida hasta ahora, pero temo que el mal me terminará derrotando.
-Porqué me buscó..? Creo que usted sabe que tampoco yo puedo contra esta enfermedad, sobre todo en el estado avanzado en que se encuentra.
-Solo puedo decirle que mi maestro me lo pidió, con el fin de que unidos luchemos juntando muestra ciencia y poder, para atacar ese mal que afecta  gente de todas las razas.
            Roberto posó su vista sobre los ojos del Chamán. Su tono miel anunciaba paz y serenidad interior. La verdad y la armonía habitaban en el profundo remanso de su mirada. Supo con certeza que se hallaba ante un ser dotado de atributos superiores. No quiso preguntar a qué maestro hacía referencia. Intuyó que en esa incipiente relación, no debían chocar las pautas culturales y religiosas de cada uno, sino que el destino los había unido con algún propósito incomprensible, que en algún momento se manifestaría, despejando la incógnita.
-Quisiera que venga conmigo, en mi laboratorio tengo un compuesto específico que estoy probando contra los tumores. Allí le daría una porción para que beba su hija y una tintura para aplicar sobre la protuberancia. Cuente conmigo, vendré todos los días para colaborar en la asistencia de la paciente, lucharemos juntos esta batalla contra la muerte, aunando nuestro conocimiento.
- Gracias, lo acompaño..!
            Subieron sin más en el carro y durante el trayecto fueron intercambiando nociones de las enfermedades y tratamientos propios de cada pueblo. Para cuando llegaron a La Quinta, la simpatía había galvanizado esos espíritus afines y lo dispuesto por el cielo se estaba concertando. La amistad había germinado entre esos hombres, ahora faltaba que su ciencia se hermanara y el círculo se habría cerrado. El designio superior, estaría cumplido.
                                                       
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
OCTAVO
LA EXPULSIÓN  DE LA COMPAÑÍA DE JESUS DE LOS TERRITORIOS DE LA CORONA DE ESPAÑA Y SUS COLONIAS – SUS MOTIVOS Y CAUSAS – SUS CONSECUENCIAS.
                        La Compañía de Jesús estaba plenamente consciente, de que una conjunción de acontecimientos históricos, filosóficos y morales, hacían peligrar su permanencia en América y hasta la propia continuidad de la Orden dentro de las filas de la Iglesia.
Ya la Corona de Portugal y el Reino de Francia los había expulsado de sus dominios y ellos estaban informados que desde hacía más de un año, Carlos III, haría lo mismo del todo el territorio de España y sus Colonias, aunque todo se hacía en el mayor de los secretos, por el temor que el pueblo apoyara a los Sacerdotes, contra la injusta decisión que se tomó desde las más altas esferas de gobierno, de destruir a los Jesuitas como organización y su obra, apropiándose además de todas sus riquezas.
           
El Despotismo Ilustrado, era una corriente filosófica y política que había tomado las riendas del poder en España y gran parte de Europa. Propiciaba una nueva forma de gobierno. Ya El Regalismo (política de control del Rey y el Estado sobre la Iglesia) había comenzado con los Reyes Católicos y Los Austrias, que consiguieron muchos derechos a través del Papa, como el de mandar en la Iglesia como en los demás asuntos o personas dentro de sus dominios. Pero es con los Reyes Borbones, que El Regalismo se convierte en absolutista.
La profunda crisis económica del siglo XVII y la Reforma religiosa de Lutero, fueron el escenario propicio para que se dotara a los Monarcas de un poder absoluto que pudiera hacer frente a estas fuerzas, que habían provocado una grave inestabilidad social. El Absolutismo, que se logró a través de la concentración del poder en una sola mano, como símbolo de seguridad y unidad, reorganizó políticamente la sociedad y dio el marco necesario para que la burguesía se desarrolle económicamente y ascienda en la escala social.
De allí la protección de los Reyes Españoles a los Encomenderos y otras instituciones coloniales y de los Portugueses a los Bandeirantes, en la faz política y económica.
En la religiosa, logrando la firma del concordato de 1753, donde la Iglesia les otorga El Patronato Universal, poniendo de hecho el manejo de la misma en manos del monarca.
            Es con el Despotismo Ilustrado, aliado imprescindible de la Monarquía Absoluta, que los enemigos de la Iglesia, del Papa y de la religiosidad popular, intentan disminuir o eliminar la influencia católica en la sociedad, consiguiendo que Carlos III decrete en 1767 la expulsión de los Jesuitas de todos los territorios de la Corona y presione al Papa para que disuelva La Orden, lo que finalmente consiguen en 1773.
            La Filosofía de la Ilustración, pretendió disipar las tinieblas de la humanidad, mediante las luces de la razón. Separó la ciencia de la filosofía, dedicándose fundamentalmente al estudio de la materia y la observación de la naturaleza y las leyes que la rigen. Al considerar que la razón y la experiencia, eran las únicas fuentes válidas del conocimiento, se apartaron de la especulación filosófico-moral y de Dios, arribando de esta forma prácticamente al Ateísmo, ya que si bien no discutían que Dios creó el universo, pensaban que luego de hacerlo, no tenía influencia sobre él. Sostenían la tesis de que el mundo funcionaba solo. Que era un mecanismo que marchaba en perfecto orden, por un aleatorio juego de causas y efectos.
            Constituyó un movimiento, imbuido por un espíritu racionalista, antirreligioso y liberal, que priorizó la razón frente a la fe y aunque le dio herramientas útiles a la sociedad en muchos sentidos (sobre todo en lo referido a la divulgación y democratización del conocimiento, lo que disminuyó la superstición y la ignorancia), también le provocó enormes daños al desafiar las creencias y dogmas religiosos, tratándolos con ironía y desdén e inculcando ideas emparentadas con el ateísmo, con lo cual puso en crisis nociones de virtud y moral, que luego repercutieron en el comportamiento social de la humanidad.
            Fue durante Fernando VI y Carlos III, que se gestó la Ilustración Española, sobre todo este último, quien junto a los filósofos enciclopedistas, veían a los Jesuitas, como el principal obstáculo para disputarle su poder al Papa, al que necesitaban debilitar en su autoridad, para lograr una iglesia manejable y aliada a sus intereses, y no sacerdotes virtuosos, dedicados a enseñar y concientizar al pueblo.
            Entre otras calumnias, los acusaron de someter a los indios a la esclavitud y que las misiones estaban al servicio de sus intereses económicos y no para dignificar y educar a los nativos. En realidad, una de las verdaderas causas de la expulsión, fue que el poder político y económico de la Orden, constituía un obstáculo al control de los dominios coloniales por parte de la Corona Española, que pretendía ejercer un poder absoluto sobre los territorios conquistados, para lograr la exclusividad de su comercio.
            Esta pretensión, fue consecuencia directa de la enorme expansión que las potencias rivales como Inglaterra y Holanda, lograron en Sudamérica, a la que inundaron impunemente con mercadería de contrabando, fabricadas por su floreciente industria. En esta acción de penetración, tuvieron como aliado a Portugal cuyos intereses se contraponían a los de España.
            A esta intromisión extranjera, dentro de las colonias españolas, se llegó   por la lentitud y corrupción administrativa y a todo nivel de los Reyes Habsburgos. Por ello sus continuadores, los Borbones, en especial  Carlos III, llevaron adelante las Reformas Borbónicas, que constituyeron un conjunto de medidas tendientes a recuperar la hegemonía comercial y militar de España en sus colonias, explotar mejor sus recursos y mejorar la recaudación y rentas de la corona.
            En ese contexto, los privilegios otorgados a los Jesuitas, para que fueran colonizadores de vastos territorios, se oponían a los actuales intereses del Rey, quien primero los restringió y luego de la expulsión se apoderó todas sus tierras y riquezas.
            El Decreto se cumplió en toda España, la noche del 2 al 3 de abril de 1767, y luego en todos sus territorios coloniales. Unos 6000 Jesuitas fueron detenidos y llevados por la fuerza a buques de guerra españoles, previa confiscación de sus bienes. No se les permitió llevar ningún objeto personal, en especial documentos o libros. Fueron transportados a los Estados Pontificios, en cuyas playas los arrojaron, sin contemplaciones de ninguna especie, sin importar si la persona era valetudinaria o enferma. Cediendo a la tremenda presión ejercida por los Borbones, Clemente XIV terminó suprimiendo la Orden, situación que perduró durante 51 años.
            En las colonias, para llevar adelante la expulsión, se presentaba un Oficial al mando de una tropa fuertemente armada y le ordenaba al Superior de la Institución, la orden de abandonar el lugar y entregar las cuentas. Debían seguirlos de inmediato hasta Buenos Aires, donde los embarcaban para Europa, no importando la edad o la salud de los sacerdotes, obligados a emprender tan dura travesía. Muchos no lograron llegar a puerto, muriendo en el camino, otros lo hicieron navegando hacia ese destino incierto donde los precipitó la conjura Real.
            Como la prohibición de llevar efectos personales, documentos o libros era absoluta, la historia real de La Compañía de Jesús en estas tierras, no queda debidamente registrada. Al perderse mucha de la información obrante, en manos de los Jesuitas, no solo quedó cercenada su historia, sino que los mismos anales coloniales sufrieron por este motivo, ya que por haber sido la Compañía una Institución de la mayor importancia en la vida de su época, la pérdida de sus registros, implicó también la pérdida de valiosas anotaciones de la historia americana.
            Si bien La Orden fue suprimida y sus logros e instituciones entregadas a otros, sus derechos territoriales abolidos y sus riquezas confiscadas, el daño mayor recayó sobre los territorios coloniales y sus pueblos, por la destrucción del modelo jesuita, que fue el proyecto de organización socio-cultural y económico más exitoso que conoció el mundo.
Ellos nunca se impusieron a los aborígenes por el uso de la fuerza, sino con el poder de la persuasión. Con ella consiguieron sacarlos de una vida nómada y errante y los convirtieron virtualmente en una Nación. Con la palabra y la prédica, evangelizaron al nativo, al que allegaron al mundo de lo sagrado usando incentivos para sus sentidos, a través de la música,  el arte y el ceremonial del culto.
            En lo económico, organizando parcelas en donde el hombre producía para sí mismo y en las comunitarias, para Dios. En lo social, interesando a la comunidad por los huérfanos, viudas y necesitados. También concientizaron a los pobladores en la necesidad diaria de trabajar y educarse, cultural y militarmente.
El fuego que encendieron sus creadores, no lograron extinguirlo del todo sus adversarios, y a continuado iluminando al continente. Sus obras materiales, aún están de pié como testimonio de su importancia y su valor. Su espíritu también ha sobrevivido, formando parte de la herencia cultural que tenemos como nación.
 
            La Encomienda fue una Institución Colonial socio-económica, establecida por el Rey a favor de un súbdito Español, (encomendero) para que este perciba los tributos en trabajo o en especie por parte de los indios, puestos bajo su protección. A cambio de esto, el encomendero le aseguraba su mantenimiento y lo evangelizaba. Pero aunque siempre hubo abusos, fue con la secularización y creciente irreligiosidad del Imperio Español, que la encomienda se transformó en un sistema de trabajo forzado, para los pueblos originarios, a favor de los españoles.
            Fue recién con Bartolomé de las Casas, ilustre defensor de los derechos indios, que se logra que Carlos I dicte las Leyes Nuevas, que intentó modificar la encomienda, la que perduró hasta que el siglo XVII, siendo reemplazada por la esclavitud. Este sistema estaba basado en el secuestro de personas libres del Continente Africano y llevadas forzadamente a América para ser explotadas indignamente por los compradores, en todo tipo de trabajos y servicios personales.
 
            Los Bandeirantes, eran hombres armados, cazadores y traficantes de indígenas, provenientes de la Villa de Sao Pablo – Brasil en el siglo XVI. En ese tiempo, los habitantes de la Villa estaban aislados del comercio y los medios de producción por pertenecer al Altiplano Brasilero, y estar por ese motivo alejados del litoral marítimo y portuario que acaparaba todo el flujo financiero y de bienes del país.
            Al carecer de alternativas económicas, los hombres empezaron a atacar y someter a los indígenas, con el fin de convertirlos en esclavos, para su venta a los establecimientos agrarios. Debido a sus constantes y violentas acciones sobre los pueblos indios, especialmente contra los guaraníes, es que los Jesuitas se opusieron a ellos, gestionando Cédulas Reales y Bulas de la Santa Sede que condenaban a los Bandeira, por ser proveedores de indios para los ingenios azucareros, tareas agropecuarias y servicio doméstico, en el mercado esclavista del Atlántico.
            Como esta defensa no fue la suficiente, los Sacerdotes Jesuitas, se comprometieron en la lucha armada, para amparar los Guaraníes de estos piratas de tierra, depredadores inhumanos, movidos por la ambición y regidos por el rédito económico, obtenido por el comercio de cuerpos humanos.
            La Compañía de Jesús puso freno a sus incursiones en el territorio colonial, donde se asentaban las Misiones, en la Batalla de Mbororé, primer combate naval realizado dentro de lo que es hoy la República Argentina. A esta batalla, la podemos considerar una de las más importantes de nuestra historia, ya que impidió que la región de la Mesopotamia e incluso la vecina Paraguay, pasara a ser parte del Imperio Portugues, quien venía anexando territorio desde el norte, debido a la acción de los Bandeira hacia el sur, en desmedro de la Corona Española.
            Los Jesuitas frenaron definitivamente a los esclavistas, el 11 de Marzo de 1641, sobre la ribera derecha del Alto Uruguay. Allí derrotaron, comandando un ejército indio instruído y pertrechado por ellos, a una flota Portuguesa de más de trescientas embarcaciones, fuertemente armadas. La contienda duró cinco días y el escarmiento tan contundente, que los piratas jamás regresaron a las tierras donde La Orden asentaba sus Misiones, lo que consolidó definitivamente su territorio y el dominio que ejercían sobre él.
            Pese a todos estos logros a favor de las colonias españolas, el poder Jesuita comenzó a declinar con la firma del Tratado de Límites de 1750, entre las Coronas de España y Portugal, que tuvo por objeto intercambiar territorios españoles del altiplano guaraní, donde se asentaban las Misiones de los Jesuitas, por la Colonia del Sacramento (Uruguay), en manos portuguesas.
            Esto trastornó la vida de las misiones, que al quedar sin la protección de España estaban indefensas ante el ataque portugués, apoyado por los espúreos intereses de la encomienda. En las selváticas tierras de las misiones                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        la tensión cortaba como un cuchillo, ya que los encomenderos españoles por el oeste, como los bandeirantes por el este, presionaban con el fin de obtener beneficios, pero al encontrarse con la oposición de La Orden, se convirtieron en sus más encarnizados enemigos, por lo que aunaron sus fuerzas para conspirar en su contra.
 
Cuando los Jesuitas defendieron a sus protegidos, incluso con las armas, cayeron en desgracia ante las Cortes de Europa, influenciadas y dominadas por el Despotismo Ilustrado y las Monarquías Absolutas, que veían en la Compañía de Jesús un gran obstáculo, para su política de debilitamiento del poder del Papa y La Iglesia, y utilizaron el argumento de la violencia, el de su enorme riqueza y poder, y el de que querían constituir un reyno soberano en sus reducciones, para expulsar primero y disolver después La Compañía, a lo que no se opusieron las otras Órdenes Religiosas, celosas de la influencia, el talento y la capacidad de Los Jesuitas.
 
