El amor y la locura (Pedro Tata Barahona)
Publicado en Aug 17, 2013
La cosa fue más o menos así. O al menos así comprendí la historia de lo acontecido.
Vicios y virtudes tuvieron un conflicto enorme entre ellos. Un conflicto muy antiguo. Ocurrió que hace muchísimo tiempo atrás, un día; un tiempo en que los hombres vivían por el mundo sin tener ninguna conciencia ni de lo bueno ni lo malo; ni lo correcto ni lo incorrecto, nada de eso. El punto es que en ese tiempo muy lejano y remoto, pese a todas sus actividades diarias los hombres no tenían esa conciencia, y fue por lo mismo que todos los vicios y virtudes se reunieron un día para decidir como gobernar sobre la tierra y sobre los hombres. Por supuesto que el orden y la justicia se encargaron de organizar todo esto, y le hicieron llegar una invitación a cada uno, en un hermoso campo, donde podían pasarlo muy bien, había espacio para todo. Y bueno, fijaron un día y una hora. La primera en llegar por supuesto fue la puntualidad, quien dijo: -partamos la reunión si esta es la hora. El orden le dijo: -oye para esta cosa nunca funciona así, yo soy ordenado y se como es. Aguarda un poco, calmemos. Empezaron a esperar, y comenzaron a llegar poco a poco todos los vicios y virtudes. Llegó la ternura preguntando: -¿y donde es la fiesta? Llegó la envidia, así por la orillita del camino, fijándose en todo, que todos tenían mejor ropa que ella. Llegó la mentira también observándolos a todos, pensando como poder conectar alguna cosa para enemistar a unos de otros, ella es así. Llegaron muchos. Al rato llegó la gula, por supuesto preguntando: -¿a qué hora sirven el petibuche? El camino fue súper largo, vengo con el diente largo. Estaban en eso y había un congregado muy grande, muchos vicios y muchas virtudes también. -¿Parece que ya estamos como para partir no?, se oyó clamar. Pero de pronto se fijan, un aroma exquisito, y miran que venía por el camino el amor; venía llegando radiante con una fragancia deliciosa de flores, con sus pasos que apenas pisaban el suelo, llegó por supuesto saludando a cada uno con un beso. Llegó el amor, manifestaban todos en armonía. Podemos partir entonces, vamos tomando posición en el podio. Pero de pronto por el mismo camino, una estampida de ruido y polvo; era ni más ni menos que la locura, que venía llegando montada en unos zancos muy grandes, con el pelo completamente pintado de verde y con una varilla en la mano, con la que le pegaba en la cabeza a los vicios, y levantaba las faldas de las virtudes. –Por favor contrólate, le dijeron. Vienes vuelta loca! –Pero no, es que vengo súper entusiasmado. Dijo la locura. –Quiero que hagamos algo entretenido. –Oye pero si estamos aquí para decidir cómo vamos a gobernar sobre la tierra y los hombres, que no tienen idea. –Por favor! Dijo la locura. Está bueno ya de reuniones fomes, unos hacen el bien, otros hacen el mal. ¿Por qué mejor no jugamos? -¿Y a qué vamos a jugar? Dijo la pereza. Había llegado temprano, esperando estaba recostada bajo un árbol. Yo les propongo que juguemos a las escondidas; dijo la locura. ¿Y cómo se juega a eso? Dijo la mentira, pensando inmediatamente en después decir: -no si era así, si era asá. –Es un juego muy sencillo que aprendí de los niños. Formuló la locura. –Yo me doy vuelta sobre este árbol y empiezo a contar hasta un millón, mientras tanto ustedes se esconden. ¿Y dónde nos vamos a esconder? Preguntó la gula, que lo único que pensaba era en comida. -Por favor! Dijo la locura. Tenemos todo el tiempo del mundo para jugar, y todo el universo para escondernos. Y sin que nadie le dijera si o no, la locura se dio vuelta sobre un árbol y empezó a contar: 1, 2, 3, 4… Todos los vicios y virtudes