HISTORIA SIMPLE
Publicado en Aug 19, 2013
En su pequeño vientre se acomodaba la figura de un tenue vegetal; por tiempos había acunado seres cubiertos de piel y restos de cielo, dando a luz seres de una biología perfecta: hombres y mujeres de diferentes soles, colores y dolores y con ellos había poblado la esfera. Pero ya era hora de perpetuarse cruzando los cimientos de géneros que no fueran tan humanos y gracias a su infinito amor por el mundo, por la naturaleza y las cosas, pudo fecundar especies nativas del firmamento, de la tierra y el mar profundo. Su figura de madre venía poblada de raíces, semillas y frutos y daba a luz grandes jardines, boques y selvas, inadvirtiendo su pérdida en el mismo mundo que había creado para verter su inmortalidad y poder colmar a la tierra con sus hijos de tallos y melenas, a los que alimentaba con la savia que brotaba de sus senos. Quiso concebir figuras que se desplazan por el aire y el océano, con las alas y las ganas de infiltrarse en un imperio desposeído de malezas y amarguras; fue entonces como dio a luz nuevamente, pero esta vez ceremoniando las inagotables posibilidades del reino animal. Los dotó de sentidos, cantos, colores, sonidos, corazón y formas. Aves de todas las alturas, estampas que volando parecen mariposas se paseaban a lo largo y ancho del cielo. Peces de incalculables brillos atravesaban las serenas y tormentosas aguas; potros cervatillos, venados, todos ellos libres se tomaban el mundo. Diminutos insectos, seres de las altas montañas, valles y polos, se vestían de tierra. Su cuerpo de madre superó a la tierra y a la naturaleza, los hombres hablaron por mucho tiempo de su magia, pero el amor y la fuerza no la hicieron infinita, su muerte no pudo detener, su deber era partir y nuevos universos poblar. Esta es la historia de un hombre que soñaba ser madre.
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