                                                
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                                    
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
NOVENO
VIENTOS CONTRARIOS
El amanecer parecía demorarse ese día, como si le costara levantarse a causa del riguroso frío  que campeaba en el mes de  julio de 1767.  Del sur corría el viento esa mañana, provocando en el ánimo sensación de orfandad. Sus ráfagas cortas caían como latigazos sobre la ciudad que comenzaba a despertarse. Córdoba se encontraba estremecida por la baja temperatura de ese invierno y sobre todo por una noticia que pese al intento de las autoridades,  para mantenerlo en el más estricto secreto, se estaba esparciendo lenta pero inconteniblemente entre los vecinos principales.  La gente no lograba dar crédito a semejante especie.
La misma indicaba que La Compañía de Jesús sería expulsada del continente americano. Era una idea tan fantástica que no lograba entrar en la mente de los vecinos, cuya vida giraba en gran medida alrededor del universo y la organización social  de la iglesia. La devoción popular por ella y sus miembros, muchos de los cuales eran criollos de estas tierras, y el prestigio que tenía como institución, hacían poco creíble esta novedad, sobre todo por afectar a La Orden más poderosa, de todas las que conforman la Católica Apostólica Romana.
Esa mañana, pese a la inclemencia del tiempo, acudió más gente que de costumbre para rezar la primera misa. Llegaron con el desconsuelo pintado en su rostro. Se juntaban formando pequeños grupos, en el atrio de la Iglesia de la Compañía, donde la fachada, de severo estilo románico, construida en pura piedra de la serranía local, parecía dar seguridad y amparo a los fieles reunidos a su pié.  Las personas ingresaban calladas al interior, construido en forma de cruz latina.
 El púlpito y los artesonados brillaban como el oro. La exótica bóveda de la cúpula en forma de quilla de barco invertida, armada íntegramente con cedro de las reducciones jesuitas y el altar de plata altoperuano, realzaban la magnificencia del templo. Las dos capillas laterales, dedicadas, una a los naturales del país y la otra a los españoles, se fueron llenando de fieles, al igual que la nave central. El silencio se hacía sentir en la casa de Dios. Los rostros mostraban ansiedad y congoja, mientras esperaban algo que los sacara de la confusión en que estaban inmersos.
El Padre Provincial daría esta misa. Entró secundado por dos sacerdotes que oficiarían de monaguillos y cuando comenzó la ceremonia, elevó su mirada al imponente retablo de madera tallada, que cobija los santos fundadores de La Orden, a los que pidió protección para la Congregación e inspiración para lo que debía trasmitir a los creyentes, a los que sabía inquietos y desconcertados, al tiempo que se encomendaba con toda su fuerza a Jesús y a su Santa Madre.
En el Sermón trató de tranquilizar los presentes a los que pidió serenidad y confianza, ya que aunque las noticias no eran favorables, todavía no habían sido notificados de nada, por lo que no existía motivo oficial para alarmarse. Les pidió que se retiraran a sus hogares en paz y que pidan a Dios por todos. Luego de terminada la misa y al retirarse los fieles del Templo, cerraron sus puertas y ventanas y en el mayor silencio fueron entrando todos los sacerdotes de la Compañía.                                                                                                     Tomaron asiento esperando la palabra del Provincial, quien se dirigiría a ellos en relación a los acontecimientos que tenían en vilo a todos los miembros de la Orden.
 Este subió al púlpito y desde su eminencia se dirigió a los oyentes que esperaban ansiosos sus palabras.
–Hermanos, hoy once de julio la Iglesia venera  a San Benito, quien prefería el amor a Dios y su servicio a todas las otras cosas. Meditemos en estas horas aciagas en la profundidad de este pensamiento y confiemos en que tarde o temprano la devoción que tenemos por Jesús y nuestra entrega incondicional a nuestros hermanos en Cristo, nos permita continuar sirviendo al Señor en estas tierras, donde fuerzas oscuras pretenden nuestro alejamiento.
Mundialmente nuestra Orden está siendo atacada principalmente por seguir el pensamiento de uno de nuestros filósofos más insignes, el Padre Suarez. Este sabio Jesuita sostiene, como ustedes saben, que el Poder reside en Dios. Este lo entrega al pueblo, que es su destinatario original, quien lo delega en el Monarca para que lo gobierne y lo organice. Si este no cumple o no puede cumplir con la función encomendada, el Poder regresa al pueblo. También es atacado nuestro voto de obediencia incondicional al Papa.
Nuestra interpretación sobre el origen del Poder y la sumisión al Papa, se oponen a la ideología que informa al Regalismo. Este pretende, que el Poder lo recibe el Monarca directamente de Dios, en consecuencia el mismo es absoluto, carece de límites e incluso el Papa y la Iglesia deben estar sometidos a él. Desde ya que esto es diametralmente opuesto a uno de nuestros principios fundacionales ya que La Compañía ha nacido  “para militar para Dios bajo la bandera de la cruz y para servir solo al Señor y a La Iglesia, bajo el Romano Pontífice.”
En este contexto, nuestra acción  en estas tierras y la influencia económica y política que ejercemos en el espíritu de la gente a través del buen ejemplo y la educación que les brindamos, que les permite una comprensión de la realidad más profunda, chocan con la ideología Absolutista del Regalismo, que pretende el control social de las personas y de sus medios de producción.
Nuestro Sistema  civilizó hasta donde pudo, este vasto territorio, para lo cual fundamos Reducciones que fueron consolidando la soberanía sobre el mismo. Allí se aseguraron y fortalecieron poblaciones y se desarrollaron las artes y los oficios, la cultura y la ciencia, como también el comercio y la producción de la tierra. Por sobre todas las cosas la evangelización y educación, ya que la finalidad de nuestra Orden persigue “la salvación y perfección de los prójimos.”
La atención de lo temporal tuvo como objeto, que la tarea misional pudiera desarrollarse sobre individuos libres de la coacción de los grupos dominantes y esclavistas y con un intelecto suficiente como para comprender el mundo material y el universo de lo Sagrado y lo Divino.
Han criticado hasta el cansancio nuestra Moral Laxista, opuesta al Rigorismo propugnado por otras Órdenes Religiosas. Con ella, hemos permitido el desarrollo del libre albedrío y la toma de consciencia de la gente.
De la misma manera atacaron nuestra práctica del Sincretismo Religioso, en los pueblos paganos. Este método, permitió la convivencia de ciertas creencias o costumbres populares, junto a nuestras enseñanzas. Esta comprensión del otro, nos permitió lograr un mayor número de conversiones. Además al usar un proselitismo menos traumático, logramos una mayor cohesión con los evangelizados, unión que muchas veces se le dificultó a otras Órdenes, cuyas ortodoxias y rigideces religiosas y culturales, no lo hacían posible.
Nuestros detractores, han hecho hincapié, en que la acumulación de riqueza por parte de nuestra Compañía, se basa en el ejercicio de actividades, supuestamente contrarias al espíritu de la Iglesia, como el comercio o la industria.
 Esto es falso. En nuestra acción evangelizadora y educativa hemos tomado al hombre como un todo, por lo que tratamos de hacer una promoción integral de todas sus potencias.
En ese sentido no solo le inculcamos el conocimiento y el amor de Dios, sino que lo pusimos en contacto con las artes y la ciencia y le enseñamos a producir la tierra y a ejercer el comercio de sus frutos. También le trasmitimos nuestros conocimientos metalúrgicos e industriales. A través de la educación elevamos su inteligencia y el nivel de su conciencia.
Si de todo esto resultó un aumento en los bienes y servicios y una acumulación de capital, ha sido una consecuencia del trabajo humano y honrado y del aumento de la inteligencia;  y no un acaparamiento, producto de la violencia o rapiña o de la renta producida por la manipulación del dinero.
Termino Hermanos para no abundar sobre lo que todos conocéis, con una cita del salmo 27, “aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón”.
Por ello esperaremos con la tranquilidad del justo, lo que nuestra estrella nos  reserva, ya que las decisiones de los hombres, por muy encumbrados que estos sean, solo son sombras pasajeras, en el destino final de los que sostenemos nuestra vida, en la Luz de Dios.
A partir de ahora, al finalizar esta reunión, nos dedicaremos a ordenar nuestros documentos y libros y dejar hechas todas las previsiones posibles, en vista de lo que pueda ocurrir, para lo cual yo estaré en mi despacho y atenderé a cada uno de ustedes para que hagamos un balance y cierre de todas las actividades que desarrollamos y pongamos en orden nuestros papeles y proyectos, pensando en un futuro retorno, ya que de acuerdo a las noticias adversas que poseemos, es muy probable que nos expulsen sin piedad.
 
Cumpliendo la indicación del Padre Provincial, todos los miembros de la Compañía, con el método y la disciplina  proverbiales en ellos, dedicaron su tiempo a organizar administrativamente un cese ordenado de las actividades y secciones que estaban a cargo de cada uno de ellos, para lo cual consultaban en lo necesario al Superior. Para esto, también se hizo presente el Padre Roberto, quien fue introducido en el despacho y tomando asiento frente a la máxima autoridad Jesuita de la Provincia del Paraguay, de dispuso a esperar su atención, mientras consultaba unos documentos que traía en sus manos.
-Hable Padre, lo escucho.
-Reverendo Padre, seré lo más breve posible dada la premura existente. Como usted no ignora, hace muchos años que realizo estudios y pruebas para intentar la cura de enfermedades malignas, que desde siempre han causado la muerte en las personas afectadas. Para ello he contado hasta su desaparición, con la ayuda y el aporte de un médico natural de la tribu comechingón.
Juntos atacamos diversas dolencias, con pócimas, elaboradas a partir de hierbas autóctonas y algunas europeas. Pacientemente, utilizando el método y la técnica de la ciencia alquímica, y a través de numerosos ensayos con  sustancias naturales, y experimentando diferentes proporciones y temperaturas, en distintos pacientes, hemos obtenido logros muy elocuentes, en la remisión de las mismas.
Lamentablemente, no se ha contado con más tiempo, para continuar con pruebas que nos den una seguridad total de haber derrotado la enfermedad. No obstante, he traído la fórmula debidamente escrita y perfectamente explicada, y la descripción de los tumores y cánceres que cura, para que en un futuro se siga profundizando este conocimiento, dado que sospecho que por ahora nos veremos impedidos de seguir trabajando en ello. Vuestra Reverencia me indicará lo que hacer con estos documentos, dijo, y calló esperando la respuesta.
El Provincial meditó en silencio la respuesta y por fin expresó:
-Padre, conozco vuestra obra y la dedicación que habéis puesto para combatir esas enfermedades. También he sabido de la asociación que teníais con el Chamán, un hombre muy respetado por su ciencia y entrega a los demás, lamentablemente, hoy fallecido.
Efectivamente, vuestros trabajos científicos sufrirán un estancamiento. La duración del mismo es de difícil pronóstico, pero seguramente no será corto. También juega la circunstancia de la incertidumbre acerca de nuestro futuro, no solo en estas tierras, sino como organización eclesiástica.
Por ello y de acuerdo a lo que indica la lógica, creo que deberíamos ocultar este descubrimiento en un lugar seguro, ya que llevarlo al exilio es peligroso e incluso quizá no nos permitan hacerlo. En cambio si lo guardamos para un futuro, nosotros o los que ocupen nuestro lugar en ese momento, tendremos acceso a él y se podrá continuar lo que hoy se interrumpe, por disposiciones contrarias a nuestra voluntad.
-Y donde sugiere Vuestra Reverencia hacerlo..?
-Haré cavar un hueco en un muro de la Biblioteca. Allí pondremos los documentos resguardados en algún envase seguro y luego haré sellar el muro. Vos y yo sabremos donde están y en su momento los haremos aparecer.
-Que así sea.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DECIMO
ROBERTO SE DESPIDE
            Al retirarse del despacho del Provincial y antes de dirigirse a la Quinta Santa Ana, el Padre Roberto tuvo el deseo de recorrer, quizá por última vez, las edificaciones que forman el conglomerado de La Orden, por lo que ingresa en la Iglesia y en el Retablo se inclina ante la figura de San Ignacio.
Pasea por la Residencia, por el Colegio y la Universidad. Entra a la Biblioteca y mira con amor los libros que descansan en los anaqueles, esperando el lector que los llene nuevamente de vida, al leerlos.
Se retira del poderoso centro, cuya fuerza impulsó en gran medida el espíritu y la vida de las Colonias, y tomando calle arriba comenzó a caminar despacio, dada su avanzada edad, hacia el domicilio que ocupó más de medio siglo. Su mirada se embebía del entorno que tan bien conocía y mentalmente comenzó a despedirse de la Aldea que vio crecer y convertirse en lo que era.  
La ciudad se había vuelto grande y pujante. La cultura y el comercio con el Alto Perú le dieron importancia en el contexto territorial. Gracias a las artes y oficios que enseñaron a los habitantes, se abrieron talleres e industrias que aportaron la actitud y movimiento característico de ese énclave ubicado en el corazón del Plata. Sabía que su congregación era parte importante de ello, y un sano orgullo invadió sus sentimientos, por ser también él una chispa de ese fuego creador, que ardió con fuerza en el lugar.
Mientras marchaba, andando las calles empedradas, fue recordando las personas que cruzaron su camino, en los muchos años de vida, que el Señor le deparó. Algunos, estudiantes como él, en la Europa de la juventud. Otros, compañeros y superiores de la Compañía con los cuales compartió toda su edad adulta y su vejez. Dentro de estos hubo dos figuras que llegaron a su mente, esa mañana, llamadas por esta remembranza, los Padres Falkner y Suarez.
 Tomás Falkner, Inglés de nacimiento y médico como su padre, provenía de un hogar de formación Calvinista, sin embargo en un viaje que hace después de recibido al Río de la Plata, comisionado por la Royal Society, para estudiar las propiedades medicinales de las plantas americanas, enferma gravemente y el Capitán del buque lo deja al cuidado de un Sacerdote Jesuita, que lo atiende, lo cura y lo convierte al Cristianismo. Falkner  impresionado por la organización y actividad de La Compañía decide formar parte de ella, por lo que se traslada a Córdoba para estudiar en el Noviciado que tenía La Orden. Su labor en la ciudad fue importantísima, instaló su primera botica y ejerció el arte de curar, siendo considerado el médico más eminente de las Gobernaciones del Plata.
En su juventud había estudiado con Isaac Newton del que fue discípulo distinguido, por lo que en la Universidad de Córdoba fundó la Cátedra de Matemáticas, con gran ventaja para la ciencia y beneficio en las Colonias.
 Como Misionero tuvo numerosos destinos, tanto en Tucumán como en Santiago del Estero. En la costa Atlántica, en la Reducción del Pilar y en San Miguel, en Santa Fe. En estos territorios, como en parte de la Patagonia, que recorrió observando, estudió los pueblos originarios y realizó investigaciones palenteológicas de enorme importancia, a tal punto que el primer hallazgo registrado en ese sentido, le correspondió, siendo con justicia considerado fundador de esta disciplina en las Colonias Españolas de América.
Hacía varios años que había regresado a Córdoba, donde renovaron la amistad que los unió en su juventud. El Padre Roberto no solo lo trataba con el afecto del compañero, sino que lo consultaba para la resolución de los casos difíciles. Tenían muchos puntos en común. El amor por la medicina y la herbolaria. La edad avanzada de ambos, aunque Roberto era bastante mayor. Un destino común dentro de una congregación religiosa y ahora la posibilidad casi cierta de que los expulsen de estas tierras, por las que tanto lucharon y a las que llegaron a amar como a las propias.
No obstante lo incierto del panorama, irguió como pudo su ya encorvada figura  y  siguió caminando, apoyado en el bastón con que se ayudaba. Al recordar la cita del Salmo hecha por el Superior: “aunque un ejército acampe contra mí no temeré”…levantó la frente y una sonrisa vino a poblar su viejo rostro, al que el sol de esa fría mañana bañó de luz, llevándose la angustia, que por un momento se marcó en su semblante y ensombreció su corazón.
 
