Pequea historia de amor, o no
Publicado en Jul 30, 2013
Pequeña historia de amor, o no
El Oveja y yo nos criamos juntos en el mismo barrio. Fue una niñez alegre que nos encontraba juntos corriendo, jugando al fútbol o tirándonos con una tabla, a modo de trineo, por la bajada del terraplén. La juventud casi nos sorprendió, pasaron sin que nos diéramos cuenta esos años de inocencia y ya nos sentíamos hombres, aunque todavía no lo fuéramos. Habíamos terminado la escuela primaria y nos preguntábamos donde seguiríamos estudiando. Una mañana viene el Oveja y me comenta que le gustaría hacer la carrera militar, y si no me animaba a ir con él a Buenos Aires, a rendir en la escuela General Lemos, en Campo de Mayo. Acepté, no por vocación, más bien por aventurero. Y allá fuimos. Realmente nos aventuramos a algo que después nos dimos cuenta que no era para nosotros, ya que pasamos dos días en Campo de Mayo, rindiendo un examen de ingreso, del que nunca nos enteramos el resultado, ya que nunca los fuimos a buscar. Comenzamos el secundario en la escuela del Ministerio de Obras Públicas Juan Manuel Belgrano. Una escuela técnica que después de terminada, nos daría trabajo en barcos de dragado de río. Íbamos doble turno, por la mañana la parte teórica y por la tarde en los talleres. La indumentaria era un mameluco gris y debajo una camisa celeste y corbata azul, (una ridiculez). Como la escuela estaba lejos de casa, no volvíamos al medio día. Comíamos en el comedor de los obreros y luego nos quedábamos paveando por el puerto. No llegamos a terminar un año, abandonamos antes, Yo conseguí trabajo en un taller mecánico de la marca Ford y el Oveja en un taller de tinglados para la construcción de galpones. A ambos nos gustaban las motos, pero para el Oveja era una pasión. Nos pasábamos horas armando y desarmando motores de motos. Luego comenzó la época de los bailes, Confiterías bailables o asaltos (como le llamábamos en ese tiempo a las fiestas en casas de familia). En la barra de chicos y chicas, había una chica en especial de la cual yo estaba enamorado en silencio, nunca se lo dije ni a ella ni a nadie. Su nombre (o sobrenombre) era Lila. Al cometer el error de guardarme ese secreto, me dejé ganar de mano, el Oveja se puso de novio con ella, mientras yo sufría en silencio. Al tiempo cambie de trabajo, mi viejo me hizo entrar en el Ferrocarril, que en ese tiempo era un trabajo importante (un trabajo seguro decía mi viejo). Ahora trabajaba en horario corrido y tenía la tarde libre. Como Lila vivía a una cuadra de casa, la veía seguido y ella se sentía muy amiga y confidente mía. Cuando se peleaban con el Oveja venía y me contaba, que el Oveja esto y que el Oveja lo otro. Yo, (reconozco mi falsedad), trataba de que se amiguen, pero por dentro me alegraba de que se pelearan. Cierta ves, los padres del Oveja viajaron a Europa, debo aclarar que en esos tiempos, un viaje a Europa se hacía, por lo económico, en barco, por lo tanto, estaban no menos de tres meses afuera. Nosotros aprovechábamos y usábamos la casa para llevar mujeres. El por supuesto a escondida de Lila. Tuvimos una discusión muy grande, un día, con el Oveja. Todo se originó por un descuido mío. Él viajó a Buenos Aires a comprar un repuesto de moto y me dejó la llave de la casa. Con otro amigo llevamos dos chicas y pasamos la noche allí. Como yo tenía que trabajar al otro día, dejé todo desordenado, pensando en ordenar a mi regreso del trabajo. Pero el Oveja llegó antes y se puso como loco al encontrar ese desorden. La discusión fue tan grande que terminamos peleando y no nos hablamos más. A todo esto, yo a Lila la seguía viendo de vez en cuando. Después de unos meses, un día sábado, llego de trabajar y la encuentro a Lila en casa, tomando mates con mi vieja. Aclaro que yo seguía enamorado de ella, y al