Apuesta
Publicado en Aug 06, 2013
En la infancia nos conocimos. Marcos y yo íbamos al mismo colegio en primaria, en ese entonces era muy joven para saber qué pasaba. Para mí corta edad era normal que extrañar un amigo y sentir que el cariño por él era especial, era diferente el sentimiento que tenía hacia mis padres, hermanos y demás amistades.
Fue en primero de secundaria que me di cuenta que ese «cariño especial» era amor. David estaba pendiente de Marcos, incluso tenía la costumbre de pasar su brazo por los hombros de Marcos, ese contacto me molestaba, primero pensé que eran celos de amigo, porque siempre hemos estados juntos, pero al trascurrir los días, por las noches un sueño húmedo me asaltaba y despertaba con el deseo de tener a Marcos. Recién en ese instante me di cuenta. —Disculpa, no era mi intensión —dijo David sonriendo. Yo no tomé importancia a su sonrisa burlesca. Siempre sonreía así cuando me daba un codazo. No solo tenía que soportar que acompañe a Marcos después de clases a comer, sino también verlo en clases. —No es necesario que seas amable; Marcos no está mirándote. El me miro de forma seria por unos segundos, su sonrisa burlona desapareció. Por fin estaba mostrando su verdadera personalidad. —Tienes razón, Santiago. No es necesario que sea cortés contigo cuando él no está —dijo. David está enamorado de Marcos desde el primer año de secundaria, mostrándose como un amigo confiable que estaría dispuesta hacer cualquier cosa por él. Marcos nunca sospechó de sus sentimientos. —¿Terminaste de leer el libro? —pregunté inocente. Él sonrió. —Claro. ¿Acaso crees que perderé? —expresó. —Yo ganaré —dije seguro de mí mismo, aunque en mi interior dudaba. —Marcos será quien decida quien ganara esta apuesta —contestó. David y yo competíamos en una puesta que se originó por capricho de él, en cada ocasión buscaba avergüénzame y su oportunidad llegó cuando Marcos comenzó hablar de libros románticos. David aprovechó su oportunidad de hacer un reto que me involucraba, donde el ganador tendría un beso de Marcos. El docente entro al salón. Era hora de empezar la clase. *** Llovía. Estaba echado en mi cama, leyendo el libro romántico que me regalo Marcos por mi cumpleaños, ese tipo de historias rosas que tanto le fascinaban, para mí era aburrido leerlo, pero lo hacía porque la apuesta. —Que bien que estés leyendo ese libro —dijo Marcos al mirar mis manos. Los padres de Marcos siempre trabajaban al igual que los míos, todas las tardes estamos solos, por eso que él se quedaba en mi casa hasta el anochecer. —Lo hago por la apuesta —contesté mientras mis ojos detallaban su figura. —Todavía tienes tres días para cumplirla —mencionó. Marcos se sentó en mi cama. —No voy a perder —contesté sin titubear. La forma que tenía de mirarme me encantaba, era ver fuego en su mirada, era cautivador y excitante, especialmente este último. Siempre me gusto ese tipo de miradas que había entre nosotros, porque de alguna forma me incentivaba a seguir con el desafío, me mostrabas ese lado tuyo que solo yo podía ver y que mostraba en momentos como estos. —Santiago, ¿solo lo haces por ganarle a David? —interrogó mientras me miraba fijamente. Mi cuerpo se tensionó involuntariamente, dando la respuesta más rápido que mi boca. Nuestras miradas se conectaron por unos instantes, mis manos disimuladamente templaron, sin hacer que el libro resbale. Nunca fui bueno mintiendo y esos gestos eran la mejor prueba para demostrarlo. —Así es. ¿Qué más podría ser? —expresé mientras ocultaba mi mirada con el libro que estaba leyendo. Lo escuché suspirar. Alcé un poco mi mirada, interrogante a ese gesto cansino que mostraste. —No me hagas caso —dijo mientras seguía mirándome—. ¿Estás concentrado en leer? —No —respondí—. Trato de leerlo y entender qué es lo que ves en este tipo de lectura. —Dejé el libro a un lado. Sonrío. —Los protagonistas demuestran sus sentimientos de forma romántica, con acciones y palabras. —La emoción aumentaba con cada palabra. Miré detenidamente la portada del libro. En este se apreciaba una pareja de enamorados, estaban besándose. Yo solo atiné a levantar una ceja. —No se supone que este libro es para chicas. —Corrección, es para personas románticas —respondió—. Ya tengo que irme, mis padres ya están por llegar a casa. De mis labios salió un «hasta mañana»; él se fue apresurado. Sus padres son personas estrictas que se preocupa cuando Marcos no está en casa a la hora que ellos llegan. Agarré el libro y me recosté, listo para empezar de cero y está vez, con mucha atención, tratar de entender qué era lo que decía entre sus línea aquel escrito. *** Estar hasta las cinco de la mañana leyendo un libro que no era tarea del colegio y saber que dentro de pocas horas tendría que ir a estudiar no me motivaba a continuar leyendo. Pero iba a seguir… La apuesta era importante, no por el hecho de ser el triunfador, sino del premio que se le va a dar al ganador; un beso de Marcos. Yo quería ese premio. David también mostró su emoción al saber qué era lo que estaba en juego, para desgracia mía el sí gustaba de leer este tipo de libros, tenía más posibilidades de ganar que yo. Pasé a la siguiente página y mi celular comenzó a sonar. —Santiago, ¿Te has quedado toda la noche despierto? —dijo Marcos con voz rasposa y somnolienta—. Lo siento, por llamar temprano. Su preocupación era evidente, en los últimos días había estado leyendo, pero faltaba mucho para terminar de leer. —Sí, Marcos —contesté—. No se supone que tienes