Al Padre Buenaventura Suarez, también lo conoció cuando cursaba el Noviciado en Córdoba, hacía tantos años que casi le parecía imposible que todavía estuviera vivo para recordar esta circunstancia. Suarez era casi un niño cuando llegó de su Santa Fe natal para convertirse en sacerdote de La Compañía.
Fue un Jesuita criollo, descendiente directo de Juan de Garay y considerado por sus contemporáneos, como el padre de la Astronomía de las Colonias Hispanoamericanas.
Con Roberto trabaron una sólida amistad, que siempre se sostuvo entera pese a vivir distanciados, pero que mantenían viva gracias  al cariño inicial con que comenzó, y a una correspondencia lo más activa posible dentro de las circunstancias.
 Ambos eran científicos, aunque de ramas diferentes, pero el amor al conocimiento era uno de los puntos en común que los unía. El otro, fue que Suarez también se interesó en la herbolaria y la medicina, con la que auxiliaba a los indios en las lejanas selvas, donde ejercía su labor misional, contribuyendo a combatir las graves pestes que asolaron las mismas, por los años 1733 y 1736.
Pero los mejores intereses de este erudito sacerdote, fueron la geografía y la matemática, que le sirvieron de base para ser el más genial astrónomo de su época, a tal punto que en Europa consideraban sus observaciones más precisas que cualquier otra, por lo que usaban sus anotaciones de los satélites de Júpiter como las más confiables.
Tenía enorme habilidad para efectuar registros meteorológicos. Para todo ello utilizaba instrumentos astronómicos tales como telescopios de diversas graduaciones íntegramente fabricados por él. Incluso pulía con su propia mano, partiendo de piedras de cuarzo, las lentes ópticas de los mismos. Asimismo construyó relojes de péndulo de precisión, con sus marcas de horas, minutos y segundos y un cuadrante astronómico, para poder ajustar el reloj a la rotación del sol, obteniendo la hora verdadera.
Incursionó en la metalurgia y la industria no solo para construir sus telescopios, sino que perfeccionó el delicado proceso que se necesita para fundir campanas. Técnica muy difícil y escasa ya que cada una tiene su propia voz, y da su nota al ser tocada.
Lamentablemente su vida no fue muy larga, con lo que privó no solo a su amigo, sino al territorio donde vivió y a la Congregación a la que perteneció, de la luz de su intelecto y la enorme potencia de su genio.
Para Roberto, fue un verdadero paradigma del aporte cultural y científico de los Jesuitas, quienes con su labor, lograron iniciar y expandir en estas latitudes, desprovistas del desarrollo del mundo civilizado de entonces, ilustres sabios, que fueron pioneros de muchos descubrimientos y avances en el saber del hombre.
            Sus pasos lo llevaron a su querida Quinta Santa Ana. Allí permanecería a la espera de los acontecimientos que podían sucederse. Si la fuerza y la prepotencia de los gobernantes, los echaban de los territorios a los que tenían derecho, él quería permanecer hasta el final en ese lugar, que con sus propias manos y la ayuda de unos indios, construyó.
            Sin dudarlo se dirigió al taller de alquimia y ante el altar que supo construir con una sencilla mesa de campo, se arrodilló para iniciar las devociones a su Señor. Luego le agradeció la larga vida que pudo dedicar al estudio y al servicio de los demás y toda la paz que encontró en este rincón del mundo, tan lejos de su madre patria, a la que casi había olvidado, tantos eran los años que pasó en las Colonias.
            Al rodear con su vista el interior de su laboratorio, la fue posando sobre los instrumentos propios de la actividad, de los que se sirvió todos estos años de fructífera labor científica, y no pudo dejar de recordar aquel Chamán con el que lo ligó una relación tan importante, no solo desde lo médico, sino desde lo humano y  espiritual.
Ambos se reconocieron como personas destinadas al servicio de su Dios y de sus semejantes. Ambos se preocuparon por el dolor y el bienestar de la gente. Ambos fueron científicos entregados a su labor y crearon un remedio para combatir un flagelo mortal, uniendo los conocimientos de dos culturas, siguiendo el pedido del maestro del Chamán. Por último, ambos trenzaron una amistad hermosa e indestructible, como suelen hacerlo las almas nacidas hermanas y ligadas por vínculos de afecto y respeto, que ni el tiempo, ni la distancia, ni la misma muerte, pueden separar o disminuir.
            Con profunda emoción evocó la muerte del gran médico y líder de su pueblo. La edad y la tristeza por la muerte de su hija, a la no pudieron salvar pese a sus esfuerzos, minó su salud y el interés por la vida. Indudablemente era un alma que había cumplido su ciclo y le llegaba el tiempo del descanso.
            Roberto tiene la certeza de que sus muchos años, y la declinación física relacionada con ella, no le permitirán sobrevivir a las fatigas de la expulsión, si esta se diera. Su espíritu esta sereno y en paz y abriga la esperanza de encontrarse en el cielo, con ese compañero que partió antes que él.
No puede evitar recordar los últimos momentos de ese ser tan especial. Su muerte fue como su vida, la transitó entre lo mítico y lo fantástico. Las imágenes se suceden en rápidos cuadros en su mente y revive la habitación donde agoniza el Chaman, acostado sobre un catre de tiento, acolchonado con jergones de cuero de oveja. El cuerpo tapado con una manta india, teñida con  raíz de monte, cuyo espíritu parecía florecer, en los colores con que las viejas artesanas de la tribu, adornaban el abrigo.
El moribundo, presintiendo su presencia, ya que Roberto permanecía cuidándolo, sentado a su lado en un banquito de algarrobo, abrió sus ojos y murmuró, dejándole un postrer legado: el pasado atardecer he visto en el cielo, herido por los últimos rayos de luz, un grupo de nubes;  en cuyas formas y dibujos, me fue permitido interpretar, el futuro de gloria y esplendor que está reservado a la humanidad.
He creído comprender el propósito del Gran Espíritu.  La paz anidó en mi corazón y mi mente logró iluminarse, intuyendo en parte el devenir humano. Pude contemplar la caída final del egoísmo y la instalación del amor, como valor supremo,  conformando hombres asociados por la hermandad y la armonía, en un tiempo que vendrá después de este tiempo, dijo con voz casi inaudible, mientras su cabeza se reclinaba despacio sobre el pecho, al tiempo que su alma se elevaba buscando su hogar, en el firmamento donde su Creador, esperaba su llegada.
Entonces Roberto, con grave letanía, mientras imploraba mentalmente al Arcángel Miguel, para que acompañe su tránsito protegiéndolo del mal,  elevaba sus  preces, con la oración que Jesús nos enseñara: Pater noster, qui est in caelis, santificetur nomen tuum.  Advéniat regnum tuum.  Fiat voluntas tua…. murmuraba, mientras una gruesa lágrima, rodaba por su mejilla, suavizando con su fresca humedad, el dolor impreso en su rostro, por el hermano que se iba……
En la madrugada del 12 de julio de 1767, el Sargento Mayor Fernando Fabro, al mando de una tropa fuertemente armada, cercó la Casa Jesuita e irrumpiendo por la puerta principal, con la insolencia que suele acompañar el uso de la fuerza, exigió la presencia del Provincial, al que le impuso la obligación de reunir a la comunidad en el Refectorio, donde procedió a leerles el Decreto Real, que ordenaba la expulsión de las tierras de la Corona, de la Compañía de Jesús.
 Desde ese momento, supuestamente por ser culpables de un grave crimen, debían considerarse bajo arresto y marchar al exilio, dejando su habitual residencia y sin poder llevar nada consigo, sobre todo documentos o libros, ni apuntes personales. Solo el Breviario para consuelo de su espíritu, fueron autorizados a transportar en su extrañamiento.
Abatidos y humillados estaban los Padres ante el hecho que vivían, ya que si bien lo esperaban, de acuerdo a los informes que poseían, aún les quedaba alguna esperanza, la que finalmente desapareció al ver que la autoridad militar, se apoderaba de todas sus pertenencias, despojándolos de su mítico patrimonio, el que luego sería metódico y rapazmente destruido: Estancias, animales y herramientas. Propiedades y libros. Telares, metalurgias, obrajes, talleres, viñedos, y en general todo el andamiaje productivo de La Orden.
Todo fue luego malvendido por la Junta de Temporalidades, con el desinterés del que no es propietario de los bienes, ni  ha contribuido a su creación o engrandecimiento. El propio Sargento Mayor Fabro, fue posteriormente acusado de un manejo irregular, pero sus socios y cómplices lo ayudaron a excusarse.
Los mismos sacerdotes de las otras órdenes religiosas, miraron para el otro costado, mientras se aprovechaban de los despojos que les fueron asignados, de la herencia Jesuita.
Carlos III jamás explicó los fundamentos de su decisión. En el Decreto de expulsión no menciona la causa y se reserva las razones del mismo en su Real Pecho. La ejecución de la Ordenanza, se hizo rodeada de precauciones y con la mayor cautela, sin hacer ruido y sin previo aviso, con el fin de evitar la adhesión de la gente y confiscando al mismo tiempo todas las temporalidades de La Compañía ya enunciadas, más la imprenta, archivos, documentos y papeles.
Aunque El Monarca no lo mencionara, uno de los motivos principales de la expulsión, fue aumentar las rentas de la Corona, con los bienes de los Jesuitas. Por esos extraños designios de la historia, esta aspiración no se cumplió adecuadamente, sino que por el contrario las rentas decayeron, ya que Los Padres administraban sus Reducciones y Estancias con el mayor celo y con el interés del que explota algo que le pertenece.
De esta forma fomentaban el rendimiento, del que pagaban tributo a la Corona, apoyados en su experiencia y habilidad en el manejo de las tierras y en el trato con el indio, a quien habían enseñado respeto y colaboración, al tiempo que los organizaban social, económica y culturalmente.
No fue este el caso de los administradores y funcionarios del Rey, quienes al ser nombrados por tiempo determinado, trataban de sacar provecho particular de su cargo, aumentando su bienestar y riqueza, en detrimento de los bienes y de la prosperidad de los pueblos puestos bajo tu tutela.
El cargo solo era un instrumento para labrar su bienestar, atendiendo de mala manera las necesidades y el servicio del Rey, sin contar que generalmente tampoco poseían la experiencia ni la capacitación que tenían los sacerdotes, por lo que los beneficios decayeron de forma manifiesta e incontrolable, dilapidándose miserablemente el esfuerzo puesto para colonizar y el progreso agrícola, comercial e industrial y por supuesto el cultural de estos territorios.
Con respecto a la consciencia y la moral de los fieles, la expulsión favoreció la idea de una falsa libertad que llevó a una  relajación generalizada. Los Jesuitas eran hábiles consejeros y directores de la vida interior, y lo complementaban enseñando artes y oficios y dando cultura a los pueblos. Las otras Ordenes jamás pudieron llenar del todo el vacío dejado por La Compañía, que tenía un manejo más científico y cultural sobre sus posesiones y más severo de las costumbres sociales sobre el pueblo.
Los otros religiosos no supieron o no pudieron ejercer el liderazgo Jesuita, lo que a la larga trajo como consecuencia, que las figuras del Rey y de la propia España perdieran grandeza y autoridad. Con el tiempo esto favoreció y aceleró el proceso de Independencia de las Colonias, situación que no imaginaron el Monarca ni sus Ilustrados Asesores y Ministros, constituyendo un efecto no buscado ni querido por ellos, pero que llegó con una fuerza que no pudieron controlar ni detener.
                                                       
 
 
 
 
                                                     
 
 
 
 
 