verla siempre sentía palpitaciones y me costaba comenzar a hablar y tartamudeaba, creo que Lila se daba cuenta de esto. Para colmo ese día la veía más linda que nunca y se lo dije, ella me respondió que le debía asentar bien la separación. Allí fueron más intensas mis palpitaciones y creo que comencé a temblar cuando me pidió que esa noche la lleve a bailar ya que yo no era más amigo del Oveja. No lo dudé y accedí al pedido. En realidad ella me pidió que la lleve a algún boliche para no ir sola, y luego adentro cada cual hiciera la suya, para luego acompañarla a la vuelta. Quedamos en encontrarnos a las veintidós horas (en esa época se salía más temprano). Como se dan las cosas a veces… Esa tarde yo estaba sentado en la puerta de casa, esperando ansioso que llegue la noche, y pasa el Oveja en moto, después de tanto tiempo sin hablarnos, decidió parar y saludarme. No lo podía creer, me cuenta que se peleó con Lila y que saldría solo a la noche y me propone de salir juntos. Yo me negué, contándole que saldría con una chica. Me saludó y se fue lamentándose. Por la noche nos encontramos con Lila, estaba hermosa, tomamos un taxi y la llevé a un boliche solo para parejas, que se llamaba Adán y Eva. Ella no lo conocía, y cuando estábamos ya adentro y ver la oscuridad del lugar riéndose me pregunta si allí cada cual iba a hacer la suya. Nos sentamos en unos sillones de respaldo altos en la oscuridad, y comenzamos a charlar con la música romántica de fondo. En un momento nos quedamos en silencio, recostados en esos inmensos respaldos mirándonos. Le tomé la mano, ella me apretó fuerte, estuvimos un rato así, hasta que no aguantamos más y nos besamos apasionadamente. Fue un concierto de besos y caricias en la complicidad de las sombras. Sin hablarnos, solo besos y caricias, como si toda la vida lo hubiéramos deseado. Esa noche no pasó de eso. La acompañé hasta su casa y me fui a dormir con una mezcla de excitación y emoción por lo vivido. Al otro día, domingo, por la tarde, salimos a caminar por el parque Independencia. Paseamos en los botes del laguito, besándonos y acariciándonos a cada momento. Cuando decidimos volver, tomamos un taxi, en ves de darle la dirección de casa, le di la de un hotel en las cercanías de la terminal de ómnibus. Ya en la habitación, comencé a temblar nuevamente, mientras nos besábamos y nos desnudábamos tiernamente. Al verla totalmente desnuda de pié junto a la cama, no lo podía creer… Era tan bella !!. esos pechos perfectos, esa piel suave como el damasco, ese cabello largo y lacio y sobre todo esos ojos celestes y los labios rojos como un rubí, me llenaban de pasión, tanto que se me escapaba una lagrima. Dentro de mi cuerpo estallaba una guerra de emociones. Parecía que era mi debut con una mujer. Nos amamos descontroladamente, una y otra y otra y otra ves. No queríamos abandonar el hotel. Pasó el tiempo, en el que tuvimos muchos de estos encuentros. Éramos felices en cada uno de ellos. Ya la relación se estaba poniendo seria, al nivel de un noviazgo. Luego cometí el error más grande que pueda cometer un hombre, tal ves por celos, machismo, o por posesivo. Le dije que tenía dudas de nuestra relación, y temía que lo que le hizo al Oveja, me lo hiciera a mí. Recuerdo que se puso a llorar, cuando quise tomarla de los hombros para calmarla, me dio una bofetada y se fue corriendo. Nunca más nos encontramos. Ella volvió con el Oveja, se casaron y tuvieron tres hijos. No quiero culpar a Dios en esto, pero creo que yo tuve un castigo, ya que me casé con alguien a quien no quise nunca y perdí veintisietes años de mi vida. Hoy estoy solo, siempre tratando de empezar una relación seria. Aunque ya estoy cansado.
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Silvana
Cariños amigo.
Roberto Funes
Roberto Funes
Silvana
Roberto Funes
Silvana