Mi no muerte
Publicado en Aug 03, 2013
Cuando la mirada se dirige ferozmente a la caja aparece un pulcro cadáver almidonado, maquillado lo suficiente para no inspirar miedo a los acompañantes de vida que no serán compañeros de muerta.
Los opacos ojos miran sin ver, la boca permanece clavada en su quietud, los miembros preparados en la rigidez más absoluta, el corazón no bombea alimentando así el alma, los pulmones inmóviles oxidan los tejidos, el hígado metaboliza su propia combustión, los riñones se ignoran el uno al otro, el sexo se retrae en sus orgasmos y el cerebro se transmuta en los recuerdos que nuestra esencia evoca. Arropados en compañía desfílan rostro tras rostro, compartiendo un irónico sentimiento de pena, bien por mí o quizás por ellos, al sentir cercano lo que no somos capaces de recrear ni en sueños. Reparo en su presencia. Es él, mi primer amigo, mi amigo amante. Tantos años y compruebo que nuestra relación, aún teniendo como dama de compañía a la muerte, no sucumbió al patrón del olvido. No sufras, no derroches lágrimas por algo que pudo ser y no fue. Me complace verificar que en la distancia, siempre has velado por mí. Los ángeles de la guarda existen y yo los he disfrutado en vida, tu sonrisa y tu abrazo continúan siendo mis talismanes haciendo este tránsito más llevadero. Al amigo lo quiero, al amante lo añoro. Un dúo destaca por su ausencia, son aquellos a los que he dedicado mi vida por activa y por pasiva. Son ellos los que han colmado de plenitud mi camino haciendo que el orgullo me ahogue de gozo. No han venido porque no les corresponde ocupar ningún sitio. No pueden despedirse porque ni yo me voy, ni ellos se quedan. No he muerto ya que no hay rescisión, en cada espiral de su ADN perduraré por los siglos de los siglos. Amén.
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