 
ONCE
CIUDAD DE CORDOBA, REPÚBLICA ARGENTINA. DÉCADA DEL 2000.
Como todos los días su esposa le sirvió el café, mientras él hacía como que leía un artículo del diario. Trataba de esa manera de no entablar ninguna conversación, puesto que temía que se notara en su rostro o en sus gestos el nerviosismo que sentía. Aunque solo se acostó un par de horas se levantó como siempre temprano, se duchó rápidamente más que nada para despejarse, y pretendía irse a trabajar apenas terminara el desayuno.
-Anoche estabas muy inquieto, Enrique, le dijo su señora. No hacías más que dar vueltas por la cama murmurando cosas.
-Quizá me cayeron mal unos sándwiches que comimos a la noche con los de vigilancia, vos sabés que esas cosas no me sientan, le contestó y comenzó a levantarse, ya que no quería hablar con ella, ni contarle lo que había sucedido, hasta no tener en claro el contenido del documento y para que le podría servir.
 Sobre todo no sabía cómo explicarle a los suyos, de qué forma se había apropiado del mismo.  
-Cuidáte amor.  Tenés cara de cansado.
-Es que dormí poco estos días, pero esta noche me acuesto temprano y me repongo. Ahora me voy que se me hace tarde, hasta luego. Adiós chicos, saludó y salió a la calle para dirigirse al trabajo.
Ya en su oficina indicó a su secretaria las tareas del día y le dijo que al salir cerrara la puerta de su oficina y que solo lo consulte de ser imprescindible, dado que debía concentrarse en el tema sobre el que disertaría el sábado.
-Con Mercedes vamos a asistir a su charla Jefe, así que si usted quiere le podemos pasar las diapositivas.
-Sería una gran cosa, después ordenaremos el material para que concuerde con el discurso.
-Bueno señor, le cierro así trabaja tranquilo.
            Cuando quedó solo, sacó del cajón el sobre donde había guardado el manuscrito y poniendo este sobre la mesa se dispuso a estudiarlo. Lo primero que vio fueron nomenclaturas químicas, que no entendió por no conocer la materia, pero por lo poco que recordaba de cuando era estudiante, se trataba sin duda de una fórmula.
Dejó para otro momento la interpretación del contenido de la misma, que tenía ante su vista y siguió leyendo ya que abajo había un escrito que indicaba nombres de plantas naturales, proporciones y métodos de extracción y mezcla de los mismos. También había dosis sugeridas para distintos casos, según la gravedad del paciente.
En un documento aparte estaba la siguiente misiva: “La fórmula, su obtención y aplicaciones, que dejo guardada en esta caja de plomo, lo hago con el conocimiento y el permiso de mi superior, el Padre Provincial. Le confié que se trata de la receta de un remedio, y como obtenerlo a partir de extractos naturales, al que he probado muchas veces con éxito, en enfermos de cáncer, dolencia que hasta el momento no tiene cura, solo paliativos. También informé de ella al médico principal de La Orden, solo que estamos viviendo un clima tan convulsionado a raíz de la intención de La Corona de España de expulsarnos de sus territorios, que no hemos podido realizar todas las pruebas que requiere la ciencia, para validar este tratamiento. Como nuestro destino es incierto e ignoramos qué suerte correremos, el Padre Provincial decidió, que haciendo un hueco en una pared del edificio de la biblioteca, la escondiéramos allí,  hasta que supiéramos con certeza cuál será nuestro futuro.
            Como pueden repatriarnos o darnos prisión, le buscamos un lugar seguro para que esta fórmula no se pierda, o no nos la quiten enemigos de nuestra Orden. De esta manera, si alguna vez regresamos y nos devuelven lo que por derecho nos pertenece, sabremos desenterrar del muro lo que en él pusimos. También puede ocurrir que muramos en el extrañamiento, por el mal trato, o por el transcurso del tiempo. En ese caso espero, que si alguien encuentra esta investigación, haga de ella un uso correcto en bien de la humanidad. Abajo se veía una fecha, 11 de julio de 1767 y una firma clara  con el siguiente nombre:  Roberto Bianco S.J. “
            Pensativo quedó Enrique luego de leer tan extraño documento. Por su mente pasaron pensamientos de todo tipo. Históricos. De admiración, por el talento de estos científicos de antaño, que con poca o escasa tecnología, lograron tantas cosas.
De destino, se vio llevado de su mano, desde el nacimiento. Su acceso a este trabajo, sus estudios, la oportunidad de encontrar un extraordinario y tan actual procedimiento, tendiente a combatir uno de los flagelos más devastadores de la humanidad. La fama y la gloria que podían derivarse del mismo. La riqueza que traería aparejada el manejo del descubrimiento, si resultaba efectivo para tratar enfermos aquejados por ese mal.
            Muchas situaciones pasaban por sus pensamientos. Se visualizó como un personaje requerido y destacado.
            Se vio fuera del anonimato de una clase media sin demasiados recursos económicos y solicitado por muchas personas, que antes solo se mostraban condescendientes con él. El triunfo social que avisoraba, le compensó en un instante largos años de resentimiento, que había acumulado por no poder frecuentar los círculos a los que tenía derecho, por nacimiento y educación.
            Una cosa le preocupaba y era la reacción de su familia, por la forma incorrecta que llegó esto a sus manos. De momento no se le ocurría como acomodar el relato que tarde o temprano debía contar. Temía no solo la reacción de su círculo íntimo, sino de la sociedad en general, que se preguntaría como un Bibliotecario terminó descubriendo la cura del cáncer.
También lo angustiaba la posibilidad de que una investigación revelase, el apoderamiento ilegal que hizo de un manuscrito descubierto en la Universidad y las consecuencias legales que  este hecho a todas luces irregular, le podía aparejar.
            Se prometió dejar de pensar por el momento en estas cosas. Luego con las ideas más claras y más frías, iría confeccionando un plan. Por ahora no diría nada a nadie, incluida su esposa. No quería ser rehén de secretos inconfesables, así que se tomaría todo el tiempo necesario para encontrar la solución integral del problema. Tomada esta decisión, guardó los documentos en el sobre y lo puso nuevamente bajo llave. Luego continuó preparando la conferencia del sábado y atendiendo el movimiento de su sección.
Laboratorio CC, si quiere comunicarse con la Administración, marque 1, con la Dirección Técnica marque 2, con Ventas marque 3, con Personal marque 4, o espere y será atendido.
Enrique marcó el 2 y cuando lo atendieron preguntó por el Director.
-El señor Rabuffetti está en una reunión, quien lo llama..?, preguntó la secretaria.
-Habla Enrique Olmos. Por favor Karina, dígale que cuando se desocupe, me llame.
-De acuerdo señor Olmos, así lo haré.
-Muchas gracias.
            Cuando Enrique cortó, se quedó pensando si era correcto lo que estaba por hacer. El hecho de no haberse podido contactar con su amigo, le daba espacio para pensar nuevamente lo que había decidido. Pero por más que estudiaba la manera de llevar a cabo el desarrollo de la fórmula, no surgía ninguna solución viable para encarar él solo, sin conocimientos ni capital, una obra de esa envergadura.
Por otro lado, el hecho de que Rabuffetti integrara como socio un Laboratorio, le podía dar cobertura para disimular el apropiamiento que hizo del manuscrito. Efectivamente, se podía argumentar que fue un descubrimiento científico, que resultó del estudio de las propiedades medicinales de ciertas plantas, que hacía tiempo venía desarrollando el Laboratorio, y que ahora estaba probando experimentalmente en animales, para luego hacerlo en seres humanos.
 De esta forma desaparecería el verdadero origen de la fórmula, que jamás habría que develar. Para ello, Enrique y su amigo debían hacer un pacto de silencio, ya que si se conociera la fuente de la misma, entrarían dentro de un cono de sombras del que difícilmente lograrían salir.
Lo que quedaba por resolver, era su participación en el Laboratorio. El suponía que harían una sociedad. Pero como justificar su parte en ella, era algo que no lograba acomodar en el conjunto. Porqué motivo, un Bibliotecario termina de socio en una empresa del sector de la salud, era una pregunta que aún carecía de respuesta. Esperaba que Rabuffetti lo ayudara en ese sentido, sobre todo porque su amigo era a la vez socio y actual esposo de la principal dueña de la empresa. En ese momento sonó el teléfono, el llamado lo asustó, tan concentrado estaba en sus pensamientos.
-Hable.
-Enrique..?
-Julio, como estás..?
-Me dijo la secretaria que te llamara, andás con ganas de que nos juntemos..?
-Me gustaría mucho. Tengo algo importante que contarte. Qué te parece si cenamos esta noche, así podemos hablar tranquilos.
-Me gusta la idea, nos vemos a las nueve en la parrilla de siempre..?
-OK, a las nueve, chau.
            Cuando cortó, Julio Rabuffetti se dirigió a la Administración. La gerenta era su esposa. La vio a través del vidrio sentada en su escritorio, revisando papeles. Era una tarea para la que había nacido. Su anterior marido, antes de dejarla viuda, le enseñó todos los secretos del manejo comercial. En su cabeza estaban todos los datos inimaginables que rodean la actividad empresaria. El monto de los impuestos, los salarios y cargas sociales de los empleados, el pago a los proveedores, las materias primas necesarias para la actividad. El cumpleaños o las fechas significativas de toda la gente involucrada en el funcionamiento del laboratorio, desde los empleados a los técnicos o clientes importantes.
            Se quedó parado mirándola, aprovechando que en su concentración, ella no se había percatado de su presencia. Su cabello sano y lacio caía sobre su rostro, al que tapaba parcialmente, ya que estaba inclinada sobre la mesa de trabajo, estudiando una lista de productos. Tenía las manos y los brazos bellos y bien formados. Ayudaba el hecho de que siempre tuvo la sana costumbre de ir tres veces por semana al gimnacio. Pero además se encargaba personalmente del parque y la pileta de la casa. Le gustaba la actividad física y sobre todo al aire libre, de allí que nunca contrató jardinero alguno, sino que ella se ocupaba del mantenimiento del lugar y lo hacía con gusto.
No así la cocina. Le encargaba a la mujer de servicio, que le dejara lavadas verduras crudas y hacía cocinar algunas. Luego a la hora de comer hacía algún bife a la plancha o algún omelette, para acompañar la ensalada. Los fines de semana él hacía el asado y si tenían gente invitada, pedían algo hecho.
-Hola querida, dijo al entrar. 
-Hola amor, le contestó levantando la vista del trabajo, al tiempo que una sonrisa iluminaba su rostro.
-Acabo de hablar con Enrique y quiere que cenemos esta noche, porque tiene algo que contarme.
-Entonces aprovecho y me voy con Maruja al cine. Quiere ver la última de no me acuerdo que famoso director y me había invitado. Yo todavía no le confirmé nada, pero si salís con Enrique la llamo, así no me aburro.
-Si comen algo con Maruja no pidas postre. Cuando vuelvo a casa compro helado y mientras conversamos, lo comemos.
-Te lo voy a dar de a poquito en la boca, querés..?
-Yo inventaré algo que te guste. Será una sorpresa..!
-Huuy,  pinta emocionante, nó..?
            Llegaron casi juntos al local ubicado en el barrio de Alta Córdoba. Era un lugar cómodo y tranquilo, donde se podía conversar sin estridencias Música  suave y comida abundante era la consigna del propietario, además siempre había donde estacionar los vehículos. Las veredas eran anchas y arboladas, aportando frescura en los meses de calor. Al encontrarse en la calle se juntaron en un cálido abrazo.
Eran amigos desde la primera juventud. Ambos vinieron a Córdoba con el fin de estudiar y trabajar. Se conocieron en la pensión de Doña Lucy, una viuda con dos hijas, que cuando murió el marido, para ayudarse, puesto que la jubilación no alcanzaba, comenzó a recibir estudiantes, a los que les daba casa y comida.
 Compartían la misma pieza y a veces una hija de la casera, con lo que la amistad se fue consolidando. Por otro lado, ambos estaban fuera de sus hogares, lo que fortalecía su unión, que mitigaba el desamparo que siente, el que dejó su tierra y sus seres queridos lejos. Como se hicieron compinches, iban a todos lados juntos, con lo que al pasar los años les quedó como ahorro, un caudal de aventuras y anécdotas que fortificaron sus lazos de simpatía y amistad.
Enrique se casó primero, pero aunque Julio seguía soltero, cada tanto se veían. A veces en casa de Enrique, pero generalmente comiendo solos en algún comedor. Cuando Julio formalizó con su mujer, la costumbre no se modificó. Las mujeres entendían que ellos preferían charlar de sus cosas y confidenciarse como siempre, y los dejaban tranquilos.
Ellas también se hicieron amigas y en ocasiones, sobre todo algún cumpleaños o cosas así, compartían con gusto su mutua compañía, pero como tenían ocupaciones e intereses distintos, cada una desarrollaba su actividad social sin depender de la otra. A esto se sumaba, que el matrimonio de Julio no tenía hijos, con lo que sus entretenimientos tenían un rumbo diferente, sobre todo cuando los hijos de Enrique fueron pequeños.
Al entrar al Restaurante, fueron saludados amigablemente por el dueño. Eran clientes habituales y al sentarse en la mesa de costumbre, al lado de la ventana, el mozo les preguntó si comerían lo de siempre.
-Sí le contestó Julio. Traiga una parrillada para uno, con una ensalada mixta y papafritas. Como saben, el amigo  come poco. Un vino tinto y soda. Cuando quedaron solos, Julio preguntó:
-Como andás Enriquito, en estos días te estaba por hablar. Hace bastante que no nos vemos. Como están en tu casa..?
-Todos bien gracias a Dios. Y ustedes..?
-Como siempre. Trabajando mucho para poder aguantar. Los números son cada vez más finitos, pero en general bien, no me puedo quejar.
-No te hablaba porque estaba muy ocupado, pero ahora que me saqué de encima unos compromisos, aproveché. Además tengo algo que contarte, que te puede interesar.
-Eso me dijiste por teléfono, de que se trata..?
En eso trajeron el vino con una cazuelita para entrada, por lo que la conversación se vio interrumpida.
-Enrique dijo: mirá Julio, esperemos que traigan la comida así no nos interrumpen, lo que tengo que decirte es importante y complejo.
-Bueno, vayamos tomando algo y probemos la cazuela.
Estaban en eso, cuando les trajeron la ensalada.
-Para que la vayan preparando que ya viene lo otro, anunció el empleado.
 Efectivamente, al ratito trajeron una fuente de aromáticas papas fritas y parte del asado. Enrique solo se sirvió un pedacito de carne con un poco de ensalada, del resto se encargaba Julio, con gran placer de su parte.
                                                  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DOCE
LA CONVERSACIÓN
Enrique Olmos habitualmente comía poco y esa noche no fue la excepción. Apenas terminó su magra porción, prendió un cigarrillo y empezó a relatar desde el principio, lo que le había sucedido sin omitir ningún detalle. Su amigo se mostraba cada vez más interesado a medida que la exposición avanzaba.
  Cuando Enrique llegó a la parte de la fórmula, aunque no mencionó sus componentes, le preguntó si de sustancias naturales, se podía componer un remedio aparentemente efectivo como este, para tratar enfermedades mortales, según su creador.
-Antes de que existieran los medicamentos de síntesis, que son los que se elaboran actualmente en la mayoría de los laboratorios, incluido el nuestro, los antiguos utilizaban los principios activos de las plantas, con los que creaban sustancias medicinales, que poseían actividad terapéutica. Con ellas hacían frente a las distintas dolencias del ser humano. He de decirte que aún hoy en día se siguen usando muchas de ellas por su efectividad y porque algunos médicos y pacientes las prefieren a las sintéticas.
-Supongo Julio, que actualmente los únicos autorizados a producir medicamentos, son los laboratorios farmacéuticos..?
-Supones bien, Enrique. Solo los laboratorios pueden prepararlos y distribuirlos.
-Y si tu laboratorio quisiera investigar sobre sustancias aptas para curar enfermedades, puede hacerlo..?
-Mirá Enrique, yo investigo poco y nada. Somos un laboratorio pequeño y nos dedicamos a preparar cierta línea de medicamentos bastante comunes y de precio  moderado. Para ello nos valemos de patentes internacionales probadas y aptas para que cualquier laboratorio las utilice. Compramos las materias primas y los preparamos siguiendo los lineamientos de la técnica.
-La pregunta que te hice acerca de si podés investigar, está relacionada con la fórmula de la que te hablé. Creo que si vos afirmas que has descubierto que determinados principios naturales curan una enfermedad, debés probarlo..?
-Así es Enrique. Yo trataba de explicarte el porqué nuestro laboratorio no lo hacía.
De hecho generalmente las grandes corporaciones se dedican a ello, para lo cual tienen científicos de primer nivel e inversiones cuantiosas. Pero si lo que vos quieres saber es si yo puedo llegar a investigar, te respondo que sí. No solo tengo un Título habilitante para ello, sino que nuestro laboratorio está debidamente autorizado.
-Y que pasos se deberían seguir para demostrar en tu laboratorio que has investigado estos productos y has aislado determinadas sustancias..?
-Bueno, esta es una conversación informativa. Como comprenderás, no estamos profundizando los conceptos, hablamos solo de generalidades. En primer lugar debería actualizar el gabinete de investigación, que desde ya está bastante incompleto, amén de estar fuera de uso.
-Decíme Julio, la inversión en eso es elevada.
-En este rubro nada es económico Enrique, pero eso solo no basta. Habría que fraguar protocolos para demostrar que la investigación se realizó paso a paso y se fue registrando, como lo indican los principios científicos de esta actividad. Eso puede hacerse y la inversión también, pero antes deberíamos probar el remedio en algunas personas para ver el resultado. No vamos a ponernos a trabajar y gastar, sin saber si el remedio es eficaz.
-Todo parece bastante complicado..!
-Es mucho más complicado de lo que acabamos de hablar. Pero vuelvo a repetir, lo primordial es saber si la fórmula sirve. Además hay otra cuestión a resolver, y es la situación jurídica entre nosotros, no te olvides que la dueña del laboratorio es mi esposa. Yo soy su socio menor y Director Técnico del mismo, pero ella tiene la voz cantante. Habría que interiorizarla e interesarla, ya que sin su autorización no podemos avanzar.
-Tendremos que decirle la forma en que me apropié del secreto..?
-A Sofía hay que contarle todo. Ella sabrá si se mete o no en el asunto. No te olvides que hay que borrar perfectamente las huellas del origen del remedio, dadas las circunstancias a que llegó a tu mano.
-Y en caso de que lo hagamos, como justifico mi participación en un laboratorio de productos medicinales..?
-Ya lo analizaremos con Sofía, alguna vuelta habrá. Supongo que se podrá hacer constar alguna inversión y de esa forma podrías incorporarte como accionista del mismo.
-Como vos mismo dijiste recién, esta conversación versa sobre lo general del tema, pero te pregunto para ir rellenando los numerosos baches de información que tengo, un laboratorio como el tuyo, Julio, está en condiciones de fabricar un remedio a partir de la fórmula..? Cómo lo probaría…? Qué pasos habría que dar para que finalmente el medicamento fuera aprobado..? En fin, perdonáme si te consulto lo obvio, pero hay cosas que aún no comprendo en su totalidad.
- Enrique preguntá lo que quieras, es lógico tu desconocimiento del tema. Te contesto diciendo que, una cosa son los principios activos de las plantas, que serían el objeto de la investigación. Otra es que dichos principios sean usados ciegamente. Otra más adelantada, es que se apliquen a través de una técnica primitiva, con la que se lograrían curaciones esporádicas o insuficientes. Y otra distinta, es utilizar dichas sustancias de una manera científica moderna y con una técnica de avanzada, como la que existe en la actualidad.
Hoy en día una investigación debe iniciarse con el estudio de los principios activos y el resultado debe probarse primero en animales. Por ejemplo ratas y ratones. Se prueban en ejemplares incluso de distinto sexo, a pesar de ser de una misma especie, y se evalúa si dicho compuesto tiene efectos curativos y si presenta o no posibles rechazos o toxicidades. Luego, si todo va bien, se gestiona el permiso para comenzar ensayos clínicos con la nueva sustancia.
Dichos ensayos se harán tanto sobre personas sanas, para ver si aparecen problemas, como sobre enfermos. En caso de que se produzcan resultados satisfactorios, recién puede solicitarse la autorización para producir el fármaco.
 Por supuesto todos los pasos deben ser protocolizados y debida y científicamente demostrados y probados, incluso con científicos médicos con experiencia en la materia. De allí que una cosa es la investigación de sustancias, otra es la prueba de la misma y otra es la fabricación, sobre todo si se trata de producirlas a gran escala, lo que plantea el problema de su propaganda y distribución.
-Con lo que me has explicado, tengo para pensar bastante. Como te parece que debe seguir este proceso, si es que estás interesado…?
-Estoy muy interesado Enrique. Esto, si es que da el resultado que afirma el médico Jesuita, es algo grandioso. No te olvides los millones de personas que se ven afectadas por este mal.
-Y cómo es posible que con una ciencia y tecnologías tan antiguas, se hayan logrado resultados y ahora con todo lo que está a disposición de los investigadores no puedan encontrar remedio para este mal…?
-En primer lugar existen muchas drogas bastante eficaces en la lucha contra el cáncer, aunque su erradicación definitiva no está a la vista por ahora. Lo que no podemos saber, es si los grandes laboratorios tienen desarrollos superiores a los que muestran. Las políticas mundiales en materia de fármacos, es algo que escapa al común de las personas.
-Pero decime Julio, los Gobiernos, con sus departamentos científicos, no aportan a la solución de estos flagelos…?
-Sí lo hacen. Incluso aportan fondos a los laboratorios para desarrollo de ciencia y técnica.
Pero debes comprender que las corporaciones transnacionales de productos farmacológicos, son enormes centros de poder y riqueza en el mundo moderno, sobre todo a partir de la segunda guerra mundial. Controlan no solo el conocimiento, sino la producción y distribución de los medicamentos. Los adelantos científicos que logran, incluso con dinero de los gobiernos, son el medio  idóneo para lograr más poder y beneficios.
-Pero su poder es mayor que el de los gobiernos…?
-No se trata de eso. Su influencia es invisible a los ojos de la sociedad.
Con los cuantiosos fondos de que disponen, logran la ayuda de profesionales médicos, a través de un sistema de bienestar, que lo han perfeccionado hasta el último detalle. De la misma forma sobornan funcionarios de Gobierno, para que colaboren de forma encubierta, en sus emprendimientos y negocios, apoyando con todo el poder del Estado los mismos.
-Me querés decir que pueden haber logrado algún remedio más eficiente que los que se conocen, y no lo ponen a disposición de la gente…?
-Puede ocurrir.  Depende de ellos el dar a conocer sus adelantos. Si les conviene económicamente lo que están ofreciendo en la actualidad, no informarán a nadie de sus logros. Nunca olvides que las decisiones que toman en la intimidad de sus oficinas, muchas veces determinan aspectos esenciales del ser humano, como que comer, o que beber, para decir algo simple. También la forma en que viviremos o moriremos, aunque te parezca exagerado.
A veces para seguir viviendo el hombre precisa de un fármaco, que si no está disponible la persona fallece. O podemos estar sumidos en el dolor y si no tenemos a nuestro alcance el calmante necesario, la enfermedad o la muerte pueden ser miserables.
-Amigo, me has abierto los ojos a un mundo desconocido para mí. Te encargo entonces que hables con Sofía, para saber si ella también se interesa en el asunto.
-Dejáme hablar con ella y luego nos juntamos de nuevo, dijo Julio al tiempo que se levantaban para retirarse a sus hogares.
            Cuando Julio regresó a su casa lo hacía con un pote de helado de la marca preferida de su mujer. Era loca por ese postre, que había consumido desde su niñez en grandes cantidades, ya que vivía cerca de una fábrica de ese producto y como era amiga de la hija del dueño, se la pasaban devorando la especialidad. Cosa curiosa, nunca les hizo mal, pese a las exageraciones en la ingesta, lo que demuestra que lo que se come con alegría difícilmente afecta la salud.
            Sofía lo estaba esperando con dos cucharas soperas en la mano, mientras miraba un programa en la televisión.
-Te demoraste amor, estuvo rica la cena…?
-De primera. Me demoré porque tuvimos una larga charla con Enrique. Cuando te cuente, no lo vas a poder creer…!
-Que pasó, se sacó la grande el loco…?
-Más o menos, no fue la grande, pero puede ser tan importante como eso.
-Contáme, me que muero de curiosidad.
-Habramos el paquete, mientras comemos lo hago.
-Dale.
Después de los primeros bocados, Julio dejó la cuchara y comenzó el relato de la misteriosa aventura de Enrique.
Al terminar se quedaron en silencio. Ambos eran perfectamente conocedores de los enormes beneficios que les podía reportar el descubrimiento, si este era eficaz, y conscientes del peligro que podía existir. No obstante también a ellos, como en su momento le sucedió a Enrique, la ambición los hizo soñar con un futuro de gloria y abundancia. Esa visión minimizó, los riesgos que podía aparejar el emprendimiento.
            Sofía fue la primera en romper el silencio.
-Nos hará falta un médico investigador, quien podría ser…?
-Había pensado en Cecilio Fuentes. Está medio retirado por los años y los problemas, pero me dijeron que anda corto de fondos, seguro le va a interesar. No te olvides que al principio, si vemos que el medicamento funciona, debemos fraguar planillas y protocolos como si hiciera tiempo que estamos investigando. Como Cecilio anda necesitado, es probable que se avenga a hacerlo.
-Cecilio es el hombre. Tiene oficio y trayectoria, no debemos apoyarnos en un principiante.
-Estoy de acuerdo, si te parece mañana lo hablamos.
-Está bien. Si acepta, primero hay que preparar la fórmula y luego probarla en algunos pacientes afectados. Será tarea de él conseguir los enfermos. Nosotros no tenemos acceso a ese nicho de la medicina, pero Cecilio tendrá sus contactos.
-Seguramente. Si no ya veremos cómo resolverlo. Lo primero es hablar con él, lo demás lo iremos viendo a medida que aparezca.
-Mejor ahora vámonos a descansar, que mañana hay mucho para hacer.
-Vamos nena. Pero no creas que me olvido de que me ibas a dar el helado en la boca. Hoy te perdono porque es tarde y estamos cansados, pero el sábado no te salvás…!
-No quiero salvarme de nada, el sábado me inmolaré..!
La pareja soltó la risa y tomados de la mano caminaron hacia el dormitorio.
 
