Baldoza Floja
Publicado en Feb 25, 2009
Baldosa floja
Claudio Di Renzo A pesar de haber cobrado la jubilación minutos atrás, Felipe estaba muy malhumorado, más que de costumbre. Un buen observador lo habría advertido con solo echarle al ojo, ya que el anciano insultaba con su cuerpo al caminar. Su mano derecha apretaba los billetes dentro del apolillado bolsillo de la campera de invierno, aquella que lo acompañara por tantos años. Le tenía cierto sospechoso cariño a la prenda, algo asi como lo que se siente por esos amigos sin importancia a los que con el los años, y merced a su concurrencia, uno aprende a querer. —Dos mil trescientos australes —mascullaba Felipe, intermitente—. Dos mil trescientos… Mugre… ¡Ja! ¡Revolución Previsional…! ¡Ja…! Mugre. Cuadras largas las de la mañana de cobro. Tres horas de cola, llena de viejos quejosos, como un espejo caprichosamente empañado por algún mal aliento. Y luego esas interminables cuadras hasta el Mercado comunitario. —¡Mugre! Por dos mil trescientos australes, pensó, no valía la pena ni hacer la cola. Se ruborizó ante la idea de volver a pedir prestado. Por dos mil trescientos… toda una vida… por dos mil… Una baldosa mal repuesta por ENTEL dio por tierra con el viejo beneficiario del PAMI, que quedó sentado sobre la vereda, más furioso que sorprendido. —Por dos mil trescientos australes también te matan, ¡carajo! —gritó. —Viejo loco —acotó alguien que pasaba por allí. —¡Mugre! —escupió Felipe.
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