se miraron y dijeron: -bueno habrá que jugar. Y empezaron a esconderse. La gula descubrió un enorme zapallo que había en el campo, adentro dijo iré comiendo semillita por semillita, tengo tiempo suficiente hasta que me encuentren. Bien, encontró su solución. La ternura de pronto vio que estaba la luna en el cielo solita y clamó: -la voy a ir a acompañar, ella está siempre sola. Y de un salto se fue a sentar junto a ella a conversar. La lujuria le dijo a la castidad: -Sabes que tengo un escondite súper bueno. Te voy a dejar terrible loca. Y bueno la castidad pisó el palito. Y así cada uno empezó a esconderse, buscando su escondrijo. Todo esto mientras la locura seguía con su cuenta: 825.726, 825.727. No se perdía nunca. De pronto, el amor buscaba y buscaba lugares. En el fondo de las cavernas el fulgor de su belleza resplandecía como un candil. En las fosas más oscuras su aroma penetraba al amanecer. No, era imposible, no había donde esconderse. Justo cuando llegaba el alba, y el amanecer venía despertando, la locura se acercaba peligrosamente al millón. Entonces el amor fijó sus ojos en un rosal. -Ahí me voy a esconder. Exclamó el amor. -Apenas salga el sol su belleza va a resplandecer, su aroma me va a camuflar, perfecto! Y de un brinco se metió dentro del rosal, justo cuando la locura gritaba: -Un millón, tugar tugar, salir a buscar. Y empezó a buscar. ¿A quién encontró primero? La ternura que estaba desesperada que no la encontraran se asomó y justo la vieron. La gula más bien fue fácil, dos patas peludas que se asomaban por un zapallo roto. Había comido más de la cuenta. La envidia no quiso jugar. -Todos van a tener mejor escondite que el mío, me da rabia. La mentira fue descubierta en el fondo del mar, adentro de una anguila fría y resbalosa. En una caverna volcánica la lujuria y la castidad en actos que no voy a mencionar, pero estaban ahí solo los dos. Uno a uno fue encontrando a todos los vicios y virtudes. Entonces cuando ya había un montón grande la locura dijo: -Bueno, ¿quién la cuenta ahora? No perdóname, dijo orden; que tenía todo súper claro. Te falta el amor. Pero como! Casi se vuelve loca, había buscado por todas partes. De pronto, desesperado recorrió todos los lugares nuevamente. Sin hallarlo y ya bastante agotado, fijó sus ojos en el rosal. –No eh buscado ahí. Dijo la locura. Y se acercó para él, pero se pinchó con las espinas. Entonces, desesperado buscó alrededor y encontró una horqueta, un hombre dejó abandonada ahí pensando que no era peligrosa. Entonces la locura tomó la horqueta, y empezó a pinchar el rosal. De pronto se escuchó un grito desgarrador: Aaaagghhh!!! Y luego un silencio, y de pronto por entre las ramas del rosal apareció el amor, hermoso y radiante como siempre, pero con el rostro completamente cubierto de sangre. ¿Qué había pasado? La locura en su intento por encontrarlo, había atravesado ambos ojos al amor. De inmediato se armó una revuelta, todas las virtudes querían linchar a la locura. Algunos vicios solidarizaron con ella, dijeron por favor está loca, no se da cuenta de lo que hace. Justicia dijo inmediatamente: -Aquí hay que hacer un sumario, determinar las responsabilidades. Por supuesto, es serio lo que ah pasado. Y discutieron largamente sobre la actitud y la conducta de la locura, y determinaron de que si, que era responsable de sus actos y que debía pagar por ello. Y así fue condenada a que debía acompañar para siempre al amor y conducirlo donde él quisiera dirigirse. Es por eso desde ese entonces, que el amor es ciego y anda siempre de la mano con la locura.
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Stella Maris Sanhueza
Adrian Arriagada
un sentimiento
Adrian Arriagada