 
 
 
TRECE
AMIGOS Y SOCIOS
Caminaba hacia el trabajo ensimismado en sus pensamientos. Para ir al mismo debía cruzar el centro de la ciudad. A esa hora las dinámicas calles peatonales, habían comenzado a cobrar la vida multicolor que las caracteriza. Los artesanos, ofreciendo sus creaciones. Los vendedores de cuanto artículo la imaginación pueda concebir, exhibiendo su mercadería sobre vistosos paños, puestos sobre la calle. Músicos de todos los géneros y de distintos países, tocando su arte. Payasos y actores interpretando sus papeles y la gente que se dirige hacia sus quehaceres mezclándose con ellos y mirando todo al pasar, deteniéndose a veces para comprar o escuchar algo que pueda interesarle. Las Iglesias a vuelo de campanas, convocando a los fieles, el comercio en plena actividad y los bares llenos, forma un conjunto que tiene ese toque personal con reminiscencias coloniales, único en el país.
El sonido del celular lo trajo a la realidad. Era Julio quien llamaba.
-Enrique, como estás..? Anoche mismo la puse al tanto a Sofía. Qué te parece si cuando salís del trabajo te venís al laboratorio, así charlamos los tres..?
-Julio, llegaré cerca de las 14,30hs, antes no puedo.
-Te esperamos.
El día se le hizo largo . Las tareas las realizó de manera mecánica, su pensamiento estaba puesto en otros intereses.
Al terminar la jornada, tomó el sobre donde estaba la misiva del Padre Bianco y la fórmula, y poniendo todo en un portafolios se preparó para marcharse. Antes de hacerlo llamó a su casa y le avisó a su esposa que no lo espere a almorzar, ya que tenía la tarde ocupada y que regresaría para la cena. Luego se encaminó hacia la calle Caseros y tomando un taxi le dio la dirección del laboratorio, hecho lo cual cerró los ojos y elevó una especie de rogativa para que todo salga bien.
            La reunión tuvo lugar en la oficina de Sofía. Después de los saludos se acomodaron alrededor del escritorio y mientras bebían un café, ella abrió la conversación diciendo:
-Es muy importante lo que llegó a tus manos Enrique, si es que realmente funciona. Para saberlo debemos realizar pruebas y experimentar con enfermos. Para ello debemos primero preparar la fórmula. Como es lógico, no queremos pedirte la misma hasta no tener en claro tu participación y la nuestra en el negocio. –Como sugerís que sea, Sofía. Yo nunca fui comerciante, por lo que me parece que ustedes, que están en el tema, deben armar esta sociedad. Yo los escucho y luego me ayudarán a decidir, tengo confianza en nuestra amistad y en su honestidad profesional.
-A nosotros nos parece, que dado a que el capital y los conocimientos corren por nuestra cuenta, la proporción debería ser un veinticinco por ciento para vos y el resto para nosotros. Valoramos tu descubrimiento y sabemos que si funciona será una mina de oro, pero para llegar a eso hay que poner mucho trabajo y capital, lo que correrá por nuestra cuenta.
-Estoy conforme con los números. Además, aunque no sea un técnico en esto, colaboraré en todo lo que me indiquen y que esté a mi alcance.
-Seguramente habrá tarea para hacer, dijo Julio. En su momento nos repartiremos las cargas.
-Esta decisión debés consultarla con Pocha..?, preguntó Sofía.
-Ella no sabe nada de lo ocurrido, dijo Enrique. Aún no se lo conté, ni a los chicos, porque no quiero que sepan en casa que me apropié de algo ajeno. Tenemos que inventar una historia para cubrirme. A mí todavía no se me ocurrió ninguna y es algo que me preocupa.
-Creo que tengo la salida, dijo Sofía, mientras se levantaba. Con un movimiento de manos,  abrió la puerta de un mueble antiguo que había en una pared de la oficina y sacó del estante un libraco viejo que puso sobre el escritorio.
-Que es eso..?  preguntó Enrique.
-Vos sabés que mi primer marido, fundador y propietario de este laboratorio, era un coleccionista empedernido de cosas antiguas. Desde muebles, cuadros, monedas, estampillas y cuanta cosa le interesara o llamara su atención. Este libro, que es una rara mezcla de medicina, filosofía, química y fórmulas magistrales que usaban los antiguos boticarios, lo compró en un viaje que hicimos a Francia. Estábamos recorriendo el mercado de las pulgas y apenas se lo mostraron lo quiso sin más. Es muy antiguo y como verás sus ilustraciones son estupendas. Podés decir que entraste en una librería de San Telmo, en Buenos Aires y lo compraste. Luego al revisarlo cayó de su voluminoso cuerpo, un papel delgado que aparentemente estaba medio adherido, entre las hojas, por eso no se movía. En él estaba transcripta la fórmula, con una explicación somera de su creador. Como no la entendías, lo consultaste a Julio para que la descifre. Al hacerlo, nos dimos cuenta de lo que era y armamos la sociedad con el fin de comprobar su funcionamiento, y si resultaba ponerlo en el mercado.
-Amor, si nos va mal con el laboratorio, podés dedicarte a guionista de cine, le sugirió Julio con una sonrisa.
-Verdad que sí, afirmó Enrique. Lo que falta es programar un viaje a Buenos Aires, así puedo decir que traje el libro.
-No te hagás problema, dijo Julio, durante la semana  hablo a tu casa y te pido que me acompañes el viernes a la noche a Buenos Aires, así me ayudás a manejar. Diremos que tengo que comprar unos reactivos que no consigo y que necesito traerlos de apuro.
-Perfecto, dijo Enrique. Pocha no sospechará nada y le podré decir que mientras vos tenías una reunión con el dueño de la droguería que te consiguió los químicos, yo me fui a pasear a San Telmo y descubrí el libro.
-Bueno creo que todo se va acomodando satisfactoriamente, apuntó Sofía. Si les parece hablo con el Escribano para que redacte un contrato social. Mañana lo firmamos y a partir de allí empezamos a trabajar con la fórmula.
-Que pasa con la sociedad si el medicamento no es efectivo..?
-En el mismo contrato, estableceremos esta circunstancia. Si no funciona queda disuelta la misma. Comprendés Enrique..?
-Entiendo Sofía y me parece correcto.
-Entonces Julio, si estamos todos de acuerdo, citemos al Dr. Cecilio Fuentes para después del escribano, así hablamos con él.
-Yo me encargo, dijo Julio.
            Con esto terminó la reunión, la que fue celebrada por los socios con otro café, con el que brindaron por el éxito del emprendimiento.
 
            Cecilio Fuentes no fue un alumno destacado.  Se situaba, y lo que es peor lo situaban, en el grupo de los menos aventajados, no porque le faltaran entendederas, ya que las tenía de sobra, pero era disperso, no se adaptaba a las reglas del aprendizaje y en consecuencia se aburría y a veces molestaba. Su crónica distracción y la diletancia que demostraba por los estudios, no le dieron buena fama, por lo que sus maestros lo ignoraban, ya que pensaban que el alumno no tenía interés por aprender. Por ese motivo siempre estaba en un lugar poco relevante dentro del orden de mérito, que existe en cualquier establecimiento educativo.
            Cuando ingresó a la universidad decidido a ser médico como su abuelo y su padre, el esquema se repitió. Cursó la carrera a los tropezones, más atento a  las fiestas que abundan en ese ámbito, que a los libros y la disciplina estudiantil.
            Lo ayudaba un rostro bien parecido y un carácter romántico y alegre, que lo hacían requerido por el sexo opuesto. Su situación económica sin ser millonaria, le permitía transitar la juventud sin estrecheces, por lo que Cecilio aprovechó a fondo lo que la vida le ofrecía y como era inteligente, con poca dedicación fue llevando la carrera adelante, con algunas penas y nada de gloria.
            Ya recibido, consiguió entrar en la guardia de un hospital público, con el fin de practicar el arte de curar, y quiso el destino, que por quedar bien con una compañera con la que pretendía amores, se anotó con ella en un curso que daba un conocido oncólogo investigador.
            Al escuchar la primera clase, se produjo una revolución en su interior, a tal punto que olvidó, de que había concurrido solo para enamorar a una chica linda, y se interesó vivamente por el programa que dictaba el profesor de referencia, el que pronto comenzó a distinguirlo del montón y le prestaba una atención especial a sus preguntas e iniciativas.
            Cuando el curso terminó, el profesor lo invitó a hacer la Residencia Médica, en el Servicio Oncológico del que era Titular. Cecilio aceptó encantado, ya que pensaba pedirle al doctor que le permitiera anotarse en la misma, tanta era la pasión que esta disciplina le despertó.  No en vano descendía de una estirpe de médicos, por lo que al ser tocado por esta luz, se puso en movimiento todo su ser, intelecto y corazón incluido, rumbo al complejo y arduo mundo del experimento y la investigación, en el campo de la química, los fármacos y la oncología.
            A partir de allí, la vida de Cecilio Fuentes cambió. La urgencia y la voracidad por el conocimiento, le avivó el cerebro, tiñendo su mundo personal y sus emociones. Ya no quería desperdiciar el tiempo en salidas y fiestas. Perdió interés en el cine  y los entretenimientos juveniles, y si bien no le pasó lo mismo con las mujeres, redujo su contacto con ellas a lo indispensable, solo para satisfacción de sus sentidos y para no dejar de sentirse el ganador que siempre fue.
            Profesionalmente transitó el cursus honorum sin dejarse nada en el tintero. Después de terminar La Residencia, hizo La Especialidad en la materia. La complementó con otra Especialidad en Química Biológica y por último se Doctoró en Medicina. Por su capacidad para el trabajo y su enjundia, se lo disputaban como investigador y su carrera fue ascendente.
En la celebración por los treinta años de casados, que dio el Director de un Laboratorio en el que estaba contratado en esos años, conoció a una sobrina del ejecutivo, que vino especialmente para la fiesta, desde la Provincia de Catamarca donde vivía.
Cuando los presentaron, iniciaron una conversación que los atrapó de tal manera, que cuando concluyó el evento, la siguieron en una confitería hasta el amanecer. Cuando la dejó en la puerta de la casa del tío, se dieron un tímido beso de despedida y quedaron de juntarse nuevamente a las pocas horas, para ir a almorzar a Carlos Paz.
Luego de un breve, pero significativo noviazgo, se casaron y la fortuna los bendijo con dos hijas preciosas. Con el transcurso de los años, el matrimonio se fue consolidando, no solo en lo emocional sino también en lo material. Cecilio ganaba muy bien y ella era una buena compañera, por lo que el dinero rendía y lograron hacer inversiones bastante interesantes, aprovechando los años buenos.
            Así las cosas, llegaron a la edad difícil, en que las hormonas y el inconsciente nos juegan malas pasadas, y el Diablo que nunca duerme puso en el camino de Cecilio, una mujercita veinticinco años menor que él, que se fascinó con la importancia que le daban como Jefe de Investigadores, en el Laboratorio donde ambos trabajaban, él como médico y ella como auxiliar contable.
Hacía muchos años que Cecilio Fuentes había olvidado su carácter de galán, pero se dio bastante maña, como para no solo no quedar mal, sino por el contrario bastante bien, a los ojos de la joven y encandilada mujer.
El romance terminó teniendo su fruto, porque de él nació un hijo varón, lo que para Cecilio constituyó el desiderátum de su vida, ya que siempre tuvo el constante deseo de que su linaje y el apellido se perpetuaran, lo que no podía lograr con dos hijas mujeres, por mucho que las amara. En paralelo, su joven amante, poseía un caudal inagotable de secretos para mantener viva la pasión. Estos dones se volvieron imprescindibles para el veterano galeno, que ya estaba entrando, aunque él no se percataba de ello, en la tercera edad, con sus lógicas disminuciones.
            En resumen, la mujer de Cecilio se enteró y con ella las dos hijas. Comenzó para él un tiempo muy difícil, ya que todo su antiguo bienestar comenzó a derrumbarse por varios motivos. En primer lugar su esposa, que siempre fue ahorrativa y hacendosa, se volvió adicta al consumo y el despilfarro. Esa conducta la contagió a sus hijas, con lo que las finanzas de la familia comenzaron a resentirse.
Él nunca supo si lo hacía por venganza o por despecho, pero a esto se sumó la negativa al divorcio por mutuo acuerdo y la amenaza constante de que lo demandaría contenciosamente intentando dejarlo lo más arruinado que pudiera.
            Estaba tan conflictuado por esta guerra y tan enojado, que un día, cuando ella quiso sonsacarlo acerca de los motivos que tuvo para actuar de la manera en que lo hizo, él se despachó informándole, que las cosas con que su amante lo complacía, ella ni siquiera sabía que existían, y que, para el hipotético caso de que algún día lograra aprenderlas, con seguridad no le saldrían igual de bien.
Esta declaración, puso las cosas peor de lo que estaban, si es que eso podía llegar a ocurrir. Por otro lado, su nuevo amor, pasado el primer embeleco, comenzó a demandar cosas que consideraba inherentes en una pareja, por ejemplo, una casa propia, mayor flujo de fondos, más tiempo juntos, etc, etc.
El tema más crucial era el del hijo. Ella sostenía que en la medida en que Cecilio no terminara de definir su situación familiar, el niño era un bastardo. Para que dejara de serlo, él debía divorciarse y casarse con ella. Un razonamiento simple y claro, pero que a Cecilio le producía un permanente dolor de cabeza. Cómo hacerle entender que si terminaba su matrimonio en contra de la voluntad de su esposa, esta lo dejaría en una mala situación económica.
El permanente tironeo a que lo sometían las dos mujeres, para no hablar de las extorciones de sus dos hijas, incentivadas por la madre, le hicieron lamentar más de una vez, el haberse dejado arrastrar por esa pasión insensata, que estaba a punto de destruir su vida. De allí que cuando Julio se puso en contacto con él, para explicarle someramente el motivo por el cual lo requerían, vio esto como una posibilidad de incrementar en mucho sus ingresos. Con el aumento, podría hacer los acomodos que su vida necesitaba desesperadamente, así que no vaciló en acudir a una reunión formal para ser informado de todo y de paso arreglar su participación.  Mientras se dirigía al laboratorio, cruzó por su mente la idea, que a su edad, debería estar pensando más en el retiro que en emprender una aventura riesgosa, pero se encogió de hombros y continuó su camino.
 