estar durmiendo. —Verás, me levanto a las seis de la mañana para poder alistarme e irme al colegio —contestó con sorna. Miré el reloj que estaba en mi escritorio, este marcaba las seis con tres minutos, siempre me sorprendió la puntualidad de levantarse de Marcos, fue muy puntual y ordenado. Diferente a lo que soy yo. —No me di cuenta de la hora. —Ve a bañarte y alístate. Llegarás tarde a clases. Puedes seguir leyendo en el bus —dijo. No discutí. Las malas noches me dejaban sin energía de nada, lo mejor era obedecer y tratar de terminar rápido la lectura, así tendría el descanso que reclamaba mi cuerpo. Corté la comunicación. *** Llovía. La molestia de las gotas de agua se reflejaba en los pisos mojados. Los grandes charcos de agua que se levantaban cuando un carro pasaba en la autopista. Los paraguas de diversos colores adornaban el gran patio principal, el único refugio seguro con un almuerzo caliente era el comedor escolar. David había guiado a Marcos hasta una mesa que estuviera al lado de las grandes ventanas. —Hey, Marcos —comenzó a decir David—, ya es hora de acabar con el juego de la apuesta. Marcos me miró; yo lo miré de forma seria. Fue suficiente para que el entendiera que era mejor terminar con eso. —Bien. David, ¿Qué mensaje trae el libro? Marcos miraba expectante a David. —El amor de Olivia y Diego fue más fuerte que el tiempo, ellos se seguían amando después de estar tanto tiempo separados. —¿Eso es todo? —preguntó Marcos incrédulo a la repuesta. —¿Había algo más? Sonreí triunfante. David había dado un concepto pobre, incluso hubiera pensado que él lo leyó hace unas horas. —No —contestó Marcos. David ocultaba un bostezo con su brazo, intuí que no durmió bien o tal vez ni durmió, sus ojos estaban rojos como si hubiera estado despierto toda la noche. Marcos me miró y enseguida dije el resumen. —Olivia esperaba más de Diego, ella se había ilusionado y tenía altas expectativas de él, pero él no se preocupaba por mantener el interés de ella, lo único que tenía en mente era trabajar. Olivia con el trascurrir de los meses comenzó a aceptar que su relación se iba a basar en regalos improvisados y citas que se frustrarían por el trabajo de Diego, ese es el motivo por el que ella terminó con él. —Está bien el concepto —dijo Marcos. —El mensaje de libro es, que siempre se tiene que tener detalles con su pareja, siempre hay que estar velando por ella, siempre hay que demostrar el amor que se siente —dije. En ese instante comencé a tener en cuenta por qué Marcos escogió ese libro, me sentí identificado con Diego, en partes del texto pensé que éramos iguales. Él quería mucho a Olivia, pero no demostraba su amor por ella y cuando se declaró pensó que todo terminaba ahí, que al iniciar la relación los detalles morían allí, solo se preocupó por salidas que se realizaban una vez al mes y en fechas celebres, porque después se estaba trabajando, incluso hacía horas extras, porque tenía «tiempo libre». Diego no era romántico y para su mala suerte tampoco había alguien que le oriente; si yo hubiera estaba en su posición tal vez hubiera hecho lo mismo, porque el romanticismo no estaba en mí, por lo menos no hasta antes de leer ese libro. —Santiago, has ganado —dijo Marcos sonriente—. Entendiste bien lo que trató de expresar el autor. —Pero yo también leí el libro —David se estaba quejando. —Lo hiciste y por eso tendrás un premio consuelo. Pero primero vámonos de aquí. No tardamos en salir de comedor. Nos fuimos hasta llegar a la puerta principal de la universidad ahí, Marcos le dio un beso en la mejilla a David. —Ese es tu premio. Sonreí al ver el rostro de tristeza de David, él esperaba más. *** Las gotas de agua parecía que no iban a dejar de caer del cielo. Llegamos mojados a mi casa, olvidamos el paraguas por salir rápido a clases. —Santiago, báñate primero. —Marcos fue el primero en romper el incómodo silencio. Lo miré por unos instantes. Iba a objetar, pero recordé que Marcos se demora mucho en bañarse. En cambio yo no demoraría ni diez minutos en salir del baño. —Bien —respondí. Entre al baño. Mi cuerpo al entrar en contacto con el agua caliente se relajó, cada musculo iba sintiendo el confort. Me apuré en subir mi calor corporal, Marcos también necesita entrar. *** Encontré a Marcos en la sala, estaba mojado y durmiendo en el sofá. —Marcos, no te duermas o te refriarás —dije. Él bostezó mientras despertaba, me gustaba mirar sus ojos marrones somnolientos. —Es una mala costumbre que no he corregido. —Marcos se levantó del sofá. —Cuando éramos niños decías que lo harías, pero ya ha pasado muchos años y sigues igual. El solo sonrió y entró al baño. Me senté en el sofá. La comodidad me relajó, mis ojos comenzaron a cerrarse, el cansancio estaba apoderándose de mi cuerpo, necesitaba descansar por no haber dormido. Escuché un susurro lejano que estaba llamando, después sentí un cálido aliento cerca de mis labios que me daba escalofríos, entre abrí los ojos. Marcos estaba a escasos centímetros de mí, sus ojos marrones detallaban mi rostro, volví a cerrar los ojos, pensé: «si es una nuevo no quiero despertar». Sentí que su lengua exigía que abriera mi boca, él estaba explorando. El beso se fue tornando más apasionado, hasta dejarnos sin aliento. Yo solo dejé hiciera lo que quería. —Ese es tu premio por todo tu esfuerzo —susurró cerca de mi oído. Mi cuerpo se relajó. El cansancio no me dio tregua, me dejé llevar al mundo de los sueños.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|