           
           
                                                 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CATORCE
LA FÓRMULA – LAS PRUEBAS – LA CONSECUENCIA.
            La primera tarea, fue poner en condiciones el gabinete de investigación. Como estaba en desuso, se comenzó haciendo una limpieza a fondo, no solo de la parte edilicia, sino de todos los aparatos que forman parte de la actividad. Procedieron a su recuento, lavado y ordenamiento, bajo la atenta mirada de Cecilio Fuentes. Con Julio hicieron una lista de elementos y tecnología más moderna, que no existían en el gabinete, con el fin de adquirirlos, para dar comienzo a la obtención de los principios activos, necesarios para la preparación del remedio.
            El siguiente paso, fue la compra de la materia prima. Una vez que hicieron un acopio importante de la misma, suficiente para hacer las numerosas pruebas clínicas que necesitaban, procedieron a trabajar según las indicaciones del Jesuita, obteniendo una sustancia líquida bastante espesa, de fuerte olor y un color pardo verdoso. El sabor no era desagradable.
            Al tiempo que esto sucedía, Cecilio había contactado el hijo de un enfermero de su padre, que trabajaba en el archivo de las historias clínicas de un hospital de la ciudad. Se conocían desde chicos y siempre se frecuentaron, incluso Cecilio era padrino de uno de sus hijos y a lo largo de los años, más de una vez le había hecho favores, ya que su posición era más eminente que la de su amigo de la niñez.
            En este caso, el investigador fue a la casa de su compadre y mientras tomaban una ginebra, Cecilio le contó que estaba desarrollando un remedio innovador para combatir el cáncer. Que por lógica, el experimento era supersecreto y necesitaba que su amigo le proporcionara una lista de gente enferma, cuya gravedad estuviera a la vista y sus posibilidades de sobrevida fueran escasas o nulas. Le pidió la máxima reserva de lo hablado y le prometió, que si todo salía bien el también se beneficiaría. El hombre no puso en duda la promesa del médico y se comprometió a confeccionarle un listado con las direcciones de los pacientes. También le facilitaría una fotocopia de la historia clínica de cada uno de ellos, donde constara el diagnóstico y el grado de la enfermedad, con el tratamiento a que estaban sometidos.
            En una reunión cumbre que se llevó a cabo en el laboratorio, se eligieron diez pacientes para ofrecerles un tratamiento experimental. Los seleccionados, eran todos enfermos graves, de pocos recursos y casi ninguna posibilidad de salvarse. El plan era el siguiente: ofrecer al enfermo y a los familiares directos, con  decisión sobre el mismo, el remedio experimental y una suma monetaria en pago, por someterse al tratamiento y para que el familiar también lo tome.
Con ello se podrían referenciar los efectos del medicamento, constatando simultáneamente, si no producía efectos negativos en las personas sanas. Si todo salía bien, el enfermo se beneficiaría con la curación y con el dinero a cobrar. De lo contrario, por lo menos tendrían una plata para cubrir sus necesidades y la satisfacción de haber colaborado con el adelanto de la ciencia.
            Tratar de convencer a los pacientes y familia, de las bondades de la propuesta, no fue tarea fácil. Cecilio y Julio debieron poner en juego todo su poder de persuasión para lograrlo y hacer un acopio importante de paciencia, no solo para explicar la situación, sino para soportar el enojo de algunos que no querían ser tomados como conejitos de la india.
En el fondo los que se negaban a colaborar, era, porque inconscientemente se daban cuenta, que les ofrecían una salida extraordinaria, porque los sabían graves de gravedad absoluta, y en consecuencia nada se perdía con probar. La tabla de salvación que les mostraban, no solo constituía un último recurso, sino el recordatorio insoslayable, de que estaban subiendo los últimos peldaños, en la escalera de su vida.
Otros comprendieron que la oferta era una oportunidad más, que el destino ponía a su alcance, y por tener una mente más positiva, también les agradó el hecho de poder colaborar en la erradicación de esta enfermedad, tan antigua como el mundo y tan nefasta como el mal.
Finalmente consiguieron convencerlos y comenzaron las pruebas clínicas. Al principio notaron algunas reacciones en los pacientes, que fueron desapareciendo de a poco. El estado general de los mismos comenzó a mejorar y paulatinamente fueron observando que la enfermedad disminuía su fuerza, perdiendo intensidad.
Primero comenzaron a desaparecer los signos más evidentes, y por último, sobre todo en los pacientes menos graves, desaparecían los síntomas activos de la enfermedad, sin embargo Cecilio, en prevención de que el cáncer aún se albergara en el cuerpo de alguno de ellos, les suministró un complejo fabricado por él en base a vitaminas, antiácidos, minerales y antioxidantes. Los que tomaron la pócima sin estar enfermos, no mostraron síntomas adversos ni se produjeron rechazos en su organismo.
            Lo peor había pasado. La enfermedad remitía y aparentemente no existían problemas de intoxicación, ni ningún otro. Nadie los había denunciado. Ellos eran conscientes del enorme riesgo que corrían, si alguno de los pacientes hacía público el experimento. Estaban contraviniendo la ley penal y todas las normas éticas de la profesión, pero no dudaron en hacerlo, el demonio de la codicia se había despertado en ellos, volviéndolos audaces y además, también jugaba en su interior un auténtico deseo de que el remedio funcione. Así es el corazón humano, aún los infractores no suelen ser solo malos, también en ellos pueden existir intenciones de bien. En este caso además, la gloria y el reconocimiento jugaban un papel importante en sus decisiones.
            Había llegado el momento de hacer  públicas las pruebas con animales. Aunque sabían que el remedio era efectivo, igual debían dar todos los pasos previstos por la Ley. En prevención de esto,  fabricaron un gabinete exclusivo para ello, con todas las normas requeridas en materia de jaulas, ventilación, luz, limpieza, etc. Cecilio Fuentes llenó de su puño y letra todas las planillas, abarcando un largo período de tiempo, donde se plasmaban los adelantos terapéuticos en los animales enfermos y el efecto sobre los sanos. Para mayor seguridad, experimentaron con ellos un breve tiempo, y el resultado fue excelente, de allí que solicitaron la autorización para realizar pruebas clínicas sobre humanos, con el fin de evaluar la seguridad y eficacia del tratamiento, primero en un grupo pequeño de enfermos, para luego hacerlo a mayor escala, si el mismo daba un resultado positivo.
 
            El sol todavía no se había elevado lo suficiente, como para entrar en todos los rincones, en esa urbe saturada de edificios. En Nueva York, los quemantes rayos del verano, caían a esta hora sobre las partes altas, de las estructuras de acero, vidrio y aluminio, reflejando su luz en las pulidas superficies. Abajo, en las veredas, el permanente fluir de las personas. En las calles, los vehículos en interminable procesión. Adentro de las lujosas construcciones, el trajín de la vida o los negocios, la marcha de las industrias, las orientaciones del arte y la moda, el rumbo político y las decisiones de los que mandan, alimentaban la usina, de donde emanaba la fuerza y la energía característica de la ciudad que nunca duerme.
Siempre a la vanguardia de todo, puede considerarse el epicentro, donde convulsiona en gran medida la civilización humana. En esta capital del planeta han recalado todas las diásporas, más de 170 razas, aportando con su sangre y sus costumbres, su religión y cultura, a la personalidad que la distingue, debida de alguna manera, por la diversidad étnica de sus miembros. Estos se van asimilando al entorno original del lugar que los recibió, pero, también lo colorean con sus matices, cuyo resultado es la novedad con que siempre asombra y se reinventa la ciudad.
Considerada como el ombligo del mundo, era sin duda, uno de los centros de mayor importancia del comercio, las comunicaciones, la industria, las finanzas y en definitiva del poder; por lo que la mayoría de las empresas con influencia internacional, tienen en ella su oficina principal.
Como siempre, llegó con media hora de anticipación, a la reunión que iba a tener lugar en ese departamento, que La Organización usaba como ámbito secreto, para realizar sus cónclaves. Ubicado en el piso noventa de un moderno edificio, desde su altura se contemplaba una panorámica de la ciudad, con su río y la Estatua de la Libertad, en todo el esplendor de su belleza. Había elegido esa vista, cuando la adquirieron, para tener un recordatorio del lugar por donde sus padres ingresaron a Estados Unidos, desde Europa Oriental, luego de la segunda guerra.
Desde la pared de vidrio, que cerraba una de las caras de la oficina, en la que esperaba a sus asociados, orientada hacia la emblemática estatua, se encontraba mirando, sin ver.  Por su mente pasaban en rápida sucesión, imágenes del barrio en que nació, de padres extranjeros, que llegaron como despojos de la contienda, traídos por la Cruz Roja Internacional.
Revivió todo el sacrificio de ese pueblo y la fuerza de su trabajo, en pos de labrarse un futuro mejor. Toda la buena voluntad y la energía que pusieron, para lograr que su nuevo hogar los acepte. Las muchas renuncias sin  reproche, para que él tuviera un mejor mañana. El esfuerzo permanente, para que sus costumbres no se pierdan del todo, engullidas por las  preexistentes y para que el hilo invisible, de amarre con el pasado, no se termine cortando, por culpa de la distancia y el olvido. Que su idioma no se pierda como pasó con sus casas, sus familias y sus bienes.
En medio de sus dudas e incertidumbres, solo una certeza tenían: de que en su nueva patria serían extranjeros hasta su muerte; por eso lucharon denodadamente para que su hijo fuera admitido como un ciudadano de pleno derecho, en esa sociedad que parecía tener como uno de sus fines, el de digerir y asimilar todas las razas y culturas, creando así, un nuevo producto: El Neoyorquino.
Él se consideraba uno de ellos, agresivo y emprendedor. Desde chico debió trabajar para colaborar en el hogar, al tiempo que estudiaba. Tanto sus padres como él mismo, tenían plena consciencia de que sin capacitación, jamás saldría del barrio en que nació. Su meta era ser un número uno, costara lo que costara. Ambición y coraje, le sobraban. Inteligencia también. El pensaba, que si el dinero era el eje alrededor del cual todo se movía, él se especializaría en la disciplina que lo estudia y lo maneja, en consecuencia cursó la carrera de Ciencias Económicas, recibiéndose con honores.
Su primer empleo como profesional, fue en la industria química farmacéutica. Entró en las oficinas de la administración y pronto se convirtió en insustituible, para la marcha ordenada de la empresa, por lo que ascendió a ejecutivo y con el tiempo dirigía los destinos de la empresa. Luego fue contratado por otra más importante y luego por otra más importante todavía, hasta que terminó como número uno en la principal del ramo. Su sueño, se cumplió.
Aún seguía frente a la pared de vidrio, donde permanecía parado. Desde allí todo quedaba a sus pies, lo que le producía una embriagante sensación de poderío, como le pasaría a un gran señor, que desde una eminencia, observa el transcurrir cotidiano de sus súbditos, moviéndose como hormigas en sus dominios.
Desde ese lugar, embargado por la fascinación que le producían las míticas ensoñaciones, fabricadas por su mente, solía asaltarlo un pensamiento recurrente: “ojalá existiera una abertura en el cristal, para desde allí, orinar el mundo…!” Esa fantasía omnipotente, de derramar sus fluidos interiores sobre los otros, era lo único que le faltaba cumplir, para alcanzar la meta que un día se propuso. De esa forma todos sentirían la fuerza de su ser, a través de la prodigiosa lluvia esparcida por él, desde lo alto.
Esa necesidad de dirigir y controlar, incluso a través de sus miasmas, la adquirió cuando niño, al ver lo que la vida le hizo a su madre. Muchas veces, sobre todo por las noches, solían asaltarla las sombras del pasado, donde conoció la desesperación y el dolor, que debe sufrir el débil, ante la prepotencia del más fuerte. Entonces su cuerpo se encogía como un gusano por el miedo, y un llanto lastimero, como el gemido de un perro apaleado, invadía la casa. El pobre marido, trataba de calmarla susurrándole palabras de ternura, hasta que por fin se dormían los dos, agobiados por el pesar.
Él se prometió, que jamás le pasaría lo mismo. Más bien otros llorarían por él si fuera necesario. En estas circunstancias cavilaba, mientras esperaba que llegaran los otros miembros de La Organización. La formaban algunas grandes del ramo, por lo que su composición era de siete miembros y él era su Presidente. Cada miembro representaba una empresa, y en esa oficina se reunían para tratar asuntos importantes que nadie debía conocer. Al cónclave concurrían solo ellos, que eran las cabezas visibles de estos grupos económicos de inmenso poder y riqueza, infiltrados en todos los Gobiernos del mundo.
Tenían la seguridad, de que en toda organización humana, las paredes oyen y que siempre en su seno anida, un traidor o un ambicioso. De allí que adquirieron el inmueble, para realizar los conciliábulos más secretos e importantes. Si algo de lo que se trataba en este ámbito se llegara a colar, sería fácil rastrear el culpable.
El departamento no estaba amoblado. En su enorme estar solo había una mesa ovalada con siete sillas. La del Presidente ocupaba una cabecera y era más imponente y alta que las demás. La otra cabecera estaba vacía. No existían escritorios, computadoras ni equipos grabadores. No había máquinas de café o dispencer con agua. No tenían secretarias ni empleado alguno. Cada cual poseía una llave y una empresa se encargaba de la limpieza una vez por mes. A medida que llegaban, se iban sentando en la silla que habitualmente ocupaba cada uno, permaneciendo en silencio. Cuando todos los asientos estaban llenos, el Presidente proponía el tema a tratar, el que era puesto a consideración de todos. Allí podía existir el intercambio de ideas y cuando habían terminado las consultas, el Presidente llamaba a votar. La decisión se adoptaba por simple mayoría.
            Cuando todos los miembros estuvieron en su sitio, el Presidente tomó la palabra y dirigiéndose al cónclave dijo: que en Argentina un pequeño laboratorio, había solicitado autorización para iniciar pruebas clínicas, sobre pacientes enfermos de cáncer. El medicamento con el cual se tratarían los mismos, era un compuesto obtenido de sustancias naturales. La permanente red de espionaje industrial y gubernamental, que tenía La Organización, se lo había informado hacía 48 horas, por lo que convocó a los miembros con el fin de decidir el rumbo a tomar en este asunto.
Uno de ellos preguntó: si se sabía desde cuando se estaba experimentando con este medicamento?
-Nuestros informantes no poseen este dato. Les llamó la atención que no se hubiera colado ninguna noticia, pero lo cierto, es que solo cuando solicitaron autorización para probarlo en seres humanos, se enteraron, contestó el Presidente.
-Indudablemente mantuvieron el secreto celosamente guardado, o existen fallas en nuestros informantes, apuntó otro.
-Sin duda, concedió el Presidente. En su momento iremos hasta el fondo en esta historia. Ahora nos urge tomar algunas decisiones ya que el accionar de esta pequeña empresa, que solo cuenta con un investigador conocido dentro del mundo farmacéutico, intentando aparentemente con éxito, la creación de una sustancia tan necesaria para la humanidad, puede descontrolar el mercado.
-Serán conscientes del perjuicio económico, que nos puede producir un medicamento, si es efectivo, que suplante a otros que ya están instalados...?
-Antes de responder, El Presidente se pasó la mano por el cabello con un gesto mecánico y dijo: Muchas veces solo los más poderosos conocemos que el libre mercado es una utopía. Los que tomamos las decisiones al máximo nivel, entre otras cosas formando el precio del producto, lo regulamos salvaguardando nuestros propios intereses. Lo mismo ocurre en el caso de la elaboración e instalación de un producto. Como ustedes saben, a través de nuestros lobbysters encargados de promocionar nuestras compañías, dirigiendo la voluntad de algunos profesionales y funcionarios de gobierno, imponemos en el mercado lo que nos conviene. En el caso que nos ocupa, tenemos plantas industriales enteras dedicadas a fabricar los que existen en la actualidad, y su producto está vendido a los sistemas de salud, con mucha anticipación.
-Por lo que usted informó, se trata de una sustancia natural. Está confirmado…?
-Así es, lo que nos perjudica enormemente. Desde la segunda guerra, nos hemos preocupado de que nuestra industria altamente desarrollada, fuera controlando los sistemas sanitarios mundiales y sustituyendo las terapias naturales, no patentables, por sustancias sintéticas patentables y por ello lucrativas para el dueño de la misma.
-Permitiremos este despropósito…?
-Por esto los he convocado. Somos líderes en esta industria y por lo tanto tenemos la obligación de defender nuestros intereses, que son los que mantienen las organizaciones y el poder e influencia que hemos creado, aún a costa del bienestar o la vida, de quien nos estorbe o se nos oponga.
-Que propone el Presidente en este caso…?
-Propongo la desaparición física de las personas involucradas y del laboratorio, como también de la fórmula con la que se pretende experimentar.
-Quien se encargaría del negocio…?
-Creo que puedo conseguir el dato de la persona indicada, dijo uno de los miembros-
-Bien señores, levanten la mano los que estén de acuerdo.
Las siete manos se elevaron al unísono, por lo que el presidente le indicó al que se había ofrecido, que se encargue del asunto y lo mantenga informado, luego de lo cual se retiraron, quedando el lugar vacío, pero con olor a muerte.
 
 
 
 
 
 
 
                                   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
           
QUINCE
EL CONTRATO
El Doctor Alexander Carrington, abrió una puerta lateral que había en su vestidor e ingresó en otro, de carácter reservado, donde guardaba la ropa que utilizaba, cuando salía a satisfacer las urgencias de su lujuria. En el primero, prolijamente dispuesta, estaba su vestimenta formal, con la que trabajaba o concurría a las recepciones habituales, del sofisticado mundo de la industria, el empresariado y la buena sociedad.
En el segundo coleccionaba todo tipo de prendas inusuales, algunas exóticas otras directamente extravagantes. Las había de distintas telas, también de cuero y algunas de lycra. Otras eran de piel o tenían terminaciones con el elemento animal. La variedad y profusión de las prendas, mostraban la importancia que su dueño daba a esta colección, donde incluso se observaban coloridas remeras de batik, musculosas y hasta una gorra de camionero.
Había accesorios enfocados a la belleza, como perfumes y sales de baño o el cuidado de la piel: cremas diversas y una amplia gama de lubricantes y aceites corporales. En una sección del mueble, se exhibían artículos de joyería fina, como anillos pulseras y collares de oro y plata, mezclados con otros más populares, del tipo de muñequeras de hilo y cordones de cuero crudo. En otro estante, los destinados al placer: de todo tipo, función y tamaño. Pero la alhaja más preciada, estaba sentada con una pose sensual, en un banco de madera. Se trataba de una muñeca de silicona, de hermosos rasgos, buen cuerpo y una peluca tan fina, que parecía de cabello natural. Era un fetiche, que despertaba en su mente fantasías sexuales intensas.
Solía auto complacerse con este objeto, al que le rendía culto, cuando no estaba de ánimo para ir de cacería, en busca de un nuevo ejemplar humano, con el que saciar su hedonismo. Habitualmente, sobre todo de noche, lo poseía una fuerza obscura, sobre la cual le costaba ejercer control. Era una atracción, casi una devoción, por el deleite carnal, que lo impulsaba a una incesante búsqueda de placeres. Lo había hablado en la adolescencia con su confesor, y este había catalogado su inclinación como lascivia, lo cual lo preocupaba, pero como no lo podía evitar, dejó de concurrir a la iglesia para no seguir escuchando esa palabra, ni los consejos del sacerdote encaminados a su reforma.
            En sus muchas andanzas, conoció todos los tipos humanos y la mayoría de los locales nocturnos, en donde el submundo del mal vivir y del pecado, asienta sus reales. Cierta vez, cuando tomaba una copa con un amigo de la noche, se sumó a ellos otro habitué del bar, al que ambos conocían, en un importante estado de ebriedad. Los vapores del alcohol lo volvieron confidente, y les contó que despechado, había contratado un profesional para que asesine a un muchachito carilindo, que luego de enamorarlo y sacarle mucho dinero, lo dejó como si fuera descartable.
Los asuntos truculentos, ejercían un poderoso atractivo en el Doctor Carrington. Sus sentimientos anormales, se nutrían de los chismes groseros y de los hechos violentos, sobre todo si estaban relacionados con el sexo, por lo que interrogó a fondo al contertulio y consiguió los datos del contacto del asesino, a través del cual se podían contratar los servicios del mismo. En ese momento, no sabía para qué le podía servir, pero lo anotó por las dudas. Nunca supo si al amante del amigo lo mataron o no, ya que el mismo nunca lo dijo, pese a que se encontraron en otras oportunidades. Carrington ignoraba si el hombre recordaba lo que contó, debido a su borrachera, pero no quiso interrogarlo por prudencia, ya que vio que era peligroso y consideró mejor hacerse el desentendido de una situación tan escabrosa como esa.
            Cuando en el último cónclave de La Organización, un miembro preguntó, quién de los presentes se encargaría de la desaparición, de los socios de la fórmula contra el cáncer, él no dudó en ofrecerse en base al dato que tenía, así que poniendo manos a la obra, se dirigía esa mañana al extremo norte del Unión Square, donde debía contactar una florista callejera, que servía de intermediaria, para contratar la persona que asesinaba por encargo, según el informe proporcionado por su amigo del bar nocturno.
Dicha florista, de acuerdo a la referencia, se trataba de una anciana que atendía  su puesto, en el mercado de productos naturales, que se ofrecían en el parque, algunos días a la semana. La descripción de la vendedora, era que tenía unos setenta años, cutis claro y ojos celestes y se encontraba continuo a otro, que vendía miel orgánica y polen. Carrington pasó caminando por su frente varias veces, antes de decidirse a hablar con la mujer. Al fin su audacia pudo más que su prudencia, por lo que se detuvo con el ánimo de comprar y comenzó la conversación pidiendo un ramo de rosas.
Mientras buscaba dinero en el bolsillo, para abonar el importe, preguntó a la florista mirándola a los ojos, sin temor ni duda, si ella lo podía relacionar con un profesional en el arte de eliminar obstáculos. La anciana se sonrió por la figura retórica utilizada y le preguntó su nombre. Como vio que su interlocutor dudaba, le explicó que la persona que buscaba, se contactaría con él, en el momento menos pensado y para ello debía saber quién era. Que no tuviera recelo, el profesional lo encontraría para llegar a un acuerdo y luego nunca más sabría de él, a menos que lo volviera a necesitar.  Que lo sentía, pero era la única manera, debía confiar y esperar el contacto.
 Alexander Carrington había construido su buen pasar basado en dos principios: intuición y coraje, por lo que sin pensarlo demasiado le dijo su nombre a la vendedora, quién le aseguró que con ese solo dato, el profesional lo encontraría y en el momento oportuno se presentaría ante él, para cerrar el trato.
           
Habían pasado diez días del encuentro en el Unión Square y como nadie lo había contactado comenzó a ponerse ansioso. Dudaba si volver al parque para hablar con la florista o esperar unos días más. Ella le dijo que sería ubicado, lo que le parecía un misterioso y sofisticado método, para una reunión de negocios, pero también razonaba, que el asunto, ameritaba una manera excepcional de encuentro, por lo que decidió esperar un tiempo más, antes de tomar otra determinación.
El día fue bastante movido. En la empresa que dirigía se tomaron algunas medidas innovadoras, pero su implementación, requería una ingeniería distinta a que normalmente utilizaban, por lo que su desarrollo, llevó un tiempo y una  energía extra, que lo dejaron agotado. A esto se sumó, que el presidente de La Organización, lo citó en las oficinas secretas luego del cierre comercial, a las 17 y 30 hs. Carrington sospechó que el encuentro obedecía, a que querían noticias acerca de su gestión. Estaba en lo cierto. Cuando llegó, el presidente se encontraba solo y luego del saludo fueron al asunto. El presidente luego de escucharlo, convino con él que era necesario aguardar un tiempo más. Ambos tenían la impresión de que se estaba en el buen camino, luego de lo cual se marcharon.
            Cuando Carrington llegó a su residencia, le indicó a su empleada que le prepare un baño caliente y luego podía retirarse. La doméstica le dijo que en la cocina le había dejado la cena lista para cuando salga de bañarse y se despidió hasta el otro día. 
Puso música suave y se introdujo en el agua. Antes le había agregado sales de baño efervescentes y aceite esencial de naranjo. Le producían un efecto relajante, que lo ayudaban a descansar y olvidar las vicisitudes de la jornada. Se había quedado dormido en el agua y despertó cuando esta se comenzó a enfriar. Esos veinte minutos de sueño eran suficientes para renovarlo. Después de ducharse, se pasó la toalla de la manera más enérgica que pudo, para que la circulación de la sangre lo revitalice, y en calzoncillos, se dirigió a la cocina con el ánimo de cenar.
Comió liviano y luego se sirvió el primer trago del día. Mientras lo degustaba, iba haciendo planes para más tarde. Concurriría a un bar nocturno donde unas chicas hacían maravillas en el caño. El lugar tenía reservados para ciertos clientes, entre los cuales él se contaba.
Allí podía divertirse con alguna de ellas o de lo contrario simplemente conversar en la barra, esperando que una muchacha sola llegara al lugar, en busca de adrenalina y aventura, pensaba, mientras seleccionaba algunas de sus prendas de batalla, para utilizar esa noche.
            Cuando entró al bar se dirigió a la barra, donde el Barman lo saludó con la deferencia debida a un cliente importante y sin preguntarle que consumiría le sirvió una Vodka en las rocas, con una cascarita de limón.
-Algo nuevo Tom..?, preguntó Carrington.
-En media hora comenzará su número una Brasilera digna de verse, Señor.
-Esperaremos entonces..!
En ese momento llegó a la barra una mujer elegantemente vestida, cuyo rostro estaba a medias tapado por un sombrero y pañuelo que hacían juego con el conjunto y unos anteojos obscuros, que le daban un aspecto exótico y atrayente. El Doctor la observó apreciativamente y luego le indicó al Barman que la invite con un trago de su parte. Cuando la dama recibió la copa, se volvió con un gesto distinguido hacia Carrington y le dedicó una sonrisa que dejó a la vista las porcelanas de su boca, blancas y perfectas, cuya vista podía alimentar la fantasía más exigente.
Él se levantó del asiento con paso ágil, elegante.  Llegó hasta la desconocida, a la que saludó y solicitándole permiso para acompañarla, se dispuso a sentarse a su lado. Ella lo dejó hacer y cuando lo vio acomodado le dijo: soy la persona que espera.
Alexander Carrington la escuchó, pero no terminaba de comprender el sentido de sus palabras. No lograba asociar la extraña dama, con un hecho criminal. Ella volvió sobre el tema, aclarando: Usted habló con la florista en el parque, soy la persona que según usted, puede eliminar un obstáculo que lo incomoda.
-Perdóneme, estoy sorprendido, nunca pensé que una joven tan fina como usted, fuera la que espero. Es más, no la imaginé mujer. Esperaba un hombre y en mi imaginación lo tenía por una persona ruda, y me encuentro con una delicada señorita.
-Soy bastante menos delicada de lo que parezco, Doctor Carrington. Porque no hablamos en un reservado, así tendremos la intimidad necesaria..?
-Por supuesto dijo el aludido, y le solicitó al Barman que le enviara bebida a uno de ellos.
Una vez en él y luego de que les sirvieron los tragos solicitados, la mujer rompió el silencio diciendo: Hábleme del obstáculo, necesito saber detalles..!
-Primero necesito hacerle unas preguntas, si me lo permite..?
-Adelante.
-Como sé que se encargará del trabajo, y si lo hace, será perfectamente ejecutado…?  No dejará huellas que conduzcan a mí…?
-Aunque no me conozca, no tiene otra alternativa que confiar en mí. En este negocio no existen contratos escritos ni garantías civiles. Soy una profesional competente, siempre cumplo con la encomienda.
Nunca hasta ahora dejé un rastro, la prueba más evidente es que no estoy presa. Aún que eventualmente esto ocurriera, jamás delataría al cliente. No tendría futuro después de eso.
-Como sería el pago…?
-El pago es por adelantado. Siempre exijo la mitad cuando lo encargan. Si el cliente se arrepiente y luego me da la orden de revocar el contrato, pierde lo entregado. Una vez realizada la tarea, deben depositarme el resto, a donde yo indique.
-Nunca dejaron de pagarle…?
-No recomiendo esa actitud. Como usted habrá podido constatar, lo ubiqué por mis propios medios, sin hacer una cita o algo parecido. De la misma forma, si soy estafada, tenga la seguridad que lo encontraré, aunque cambie su domicilio al polo sur.
-Como sé que luego no seré molestado por usted, de alguna manera…?
-No lo sabe. Pero le diré algo que ya le dije antes: soy una profesional del crimen,  si molesto a mis clientes, nadie me recomendaría a otros, y en no mucho tiempo debería dedicarme a otros menesteres más aburridos del que tengo. De hecho usted llegó a mí porque alguien se lo dijo.
-Es lógico lo que plantea. Si me disculpa tengo una última duda.
-Usted dirá, contestó la dama.
-A través de la florista, no pueden llegar a usted…?
-Es imposible. Ella no sabe quién soy, ni posee ningún dato, de mi identidad o domicilio. Su trabajo consiste en pedirle el nombre al que me solicita. Luego siguiendo un programa ideado por mí, publica en distintos diarios, frases que decodifico y me dan el nombre del que me busca. Posteriormente, a través de distintos mecanismos, que no revelaré, conozco la identidad y todo lo que hace a la vida cotidiana y ocupación de la persona que requiere mis servicios. Si después de evaluarla, decido trabajar para él, me contacto con el cliente. A la intermediaria le pago sus servicios, con un original sistema creado al efecto, pero ella, vuelvo a repetirle, no me conoce ni tiene forma de llegar a mí.
-Está bien, sus respuestas son coherentes. Solo me queda preguntar,  qué valor le asigna a un contrato de esta característica.
-El precio no es uniforme, depende de muchas alternativas. Hágame un relato exhaustivo de lo que necesita y entonces le diré el cuanto.
-El Doctor Carrington procedió a informar extensamente a la mujer de todas las circunstancias del caso. Ella hizo breves anotaciones en una libreta que sacó de su cartera.  Luego de reflexionar por un momento dijo:
-Para ejecutar este contrato, debo trasladarme al extranjero, y por lo que analizo, quizá deba matar a más de una persona. Le doy la seguridad de que morirán todas las que sean necesarias y borraré toda huella del medicamento. Es un trabajo complicado, por el que cobraré un millón de dólares. Si acepta, yo le indicaré por teléfono el lugar y la hora de la entrega. Solo me queda una recomendación, antes de retirarme. Para acudir a esta cita, he tapado todo lo posible mi rostro, incluso con anteojos y el ala de un sombrero. Lo contacté en un lugar de luces tenues. Utilizo una peluca que oculta mi verdadero cabello y su largo; no obstante, si por cualquier motivo cree reconocerme algún día, no dé señales de ello y procure olvidar todo lo relacionado con mi persona, porque pondría su vida en peligro.  Me he explicado suficientemente…?
-Espero su llamada.
-Buenas noches.
 
 
                                
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
        
                              DIESISÉIS
LA MUERTE LLEGÓ EN AVIÖN A LA ARGENTINA
Para comunicarse con la Agencia de Detectives, de la que era clienta, usaba un pseudónimo, con el que ocultaba su verdadero nombre. Allí la conocían como Ares. Había tomado el mismo del dios griego que representaba la guerra y por antonomasia el odio, siendo sus atributos de guerra, el casco y la lanza. Ella no usaba dichas armas, las había sustituido por otras más modernas y efectivas. De joven, sintió atracción por el hacha y el cuchillo, de más grandecita sus apetencias se dirigieron hacia las balas, el veneno y el incendio.
Después de asesinar a un vecino, que abusó de ella en un terreno baldío, cercano a su domicilio, decidió que cuando fuera mayor, se ganaría la vida matando por dinero. Esa determinación fue tomada luego de ejecutar su venganza, sobre el miserable que le arrebató su candor adolescente. El individuo en cuestión, sabía que cuando ella regresaba del colegio, sus padres aún no habían llegado de trabajar. Una tarde, la esperó en la parada del bus, y cuando caminaban, conversando hacia la casa, la obligó a entrar en un descampado donde le hizo todas las porquerías que se le antojó, incluso llegó a hurgarle su intimidad, con un dedo coronado de una uña tan sucia como su alma, antes de penetrarla.
Su primer impulso, fue contarle a sus padres lo ocurrido. Después razonó que ellos eran unos pobres laburantes. No tendrían plata para pagar un buen abogado. El estuprador lo negaría y la acusaría de loca. Y en definitiva la Ley, tenía cosas más importantes que su humillación y su vergüenza para resolver;  por lo que decidió hacer Justicia por mano propia.
Para ello esbozó un proyecto, que ejecutó con la precisión de un mecanismo; por lo que nunca sospecharon de ella. Ayudó el hecho, de que nadie sabía que ella había sido víctima del occiso. Al hacerlo, encontró placer en ello. En su interior se había despertado la emoción por el riesgo. Luego al volverse profesional, el afán por la recompensa, fue el otro elemento decisivo que completó su vocación. Nunca se sintió inclinada a torturar a sus víctimas o a mutilarlas después de muertas. No humillaba sus cuerpos con ataduras o poses complicadas, ni utilizaba su sangre para escribir mensajes en los espejos y vidrios. Sus comportamientos no eran pautados, como el de los asesinos seriales, ni les ponía sellos de identidad a sus trabajos. Eran prolijos en su tipo, y ella experimentaba una grata sensación de desquite, cuando sesgaba una vida. Lo veía como una revancha, que compensaba el dolor, que encontró caminando los claro obscuros de la vida. Como sus deseos sexuales quedaron anulados, después del incidente con el vecino; el de lastimar, vino a suplantar el normal goce que hubiera debido tener, si no estuviera perturbada. Y así lastimando y cobrando por ello, sustituyó la inocencia y el amor, por la sangre y el oro.
            -Agencia del Señor Murdock, buenos días dijo la secretaria.
-Buenos días, habla Ares. Se encuentra Murdock…?
-Le paso la llamada.
-Ares…? Habla Murdock.  En que puedo servirla…?
-Murdock; necesito información sobre los señores Julio Rabuffetti y su esposa Sofía Molina. También del señor Enrique Olmos y del Doctor Cecilio Fuentes. Además del Laboratorio CC, todos de la ciudad de Córdoba, en la República Argentina. Por otro lado, averiguar en qué estado están las actuaciones administrativas y en qué ente público, de un remedio oncológico que el Laboratorio CC está intentando aprobar. También el nombre del jefe o responsable del archivo donde se encuentra la fórmula del medicamento y sus datos.  Lo Tiene…?
-Ya lo registré.
-Bien, le acabo de depositar en la cuenta de siempre, diez mil dólares, para que comience. Cuando tenga los datos, me dirá el resto. Le hablo en siete días.
-Correcto Ares, me ocupo de inmediato. Llámeme en siete, buenos días.
-Buenos días Murdock, contestó Ares, mientras cortaba la comunicación efectuada desde un teléfono público. Siempre lo hacía desde uno, ubicado en distintos sectores de la ciudad. En la Agencia tampoco conocían su identidad. Desde el primer trabajo que les encargó, lo hizo por este medio. Con Murdock llegaron a un rápido entendimiento, ella depositaba en una cuenta especial un adelanto, y cuando la Agencia tenía la totalidad de la información, antes de entregársela por medio de un Fax, al número que ella indicaba, recibía el resto del monto acordado. El lugar para recibir el Fax, tampoco era el mismo. Cambiaba con cada contrato, para lo cual ella usaba los locales de telefonía pública, que brindaban ese servicio. La relación con la Agencia se fue aceitando con el tiempo y a medida que Ares solicitaba información. En la actualidad era una clienta de años, por lo que la Agencia hacía su trabajo sin preguntas molestas.
            El avión proveniente de Brasil, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en Buenos Aires, República Argentina, en horas de la mañana. Del mismo descendió una pasajera vestida informalmente, cuyo pasaporte de nacionalidad Colombiano, estaba extendido a nombre de Mercedes Luján. Pasó los registros aduaneros de rigor y cuando subió a un taxi le pidió en un mal castellano que la lleve a una dirección cercana a la Terminal de Retiro. Al bajar miró a su alrededor, hasta ubicar un local comercial donde funcionaba una Armería. Ingresó en él y solicitó al empleado que la atendió, un revolver calibre 32, un silenciador para el arma y una caja de balas. También eligió una navaja automática muy filosa. Pagó la factura usando el nombre del pasaporte y se fue caminando. Luego de consultar un mapa de la ciudad, que llevaba consigo, tomó una calle que desembocaba en las proximidades de la Terminal de Retiro, donde compró un pasaje en Micro que salía de allí, a las 14 horas, rumbo a la Ciudad de Córdoba. Mientras comía un plato de pastas, esperando el viaje, guardó en el bolso el mapa de Buenos Aires y sacó otro de Córdoba para estudiarlo. La armería cercana a Retiro, la consiguió por internet. Ahora, quería ubicarse en la ciudad, donde debía cumplir un contrato criminal. Cuando terminó su almuerzo, verificó que las armas estuvieran bien escondidas en el interior del bolso y guardando el plano que consultaba, pagó la cuenta y se dirigió al andén para abordar el colectivo.
            Al llegar a Córdoba, subió nuevamente a un taxi y se hizo transportar a un Hotel sito en un barrio cercano a la Terminal. Era un típico alojamiento para gente de nivel medio, que también localizó vía internet, donde su presencia pasaría desapercibida. Antes de retirarse a su habitación, comió algo en el bar ya que pensaba descansar hasta reponerse. Hacía varios días que viajaba de continuo, primero de Nueva York a Río de Janeiro y desde allí a Buenos Aires, luego a Córdoba. Estaba agotada, pero lo quiso hacer de esa forma, para no ir dejando rastros de su estada en lugares donde podían registrarla, pese a que usaba un pasaporte falso, nunca había que confiarse.  
Durmió doce horas y se despertó descansada. Luego de una breve ducha secó su cuerpo y en la habitación se tiró al piso donde hizo una hora de gimnasia y elongaciones, luego practicó artes marciales y golpes de boxeo. A continuación, sacó la navaja y la probó tirando puntasos y mandobles al vacío. Hizo lo mismo con el revólver. Probó su peso y su balance. Apuntó rápidamente en varias direcciones gatillando el arma vacía, para saber cuán celoso y suave era.
Aparentemente quedó satisfecha con la adquisición, ingresó nuevamente al baño y se duchó concienzudamente lavando también sus cabellos y al salir se frotó sin piedad todo el cuerpo con una toalla, hasta dejarlo rosado por la fricción. Se vistió con ropa suelta y cómoda y bajó al bar del hotel donde comió con apetito. Hacía muchas horas que no ingería alimentos. Mientras tomaba un segundo café consultó el plano y pidió un taxi con el que se hizo llevar a un lugar cercano a la oficina donde estaba registrado el medicamento.
Una vez allí, observó el movimiento del lugar y luego desde un teléfono público marcó un número. Cuando atendieron, preguntó si hablaba con el señor Quinteros, al escuchar un sí, le informó que le hablaba Mercedes Luján, que lo esperaba en un bar cercano y le dijo como estaba vestida para que la ubique. Con los informes proporcionados por la Agencia, tuvo conocimiento del teléfono de Quinteros, quien se desempeñaba en el archivo de expedientes, donde además se guardaban las fórmulas de los medicamentos, al que habló desde Brasil. Le dijo que tenía un negocio interesante para él, con el que podía ganar veinte mil dólares. Que el llegar a Córdoba lo contactaría para hablar. Ahora lo estaba esperando y rogaba que fuera un funcionario corrupto, para que las cosas fueran más fáciles.
Después de algunas palabras para trabar conversación, comenzó pidiéndole disculpas por su deficiente manejo del idioma y que si empleaba alguna palabra o giro gramatical incorrecto, supiera disculparla. Lo mismo si al conversar decía alguna inconveniencia.
Inmediatamente entró de lleno al negocio,  expresándole que estaba dispuesta a pagar la suma que le había sugerido telefónicamente, si le entregaba la carpeta donde se archivaba una fórmula que ella necesitaba. Ella entraría con él a la oficina, para cerciorarse de que le daban el original y que no quedaba ningún otro registro. Si todo estaba bien, le entregaría los veinte mil dólares que estaban en su poder y para que Quinteros tuviera confianza, abrió su cartera y le mostró los fajos de dinero.
El hombre se quedó pensando. Dudaba si esto podría acarrearle algún problema grave. Analizó las posibilidades de sus superiores para  descubrir, que él sustrajo la carpeta. Por último y movido por la ambición, decidió hacerlo. Cuando se descubriera el faltante, ya vería la forma de justificarse. En ese momento, le llegó la solución a su mente: mañana pediría carpeta médica. Cuando descubrieran la falta, él podría aducir que la sacaron, cuando él estaba ausente. Con una amplia sonrisa le dijo a la extranjera que lo acompañe, que le entregaría el archivo.
            Esa tarde, llegó a la puerta de entrada de la casa del Doctor Cecilio Fuentes, y presionó el botón del timbre. Antes, en el baño de un bar, se había colocado una peluca y unos anteojos obscuros. Una mujer joven abrió la puerta y al verla le dedicó una simpática sonrisa, al tiempo que le preguntaba qué se le ofrecía. Ella abrió la cartera y sacando el revólver que compró en Buenos Aires, le puso el caño en la frente y la empujó hacia adentro, aprovechando la sorpresa y el miedo de la mujer. Luego cerró la puerta y amenazándola a ella y al niño que jugaba en el estar, le dijo que se estuviera quieta y callada o de lo contrario dispararía contra su hijo. La madre vio determinación en la cara de la intrusa y abrazando al niñito le pidió que no le haga daño.
La mujer del revólver sacó de la cartera cinta de embalar y le indicó a la víctima que entre a su dormitorio con la criatura. Una vez en él, le pidió que se siente en una silla que había en el lugar y que se ate los pies con la cinta a las patas del asiento. Luego le indicó que lleve los brazos hacia atrás y le ató las muñecas, con lo que quedó sentada inmóvil y totalmente a merced de la atacante. Por último, selló su boca con cinta para evitar que grite. Con toda frialdad y la mayor precisión, sacó de su cartera un frasco que contenía un poderoso calmante inductor del sueño y le dio al niño con un gotero. Lo acunó entre los brazos y al poco rato quedó profundamente dormido. Lo acostó en la cama matrimonial y se dirigió al estar de la vivienda, donde se sentó distendida en un sillón.
            Cuando el doctor Cecilio Fuentes entró a su casa, al volver de su trabajo en el laboratorio, encontró una desconocida que lo esperaba con un arma en la mano. Con un gesto amenazante y el revólver presionando sus costillas, lo llevó hasta el dormitorio para que vea a su mujer atada y el niño dormido.
 Luego de hacerlo sentar en la cama, le ordenó que llame a los tres socios y los cite para una reunión urgente dentro de una hora, de lo contrario dispararía contra la mujer. Cecilio pudo constatar la resolución demente de la desconocida, por lo que utilizó el celular y llamó a los socios aduciendo un problema técnico grave, que debía ser tratado de inmediato, convocándolos en el mismo laboratorio, en una hora.
Antes de marcharse rumbo al mismo, en el automóvil de Cecilio, la atacante le pidió al doctor que mantuviera la calma y no cometiera ninguna torpeza, si no quería ver a sus seres queridos muertos. A punta de revólver lo hizo conducir, e ingresaron al lugar, antes del arribo de los otros. A medida que iban llegando, Cecilio procedía a atarlos a una silla. La desesperación, se fue haciendo evidente en el rostro de las víctimas, ya que además del peligro que estaban viviendo, no entendían lo que se esperaba de ellos. Se consolaban pensando, que el motivo era el robo, sin embargo el rostro de la desconocida les inspiraba temor. Parecía esculpido en hielo.
Cuando terminó de atar a Enrique, que llegó último, la mujer le ordenó a Cecilio que le entregue todas las fichas técnicas, planillas y documentación de los experimentos realizados con el medicamento. También la fórmula y todo antecedente y anotación o explicación sobre ella. Para ello acompañó al médico a los archivos y cuando tuvo todo en su poder, le descerrajó un balazo en la cabeza. Cuando el cuerpo cayó, le hizo otro disparo en el corazón y luego se dirigió donde estaban los socios atados y los mató de la misma manera. El espectáculo que quedó a la vista era espantoso, los cadáveres sentados, como participando en una mórbida asamblea, en donde estaba ausente la palabra. Impactando, sobre todo, las miradas de los muertos, clavadas en el infinito, llenas de miedo y de preguntas.
Hecho esto, buscó en el depósito alguna sustancia inflamable y encontró varios litros de alcohol. Luego, del lugar de la limpieza, obtuvo un bidón de kerosene y un tarro de cera para pisos, e hizo una mezcla con todos estos elementos, cuidando de disolver bien la cera, para potenciarlos y empapó con ella paredes, algunas puertas de madera y varios muebles del mismo material. Sacó de su cartera un dispositivo eléctrico a pila que emitía chispas y digitalmente lo programó para que empiece a funcionar en media hora.  Luego lo apuntó sobre un recipiente de vidrio abierto, lleno de algodón nadando en el letal preparado, que puso pegado a varios de los objetos previamente mojados, dispuestos de manera que el fuego se propague a la mayor cantidad de lugares, en el menor tiempo posible.
Tomó las llaves del auto de Cecilio y cerró la puerta de calle del laboratorio. Usó el automóvil para llegar hasta una avenida transitada donde lo dejó estacionado. Tiró, luego de limpiar las huellas, las armas en una alcantarilla, y una cuadra más adelante paró un taxi y se hizo conducir al Aeropuerto Internacional de Córdoba, donde en una hora salía un vuelo a Chile, en el que tenía reservado pasaje a nombre de Estela Ramírez, ciudadana Argentina, cuyos documentos falsos había adquirido, en un proveedor al que acudía habitualmente, en busca de productos y novedades, que necesitaba para ejercer, su sangrienta profesión.
            Cuando los Bomberos lograron controlar las llamas, el laboratorio prácticamente había desaparecido. Después de realizar los peritajes, se llegó a la conclusión que el incendio fue intencional. En los cuerpos horriblemente quemados, encontraron las balas alojadas en ellos, al practicar el forence la autopsia de rigor.
La mujer de Cecilio fue rescatada por la policía y relató lo que sucedió en su casa. Explicó a la autoridad, que la persona que obligó a su esposo, a convocar a los socios para una reunión extraordinaria, y que lo llevó a la misma con su automóvil, bajo amenaza, era extranjera, sin poder definir su nacionalidad.
La esposa de Enrique estaba desolada y se sinceró entre lágrimas, con un detective que investigaba el hecho, que los socios temían tener algún problema. Desde ya, ninguno tan grave como este.
Pasado un tiempo, la investigación fue apagándose. No había pistas ni rastros que condujeran a nada. No se encontró ningún sospechoso. A la ciudadana Colombiana Mercedes Luján, que se marchó sin pagar la estadía,  del hotel donde se alojaba, dejando abandonada su ropa y el bolso, nunca la hallaron. Pensaban que podía tener relación con el suceso y pretendían interrogarla, por lo que enviaron reportes a todas las provincias, solicitando su detención. En ningún control aduanero ni fronterizo quedó registrada su salida. La búsqueda continuaba, sin resultados positivos, hasta el momento.
            El detective que tuvo a su cargo la investigación de los sucesos narrados, estaba haciendo un curso superior, relacionado con la carrera de oficial de policía. Uno de los profesores del mismo, un viejo maestro, experto en criminalística, sostenía que la primer excelencia a pulir, en un policía de investigación, más allá del conocimiento de todas las ciencias auxiliares, que debía manejar, para llevar adelante su labor, era su visión crítica. Esta le servirá para determinar, si un hecho o un acto constituía o no delito, quién lo ejecutó y cómo lo hizo.
A veces, no existe o no hay suficiente claridad, ni rastros o pruebas, en alguna de estas premisas, sobre todo en las dos últimas. De allí que la percepción del policía, es fundamental para resolverlas, por lo que es necesario agudizar su intuición y experiencia, a lo largo de su carrera, todo lo que se pueda.
Al terminar la exposición del concepto, preguntó a la clase quien podía aportar para abonar el tema, y el detective relató que el caso que estaba investigando, conocido por haber sido resonante, entraba dentro de los parámetros que el profesor explicaba, ya que nunca se pudo averiguar quién fue el autor del hecho. Al ocurrir esto, se creaba un vacío frustrante . El caso no podía resolverse y a la justicia le quedaban preguntas sin respuesta:   Quien…?  Porqué…?
            Muchas veces dijo el profesor, completando el comentario, ocurren hechos luctuosos, motivados porque la víctima, al igual que el aprendiz de brujo, no pueden controlar las fuerzas que desatan, a veces inconscientemente. Otras, por inocencia o ignorancia. Muchas, por ambición, poder o gloria. Estas energías, pueden amenazar su integridad o matarlos. En ocasiones, creamos situaciones o damos vida a sucesos, que se nos escapan de las manos, como afirma la sabiduría popular.
            Me temo que esto sucedió en el caso del laboratorio incendiado. Por este motivo, probablemente nunca se encuentre al asesino o se sepa el porqué del estrago, al no poder establecer, qué intereses se tocaron, ni quien fue su agente criminal.
Muchas sospechas quedaron sobre sus cenizas, pero con ellas, es imposible cerrar un caso. Solo sirven para que su tono gris, que casualmente es el color de la muerte, nos recuerde lo frágil de la vida.
                   Córdoba, 14 de Febrero de 2013.
 
 
 
 
           
 
 
 
 
 
 
 
            
                       
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Descripción

Novela sobre crmenes, suspenso y misterio

Palabras Clave: novela crmenes-suspenso-misterio-

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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